Aquellos que no conozcan la saga Dead Space deben saber que su acción se desarrolla en el siglo XXV, cuando la humanidad se ha quedado sin recursos en la Tierra y ha convertido la minería intergaláctica en un lucrativo negocio. Para llevar a cabo esta actividad las corporaciones usan naves gigantescas y una de ellas es la USG Ishimura, que ha dejado de comunicarse con la Tierra. El encargado de reparar las comunicaciones de la nave es el ingeniero Isaac Clake, que cuando llega a la embarcación descubre que la tripulación ha sido masacrada e infectada por una presencia alienígena.
En la Ishimura no hay muchas armas de fuego tradicionales, pero sí una cortadora de plasma capaz de lanzar ráfagas horizontales o verticales de energía para descuartizar los Necromorfos. Buscar la mejor forma de neutralizar al enemigo con los recursos disponibles es una de las claves para sobrevivir en Dead Space. Las armas tienen modos de disparos alternativos y mejoras para aumentar sus características (munición, potencia y velocidad de recarga). En caso de quedarse sin munición, Isaac puede recurrir a la telequinesia para recoger objetos, incluyendo brazos y piernas de los Necromorfos, y lanzarlos.
Respecto a la campaña, el remake de Dead Space respeta la historia original, pero lo hace teniendo en cuenta las secuelas y todos los contenidos que ha generado la franquicia, incluyendo los cómics. “Queríamos que encajara mejor con la historia general del universo de Dead Space, que siguió evolucionando después de la primera entrega”, dice Roman Campos-Oriola, director creativo. Entre las novedades tenemos “un montón” de misiones secundarias narrativas que, por ejemplo, explicarán qué sucedió a Nicole durante el brote.