Artículo: Amor en pocos bits

David Rodriguez
Oh, San Valentín... las flores huelen a arco iris, los pájaros cantan en estéreo y los pasteleros se frotan las manos. En nuestro mundillo de los videojuegos, sin embargo, las cosas pueden ser muy diferentes. Tranquilos, hoy no hablaremos del amor vs los videojuegos, sino de la peculiar idiosincrasia del amor en nuestro medio de entretenimiento favorito.

Hablar de amor es tratar un tema tan abstracto que difícilmente podríamos llegar a buen puerto en la longitud de un artículo, por lo que vamos a intentar limitarnos a explorar un par de tópicos, clichés, tropes si preferís, que suelen acompañar a los elementos románticos introducidos en la historia o mecánica de los videojuegos.

El 2 es el número más solitario (después del 1)

Comenzaremos diciendo que como personaje de videojuego, si tienes un interés amoroso, normalmente tienes eso, uno: Guybrush y Elaine, Gordon y Alyx, Marcus Fenix y Dom Santiago... a menos, claro, que seas un personaje de Nintendo. Podríamos empezar con la que para muchos sería la primera pareja de videojuego en venir a la cabeza, la perfecta y dulce relación de Mario y la princesa Peach. Cuando no están juntos, se están buscando, y ninguna dificultad puede separarlos por mucho tiempo. Bueno, salvo aquel verano en el que Mario decidió rescatar a otra princesa. En Nintendo pueden tratar de convencernos de que las princesas Daisy y Peach son superamigas y todo está olvidado, y que claro, Daisy está ahí para que Luigi no esté tan solo (¿Mario viajó a Sarasalandia para traerle una princesa a su hermano? ¡Eso sí es amor fraternal!). Pero no vamos a olvidarnos de que antes de conocer las ventajas de salir con una princesa, Mario ya había jugado la carta de rescatador de dama en apuros con Pauline y, por supuesto, para completar nuestro octógono amoroso (los triángulos no son nada para Nintendo), no olvidemos las intenciones románticas de los (circunstancialmente no-humanos) secuestradores de cada damisela: Bowser, Tatanga y Donkey Kong.

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Bigote, sombrero y ojos azules: el clásico galán

Escandalizado, un inocente fan de Nintendo acusa: "¡Habéis escogido el peor ejemplo!", "¿qué hay de la preciosa historia de Link y Zelda?", continúa. Por supuesto, el amor entre esta pareja no tiene fisuras y, como Superman ebrio de poder en la primera película, Link viaja al pasado ida y vuelta las veces que hace falta para tener a la princesa (hmm, la realeza de nuevo) en sus brazos. Por supuesto, por el camino no puede evitar que de él se enamoren la dulce Saria (que acaba a todos los efectos tomando los hábitos cuando Link no vuelve al pueblo), su auténtica prometida Ruto (¡Princesa Ruto! Pero el reino Zora es tan pequeño...), la encantadora Malon, que incluso le regala a su mejor yegua, y dejaremos a Nabooru como dudosa porque sólo el Link adulto parece llamar su atención.

Si por otra parte hablamos de personajes de Bioware, nos espera una rica variedad de posibilidades románticas: sexo, raza, color/existencia de piel y número de corazones son sólo algunas de las opciones a contemplar. Con razón los Reapers mostraban tal interés en asimilar la raza humana: otro par de añitos de viaje y el comandante Shepard hibridaría su material genético por toda la galaxia. En Jade Empire, ante las dudas entre avanzar en la relación con Estrella del Alba o Zorro de Seda, un nivel de encanto suficiente en tu personaje conduce al mágico momento de preguntar "¿y por qué no las dos? Y en la saga Dragon Age... me temo que no puedo escribir un artículo tan largo como el que sería necesario para explorar toda la riqueza de los aspectos románticos de personajes inmersos en tales complicaciones: "¿Que la ciudad está en llamas? Sí, ¡como mi corazón!"

Nada se interpondrá entre nosotros

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Dos métodos sutiles de los malotes para levantarnos la novia

Por supuesto, si de algo entendemos en los videojuegos, es de heroicidad. Ni montañas de enemigos ni montañas de... lo que sea que estén hechas las montañas (piedras, túmulos y Draugr, ¿no?) son capaces de detener nuestro avance hacia la consecución de nuestro objetivo. Si hay que salvar el mundo, se salva, y si hay que rescatar a la chica, que se considere rescatada. Claro, se pueden dar complicaciones, como las de Billy y Jimmy en Double Dragon. Después de que el malo de turno les robe la novia sutilmente (ver ilustración anterior), tendrán que vérselas con todo tipo de punkies, Abobos y otros malotes hasta llegar a... pues tirando siempre hacia el Este, supongo que Japón o Girona. Allí vencen sin problemas al pretendiente, pero antes del premio... colega, que somos dos y "la novia" sólo es una; listo, pelea fraternal a muerte servida. Con lo fácil que sería hablarlo (¿o tal vez preguntarle a ella qué opina?), pero no, la única solución pasa por hacer las futuras cenas familiares realmente incómodas. En una temática parecida podéis imaginar, cada vez que acabéis el Final Fight con el intachablemente ético ninja Guy, eternamente en la friend zone, esa preciosa escena de la rescatada Jessica corriendo a los brazos... de Cody, el mazas de los vaqueros y la camiseta blanca remangada al que gusta jugar con cuchillos (vamos, el colega macarra).

Hablando de obstáculos que superar, ya hemos mencionado antes el inquietante futuro que imaginará Bowser cada vez que rapta a Peach, pero no nos engañemos, la suya no es ni de lejos la pareja videojueguil en la que las diferencias morfológicas son más patentes. Volviendo al círculo de los protagonistas clásicos, recordaremos que allá por el año 2006 Sonic se cansó de su overly attached novia Amy, así que decidió seguir la senda del fontanero y buscarse a su propia princesa (está claro que esto de la realeza tira mucho). Tampoco es que su relación con la princesa Elisse fuese lo peor de Sonic the 2006 Hedgehog (se llamaba así, ¿no?), pero un poco raruno sí que se hacía verlos. Y para combinar las limitaciones morfológicas con las relaciones n a 1 del anterior apartado, sólo voy a nombrar a una joven que, aunque no se originase como personaje de videojuego, sí ejerció de damisela en apuros en varios: April O'Neil. Ahí queda eso.

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Sí, sí, me quieres y tal, pero... ¿acaso eres princesa?

En otro orden de cosas, sobre todo en títulos provenientes del país del sol naciente, sucede a veces que la propia progresión del videojuego supone una barrera insalvable para la felicidad eterna y el consumo de perdices de los personajes. Wanda en Shadow of the Colossus no duda un instante en acabar con los potencialmente inocentes titanes de su entorno, eliminándolos uno por uno mientras sus posibilidades de reencontrarse con Momo se minimizan y finalmente desaparecen en el (excesivamente triste, no hay forma de aplicar humor aquí) final del juego. La tragedia reina también en Final Fantasy VII, donde Sephirot se gana el título de mayor corta-rollos del medio a pesar de fallar en su intento de destruir el mundo cuando no sólo elimina de forma contundente las posibilidades románticas de Cloud con Aeris, sino que deja al pobre chico tan marcado que a la siempre paciente Tifa más le valdría contestar las llamadas de Rude y buscar un futuro elegante juntos. Hmm, Final Fantasy, sabía que olvidaba algo...

Tantas historias que compartir y tan poco tiempo para leer en un día como hoy... y además algo habrá que dejar para el próximo :)

Ahora sabéis lo que toca, la ronda de preguntas: ¿Cuál es vuestra relación romántica (convencional o no) favorita de los videojuegos? ¿Qué polígono amoroso os dejó más intrigados?

Que tengáis un muy romántico día los que lo celebréis, y los que no, igualmente disfrutad mucho del fin de semana. ¡Nos vemos en los comentarios!
¡Ah!, mañana, un tema más serio.
Sobre el autor » David Rodriguez

Informático de vocación, micro-empresaurio y sobre todo apasionado de la música, los videojuegos y la tecnología. Empecé con una Master System y el logo de SEGA aún emociona, pero mantengo fresca la nostalgia de todas las grandes.

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