Codemasters siempre ha sido un desarrollador ligado a los juegos de carreras, pero durante los últimos años se ha convertido en prácticamente la única compañía en crear este tipo de títulos fuera del ámbito de la simulación más especializada. A lo largo la pasada década la compañía se ha dedicado a ofrecer cada año un nuevo juego de la saga F1, lanzado nuevas entregas de la franquicia DiRT y creado la serie DiRT Rally. También ha resucitado GRID y creado Onrush, una nueva licencia que no terminó de funcionar.
Además de juegos, Codemasters ha invertido en ampliar sus estudios de desarrollo, todos ubicados en el Reino Unido. En 2016 rescató al personal de Evolution Studios (WRC, Drive Club y Motorstorm) después de que Sony decidiera cerrar el equipo británico y en 2019 pagó unos 27 millones de euros por Slightly Mad Studios, un desarrollador con sede en Londres y responsable de Project Cars. Respecto a las licencias, Codemasters tiene la de F1 hasta 2025 y la de WRC que firmó el año pasado entrará en vigor en 2023.
Todas estas licencias y franquicias basadas en juegos de carreras se encontrarán en Electronic Arts con las marcas Need for Speed, Real Racing y Burnout (aunque esta última el editor ya no la menciona en su nota de prensa). Más allá de este género, en el baúl de propiedades intelectuales de Codemasters tenemos el juego de rol y acción Overlord y el shooter táctico Operation Flashpoint.
Ahora todos estos estudios, plantillas, juegos y licencias pasan a formar parte de Electronic Arts. La historia podría haber sido muy distinta si Take-Two, que fue la primera compañía en presentar una oferta de compra formal de 818 millones de euros por Codemasters, hubiera entrado en la subasta para superar la propuesta de su colega estadounidense. Pero no fue así, el editor de Grand Theft Auto decidió mantenerse fiel a su política de disciplina financiera y una estrategia de crecimiento orgánico.