Fui a mi médico de cabecera. Estaba acojonado por si hubiese pillado alguna mierda contagiosa. Me escocía la punta del pene desde hacía unos días (escozores fuertes) y me habían aparecido un par de como cortecitos alrededor del prepucio. Me programaron unos análisis de orina y de sangre.
A los días, vuelvo al médico de cabecera y tras comentarme los resultados y decirme que todo estaba bien, me despacha al urólogo en unas semanas.
Era mi primera vez como paciente en el urólogo. La noche anterior la pasé dando vueltas en la cama, comiéndome la cabeza, preocupado. Joder, la polla es un órgano vital.
Aquella mañana hacía frio y encima me tuve que duchar con agua helada por culpa de la caldera. El cacahuete se arrugaba cada vez más conforme me acercaba al centro médico de consultas.
Cuando me llamaron abrí la puerta y allí estaba miss Marzo, mi uróloga. Acompañada por una enfermera ya mayor, y una estudiante de medicina muy jovencita. Si de normal soy cortado, pues toma, dos tazas. Ah no, que son tres.
"Pues nada, que llevo unos días que me escuece un montón la punta del aparato, y cuando estoy empalmado me aprieta aquí y me hace daño, y oiga yo creo que no es muy normal y esto no me pasaba antes..."
La doctora hace una interesante observación sobre que no ha visto mi pene erecto, y me indica que me baje los pantalones y que me tumbe en la camilla que hay pegada a la pared de su consulta. Mientras se acercan las tres, empieza a ponerse unos guantes de látex azul. Todo como muy de película porno: una doctora preciosa, una estudiante jovencita y la enfermera. Joder, si hasta creo haber visto animes así.
Rabo y escozores nunca deberían ir en la misma frase, así que a la camilla que voy y me bajo los pantalones, los calzoncillos y ahí se presenta el amigo prácticamente irreconocible por el frío y la impresión de ser observado, explorado y juzgado por el personal de la consulta. Al contrario que en las pelis porno, allí no había ni música ni gemidos ni miembros empalmados.
Tras ser examinado por todo el personal de la sala, volvemos a la mesa y me suelta a bocajarro algo de una balanitisnoseque y que hay que circuncidar, y que si quiero que me dan cita ya para finales de mes.
A mi en principio no me hace gracia que me quiten cosas que pueda echar de menos. Pregunto sobre alternativas y me explica que hay unas cremas, pero que no es solución porque normalmente es cosa recurrente.
En shock mental e incapaz de procesar otra cosa (había entrado en un bucle en el que se repetían en mi mente las palabras circuncision, circuncision, circuncision, joder que me están preguntando cuando quiero que me corten un cacho de nabo, jo-der) le digo que deje que me lo piense y que ahora mismo no me podía permitir coger la baja. Quedamos en que ya daría señales de vida, me receta una pomada... y hasta hoy.
Tras pasar a lo largo del verano por un par de episodios más de escozores fuertes con heriditas, aquí estoy, buscando por internet en que consiste el proceso.
El último episodio ha sido reciente y no me veo viviendo con escozores tremendos en el churro de forma periódica. La putada es el temor a lo desconocido. Los tengo de corbata.
Leo por aquí los horrores de que a uno le metan mano los de urología, con una mezcla de pánico, resignación y curiosidad.
Yo solo se que le tengo mucho aprecio a mis órganos internos y externos y que intento hacerme a la idea de lo que parece inevitable; otra visita a miss Marzo
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Continuará ...