Arvo escribió:A mi Hamnet me decepcionó un poco, por no decir bastante. Lo leí en inglés y me pareció una escritura bastante plana, la verdad, que oscila en la delgada línea que separa siempre la sensibilidad y la sensibilería.
Qué susto cuando he leído esto; creía que habías escrito mal «Hamlet» y casi me ha dado un parraque.
Por mi parte, leí el cuento
Amo y criado de Tolstói, sublime como siempre. Nos cuenta la historia de un mercader que, cegado por la avaricia, quiere cerrar un trato por una parcela de bosque pese a que una incipiente tormenta de nieve no le augura un camino fácil. Se lleva consigo a un criado, Nikita, y un recio caballo. El camino le da varias oportunidades para enmendar sus errores, pero cuando la nieve los desvía continuamente de su destino, terminan por sufrir un final no tan evidente como parezco dar a entender. A destacar la redención final y la descripción de un par de ECM, de cariz más religioso, que encajarían sin problemas en los estudios de Pim van Lommel.
Sigo con la reciente publicación en castellano de una de las mejores obras del teatro nō:
Matsukaze, de Zeami. Un drama ubicado en la playa de Suma, donde Hikaru Genji, protagonista de la novela homónima, estuvo exiliado durante tres años. Zeami rescata este episodio para contarnos la historia de cuando Genji enamoró a dos salineras que, tras su regreso a palacio, dejó transidas de dolor hasta más allá de la muerte. Me ha maravillado la ambientación evanescente, onírica, donde plañen las hermanas Matsukaze y Murasame este fado nipón, siendo único testigo un bonzo itinerante, detonante de su paso al más allá. La introducción aclara muchos conceptos en principio oscuros y en las sobrecubiertas del libro hay un plano bien majo con las divisiones del escenario del teatro nō.
Podéis ver la obra representada
en este enlace.
Por último, he terminado el tratado
De la preparación para la muerte y de cómo deber ser tenida en poco, del fray Pedro Alonso de Burgos, docto ermitaño de Montserrat del siglo XVI. En él, gracias a la interpretación poliédrica de la Biblia, nos glosa una infinidad de versículos para que nos ayuden en el buen tránsito de esta vida a la siguiente, desalentando a los pecadores de continuar en su camino de vicio y asegurando a los justos que no tienen nada que temer si siguen los preceptos de Jesús. Cita también a santos como san Basilio Magno, san Juan Clímaco, san Bernardo de Claraval o san Agustín de Hipona, entre muchos otros. Acaba con un análisis simbólico precioso de la ascensión de la palmera de la cruz del Cantar de los cantares, donde la esposa de Cristo recoge los dulcísimos frutos de su amado como la humildad, la obediencia, la mansedumbre, y sobre todo, la caridad para con Dios y con el prójimo.
Últimamente estoy más enfrascado de lo habitual en el lenguaje simbólico, por eso querría copiaros un extracto que fray Pedro hace de una homilía de san Bernardo que me ha parecido fascinante a este respecto. Para el que tenga oídos, que oiga: «
El Verbo, como dice san Bernardo,
es Cristo, y es un verbo que no suena, mas penetra, no hace ruido, mas es muy eficaz, no hace estruendo a los oídos, mas regalo al corazón, tiene cara no formada, mas reforma, no deleita a los ojos del cuerpo, mas alegra la vista del alma, es agradable no con su color, mas con el don de su amor.»
Sobre mis próximas lecturas, me gustaría avanzar con las que tengo a medias, como el ensayo del propio van Lommel que he mencionado antes o El lenguaje de la creación de Pageau. Veremos qué acontece al final.