
No tengo en gran consideración a Ari Aster; sus dos primeros trabajos ( Hereditary y Midsommar ) me parecen un "quiero y no puedo" y los dos últimos, incluyendo este, poco menos que una locura desquiciada. Tras unas extensas y muy pesadas dos horas y media sigo sin saber qué es lo que pretende contar. Y esto es así porque la película, poe cierto centrada por completo en el personaje del sheriff, navega en la indefinición más absoluta, como si no supiera qué camino tomar, y el resultado final, que podría haber sido interesante, se convierte en un batiburrillo de ideas y géneros sin el menor sentido en su conjunto. Así pues empieza como una crítica social de una sociedad enferma tanto en sentido literal como figurado ( mayo de 2020 en pleno COVID-19 ), con un enfrentamiento entre el sheriff de una pequeña localidad de Nuevo México adyacente a una reserva tribal que encarna a los negacionistas MAGA amantes de las conspiraciones, opuestos al uso de mascarilla y defensores de las armas y un alcalde aparentemente progresista que quiere traer un centro de datos para crear riqueza, todo ello en un ambiente tóxico difundido permanentemente por redes sociales, ya que el móvil tiene tanto protagonismo o más que los personajes principales. Al cabo de hora y media, cuando descubrimos que el enfrentamiento esconde razones estrictamente personales, se produce un primer giro que aúna sátira con thriller policial. Y no contento con eso, en el tramo final se vuelve completamente loca y adopta un aire a lo Rambo para terminar con un regreso a la sátira, esta vez moralista, con un desenlace de lo más extraño que para ser sincero no entiendo qué mensaje pretende transmitir.
Joaquín Phoenix como el sheriff, omnipresente en todo el film, se pasa medio metraje tosiendo de COVID, Pedro Pascal, que se apunta a un bombardeo para hacer de lo que sea donde sea, tiene un papel marginal, y Emma Stone ( no se qué ve la gente en ella ) es absolutamente irrelevante aunque sea el centro de la disputa. Austin Butler tiene una pequeña intervención y al final es la gran Deirdra O'Connell la que se lleva el premio.
Resumiendo, un trabajo extraño, sin duda algo fallido, muy localista en cuanto a la situación social particular del país, que no sabe sacar partido de su premisa de denuncia y que navega en la indefinición más absoluta. No es ni de lejos tan ridícula como la anterior, Beau Tiene Miedo, ya que apunta algunas ideas interesantes, pero dudo que vaya tener gran recorrido en las pantallas del resto del mundo