Como no quiero repetir un tochazo increíble que me marqué no hace mucho sobre esta misma cuestión (el imperio precolombino de México), pongo aquí el
enlace .
El que quiera leer, que lea. Decir que cuando Cortés llegó solo encontró salvajes semidesnudos es caer exactamente en la misma idiotez de la que se acusa a Chirac, solo el sistema de canales de Tenochtitlán hacía palidecer a Venecia.
España no esclavizó
sensu estricto a los indios, básicamente porque enseguida comprobaron que no resistían el trabajo duro y morían rápidamente, así que optaron por "importar" negros de África, como hicieron el resto de europeos. Eso sí, los indios no se fueron de rositas. Muchos de ellos fueron obligados a trabajar como sirvientes con pagos irrisorios. Si bien no puede considerarse esclavitud como tal, ya que gozaban de ciertas libertades, sus condiciones de trabajo no eran mucho mejores que las de los esclavos.
Y sí, hubo una mezcla racial de la ostia, básicamente por la naturaleza de los españoles que fueron a América. Mientras que en norte del continente la mayoría de los primeros colonos eran refugiados de las guerras de religión que asolaban Europa y viajaban familias completas con la intención de establecerse para siempre en la "tierra prometida", más al sur los que desembarcaban eran principalmente aventureros empujados por el hambre y la necesidad que dejaban a sus mujeres en España esperando hacerse ricos rápidamente y volver a la península. Naturalmente, a estos les picaba la entrepierna como a todo hijo de vecino, así que mientras los europeos del norte seguían chingándose a sus mujeres blancas, los españoles, poco escrupulosos cuando de mojar el churro se trata, se dedicaban a comprar indias a sus padres a cambio de algunas cabras o a engatusarlas con baratijas. Aun así, siempre hubo castas diferentes. Mestizaje no quiso decir igualdad. Los indios eran una casta inferior. Y los mestizos aún más. Solo los gachupines (españoles) de pura raza podían aspirar a ciertos puestos en la vida.
De hecho, esa situación aún continúa, pese a que la inmensa mayoría de la población en la mayor parte de los países de centro y sudamérica son indios o mestizos, muy pocos de ellos logran acceder al gobierno, o a la dirección de empresas, o a puestos de responsabilidad en la sociedad. En parte también es porque presentan las mayores tasas de analfabetismo y educación deficiente, aparte de una pobreza crónica que llevan siglos arrastrando, creándose así un círculo vicioso: son pobres, luego no pueden acceder a círculos sociales medios o altos. No pueden acceder a círculos sociales medios o altos, luego no reciben educación. No reciben educación, luego están incapacitados para acceder a círculos sociales, económicos o políticos medios o altos.
Las cosas no son ni blancas ni negras. Se cometieron matanzas y abusos, pero también hubo detalles de respeto hacia ellos, como el hecho de que Isabel la Católica proclamase que los indios eran ciudadanos españoles con todos los derechos que ello comportaba (que en aquella época eran ridículos, pero también para un español pobre de cualquier ciudad castellana) y tampoco hubo un genocidido premeditado y perpetrado con total alevosía, como sí ocurrió en norteamérica. Eso no quita para que se sucediesen muchos episodios deleznables, y que las enfermedades llevadas por los españoles acabasen con miles de vidas, pero en una época de ignorancia y superstición, donde no mucho antes la tercera parte de Europa también había sucumbido a la Peste Negra, no se puede reprochar que los médicos de la época no supiesen prever ni atajar el problema.
Y a Cortés, Pizarro y todos esos grandes conquistadores me gustaría haberlos visto pelear sin sus aliados indios, que parece que fueron allí veinte españoles y todo cristo huía acojonado ante ellos, cuando lo cierto es que fueron lo bastante hábiles (y también valientes, no les quito mérito), como para explotar los rencores y odios que las múltiples tribus indias sentían entre sí desde tiempos inmemoriales. Vencieron enfrentando a los indios entre sí, aliándose ora con unos, ora con otros, de lo contrario, pese al temor supersticioso que inspiraba su aspecto y a la superioridad de las armas de fuego, habrían pillado la del pulpo.