
Christopher Boone encuentra muerto, más bien asesinado, a Wellington, el perro de la señora Shears. Como le tenía cariño no se le ocurre más que cogerle en brazos al verle hecho un guiñapo . Ahí empiezan sus males porque tanto la señora Shears como la policía, le consideran el sospechoso número 1.
Boone es un chaval inteligente. Con quince años se sabe las capitales de todos los países del mundo y conoce todos los números primos hasta el 7.507, útiles para crear códigos como los que utiliza la mismísima CIA, pero le cuesta trabajo hacerse amigos. A pesar de ello, está dispuesto a descubrir quién asesinó a Wellington.
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Christopher Boone considera que ver pasar cinco coches rojos seguidos significa un día super bueno, cuatro coches rojos, un día bueno y tres coches rojos bastante bueno. Pero cuatro coches amarillos seguidos convierten la jornada en un día negro, y entonces no habla con nadie y solo lee y no corre riesgos. Christopher Boone es un chico singular.
Para dar con el asesino del perro, Christopher Boone se convierte en detective e inicia su investigación preguntando a los vecinos si han visto algo sospechoso la noche de autos. Y tras unas cuantas visitas, y analizando los hechos, llega a conclusiones muy interesantes y a determinar al principal sospechoso...