Tito_Mel escribió:
E.T. el extraterrestreA veces hay películas que evito volver a ver porque han pasado tantos años que sospecho que no tendrán el mismo efecto que cuando las vi siendo niño y no quiero estropear su recuerdo. Esta es una de ellas. Se perfectamente cuando fue la última vez que vi esta película. Yo tenía 9 años. Mi madre estaba hospitalizada y mi padre pasaba casi todo el día a su lado y decidieron que yo me quedase un tiempo con mi tía. A ella le encantaba el cine. Era la época dorada de los videoclubs. Todas las tardes me llevaba a elegir una película. Recuerdo aquellos días como confusos; un niño pequeño alejado de sus padres y sin saber exactamente qué le pasaba a mi madre, solo sabía que algo triste estaba ocurriendo. Cuando la mitad de la gente se comporta contigo anormalmente amable y la otra mitad te mira distinto, como si no supiesen cómo tratarte, sabes que eres víctima de algo aunque no sepas de qué. Y lo único que recuerdo con nitidez es el momento diario de la película. Disfruté todas y cada una de esas películas que me ayudaban a escapar por un rato de esa realidad triste y confusa. Han pasado casi 30 años de aquello.
He esperado casi tres décadas para volver a ver esta película porque nunca pensaba que fuese el momento idóneo para hacerlo. Por fin, anoche me atreví. Ya desde los primeros compases me retrotraje inmediatamente a mi niñez; la moda, los juegos, los juguetes... De repente, todo estaba ahí. Todo aquello que desde hace un tiempo tratan de emular películas y series como Stranger Things. El espíritu del niño está por toda la película. No parece una película dirigida por un artista adulto sino por un niño cualquiera. Creo que, igual que yo me he convertido por un rato en el niño que un día fui, Spielberg rodó esta película convirtiéndose en el niño que un día fue. Muchas veces se habla del concepto de "la magia del cine". Se refieren a esto. Hay películas que te emocionan, que te hacen pensar, que te hacen reír o llorar... Pero hay pocas películas que logren transformarte aunque solo sea por un rato. Eso es lo mágico.
Lo cierto es que el argumento no es gran cosa e incluso el guion es bastante simplón y peca por momentos de exceso de búsqueda lacrimógena gratuita. Lo que hace grande a Spielberg es coger ese libreto, que a priori no da para mucho, y convertirlo en una obra maestra generacional, en un clásico inmediato de la historia del cine, en una película inolvidable. Una de las cosas que más me gusta de esta película es el mimo con que está manufacturada. No hay ni un solo plano que no sea bello estéticamente. No necesita grandes localizaciones. Un mero plano de interior en una habitación, dos personajes al contraluz de las persianas, o el puro rebote de la luz, la forma en que ese rebote contagia los rostros del color de un atardecer... Me parece una película visualmente bellísima y lo consigue sin ayudarse de paisajismo, simplemente sabiendo cómo y donde colocar una cámara o un foco. Cada plano es el mejor plano posible. No hay justificación para no caer rendido ante el talento cinematográfico de aquel Spielberg que tenía la misma edad que tengo yo ahora mismo.
Por supuesto, no sería la misma película sin la música de John Williams, una de las más memorables bandas sonoras que jamás se hayan compuesto para el séptimo arte. Y no es solo por el maravilloso tema principal, me refiero a toda la banda sonora completa, cada pequeña pieza. No hay momento en las dos horas de metraje en que la presencia musical no sea un acompañamiento certero a las imágenes y un apoyo fundamental para elevar la potencia de sus escenas. Spielberg pone las imágenes, pero John Williams las lleva en volandas, hace que asciendan al mausoleo de la iconografía. Ha habido varios momentos en que debo reconocer que esa combinación visual y sonora casi me ha saltado las lágrimas, me ha hecho un nudo en la garganta. No es tanto la historia que me estaban contando sino la magia con la que me la estaban contando.
Posiblemente no sea una película perfecta. Podríamos ponernos quisquillosos y hablar de las flaquezas del guion o de ese tramo de 15-20 minutos de la parte los médicos donde se concentran las escenas más pueriles. Pero la realidad es que la película funciona de principio a fin como una aventura de ciencia ficción para toda la familia. Y no solo eso sino que tiene innumerables momentos que tocan un techo altísimo. Si la viese con otros ojos, quizá le daría un 8,5 o un 9 por esos pequeños puntos débiles. Pero a veces merece la pena dejarse llevar por las sensaciones. Y mi sensación es inmejorable. Hace tiempo que me invade una sensación de haber dejado atrás los mejores años de mi vida. Miro atrás y me esfuerzo por recuperar algo de aquellos buenos años, cuando todo era ingenuo, cuando todo era un descubrimiento, cuando todo era moldeable. Recuperar alguna sonrisa, alguna ilusión, acaso me bastaría con entrar a hurtadillas en la nube de alguno de esos recuerdos y traerme al presente uno de mis juguetes, algo a lo que poder aferrarme para sentirme de nuevo aquel niño que un día fui. Por eso, películas como esta son el mejor de los regalos, porque no hay mayor regalo que el regalo del tiempo, la magia de volver a ser niño.
Nota: 10