Para los profanos, Xbox Series X equipa un procesador de 8 núcleos AMD Zen 2 a 3,8 Ghz y una gráfica AMD RDNA 2 con 52 CUs a 1,825 GHz que proporciona 12,15 teraflops de potencia. Acompañan 16 GB de GDDR6 (10 GB a 560 GB/s y 6 GB a 336 GB/s), un SSD con 1TB de capacidad (ampliables mediante una tarjeta de expansión) y una unidad 4K UHD Blu-ray. El objetivo de este hardware es que los juegos corran a una resolución de 4K a 60 FPS, aunque la consola también es capaz de llegar a los 120 FPS.
Por su parte, Xbox Series S equipa el mismo procesador que Xbox Series X pero a 3,6 Ghz, mientras que su gráfica se conforma con 20 CUs a 1,565 GHz y 4 teraflops de potencia. También hay recortes en la memoria GDDR6, que suma 10 GB (8GB a 224 GB/s y 2 GB a 56 GB/s), y en la unidad SSD, que se queda en 512 GB (ampliables mediante una tarjeta de expansión). Además, este modelo es digital y no cuenta con unidad de disco óptico. Su objetivo de rendimiento son juegos a 1440p y 60 FPS.