Después de una inauguración que sirvió para la inclusión de títulos como Tetris, World of Warcraft, Pong o Super Mario Bros, y una segunda edición que añadió a The Legend of Zelda, Sonic the Hedgehog o Los Sims, ayer fueron anunciados los resultados de las últimas votaciones.
Los finalistas para este año incluían al dúo de títulos iniciales de la serie Pokémon (Rojo y Verde en Japón, Rojo y Azul en el resto del mundo), que arrastraban su nominación desde 2015, Street Fighter II: The World Warrior y Tomb Raider, que ya habían sido propuestos el año pasado, y Donkey Kong, Final Fantasy VII, Halo: Combat Evolved, el Solitario de Microsoft, Mortal Kombat, Myst, Portal, Resident Evil y Wii Sports.
Tras las nominaciones, un panel de expertos ha juzgado como en anteriores ocasiones las candidaturas en base a cuatro criterios: el reconocimiento como icono (incluso fuera del ámbito de los videojuegos), la longevidad de su popularidad, el alcance geográfico de su éxito y la influencia ejercida sobre otros juegos o formas de entretenimiento, cultura popular o sobre la propia sociedad.
Como resultado de este análisis, Pokémon Rojo y Verde han pasado a formar parte del Salón de la Fama por su efecto como fenómeno cultural internacional, que además ha roto abundantes récords de la industria con sus más de 260 millones de copias vendidas, los 800 episodios de sus series de animación y las 17 películas estrenadas. Dos décadas después de su lanzamiento en 1996, la franquicia sigue siendo capaz de mover multitudes como demuestran sus efectos sobre las ventas de las portátiles de Nintendo o sobre todo el alcance global del fenómeno Pokémon GO.
En cuanto a Halo: Combat Evolved, al primer título de la serie lanzado para la Xbox original en 2001 se le considera uno de los responsables de la explosión del género FPS en consolas, la popularización de un esquema de control que permitía una experiencia diferente pero competitiva con respecto a los tradicionales ratón y teclado, y el éxito del enfoque multijugador en consolas separadas (que precedió a la inversión de Microsoft en la infraestructura de Xbox Live).
Donkey Kong supuso tras su lanzamiento en 1981 un impulso importantísimo para las posibilidades como empresa de Nintendo, una proyección internacional imprescindible para su posterior ataque al mercado doméstico y por supuesto la aparición del que probablemente constituya el mayor icono de la industria del videojuego, el fontanero Mario. La obra de Miyamoto vendió la respetable cifra de 132.000 recreativas y supuso para los juegos de pantalla fija (en oposición a los basados en niveles con scroll de los que se convertiría en adalid su protagonista años más tarde) un importante hito en cuanto a la popularización entre un público más amplio y diverso.
Por último, la historia de Street Fighter II es la del renacimiento de una industria arcade que pasaba por un momento complicado a principios de los 90 tras el éxito de la tercera generación de consolas capitaneada por la NES y que vio en el género de lucha uno contra uno una vía de salvación para lo que no resulta difícil sentir su influencia en el planteamiento de los eSports hoy en día. El clásico de Capcom, además de contar con una llamativa factura técnica que haría sudar incluso a las máquinas domésticas de 16 bits, contaba más que ningún título anterior con la capacidad de congregar a una comunidad de jugadores en torno a cada recreativa, experimentando con avidez el nacimiento de un carácter competitivo basado en unos relativamente justos y crecientemente equilibrados enfrentamientos de habilidad.