El periodista Jason Schreier de Bloomberg explica que hace dos semanas los ejecutivos de Bungie compartieron con los empleados que los ingresos estaban un 45 % por debajo de las proyecciones previstas para el año. El director ejecutivo Pete Parsons puso el foco en la baja retención de usuarios de Destiny 2 tras el lanzamiento de la expansión Eclipse, que se puso a la venta el pasado febrero. La nueva expansión, La Forma Final, parece que va por buen camino, pero Bungie habría decidido retrasar su lanzamiento de febrero a junio de 2024 para mejorar el producto. La compañía aún no ha hecho oficial este cambio de fecha.
En esa misma asamblea Pete Parsons anunció un recorte de gastos, incluyendo viajes y una congelación de salarios, y animó a la plantilla a trabajar unida para capear el temporal. Pero el pasado lunes las cosas empeoraron cuando se organizó una nueva reunión para comunicar la ronda de despidos. Los afectados recibirán las bonificaciones correspondientes, pero no el dinero que Sony acordó pagar a los empleados como parte del acuerdo de compra. De los 3.600 millones de dólares que Sony decidió abonar por Bungie, 1.200 millones de dólares son para los empleados, pero se transfieren con los años y hay que formar parte de la plantilla.
Cuando Sony completó la compra de Bungie en 2022 Kenichiro Yoshida, director ejecutivo de la compañía japonesa, dijo que este movimiento representaba “un gran paso adelante para ser más multiplataforma”. El directivo también mostró su esperanza de que sirviera de “catalizador para mejorar las prestaciones de nuestros juegos como servicio”. Un año después Destiny 2, la principal apuesta de Bungie, no pasa por su mejor momento y Jim Ryan, máximo responsable de PlayStation así el ejecutivo que ha apostado por los juegos como servicio, se retira.