A falta de apenas un 5% del escrutinio, la primera vuelta de las elecciones bolivianas ya ha finalizado y se conocen los candidatos que se disputarán la presidencia: Rodrigo Paz Pereira y Jorge Quiroga Ramírez. De esta manera, se pone fin al ciclo político del MAS (Movimiento al Socialismo), sumamente controvertido en los últimos años tras modificar Evo Morales la constitución para poder prolongar su estadía en el poder, el fraude electoral que intentó llevar a cabo en 2019, su posterior inhabilitación y su obsceno intento de presentarse de nuevo, junto con otras polémicas como acusaciones por trata de personas.
Comienza una nueva era política en Bolivia, tras dos décadas de gobiernos de la revolución indígena. Los opositores Rodrigo Paz, al frente del Partido Demócrata Cristiano (PDC), y Jorge Tuto Quiroga, abanderado de la Alianza Libre, disputarán la presidencia boliviana en la segunda vuelta electoral, que se celebrará a mitad de octubre, tras imponerse en las elecciones de este domingo. Será la primera vez que sea necesario un balotaje para dirimir la presidencia.
El senador opositor Paz, nacido en Santiago de Compostela e hijo del expresidente Jaime Paz Zamora, se convirtió así en la gran sorpresa electoral, al imponerse con el 32,1% de los votos, según los datos provisionales del Sistema de Resultados Preliminares (Sirepre) del Tribunal Supremo Electoral (TSE). Y lo hizo por delante del expresidente conservador Quiroga, quien alcanzó el 27% de los votos.
Entre ambos desplazaron al empresario Samuel Doria (19,9%), quien, pese a encabezar las encuestas durante casi toda la campaña electoral, se vio superado por el rush final del centrista Paz, que se mostró muy fuerte en la capital, La Paz, y en antiguos bastiones del evismo.
"Ahora necesitamos incluir a las grandes mayorías, porque hay que gobernar con las mayorías. Ahora vamos a reconstruir la patria", reaccionó el senador de Comunidad Ciudadana (CC), el partido que en anteriores elecciones dio cobertura al líder opositor Carlos Mesa.
El favorito para imponerse en la segunda vuelta electoral, que recibió de inmediato el apoyo de Doria, contó además con el empuje de su candidato a vicepresidente, el capitán Edmand Lara, que gracias a las redes sociales ha logrado cautivar a parte de los votantes indecisos. Lara denunció en su día la corrupción en el cuerpo policial.
"Ahora en adelante, Bolivia será libre por los siglos de los siglos. Con el voto, hemos devuelto a todos la fe en la democracia y que se puede cambiar el país con la fuerza del voto. Hoy ganó la democracia", se congratuló Quiroga, la figura antirrevolucionaria por excelencia.
El castigo recibido por los candidatos de la revolución indígena fue histórico. Por un lado, Andrónico Rodríguez (8,11%), que pasó de ser considerado en su día delfín político de Evo Morales a un traidor para la causa del exmandatario, y por el otro Eduardo del Castillo (3,14%), candidato gubernamental del Movimiento Al Socialismo (MAS), apenas superaron la barrera de los 10 puntos cuando Luis Arce conquistó en 2020 la presidencia en una primera vuelta apabullante, con el 55% de los apoyos.
https://www.elmundo.es/internacional/20 ... b4579.htmlLas “elecciones más sucias de la historia boliviana”, como se las llamó por los dispositivos de guerra digital usados por los partidos, tuvieron un resultado que se había previsto y otro sorpresivo y no detectado por las encuestas.
Lo que ya se veía venir: se quebraron 23 años de dominio del izquierdista Movimiento al Socialismo (MAS). El voto nulo al que llamó Evo Morales llegó a alrededor del 19% y ocupó el cuarto lugar. Y este fue el mejor resultado de los distintos grupos de izquierda que resultaron de la reciente implosión del MAS y estaban en la competencia.
La sorpresa la dio el ganador de las elecciones, que no fue ninguno de los favoritos, sino Rodrigo Paz, invitado por el Partido Demócrata Cristiano, quien logró 31,7% con una inversión mínima de campaña y partiendo de una intención de voto de 3% a principios de año. El repunte de Paz se dio principalmente en las últimas dos semanas del proceso gracias a su capacidad para atraer el voto indeciso, que fue alto hasta el final. Por eso no fue captado por los sondeos públicos.
Rodrigo Paz es hijo el expresidente Jaime Paz y su cargo actual es el de senador en representación de la centroderecha; también fue alcalde de la ciudad de Tarija. Figura de segunda línea de la política de las últimas décadas, se mostró como una alternativa de renovación respecto a los otros aspirantes a “superar el ciclo del MAS” y fichó como acompañante a un popular tiktokero, el expolicía Edman Lara. Paz y Lara lograron una amplia victoria en la ciudad de El Alto, el principal bolsón de votos populares, y en otras ciudades y áreas rurales del occidente del país, es decir, atrajeron el voto de los sectores que antes confiaban en el MAS.
Segundo salió el expresidente Jorge Quiroga, activo miembro del grupo derechista internacional Libertad y Democracia, que incluye a José María Aznar y a Iván Duque, entre otros expresidentes neoliberales hispanoamericanos. Quiroga obtuvo 27,3% de los votos, lo que le bastó para entrar a la segunda vuelta.
El tercero fue el empresario Samuel Doria Medina, quien solo logró 20% pese a haber liderado las encuestas durante toda la campaña. Por eso sufrió la peor parte de la guerra sucia, mientras que Paz se benefició de su posición rezagada y casi no recibió ataques digitales.
Evo Morales llamó a votar nulo, logrando que el nivel de este subiera de los 4% habituales a 19%. Se puede decir entonces que los simpatizantes del expresidente, mayormente rurales, representaron en esta elección alrededor del 15% del electorado. No es una mala cifra si se toma en cuenta todo el desgaste que la figura de Morales ha sufrido la última década a causa de su obsesión reeleccionista y las acusaciones legales que pesan en su contra.
Si Morales no participó no fue por falta de ganas, todo lo contrario; no se lo permitieron los bloqueos del presidente Luis Arce, quien, luego de la ruptura de ambos en 2022, buscó inhabilitarlo para quedarse tanto con el partido como con la candidatura presidencial de la izquierda boliviana. Lo logró, pero en el camino estalló una severa crisis económica y entonces la popularidad de Arce quedó tan golpeada que tampoco pudo postularse.
Al mismo tiempo, Morales se esforzó en impedir que nadie más que él representara a sus adherentes en las elecciones, así que declaró “doble y triple traidor” a un tercer dirigente, Andrónico Rodríguez, e hizo votar nulo para quitarle la mayor cantidad de oxígeno electoral a este por su “error” de pensar una izquierda sin él a la cabeza. En contra de Rodríguez (8% de los votos) obró su mala campaña y el ataque de los “evistas”, que lo hostigaron a él y a sus candidatos, sobre todo en el Chapare, que es el baluarte de Morales pero también la zona en la que Rodríguez vive. El domingo votó en esta región en medio de vivas, peleas y pedreas.
En suma, en estas elecciones la izquierda se entregó a un “juego perder-perder” que probablemente le costará caro. El próximo gobierno seguramente cambiará las políticas estatistas actuales para resolver la crisis económica y puede ejecutar la orden de aprehensión que hay en contra de Evo Morales por el supuesto estupro de una adolescente de 15 años en Yacuiba, en 2016, cuando este era presidente y tenía 56 años. Esta orden no ha valido hasta ahora porque el exmandatario se halla refugiado en el corazón del Chapare, rodeado en una guardia pretoriana dispuesta a inmolarse por su líder.
La caída de la izquierda boliviana es parte del “giro a la derecha” que experimenta Sudamérica tras las victorias de Javier Milei en Argentina y Daniel Noboa en Ecuador. Tanto Quiroga como el candidato vicepresidencial Lara reflejan las nuevas tendencias. El primero ha prometido que “ninguna empresa estatal se quedará en manos del Estado” y eliminar la propiedad colectiva de la tierra, que existe desde los tiempos del virrey Toledo, en el siglo XVI. Lara es partidario de la “mano dura” contra la corrupción y el delito.
La suma del voto nulo, el de Andrónico y el del MAS, que postuló al exministro de Arce Eduardo del Castillo (3,3%), indican que la izquierda boliviana pudo haber resistido
https://elpais.com/america/opinion/2025 ... recha.htmlBolivia siempre ha sido tierra de sorpresas políticas, y lo ocurrido en las elecciones de este domingo mantiene esa tendencia. Contra todo pronóstico, el candidato centrista Rodrigo Paz Pereira se ha impuesto en la primera vuelta, relegando al histórico Movimiento al Socialismo (MAS), que inició Evo Morales, a un humillante sexto lugar. Se trata de la evidencia más clara del agotamiento de un ciclo político y del descrédito de un proyecto que convirtió a Bolivia en el laboratorio más longevo del populismo del socialismo del siglo XXI en América del Sur.
El esperpento protagonizado por Morales en los últimos meses, tratando de erigirse en candidato, frenado por la justicia, resistiéndose a perder el control en su partido y alentando acusaciones de fraude antes de tiempo, ha terminado por hundir aún más la confianza en el MAS. En cierta medida, el fracaso electoral del partido no es sólo político, sino también moral. La sociedad boliviana ha comprobado como dos décadas del acuñado "proceso de cambio" han desembocado en una profunda crisis económica, con inflación creciente, riesgo de quiebra de las reservas internacionales y un alarmante deterioro del orden institucional. La figura de Evo Morales, compañero de ruta de Fidel Castro y Hugo Chávez, hoy aparece desgastada y atrapada en la caricatura de un caudillo que no sabe retirarse.
En paralelo, el éxito de Rodrigo Paz Pereira radica en su capacidad de encarnar un discurso pragmático y aperturista, sin la carga ideológica de los polos enfrentados, y de conectar con un votante urbano, joven y desencantado, cuya desafección no supieron registrar los sondeos tradicionales. La constante apelación a la normalidad democrática y a la estabilidad económica se convirtieron en el mensaje más estratégico en un momento donde la ciudadanía reclamaba menos confrontación y más gestión. Los analistas en Bolivia coinciden en que los sondeos no supieron anticipar su éxito porque parte de sus votantes decidió su voto a última hora, como respuesta al hartazgo acumulado y al deseo de una alternativa creíble que no propusiera únicamente trincheras ideológicas.
Por primera vez en casi cuatro décadas, Bolivia conocerá una segunda vuelta presidencial. El país, ya de por sí instalado en una constante incertidumbre política, entra en un terreno inexplorado. El nuevo panorama abre un juego de alianzas desconocido, en el que el voto útil, las coaliciones y el papel de las minorías parlamentarias se tornarán decisivos. Existe también el clásico riesgo político latinoamericano, especialmente en la zona andina, de orientar una segunda vuelta en términos geográficos o étnicos -costa versus sierra, mestizo versus indígena-, lo que haría retroceder al país hacia espacios de inmensa conflictividad política.
Los próximos meses serán claves para el futuro de la democracia en Bolivia. Si el proceso hacia la segunda vuelta se gestiona con imparcialidad institucional y transparencia, Bolivia podrá cimentar una nueva etapa nacional. Si, en cambio, el fraude, la manipulación o la violencia se imponen, la herida se abrirá de nuevo y el país podría caer en una nueva espiral de crisis política. No debemos olvidar que Bolivia ostenta un récord que alarma a cualquier analista: 39 golpes de Estado desde 1946. Aunque las Fuerzas Armadas atraviesan hoy un momento de menor influencia política que en décadas pasadas, siguen siendo un actor latente y con capacidad de desestabilizar. La frustración de los perdedores, combinada con la provocación indígena y la movilización de los sindicatos cocaleros que intentará Evo Morales, constituye un riesgo que no debe subestimarse.
Para España, principal inversor europeo en Bolivia y con presencia destacada en ámbitos estratégicos como la energía, la banca o las telecomunicaciones, este momento de transición es crucial. Si Bolivia logra adentrarse en la senda de la estabilidad democrática y la seguridad jurídica, las empresas españolas podrían recuperar su papel como palanca de modernización en sectores como las energías renovables, el turismo con impacto social o las infraestructuras críticas. Al mismo tiempo, se podría reforzar la diplomacia económica española en el Cono Sur, dada la relevancia geográfica de Bolivia -entre Perú, Chile, Brasil, Paraguay y Argentina- de cara a proyectos de interconexiones energéticas, ferroviarias y de sistemas de gestión de recursos hídricos trasfronterizos. La política exterior española, tan necesitada de un discurso proactivo en América Latina, tiene aquí la oportunidad de demostrar que acompañar procesos democráticos también significa movilizar inversión, cooperación y apoyo institucional.
Este despertar hacia una segunda vuelta presidencial sitúa a Bolivia en un punto de oportunidad democrática. Para los candidatos Rodrigo Paz y Tuto Quiroga, el desafío ya no debe ser sólo ganar votos hasta el 19 de octubre, sino construir consensos que eviten la fractura social y el daño institucional. El polémico presidente saliente, Luis Arce, debe ser el primer garante del proceso, y la comunidad internacional debe estar atenta y ejercer presión para que se respeten las reglas del juego y la transparencia.
Bolivia debe decidir si se sube a la ola de la democracia, la alternancia política y el desarrollo sostenible, o si se deja arrastrar por la contraola de la inestabilidad, el populismo y el retroceso. El futuro de todo el espacio andino, y la credibilidad del sistema democrático regional, están en juego.
https://www.elmundo.es/internacional/20 ... b456f.htmlBolivia cerró este domingo, en la primera vuelta de las elecciones presidenciales, una de las páginas más largas y determinantes de su historia reciente. Por primera vez en dos décadas, la izquierda ha quedado fuera de la contienda por la presidencia. El Movimiento al Socialismo (MAS), que bajo el liderazgo de Evo Morales inauguró en 2006 un ciclo político marcado por la expansión del Estado, la redistribución de la renta y un inédito protagonismo de los sectores indígenas y campesinos, ha quedado relegado prácticamente a la irrelevancia electoral. El resultado de las elecciones del 17 de agosto representa una derrota que no es coyuntural, sino estructural: la izquierda boliviana se asoma al abismo después de 20 años de hegemonía.
El derrumbe no se explica sólo por el desgaste natural de un partido que ha gobernado demasiado tiempo. El MAS pagó el precio de sus divisiones internas, del enfrentamiento entre “evistas” y “arcistas”, de la obstinación de Morales por tratar de regresar al poder y de la falta de renovación real en sus cuadros. El voto nulo, alentado por el propio expresidente como protesta contra su inhabilitación, alcanzó casi una quinta parte de las papeletas y debilitó aún más al que se consideraba su delfín, Andrónico Rodríguez, quien apenas logró un 8% de apoyo. Al final, el MAS quedó reducido a un actor secundario sin representación significativa en diputados ni senadores.
El vacío ha sido ocupado por dos viejos conocidos. Rodrigo Paz, hijo del expresidente Jaime Paz Zamora, se situó en cabeza con un discurso centrista y modernizador que capturó la frustración de amplias capas de la población, incluso en bastiones tradicionalmente afines al MAS como El Alto. Lo acompañará en la segunda vuelta el expresidente Jorge Tuto Quiroga, representante de la derecha más extrema, que busca capitalizar el hartazgo con las fórmulas estatistas. Ambos simbolizan, con sus diferencias, el fin de un ciclo y el inicio de otro marcado por el giro hacia el centro y la derecha, o en el caso de Quiroga la extrema derecha.
Ese viraje no se entiende sin el telón de fondo económico. Bolivia vive hoy una crisis severa, con inflación de dos dígitos, reservas internacionales en mínimos históricos y escasez de divisas. Las recetas de subsidios y control estatal, que durante años sirvieron para sostener la popularidad del MAS, se han vuelto insostenibles. El descontento social no es político, es sobre todo económico. Terreno fértil para candidaturas que prometen estabilidad, apertura al capital privado y un cambio de rumbo en las relaciones con los organismos internacionales.
El caso boliviano encaja en una tendencia más amplia en la región. Tras la ola progresista que marcó el inicio del siglo, varios países de América Latina viven un retorno a liderazgos conservadores o liberales, con matices nacionales. Argentina, Ecuador y ahora Bolivia se inscriben en esta secuencia que, aunque no siempre responde a la misma lógica, comparte un denominador común: el desgaste de proyectos progresistas que no lograron renovar su legitimidad después de largos años de poder.
La izquierda boliviana se enfrenta ahora a un dilema existencial. Para sobrevivir, deberá recomponerse desde la oposición, redefinir su programa y aceptar que Evo Morales se ha convertido en el principal obstáculo para su supervivencia. El MAS fue durante años la herramienta que canalizó las demandas de amplias mayorías históricamente excluidas del poder; hoy corre el riesgo de convertirse en un recuerdo incapaz de articular una alternativa viable.
https://elpais.com/opinion/2025-08-19/b ... rales.html 
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