ya estamos con los cuentos......
Baste un breve resumen para ver lo poco que han cambiado las cosas del fútbol aunque haya mudado tanto su tamaño. Después de su brillante presentación con el River en el Bernabéu, la crisis económica del fútbol argentino y el default o suspensión de pagos de los clubes llevó a Di Stéfano y a su mentor, Pippo Rossi, a Colombia, donde el bogotano Club de los Millonarios lo recibió como a un héroe. Tenía pendiente contrato con el River, pero el futbolista se consideraba libre por los incumplimientos del club y firmó otro con el club de Bogotá. Cuando Madrid y Barça empiezan las gestiones para ficharlo, el enviado del Barcelona no consigue el acuerdo con los colombianos, pero marcha a Buenos Aires y firma el traspaso con el River Plate por la gruesa cantidad de dos millones de pesetas, de las de entonces. Bernabéu envía a Saporta a Colombia y consigue firmar con el Millonarios la misma cesión de derechos por un millón muy largo. Sin embargo, Néstor, presidente del club colombiano, le advierte de que sus derechos caducan en 1955, con lo cual sólo podría jugar una temporada completa o temporada y media en España. Bernabéu acepta pensando que el Barça no esperará tanto tiempo. Hubo, pues, dos contratos, dos pagos y dos derechos legítimos, si bien difícilmente compatibles, porque el futbolista era genial pero sólo uno. La clonación no existía ni siquiera como fantasía popular, vagamente científica.
A partir del controvertido hecho jurídico, se suceden las escenas rocambolescas, como había sucedido dos años antes con el fichaje de Kubala. Según algunas versiones, el acuerdo del húngaro con el Real Madrid era total y sólo faltaba la firma, pero unos astutos agentes del FC Barcelona lo emborracharon –cosa no muy difícil entonces en el genial jugador- y lo convencieron de que estaba en Madrid y firmando por los blancos, cuando estaba en Barcelona, y firmando por los azulgranas. Luego, la contratación de su suegro Fernando Daucick, al que se negó el Madrid, acabaría de convencer a Kubala. En la llegada a España de Di Stéfano, los lances de enredo no son menores. Un directivo de origen catalán del Santa Fe bogotano, acérrimo rival del Millonarios, convence al irascible argentino, que se ha largado a Buenos Aires, para que no vuelva a Colombia y viaje a Barcelona. Así lo hace, previo paso raudo y de incógnito por Madrid. Se presenta como futuro futbolista del Barça en algunos partidos amistosos y hasta entrena en Las Corts. Sin embargo, su rendimiento es mediocre y no debuta en competición oficial con la camiseta blaugrana. Fernando Daucick, el suegro de Kubala, hace un informe muy negativo, aludiendo al mal carácter del argentino (aunque acaso celoso de su protagonismo frente al de su yerno) y ambos clubes llevan su litigio a la Federación Española de Fútbol. El fallo de ésta es genialmente salomónico: jugará en el Madrid las dos primeras temporadas 1953-54 y 54-55 (unos meses más de lo que cubrían los derechos colombianos) y las dos siguientes en el Barcelona (hasta el final de los derechos del River). Tras los cuatro años, los dos clubes deberían ponerse de acuerdo sobre el futuro del jugador, si es que lo tenía. Di Stéfano iba a cumplir 28 años y nadie podía saber que lo respetarían las lesiones. Menos aún que jugaría hasta los cuarenta.
Siguiendo el concienzudo relato de Pasamontes, el Barça renunció a sus derechos en una reunión de Bernabéu y Martí Carreto en el restaurante Horcher, con una frase tan poco rimbombante que es probablemente cierta: Va, per vosté el pollastre! (“¡Va, para usted el pollo!”). A estas alturas del siglo XXI, nadie duda de que el hecho legal se produjo y que el Barcelona se equivocó. Pero el formidable rendimiento de Di Stéfano en el Madrid y la gloria alcanzada por este club, que acaso pudo alcanzar el Barça, han abonado interpretaciones conspirativas, políticas y maquiavélicas sólo explicables por el mucho tiempo transcurrido y por la implantación del victimismo ante Madrid como Pensamiento Único en la Cataluña contemporánea.
En los programas especiales del centenario del Barça, las interpretaciones de los testigos de época fueron básicamente dos: que el Barça no tuvo paciencia y jugó mal sus cartas o bien que las presiones políticas forzaron a renunciar al Barça y favorecieron al Madrid. Un racionalista diría que si la culpa fue del Barça no pudo ser del Gobierno, y al revés. Pero ¿quién dice que lo razonable y lo futbolero puedan coincidir? Es rarísimo que lo hagan. Baste decir que las supuestas presiones políticas tienen también dos interpretaciones distintas: una, que las autoridades del Régimen no querían que aquel club todopoderoso que ya tenía a Kubala tuviera tambien a Di Stéfano, marcando demasiada distancia con los demás clubes españoles; otra, que las autoridades franquistas, empezando por el propio Franco, por una supuesta y visceral animadversión a Cataluña, impidieron el fichaje del argentino mediante un atropello a la ley y a la razón, que asistían al Barça. Por supuesto, hoy nadie del Real Madrid ni del FC Barcelona, por razones opuestas, quiere recordar que Di Stéfano pudo y debió ser del Barça a los dos años de ser madridista. En Madrid se entiende su fichaje como el advenimiento natural de un destino glorioso ("En el principio, fue Di Stéfano") y en Barcelona se cultiva amorosamente el rencor de una fechoría política, tesis discutible, porque si las autoridades franquistas querían favorecer al Madrid a toda costa, ¿por qué permitieron que el Barcelona le quitase a Kubala y ganara todos los títulos mientras el Madrid yacía en la indigencia deportiva? ¿Cómo permitió que estuviera veinte años sin ganar una Liga y que la temporada anterior al fichaje de Di Stefano sólo evitara en el penúltimo partido tener que jugar la promoción para el descenso a Segunda División? En fin, para qué insistir. No es que lo racionalista y lo futbolero rara vez coincidan. Es que se repelen.
La impaciencia y la prepotencia
Yo creo que lo que realmente le pasó al Barcelona arrollador del “triplete” y el “doblete” con el fichaje fallido de Di Stéfano en septiembre de 1953 es lo mismo que le ha pasado al Madrid “galáctico” en Septiembre de 2003 con el fichaje fallido de un defensa central para cubrir el hueco de Fernando Hierro: que la impaciencia y la prepotencia coinciden casi siempre