Varias fuentes afirman a Mochizuki que esta decisión ha provocado una “pequeña decepción” entre los desarrolladores, especialmente los estadounidenses que a menudo necesitan una mayor cantidad de almacenamiento para sus juegos. Las tarjetas que Nintendo ofrece a los desarrolladores de Switch son de como máximo 32 GB, espacio que se puede sumar a los 32 GB de memoria interna de la consola (de los cuales 24 GB son usables) y el soporte para tarjetas microSD de hasta 2 TB (aunque el máximo disponible de forma comercial sean 512 GB).
El uso de tarjetas y el peso de algunos títulos supone un problema para los usuarios de Nintendo Switch. Bethesda decidió embutir Doom en una tarjeta de 16 GB y ofrecer el resto del juego (la parte multijugador) como una descarga opcional de 9 GB. Rockstar imitó este modelo con L.A. Noire, cuya edición física viene en una tarjeta de 16 GB y requiere de una descarga obligatoria de 14 GB. Si ambas compañías hubieran usado una tarjeta de 32 GB el problema de almacenamiento estaría resuelto, pero a cambio tendríamos un sobrecoste que debería trasladarse al cliente o ser absorbido por la editora.
Es Nintendo quien vende los cartuchos a las third-party. Si la compañía japonesa los ofreciera a precios más económicos la editora estaría más motivada a usar los de 32 GB de capacidad, elección que terminaría beneficiando a los usuarios. Otra opción es preguntar a Nintendo cómo lo hace para que juegos como Zelda: Breath of the Wild y Super Mario Odyssey pesen 13,9 GB y 6 GB, respectivamente. Pero en última instancia e independientemente de cuándo Nintendo proporcione los cartuchos de 64 GB a las desarrolladoras, si estos son demasiado caros nadie los usará.