El fabricante de chips justifica esta reestructuración por su necesidad de evolucionar para ofrecer algo más que procesadores para ordenadores de escritorio, mercado en el que sobresale pero que está en declive. Intel quiere elevar las ventas en negocios crecientes como la gestión de datos, los servidores o los dispositivos electrónicos, para de esta forma mejorar su eficiencia y rentabilidad a largo plazo.
Intel afirma que los 12.000 puestos de trabajo que recortará se realizarán a través de “una combinación de despidos voluntarios e involuntarios”, y que la mayoría de afectados serán informados en los próximos dos meses. Con estos recortes la compañía pronostica un ahorro de 1.400 millones de dólares a mediados de 2017, una vez haya terminado el proceso. El coste de los despidos supondrá un gasto extraordinario de 1.200 millones de dólares.
En 2014 Intel ya anunció el despido de 5.000 empleados con el objetivo de alinear los “recursos humanos para ajustarlos a las necesidades de negocio”.
El anuncio de los despidos coincide con la publicación de los resultados financieros del primer trimestre del 2016, durante el que Intel logró unos beneficios de 2.000 millones de dólares (un 3% más que en el mismo periodo del año anterior) y unos ingresos de 13.800 millones de dólares. A pesar de ello las acciones de la compañía están bajando algo más del 2% tras el cierre de sesión.