Día 04/07/2011 - 09.16h
COMENTARIOS
«GET on your knees, Teddy, and pray, pray, pray for our clemency». Que un juez esté tomándole declaración al viejo líder de Los Canarios no significa, de momento, que podamos hablar de culpabilidad. Por de pronto tendría que imponerse la asepsia y, sobre todo, el respeto al principio inviolable de la presunción de inocencia. Ese mismo principio y derecho que la SGAE, con Teddy Bautista a la cabeza, nos ha venido conculcando sistemáticamente a los ciudadanos desde hace años, presuponiendo que, cuando comprábamos un cd virgen, lo hacíamos para grabar música o cine ilegalmente obtenidos.
Por eso, quizá, Teddy, la presunción de inocencia en tu caso sea no ya un derecho, sino un enorme privilegio que muchos no estemos dispuestos a otorgarte. Desde tu impune atalaya, con tu canon a medida, has tratado de criminalizar a muchos ciudadanos inocentes. Pusiste la venda de una culpabilidad presunta antes que la herida. Nos has impuesto un impuesto revolucionario y abusivo por el que muchos inocentes han pagado un diezmo que no les correspondía. En parte, era razonable; alguien tenía que pagar tus trescientos —no espartanos sino euros—y por miles al año. Alguien tenía que afrontar la provisión de tu retiro dorado. Alguien, en fin, tenía que hacer frente a un tren de vida que del comunismo sesentero ha derivado, con el pasar de los años, en un consumismo golfante y dilapidador. Pero ni siquiera eso ha debido de ser bastante. Había que lograr más, recaudar más, exprimir más esa patente de corso que un gobierno interesado te había extendido como si de un cheque en blanco y al portador se tratara. Predicaste muchas veces, en altas voces, que era inmoral quedarse con el dinero de los demás, con la riqueza producida por un genio que a ti la naturaleza —siempre sabia— te negó, pero que regaló con prolija generosidad a muchos otros.
Hoy, peluqueros, hosteleros, internautas, organizadores de eventos, concejales de festejos y millones de españoles brindan a la salud del juez Ruz, y ruegan —pray, pray, pray— porque la Justicia encuentre indicios de delito en tu implacable conducta depredadora. Va a ser difícil que en este caso el Gobierno arbitre algún nuevo canon por el que los capitostes de la SGAE seáis refractarios e inmunes a la Ciega. Por fin, ha llegado el momento de que, en un humilde acto de contrición, hinques la rodilla y ruegues, pidas perdón por tus atropellos. Quizá, la Justicia acabe dictando tu inocencia, pero permítenos que, siguiendo tu ejemplo, en ti nosotros no la presumamos.