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kyubi-chan escribió:En la vida van a impedir que mi hija juegue con una muñeca, ni en sueños.
NoRiCKaBe escribió:kyubi-chan escribió:En la vida van a impedir que mi hija juegue con una muñeca, ni en sueños.
Pero os leeis las noticias con algo de sentido crítico?
Por que el artículo de El Mundo es de lo mas manipulador que he visto en tiempo....
kyubi-chan escribió:NoRiCKaBe escribió:kyubi-chan escribió:En la vida van a impedir que mi hija juegue con una muñeca, ni en sueños.
Pero os leeis las noticias con algo de sentido crítico?
Por que el artículo de El Mundo es de lo mas manipulador que he visto en tiempo....
Si, claro, que por cierto la he leido en abc. Se que es una proposición no de ley y que en primera instancia será una especie de normas de protocolo y tal. Pero que ya te digo que llegado al caso práctico en el que un educador le impida jugar a mi hija con una muñeca o a las cocinitas o a lo que a ella le de le gana no lo voy a permitir.
dark_hunter escribió:Pues en la educación obligatoria está religión, ya me dirás si te obligan o no. Suerte que ahora hay alternativa a la religión, al menos en mi época y no tuve que sufrir las mierdas del espíritu santo y tal, porque no veas que lavado de cerebro hacían ahí.
Pero claro, esa es la diferencia de darle a elegir a tu hijo lo que quiere creer a obligarlo a hacerlo, que entonces el ser no es libre. A mí me dieron a elegir y que feliz soy, joder.
Pues muy bueno no será el lavado de cerebro cuando en mi colegio que era religioso no salió ni un solo creyente xD. Yo creo que tienes en mente los colegios religiosos de hace 40 años, que no se parecen en nada a los de ahora.
PD: dudo que ningún padre obligue a su hijo a creer en algo, más que nada porque es imposible. La fe se tiene o no se tiene.
Saludos
Titomalo escribió:dark_hunter escribió:Pues en la educación obligatoria está religión, ya me dirás si te obligan o no. Suerte que ahora hay alternativa a la religión, al menos en mi época y no tuve que sufrir las mierdas del espíritu santo y tal, porque no veas que lavado de cerebro hacían ahí.
Pero claro, esa es la diferencia de darle a elegir a tu hijo lo que quiere creer a obligarlo a hacerlo, que entonces el ser no es libre. A mí me dieron a elegir y que feliz soy, joder.
Pues muy bueno no será el lavado de cerebro cuando en mi colegio que era religioso no salió ni un solo creyente xD. Yo creo que tienes en mente los colegios religiosos de hace 40 años, que no se parecen en nada a los de ahora.
PD: dudo que ningún padre obligue a su hijo a creer en algo, más que nada porque es imposible. La fe se tiene o no se tiene.
Saludos
La fe se tiene y se adquiere, si tu ambiente es religioso te obligarán a serlo. Puedes decidir aceptarlo o no, pero ya estarás condicionado.
Mira tú los ecuatorianos por ejemplo, la inmensa mayoría son creyentes y su educación es más intensa que la de aquí, así que no, sí te obligan a creer.
La facultad de traer voluntariamente de vuelta una y otra vez la
atención dispersa es el origen del juicio, el carácter y la voluntad.
William James
Eduard Punset:
Linda, esta vez estamos en Washington. Ya habíamos coincidido en Europa y fue maravilloso. Me encanta tu libro y tu experiencia en el aprendizaje social y emocional. Y me pregunto, ¿sabes? Ahora que se celebra en Washington este congreso increíble, esta conferencia llamada Educando a los ciudadanos del mundo para el siglo XXI, ¿hay alguna primicia en relación con tu trabajo, el de Dan Goleman y los demás expertos? ¿Cuáles son las novedades respecto al sistema de educación social y emocional? ¿Qué podemos esperar de esta conferencia?
Linda Lantieri:
Ante todo, ¡es fabuloso estar de nuevo contigo!
Eduard Punset:
¡Muchas gracias!
Linda Lantieri:
Estoy muy contenta de que participes en este acto con nosotros y nos ayudes a documentar lo que está pasando. Se trata de una conferencia histórica, puesto que en ella se reúnen los neurocientíficos y los contemplativos, los que han realizado mucho trabajo interior con la comunidad educativa. Y cada grupo puede aportar información nueva para que aprendamos los unos de los otros. Es lo que esperamos que suceda en la conferencia. En cuanto a tu pregunta sobre qué novedades hay en el aprendizaje social y emocional, cabe decir, ante todo, que este trabajo con prácticas contemplativas para enseñarles a los profesores y a los jóvenes a entrenar la mente y controlar las emociones no es algo nuevo para la educación social emocional, pero formar a las personas para que lo hagan intencionadamente sí que es nuevo y lo apasionante es que muchos de los que empezamos a realizar este tipo de trabajo con los niños tenemos la sensación de que puede acelerar su capacidad de ser más afectuosos y compasivos.
Eduard Punset:
¿Se ha podido evaluar lo poco que se ha realizado en la aplicación del pensamiento
contemplativo a la educación de los niños?
Linda Lantieri:
Sí, justo ahora empezamos a hacerlo. En primer lugar, hay que decir que, en el ámbito de las
prácticas contemplativas y de sus beneficios potenciales, la mayor parte del trabajo hasta la
fecha se ha llevado a cabo con adultos. Sin embargo, algunos de nosotros hemos realizado
pequeños estudios, como el trabajo en la ciudad de Nueva York, por ejemplo, tras el 11 de
septiembre de 2001. Me pidieron que ayudara a las escuelas de la Zona 0 a recuperarse, ¡y fue
una tarea enorme! Me percaté de que necesitaban mucho trabajo interior para empezar. Por
eso empecé a abrirme a la idea de que tal vez necesitábamos añadirle algo al aprendizaje
social y emocional que nos ayudara.
Eduard Punset:
Cuando hablas de trabajo interior, ¿a qué te refieres? ¿A mirar en nuestro interior, a
contemplar?
Linda Lantieri:
No exactamente. Entre los componentes de la inteligencia emocional está la conciencia de
uno mismo, y también el control de las emociones, la relación con los demás y la capacidad
de tomar buenas decisiones. Todo eso ya está incluido. A lo que me refiero es a ayudar a las
personas para que entrenen voluntariamente la mente, ya sea mediante algo como la
meditación, o bien a través de lo que denominamos «el rincón de la paz» en las aulas, un sitio
al que los niños puedan ir para estar en calma, apaciguar la mente y empezar a centrar la
atención.
Eduard Punset:
Y, para el futuro, ¿en qué estáis pensando?
Linda Lantieri:
Creo que lo importante es que ahora sabemos que el cerebro tiene mucha, mucha plasticidad.
Y estamos aprendiendo que nuestras experiencias lo moldean.
Eduard Punset:
Es verdad.
Linda Lantieri:
Así que nos planteamos lo siguiente: ¿qué pasa con las experiencias para calmar la mente y
centrar la atención? ¿Qué sucedería si lo cultiváramos en los niños, si aumentáramos la
repetición de esa experiencia en sus vidas mediante la práctica regular, por ejemplo? ¿Acaso
cambiaría su manera de aprender, su manera de dominar las emociones durante el resto de su
día a día?
Déjame explicarte brevemente un pequeño estudio que ya hemos realizado en Nueva York a
través del Inner Resilience Program. El estudio contó con la participación de unos 855
estudiantes de hasta 11 años, y fue un estudio aleatorizado y controlado, con un grupo de
tratamiento y un grupo de control, así como 57 profesores. Lo primero que descubrimos es
que se produjeron cambios significativos en los profesores. Acabaron menos estresados…
Los profesores que están menos estresados son más felices y más conscientes de los niños y
de sus necesidades. ¿Y qué descubrimos con los estudiantes? Pues dos cosas: por un lado, una
disminución de los niveles de frustración y, por otro, un aumento de una sensación que en este
estudio llamamos «autonomía», es decir, los niños sentían que tenían voz en la clase, que el
aula era una comunidad de aprendizaje democrática donde su opinión contaba y se les
escuchaba. Ambas cosas, la menor frustración y la mayor autonomía, sin duda aumentan las
posibilidades de que nuestros niños aprendan en general, tanto si educamos el corazón como
la mente.
Eduard Punset:
Mark, trabajas en el campo de la prevención de problemas. Y mi primera pregunta sería la
siguiente: en la educación, ¿qué intentáis prevenir?
Mark Greenberg:
Pues bien, en la investigación preventiva con niños, lo que intentamos es evitar un conjunto
de problemas comunes que pueden presentarse en los niños: la agresividad, el mal
rendimiento en las aulas, la falta de atención… Cuando alguien es agresivo, no presta
atención y, a menudo, no obtiene muy buenos resultados en lectura o matemáticas. Pero
pensamos en la prevención no solamente como una manera de prevenir un problema, sino
especialmente de reforzar el desarrollo del niño e instaurar una serie de factores protectores.
Por eso, nos interesa empezar con los niños de 3 ó 4 años y ayudarles a calmarse cuando se
alteren, incluso a conocer sus sentimientos, saber cuándo están disgustados y desarrollar una
sensación de autoconciencia.
Eduard Punset:
¿Y cómo se puede ayudar a un niño a que se calme cuando está alterado?
Mark Greenberg:
Pues se puede hacer de muchas maneras, pero con los niños más pequeños, si empezamos
sobre los 3 ó 4 años, lo hacemos contándoles una historia sobre una pequeña tortuga. La
tortuga tiene muchísimos problemas para llevarse bien con sus amigos, tiene problemas de
disciplina en clase, y a veces se pone muy nerviosa por algo que le dice su madre o su
profesor. Pero aprende a meterse dentro de su caparazón y a respirar profundamente y
calmarse. Utilizamos la metáfora de la tortuga y, cuando los niños se alteran, les pedimos que
hagan esto. Si un alumno tiene problemas en la escuela cuando estoy allí de profesor, le puedo
decir al niño que está empezando a descontrolarse «tal vez es un buen momento de hacer la
tortuga». Esto significa que cruce los brazos y que respire profundamente, y que luego me diga cómo se siente. De esta manera, enseñamos a los niños cosas sobre el cuerpo, sobre
cómo pueden utilizarlo junto con la respiración para aprender a calmarse.
Eduard Punset:
¡Nadie lo ha hecho antes!
Mark Greenberg:
No, no se ha hecho. Y hemos demostrado, mediante una serie de estudios aleatorizados
durante 30 años, en Estados Unidos, Suiza, Países Bajos y varios lugares que, cuando se les
enseña a los niños estas habilidades para calmarse, y se les enseña cómo identificar sus
sentimientos, pero también cómo hablar adecuadamente sobre cómo se sienten, mejoran de un
modo natural sus habilidades para relacionarse con los demás, y también mejoran sus
habilidades académicas. Porque el niño no es más que uno, el cerebro no es más que uno, no
hay un cerebro emocional y un cerebro cognitivo, y cuando la capacidad de prestar atención,
calmarse y hablar eficazmente de los sentimientos se combina en el desarrollo de un niño,
todo funciona mejor.
Eduard Punset:
Hablas de la enseñanza como una manera de cambiar la manera de ser del niño, su manera de
sentir sobre la agresión o la compasión. ¿Crees que todo esto evolucionará y, al final,
cambiará la sociedad para siempre?
Mark Greenberg:
Creo que sí, me parece que hay una transformación que ya está en marcha, la vemos en varios
países. Por ejemplo, en algunos estados de Estados Unidos (Illinois, por poner un caso) todas
las escuelas deben elaborar ahora un plan para el aprendizaje social y emocional de los niños,
del mismo modo que tienen un plan para la lectura o las matemáticas.
Eduard Punset:
¿Ya tienen que hacerlo?
Mark Greenberg:
Tienen que hacerlo por ley. Y en la Columbia Británica, en Canadá, el objetivo de
responsabilidad social se considera al mismo nivel que el objetivo de desarrollo académico.
En Inglaterra, se reserva un rato cada semana (por lo menos dos veces por semana) para el
desarrollo social y emocional de los niños, como parte del plan de estudios nacional.
Eduard Punset:
¿Y disponemos de los profesores adecuados para eso?
Mark Greenberg:
Pues sí, la siguiente pregunta es: ¿cómo podemos formar a los profesores para que lo enseñen
bien? No existe ni una sola universidad en el mundo (por lo menos que yo sepa) que exija que
los profesores, durante su formación, reciban clases sobre desarrollo social y emocional. Por
no hablar de que muchos profesores, por lo menos según lo que sabemos en Estados Unidos e
Inglaterra. Alrededor del 50% de profesores dejan la profesión durante los primeros cinco
años, y eso es porque enseñar es muy…
Eduard Punset:
¿Cuántos?
Mark Greenberg:
Alrededor del 50%
Eduard Punset:
¡¿El 50%?! La mitad…
Mark Greenberg:
La mitad de los profesores. Tenemos ahí una gran pérdida de capital social: estamos formando
a muchísimos profesores que no permanecerán en la profesión. Y, entre otras cosas, se debe a
que es un trabajo muy difícil: muchos profesores se agotan emocionalmente y acaban
quemándose. Creemos que uno de los motivos es que ellos mismos no aprenden muchas de
las habilidades sociales y emocionales que pueden ayudar a crear el tipo de cultura en el aula
que calme a los niños, les enseñe a llevarse bien entre sí y a ser más compasivos.
Eduard Punset:
Ahora los expertos como tú nos decís que es muy importante hacer algo para impartir una
clase que ayude al niño a desarrollar sus propias actitudes, sus propios puntos fuertes, su
propia vida. Pero esto no es nada fácil, ¿no?
Mark Greenberg:
Bueno, no es tan difícil como parece. Hasta ahora lo que hacíamos con los profesores era
presionarlos, muchas veces, para que se centraran únicamente en lo académico, solamente en
la lectura, las matemáticas y las ciencias. Y en eso se han convertido: en profesores de lectura,
de matemáticas y de ciencias. Pero la mayoría de profesores eligieron la profesión porque
querían llevarse bien con los niños. Les gustan los niños y quieren pasar tiempo con ellos,
educarlos, prepararlos para la vida.
Y conforme se lo vamos permitiendo y les brindamos más habilidades para hacerlo,
descubren que disfrutan mucho más enseñando.
Eduard Punset:
Y que quizá pueden ayudar al niño a desarrollar su propia vocación o sus cualidades.
Mark Greenberg:
Eso es. Por ejemplo, en uno de nuestros proyectos, hemos trabajado con profesores para
enseñar un plan de estudio a los niños sobre emociones y autocontrol, y hemos descubierto
que los profesoras enseñan mejor en un estudio aleatorizado comparado con otros profesores,
enseñan más eficazmente, pero también hemos visto que la conducta de los niños mejora… y
no solamente mejora su conducta, sino también sus habilidades cognitivas. Todo esto va de la
mano. Cualquier director de escuela te hablará de los niños que los profesores mandan a su
despacho, y no son niños que necesariamente tengan un nivel bajo de inteligencia, pero sí son
problemáticos, son un problema en el aula. Con el tiempo, estos niños se volverán más y más
difíciles, y muchos de ellos dejarán los estudios sin terminar. Sin embargo, los problemas de
estos niños no son cognitivos, radican en su capacidad de hacer una cosa muy simple (porque,
si lo pensamos, es simple): calmarse cuando están alterados, tener buenas amistades y pensar
en los sentimientos y las necesidades de los demás. Y, conforme vamos enseñando estas habilidades, descubrimos que se pueden enseñar, igual que se puede enseñar la lectura o lasmatemáticas, y vemos que los niños mejoran espectacularmente.”¡Eduard, por Dios, algo dirán de nuevo tus amigos neurólogos y psicólogos que no hubiera dicho Buda quinientos años antes de Cristo!”...
Eduard Punset. Hace muchos años tenía una charla de cinco minutos en la radio después de las noticias, una vez por semana. A veces comentaba lo que iba a decir con el director de Esade, en Barcelona, donde daba clases sobre relaciones económicas internacionales. En una ocasión llegaba de un viaje a EE.UU. con el tiempo justo para soltar mi discurso a los oyentes del mediodía.
“Lee este texto de Platón e improvisas el comentario”, me sugirió el director de entonces. No he olvidado nunca el texto y se lo recomiendo a mis lectores. Platón comentaba que estaba dispuesto a ayudar a sus amigos “conocedores de mi interés por la cosa pública”, decía él, a cambiar de régimen. Lo hizo un par de veces hasta que, desengañado por los resultados de las reformas alentadas por sus amigos, decidió renunciar en el futuro a impulsar cualquier tipo de cambio “hasta que los filósofos fueran políticos o, cosa mucho más improbable, que los políticos fueran filósofos”.
Después de leer la carta de Platón, escrita unos cuatrocientos años antes de Cristo, y de mi pausa calculada aunque, obviamente, demasiado larga, iba a soltar mi pequeño comentario al texto cuando el jefe del cubículo desde el que emitíamos dio por terminada la comunicación, sin que me diera tiempo a aclarar que aquello no era de Punset, sino de Platón, siglos atrás.
“No se preocupe, Punset, las cosas cambiarán.” O: “Siento lo que está ocurriendo, pero en algún momento del futuro sucederá algo nuevo”. Éste era el sentido de las misivas recibidas, pero lo más sorprendente no era eso, sino que su número se multiplicó por diez sin que nadie notara que ¡aquello no lo decía yo, sino Platón, hace más de dos mil cuatrocientos años!
Algo muy parecido me ha ocurrido leyendo un texto de Buda en mi ordenador sobre la felicidad y la infelicidad. Un poquito antes de Platón, Buda estaba diciendo algo muy parecido a lo que mis amigos científicos de las universidades de Harvard, Columbia y Standford están descubriendo ahora, gracias a experimentos complejos y resonancias magnéticas alambicadas.
¿Qué decía Buda, quinientos años antes de Cristo, sobre la felicidad? Pues que se podía salir de la infelicidad renunciando a muchos deseos de orden sexual y de otro tipo. ¿Y qué dicen ahora mis amigos científicos? Pues que es preciso rediseñar una nueva tabla de compromisos: no se puede, cuando se tiene una vivienda, pretender una segunda; enseñar idiomas a los hijos y, por lo tanto, enviarlos a estudiar al extranjero; enrolarlos en la escuela más cara y famosa; tener varios, demasiado seguidos; compaginar la carrera con un segundo trabajo. O para ser más precisos, los expertos están sugiriendo que en la tabla de compromisos se puede incluir cualquiera de estos objetivos, pero difícilmente todos a la vez.
¿Qué otras pautas sugería Buda para ser feliz? La noble verdad del camino que lleva al cese del sufrimiento –para utilizar sus palabras– incluía “el recto esfuerzo”. Los mejores psicólogos, uno de ellos de origen húngaro, con un nombre imposible de pronunciar y que en la actualidad enseña en California, hablan de “sumergirse en el flujo”. Es preciso no sólo esforzarse mucho en algo, sino dejarse embriagar por ello, ya sea un gran amor, un deporte, una profesión o trabajar las tardes de los domingos. Todo menos pasarlos, aburrido, viendo la televisión.
”¡Eduard, por Dios, algo dirán de nuevo tus amigos neurólogos y psicólogos que no hubiera dicho Buda quinientos años antes de Cristo!”
Pues no. Existe un consenso generalizado de que sin concentración no es posible educar. ¿Saben cuáles son las dos recetas más importantes según Buda? La recta atención y la recta concentración.
kyubi-chan escribió:NoRiCKaBe escribió:kyubi-chan escribió:En la vida van a impedir que mi hija juegue con una muñeca, ni en sueños.
Pero os leeis las noticias con algo de sentido crítico?
Por que el artículo de El Mundo es de lo mas manipulador que he visto en tiempo....
Si, claro, que por cierto la he leido en abc. Se que es una proposición no de ley y que en primera instancia será una especie de normas de protocolo y tal. Pero que ya te digo que llegado al caso práctico en el que un educador le impida jugar a mi hija con una muñeca o a las cocinitas o a lo que a ella le de le gana no lo voy a permitir.