El increíble hombre menguante
20 de abril.- Rajoy llegó al plató de 'Tengo una pregunta para usted' (TVE1) con la ventaja de quien conoce el formato, las reglas del juego y el precio del café. Tenía la lección de la naturalidad bien aprendida, y una gran sonrisa grapada a su boquita de molusco bivalvo. Estaba crecido. Para dar el pego ante los cien miembros del jurado popular, sin duda había estudiado precios, cifras económicas y promesas electorales. Todos los deberes, excepto una cuestión tan baladí como echar una ojeada a su nómina y memorizar el número de ceros.
Los primeros minutos del programa fueron de una intensidad increíble. La primera pregunta, como sucedió con Zapatero, fue a la yugular: "¿Cree que la mentira es políticamente rentable? Su partido dijo que tenía la convicción moral de que el 11 M había sido obra de ETA". Al bueno de Rajoy se le desgrapó la sonrisa y el bivalvo se le puso mustio. "Yo, lo que digan los tribunales", acertó a responder.
La segunda fue a la femoral. Y la tercera, al paquete testicular. Le preguntaron por las mentiras, por la crispación, por las manifestaciones, por Irak, por el lamentable comportamiento que tiene su partido en el congreso... "Los diputados somos personas... no creo que la cosa sea para tanto, no me parece importante", dijo sobre sus malos modos en el Congreso. Fue una de las pocas veces en que, comprometido, no invocó a De Juana Chaos, uno de los comodines, junto a China y los chinos (¿), habituales en su discurso.
El problema con las cifras, el precio del café de Rajoy, llegó cuando una señora llamada Violeta le preguntó cómo se podía vivir con 300 euros al mes. Y cuánto ganaba él. Sorprendentemente Rajoy se desmoronó, encogió, desapareció: "Gano... eeeeeeeeeeh... bastante más que esa cantidad a la que usted ha hecho referencia, pero...". Otra cifra, como los famosos 80 céntimos, ponía contra las cuerdas a un aspirante sin recursos.
Cuando defendió a Acebes ("Creo que no mintió entre el 11 y el 14 de marzo"), y dio marcha atrás en su teoría de la conspiración, Rajoy parecía cualquier cosa menos el hombre moderno que proponía Descartes: aquel que busca la verdad sobre todas las cosas. Se asemejaba más al individuo pitagórico, condenado a arrastrar una tormentosa dualidad: encadenado por un lado a su prisión terrenal (sobrevivir a Aznar, Acebes y Zaplana), mientras sueña con la divinidad, ese estado de gracia que sólo alcanzará si algún día llega al olimpo de Moncloa.
Rajoy estuvo incómodo ante las preguntas incómodas y relajado ante las peritas en dulce. Trató a la gente de usted, exasperó a Milá por frenar el ritmo del programa y quiso ser campechano. Nada nuevo, ningún brillo, cero talento. Algunas frases incluso me molestaron profundamente: "a la gente no le importa la memoria histórica, a la gente le importan los problemas reales".
Si no existiera Gianni Vattimo, filósofo italiano padre del pensamiento débil, Rajoy podría convertirse en abanderado de un movimiento que se caracteriza por carecer de certezas. 'Tengo una pregunta para usted' confirmó que la derecha española necesita una profunda reforma que debería comenzar con los tres que ustedes imaginan y continuar con un Rajoy grande en la crispación, mediocre en la locución y menguante en la televisión.
Lo pone fino... pero lo clava. Me cansé de verlo no contestar preguntas y de esconderse detrás de De Juana y el Estatuto, así que pasé a otra cosa mariposa