KAISER-77 escribió:
Más que yo lo dudo, me jugaría hasta tu huevo derecho. Es que ver justificarlo en sus medios sería de premio nobel.
Yo es que lo único que entiendo menos que los dos juntos, es que se espera de la mesa de diálogo o de un avance en general. El tema de estatut se jodió por enrabietar al PP, España lleva medio parada por no pactar conlos fachas (aquí entra todo aquel que digan la mal llamada izquierda y nacionalistas), por muchos problemas que te dé el PSOE, te va a dar más ERC/JXT y ya vimos en Cs que paso cuando no se piensa. Por otro lado con Vox hay que llevarse al menos porque cada vez es una gran fuerza emergente. Nadie quiere ver que se tiene que trabajar para todos los que se pueda, no con los tuyos.
De todas formas esto está así porque saben que van a seguir en sus sillas, en cuanto peligran de verdad, al día siguiente todo se arregla porque son una panda de cucarachas. Llevamos años viviendo de enfrentamientos y nadie quiere dar su brazo a torcer. En España se necesita al PP y PSOE para todo, de la misma forma que en Cataluña se necesita jxt (que es ciu, no lo olvidemos) y ERC. Si no te llevas bien con ellos, olvídate de hacer algo.
Las premisas de la Transición en relación a las regiones fue la de acomodar las Autonomías a un modelo adecuado con sus líderes previamente postulados y apoyados.
En Cataluña Suárez, por recomendación de Martín Villa (y con el visto bueno de Campechano), rescató la figura del presidente en el exilio, Josep Tarradellas. Un presidente sin partido. Un catalanista que se había moderado durante esas décadas fuera de España y que aunaba un gran consenso entre la población (no tanto entre los políticos).
Pero una vez normalizado el asunto, Suárez dejó clarisimo de lado de quien estaba. En una entrevista con el burgués catalán Manuel Ortinez dijo esto:
"En las próximas elecciones, Pujol sacará mayoría y nosotros le ayudaremos. La colaboración con Pujol será más fácil que con Tarradellas." Suárez, el gran hacedor de la supuesta democracia apoyando a un tipo que años atrás había escrito cosas como estas:

El agudo Tarradellas tenía bien calado a Pujol:

Hasta el punto que, en abril de 1981, casi un año después de la victoria de Pujol en las elecciones, en la Vanguardia publicaron una carta privada que Tarradellas escribió al director del periódico y que rezaba así:
Mi querido amigo: Al día siguiente de nuestra conversación del 25 de marzo quería escribirle. Siendo como es usted castellano viejo y al mismo tiempo un ciutadà de Catalunya le escribo hoy. Para empezar, sepa que al día siguiente de haber tomado posesión el nuevo presidente de la Generalitat, es decir, el 9 de mayo del año pasado, manifesté que se había roto una etapa que había comenzado con esplendor, confianza e ilusión el 24 de octubre de 1977, y que tenía el presentimiento de que iba a iniciarse otra que nos conduciría a la ruptura de los vínculos de comprensión, buen entendimiento y acuerdos constantes que durante mi mandato habían existido entre Cataluña y el Gobierno. Todo nos llevaría a una situación que nos haría recordar otros tiempos muy tristes y desgraciados para nuestro país. En primer lugar, porque todo me hacía prever que las inmejorables y afectuosas relaciones que existían con las autoridades civiles y militares del Estado en Cataluña, que tanto y tanto me costó conseguir, de ahora en adelante se irían deteriorando y acabarían por ser tirantes, y comportarían situaciones muy difíciles para la aplicación del Estatuto. Después era inevitable la ruptura de la unidad de nuestro pueblo. Ya sabe que por encargo del presidente Suárez, fui delegado del Gobierno para dar posesión de la presidencia de la Generalitat de Cataluña al señor Jordi Pujol. Días antes, le indiqué que me parecía normal que en este acto acabara mi parlamento con las palabras tradicionales de siempre, es decir, gritando vivas a Cataluña y a España. Esta propuesta me parecía lógica, pero con gran sorpresa no fue aceptada. Ya sabía que él solamente quería tener presente a Cataluña, pero para mí esto era inaceptable: eran ambos pueblos los que debían ir unidos en sus anhelos comunes Entonces, y ante una situación tan enojosa, decidí no tener presente lo que hasta entonces había hecho en todos los actos oficiales. Hoy, al pensar en ello con calma, creo que no podía hacer otra cosa si quería evitar un escándalo de consecuencias imprevisibles.
Estoy seguro de que el presidente Pujol consideraba normal esta actitud, porque afirmaba una vez más su conducta nacionalista, que era y todavía es hoy la de utilizar todos los medios a su alcance para manifestar públicamente su posición encaminada a hacer posible la victoria de sus ideología frente a España. El hecho de que el presidente Garaicoechea también comparta su pensamiento y actitud en esta cuestión, debía entender que les permitiría por tanto ser más exigentes con el Gobierno del Estado. Al día siguiente voces autorizadas del Gobierno me preguntaban en forma amistosa qué era lo que había ocurrido. Preferí callar, aunque ello me acarreó disgustos, pero de ninguna manera podía defenderme, ya que esto podría representar que la actitud del presidente Pujol se hiciera pública y en consecuencia, que se iniciara en todas partes, y principalmente en todos los demás pueblos de España, una campaña de la cual Cataluña podía salir muy perjudicada. En conjunto, puede creerlo, todo me produce tristeza y una honda inquietud de cara al futuro durante estos últimos diez meses todo ha sido bien orquestado para llegar a la ruptura de la política de unidad, de paz y de hermandad aceptada por todos los ciudadanos de Cataluña. El resultado es que, desgraciadamente, hoy podemos afirmar que debido a determinadas propagandas tendenciosas y al espíritu engañador que también late en ellas, volvemos a encontrarnos en una situación que me hace recordar otras actitudes deplorables del pasado. Siempre recordaré que el 6 de octubre del año 1934, a las 5 de la tarde, acompañado del diputado señor Juan Casanelles, fue a la Generalitat a visitar al presidente Companys para manifestarle nuestra disconformidad con la política que una vez más se realizaba, rogándole que evitara todo lo que indicaba que iba a suceder aquella misma noche, es decir: la ruptura por la violencia de las relaciones con el Gobierno. No se nos escuchó, la demagogia y la exaltación de un nacionalismo exacerbado pesó más que la opinión de aquellos que preveíamos, como así ocurrió, un fracaso rotundo. La demagogia había hecho su obra y el desastre se produjo. Sé muy bien que ahora no se proclamará el Estado Catalán ni la República Federal Española, ni los partidos lanzarán sus militantes a la calle, ni los responsables de todo
cuanto sucede morirán por Cataluña, nada de eso. Lo que se hará y ya ha empezado estas últimas semanas, es querer hacer olvidar las actitudes irresponsables de los mismos que ya han hecho fracasar nuestra autonomía, consiguiendo la desunión de Cataluña y el enfrentamiento con España; y por eso la actitud de los autores de esta situación es imperdonable. Es desolador que hoy la megalomanía y la ambición personal de algunos, nos hayan conducido al estado lamentable en que nos encontramos ¿Cómo es posible que Cataluña haya caído nuevamente para hundirse poco a poco en una situación dolorosa, como la que está empezando a producirse? Si se ha llegado a esta situación es debido, a mi entender, simplemente a un pensamiento y actitud que empezó el mismo día que tomó posesión del cargo el actual President de la Generalitat, y como era natural, los resultados habían de ser los que ahora sufrimos. Están utilizando un truco muy conocido y muy desacreditado, es decir, el de convertirse en el perseguido, en la víctima; y así hemos podido leer en ciertas declaraciones que España nos persigue, que nos boicotea, que nos recorta en Estatuto, que nos desprecia, que se deja llevar por antipatías hacia nosotros. Es decir, según ellos se hace una política contra Cataluña, olvidando que fueron ellos los que para ocultar su incapacidad política y la falta de ambición por hacer las cosas bien empezaron una acción que solamente nos podía llevar a la situación en que ahora nos hallamos. Por ejemplo, es necesario tener el coraje de decirlo, los problemas de la lengua y de la escuela, es la actual Generalitat quien en gran parte los ha provocado. La cuestión de la lengua se ha convertido en un problema político y partidista. La división cada día será más profunda y se alejará más y más de nuestros propósitos de consolidar para nosotros y para España la democracia y la libertad a la vez que los equívocos que surgirán entre nosotros serán cada día más graves. Por otro lado, las declaraciones de la semana pasada del president Pujol, en las cuales decía todo lo contrario de lo que ha hecho y dicho durante estos últimos diez meses, y que nos ha llevado a la situación en que nos encontramos, constituye un doble juego ya muy gastado en la política catalana para que sea merecedor de credibilidad. Si tenía que hablar de Cataluña me tenía que dirigir también al presidente de nuestro Parlamento, señor Heribert Barrera. Esto lo hice el 23 del pasado mes en una larga carta en la que hacía constar mi disconformidad con la política sectaria, discriminadora y carente de todo sentido de responsabilidad por parte de la Generalidad. También le hacía constar mi más enérgica protesta ante la política de provocación que Cataluña inició el mismo día de la toma de posesión del presidente Pujol y que todavía continúa, debido por una parte a la política de intimidación engañosa que se hace desde la Generalitat y por otra, abusando de la buena fe de los que hay que reconocer que están tendenciosamente informados. España, unos dicen que bosteza y otros que está dormida. Todo es posible, pero me parece que en el país existe todavía suficiente savia nueva para despertarlo, sacudirlo y darle nobles ambiciones. En cuanto a Cataluña, creo que es urgente que se recupere la unidad que se rompió en mayo de 1980, y que se olvide todo lo que ahora nos separa, porque nuestro país es demasiado pequeño para que desprecie a ninguno de sus hijos y lo bastante grande para que quepamos todos.
Con la amistad de siempre, le saluda afectuosamente.
Josep TarradellasUn nacionalista de izquierdas como Tarradellas señalando la radicalidad de Pujol (que supuestamente no era nacionalista y nos vendían la moto de que era un autonomista moderado...) en detalles como los vítores a Cataluña y a España. El mismo Tarradellas, en un gesto no sé si de ingenuidad o de ignorancia, cae en lo mismo que critica cuando al decir "ambos pueblos" ya pone en pie de igualdad a España con Cataluña, cuando es esta última la que está integrada en España no como adquisición o conquista sino como parte fundamental y fundacional.
Como segundo punto resalta como señala el victimismo incipiente de Pujol, el cual sería heredado luego por los Mas y los Puigdemont de turno. Cómo señala a él y a los nacionalistas como origen del problema de entendimiento con el gobierno de España (que se perpetua y se agrava hasta el presente) y no a los partidos políticos centrales (no culpa al PP, AP por entonces, ni a los franquistas, ni a la ultra, ultra, ultra derecha nacional española castizo rancia). Si bien aquí su reflexión no es del todo cierta y completa ya que los partidos centrales ni de lejos han supuesto una traba a estas ambiciones nacionalistas sino todo lo contrario. Comenzando por Suárez y acabando en Sánchez.
En tercer lugar denuncia que esos problemas ya se dieron en la Segunda República, señalando cómo los políticos de entonces quisieron una secesión violenta. Uno de los hechos maquillados y tergiversados por los verdaderos revisionistas de la historia de España. Los mismos que hablan de "Revolución de Asturias", en vez de golpe de Estado comandado por el Psoe en esas mismas fechas de 1934. Tarradellas, no olvidemos que no fue un dirigente de la Falange ni de la CEDA sino de ERC, la izquierda catalanista que además vivió esos hechos en primera persona formando parte del gobierno de la Generalitat.
Y por último la denuncia del uso partidista y político de la lengua, un problema que se originó entonces y que se ha ido agudizando aunque muchos lo nieguen.
También señalo ya para cerrar otro punto en el que no estoy de acuerdo con Tarradellas y es el de la paz social, ya que se auto erige como el gran hacedor de la misma. Lo cual es incorrecto. La paz social ya se alcanzó durante el franquismo. En la Transición lo que se intentó es meter con analgésicos a aquellos que provocaron la guerra civil (o sus sucesores espirituales y materiales) sin que nadie alzara la voz ni lo impidiera. Un juego que ya venían preparando desde dentro y desde afuera del Régimen. Y para eso Tarradellas vino de lujo, para que se la clavaran a los catalanes con vaselina y por dentro el vibrador soltaran a Pujol.