Warlock. Capítulo 4: Piedras negras

Piedras negras



Encontrarse al fin con el archimago del que habían partido las órdenes por las cuales estaban allí supuso una pequeña sorpresa para todos salvo Héctor. Él era el único que había tratado con otros archimagos en el pasado y conocía perfectamente la desagradable costumbre qué estos tenían de recalcar su rango. De ahí que ni siquiera cambiase su expresión al encontrarse con que Ilenus había elegido un modo cuanto menos “peculiar” para presentarse ante ellos.
Aunque la voz del archimago había sonado tan clara como si estuviese realmente allí lo cierto era que ni siquiera se encontraba físicamente en la misma sala que ellos, por eso no le habían oído entrar y su voz los había cogido por sorpresa. En lugar de rebajarse a usar la misma entrada que sus cuatro subordinados Ilenus apareció ante ellos como una gran imagen que se reflejaba sobre el cristal central de la cúpula del techo. Era tan clara y viva que parecía como si el cristal se hubiese convertido de pronto en un espejo sobre el que se reflejase ahora el torso del archimago, pero sus ojos los miraban fijamente a todos dejando claro que se trataba de algo más que un simple reflejo.
Como Héctor ya había supuesto Seren Ilenus era un archimago relativamente joven, un detalle que su aspecto reflejaba perfectamente ahora que podían verle y ponía aún más en evidencia la diferencia de experiencia entre los dos magos. A simple vista Ilenus podía parecer bastante mayor que Héctor, de alrededor de unos cincuenta años, pero en un mago el aspecto físico no siempre reflejaba fielmente la edad de cada uno. Alguien con el aspecto de Ilenus debía ser o bien mucho mayor que Héctor, algo imposible sin que él le hubiese conocido durante la guerra, o bien lo bastante joven como para no dominar todavía los conjuros de manipulación temporal que habían permitido a Héctor y a otros magos de su experiencia mantener su aspecto actual.
Independientemente de su mayor o menor experiencia Ilenus seguía siendo un archimago y tanto su ropa como su actitud lo dejaban bastante claro. La impoluta túnica de seda blanca bordada con oro que cubría su torso, la dos largas y brillantes bandas de tela azul con el forro salpicado por diminutas estrellas de plata que caían por delante así como por detrás de sus hombros y las sobredimensionadas hombreras de platino que reforzaban su figura estaban lejos del alcance de cualquier mago común. Además tras su cabeza podía verse la tiara de los archimagos, un símbolo de su rango tallado con la forma de las alas del dragón de plata que flotaba unos centímetros por encima de su nuca.
Por lo demás el aspecto de Ilenus resultaba bastante corriente en aquella ciudad, tanto que fue lo único que realmente sorprendió a Héctor. Tenía la cabeza perfectamente afeitada, seguramente para disimular la prematura calvicie tan común entre los de su profesión, el rostro marcado por los típicos signos de la edad y rasgos aguileños esculpidos en una piel oscura como la de los nativos de la ciudad. Lo único que destacaba en el rostro del archimago era la pequeña barba blanca recortada con forma de pico en su perilla y la gran aguamarina que reposaba sobre su frente engarzada en una cinta de seda plateada, pero ni siquiera esto conseguía borrar del todo la sensación de estar observando a alguien sospechosamente corriente.
-Iba siendo hora. –Gruñó Négnar rompiendo el silencio sin el menor reparo. -¿Hasta cuando pensaba tu gremio hacernos esperar?
-Empezaré por aclarar ese pequeño malentendido. –Dijo Ilenus sin prestar aparentemente la menor atención al enano pese a estar respondiéndole. -Desde hace aproximadamente doce horas este... asunto se encuentra bajo supervisión directa de la coalición y del consejo de maestros. El gremio de magos tan solo se ocupa de coordinar sus acciones y proporcionar la información que la coalición ha considerado apropiado que tengan sobre esto. A partir de este momento todas sus acciones serán responsabilidad de sus respectivos gremios y razas, no nuestra, y serán ellos quienes respondan de sus acciones ante la coalición.
-En otras palabras, nuestro gremio se lava las manos. –Comprendió Héctor dando un paso adelante y dejando escapar un profundo suspiro. –Mal asunto. ¿Podemos saber ya qué está pasando o vamos a seguir con los juegos de palabras durante mucho tiempo?
A modo de respuesta, Ilenus esbozó una extraña y casi desagradable sonrisa y movió una de sus manos hacia un lado. Al instante todos los cristales que formaban la cúpula de la sala se volvieron completamente negros salvo aquel en que se encontraba la imagen del archimago, pequeñas esferas se elevaron desde sus receptáculos en los muros iluminando la estancia con una viva luz blanca y las sillas se separaron por si solas de la mesa como invitándolos a sentarse.
-Sabrán lo que necesiten saber cuando yo estime necesario que lo sepan, no antes. –Respondió Ilenus con el mismo tono altivo con que les había hablado hasta entonces. –Ahora siéntense y escuchen, están malgastando mi tiempo con sus ridículas inseguridades.
La actitud del archimago era algo que Héctor ya esperaba y no le afectó demasiado, pero tanto Leilány como Négnar estuvieron a punto de hacer algo más que poner mala cara ante aquellas palabras, sobretodo este último al que Héctor incluso tuvo que calmar poniendo una mano en su hombro para llevárselo a la mesa. La elfa por su parte mantuvo la compostura a pesar del más que evidente desprecio que acaba de asomar en sus hermosos ojos violetas y se sentó en la mesa justo en el extremo opuesto al ladrón, curiosamente el único al que la forma de hablar de Ilenus no pareció molestar en absoluto.
-Esta reunión ha sido convocada con el único propósito de darles las órdenes y la información que necesitan para realizar su trabajo. –Continuó el archimago, con un tono severo y casi molesto. –Compórtense de acuerdo a esa premisa y pronto podrán ponerse en marcha. Les aseguro que disfruto tanto de su compañía como ustedes de la mía.
-¿Qué significa eso? –Susurró Óscar un tanto confundido.
-Significa: “calla y escucha”, novato. –Respondió Négnar con tono todavía malhumorado. –Es todo a lo que tenemos derecho por lo visto.
-Todas las preguntas que puedan tener sobre el comportamiento de los gremios, la coalición, o sobre cómo y por qué está aquí cada uno de ustedes no tienen cabida en esta reunión. –Terminó de aclarar Ilenus sin variar un ápice su tono ni prestar la menor atención a los susurros del ladrón. -Esa es información que recae bajo la responsabilidad de sus propios gremios y deberán dirigir a ellos cualquier tipo de pregunta al respecto. Todos salvo Héctor Altadia, por supuesto, a quien he elegido yo mismo y me consta que no necesita ninguna de esas aclaraciones.
-No, ninguna en absoluto. –Dijo tranquilamente Héctor mientras se recostaba en su silla y cruzaba ambos brazos frente a su pecho. –Es una de las ventajas del chantaje, que no hace falta explicarlo.
Lejos de ignorarle tal y como había hecho con sus dos compañeros en esta ocasión Ilenus sonrió ligeramente ante el comentario de Héctor, aunque de nuevo su sonrisa resultó bastante desagradable para todos. Aquella sonrisa fue además la única reacción del archimago a los comentarios de su subordinado y pronto desapareció de su rostro para dar paso a su seriedad habitual mientras continuaba con sus explicaciones.
-Aclarado eso lo primero que deben saber es quién estará al cargo del grupo. –Dijo dirigiendo su mirada hacia el propio Héctor. –Como ya habrán supuesto esa responsabilidad recaerá sobre el señor Altadia. La decisión no es discutible, pero de todos modos dudo que ninguno de ustedes pudiese encontrar alguna razón por la que oponerse a ella dada su experiencia.
-A mi me vale. –Aseguró el enano girando la cabeza hacia su viejo amigo. –Si alguien va a poner mi vida en peligro prefiero que sea él. Ya lo ha hecho otras veces, estoy acostumbrado.
-Me parece correcto. –Añadió la elfa mirando de reojo a Óscar y al enano. –Es la mejor opción.
-Yo ya lo sabía. –Se jactó Óscar. –No es ninguna sorpresa.
-Como he dicho la decisión no es discutible, sus aprobaciones son del todo innecesarias. –Los interrumpió Ilenus con tono molesto. –Héctor Altadia estará al cargo de todas las acciones tomadas por su grupo y sobre él recaerá también la responsabilidad de las mismas, procuren no olvidarlo. El resto de la cadena de mando, si considera conveniente establecerla, queda a su elección.
-No hará falta. –Respondió Héctor sin el más mínimo síntoma de sorpresa o preocupación en su cara. –Siento la desilusión, pero no tengo intención de morirme por ahora.
Aparentemente conforme con su decisión, Ilenus asintió con la cabeza sin hacer un solo comentario a pesar de la ironía con que Héctor le había respondido y continuó con su tarea, en este caso moviendo otra de sus manos para hacer que un pequeño panel se abriese en la pared más cercana a la mesa. Ocultos tras aquella fina lámina de mármol descansaban cerca de una docena de vasijas que contenían arenas de cristal similares a las que el propio Héctor tenía en la mesa de su clase, cada una perfectamente ordenada según el color y lista para el uso que el archimago pensaba darles.
A otro gesto de la mano de Ilenus las arenas salieron volando de sus respectivos recipientes y se arremolinaron sobre la mesa para dar forma a aquello que él quería mostrarles. Montañas, valles, árboles e incluso ríos tomaron forma gracias a los distintos colores de cada tipo de arena para modelar una diminuta representación de un completo paisaje dominado por lo que parecía un viejo volcán. Una enorme montaña de cráter aserrado que la mayoría reconocieron de inmediato gracias al peculiar aspecto que le había ganado su nombre: el Monte Corona.
-Para aquellos que no han viajado lo suficiente como para que el paisaje que tienen ante sus ojos les resulte familiar, lo que están contemplando es el Valle de los Reyes en las tierras de los enanos de la ceniza. –Explicó Ilenus sin disimular un ápice el tono de superioridad que acompañaba aquellas palabras. –Ese será su destino final en caso de que todo salga mal. El por qué lo comprenderán enseguida.
Dicho esto, Ilenus giró lentamente la mano con que había llamado a las arenas y éstas se arremolinaron de nuevo para reconstruir el mismo paisaje pero visto desde una posición mucho más cercana y centrándose en uno de sus pueblos en lugar de en aquella montaña.
-Hace seis días la coalición recibió una solicitud urgente de ayuda procedente de la fortaleza Martillo negro. –Dijo con voz más seria que antes. –Según ésta petición la ciudad que están viendo sufrió un ataque de origen desconocido la noche anterior al envío de dicha solicitud. El nombre del pueblo, su población o cualquier otro tipo de duda que puedan tener sobre él es irrelevante y no desperdiciaré mi tiempo aclarándola, les sugiero que en su lugar concentren su atención en lo que verán a continuación.
Acabada esta frase Ilenus hizo una nueva pausa para dejar que tanto Héctor como sus tres compañeros memorizasen lo mejor posible aquel mapa y volvió a reordenar las arenas. En esta ocasión la reacción de todos fue completamente distinta sin embargo y en sus ojos apareció algo más que sorpresa al ver como las arenas daban forma únicamente al pueblo para mostrárselo tal y como era ahora.
Héctor, Négnar y Leilány estaban preparados para ver un pueblo calcinado por el fuego, en ruinas tras algún desastre natural o destrozado por cualquier tipo de conjuro imaginable... pero no lo que contemplaron cuando las arenas se detuvieron de nuevo. Por primera vez desde que habían llegado a aquella sala los ojos de los tres mostraron verdadera preocupación ante algo y sus rostros se ensombrecieron con una seriedad que ya no dejaba sitio para las bromas. El único al que aquella imagen no afectó demasiado fue a Óscar puesto que él, a diferencia de sus compañeros, no tenía la menor idea de la terrible amenaza que se escondía tras las enormes agujas de roca negra que sobresalían por las calles, casas y muros de las ruinas.
-Por Xhorn... –Exclamó Négnar que de nuevo era el primero en reaccionar.
-Eso es... –Dudó Leilány que todavía no parecía creerse lo que estaba viendo, pero ni siquiera la natural suavidad de su voz conseguía disimular su preocupación en esta ocasión. -...lo que creo que es?
-Rashmo... –Asintió Héctor al tiempo que cerraba los ojos y apoyaba ambos codos en la mesa para reposar su frente sobre sus pulgares. –Así que era eso. Tenía que haberlo adivinado, solo una cosa así haría colaborar a los gremios.
-¿Qué ocurre? –Preguntó con cierta sorpresa Óscar que no entendía el súbito cambio en sus compañeros. –Solo es una ciudad destruida por demonios, no es la primera vez que ocurre desde la guerra.
-Esto es distinto cachorro –Respondió Négnar con tono serio en lugar de burlón como hasta entonces. –Si realmente es cierto... la cosa es seria.
-Tú eres demasiado joven para saberlo, pero esta no es la primera vez que vemos esas agujas de piedra. –Continuó Héctor mientras volvía a abrir los ojos para mirarlo con expresión cansada, como si algo lo hubiese agotado de pronto. –Observa.
Sin molestarse en preguntar la opinión del archimago Héctor levantó una de sus manos y la introdujo de golpe en las ruinas que la arena había formado sobre la mesa. Al instante las arenas pasaron a obedecer a su mente en lugar de a la del archimago y se revolvieron de nuevo para dar forma a algo completamente distinto. La ladera del Monte Corona volvió a ocupar toda la mesa y sobre ella los granos de cristal moldearon el cadáver más aterrador que el joven ladrón había visto en toda su vida.
Se trataba de un demonio pero uno de una raza que por suerte nadie había vuelto a ver desde la guerra. Tenía forma vagamente humanoide, más de cuatro metros de altura y un torso sobredimensionado al que se unían extremidades de músculos tan grandes como el cuerpo de un hombre. En cada uno de sus hombros brotaba un par de alas metálicas con forma de guadaña y en su mano derecha descansaba un mandoble de casi dos metros con la hoja aserrada y teñida de sangre. El resto de sus rasgos quedaban ocultos bajo la gruesa armadura llena de cuernos y espinas que cubría su cuerpo, aunque esto no impedía intuir la clase de monstruo que podía ocultarse tras la deforme efigie de la máscara de su yelmo.
Lo que atrajo la mirada de Óscar no fue el aterrador aspecto de la criatura sin embargo, sino la forma en que había muerto. A pesar de su terrible aspecto el demonio yacía sin vida sobre la ladera del monte corona y lo hacía del mismo modo que muchos de los habitantes del pueblo enano: empalado por enormes y afiladas agujas de piedra tan negra como su propia sangre.
-Esta imagen lleva ochenta años grabada en mi cabeza y la de todos los que estuvimos allí aquel día. –Dijo Héctor tras dar unos segundos al ladrón para asimilar lo que estaba viendo. –Los Nimure lo enviaron al Valle de los Reyes como avanzadilla antes de su invasión y él solo acabó con la mayor parte de los enanos que vivían en él. Pero cuando se acercó al Monte Corona se encontró con alguien a quien no le hizo la menor gracia que intentasen atacarlo en su propia guarida... Rashmo.
-¿El... dragón? –Pareció comprender Óscar mirando ahora con ojos atónitos al mago. -¿Rashmo, el dragón de tierra? ¿Estáis diciendo que ha sido uno de los dragones el que ha destruido ese pueblo? Pero eso es una locura, si los dragones nos atacan sería....
-Una catástrofe que requeriría de la colaboración de los gremios y de la propia coalición. –Finalizó Leilány poniendo en palabras los pensamientos de sus otros dos compañeros. –Ahora ya sabes por qué estamos aquí.
Las palabras de la elfa dieron paso a un incómodo silencio que se extendió por la sala reflejando el decaído estado de ánimo en que aquellas noticias habían dejado al grupo. Sabían que los habían reunido allí por algo grave pero ninguno podía haber llegado a imaginar que se tratase de los dragones y ni siquiera sabían qué decir. Solo Héctor reunió al fin la suficiente serenidad tras unos segundos para quitar su mano de las arenas y dejar que volviesen a formar la imagen del pueblo mientras él levantaba la vista hacia el reflejo de Ilenus.
-Ya sabemos quién lo ha hecho. –Dijo con tono serio y mucho más formal que antes. –Ahora díganos por qué y qué tienen que ver los demonios en esto. Ésta escama no es la de un dragón y dudo que me la enviasen si no tuviese algo que ver.
Acompañando a sus últimas palabras Héctor sacó de su túnica la escama que había recibido en el mismo sobre que su mensaje y la dejó sobre la mesa a la vista de todos.
-La información de que disponemos en estos momentos es inexacta como poco. –Explicó Ilenus con una extraña sonrisa, casi como si su preocupación lo divirtiese. -El pueblo y sus alrededores han sido examinados a fondo por los propios enanos de la ceniza, investigadores de nuestro gremio y, aunque de forma extraoficial, me consta que también por el gremio de ladrones. Lamentablemente los resultados de estas investigaciones no han sido los deseados y sabemos poco más de lo que ustedes mismos pueden deducir con lo que ya conocen.
“Rashmo atacó ese pueblo y lo hizo a conciencia, no se trata de algo accidental. Cada edificio, calle y muralla del pueblo fue reducido a escombros de forma casi sistemática. Así mismo sus habitantes fueron aniquilados de forma directa, no murieron solo como consecuencia de la destrucción del pueblo. Aquellos que escaparon al derrumbe de los edificios perecieron empalados en sus calles o en los alrededores del pueblo por las agujas de roca que ya han podido contemplar. Podría decirse que hizo un buen trabajo a la hora de eliminar a cualquier posible testigo.
-La pregunta sigue siendo la misma. –Insistió Héctor. -¿Por qué? Los enanos de la ceniza llevan siglos viviendo al pie del Monte Corona junto a Rashmo, para ellos es su protector y siempre se ha comportado como tal, esto no tiene sentido.
-Es posible que los demonios hubiesen invadido el pueblo y el dragón lo destruyese para acabar con ellos. –Sugirió Leilány con tono esperanzado. –El poder de un dragón podría provocar fácilmente algo así aunque solo tratase de acabar con algún demonio.
-Ya hemos contemplado esa hipótesis. –Respondió Ilenus con cierto desprecio, como si le molestase que la elfa pudiese dudarlo. –Al examinar el pueblo no encontramos rastro alguno de demonios o cualquier otra criatura salvo los propios habitantes del mismo. Tampoco había indicios de ningún tipo de ataque anterior al del dragón ya que todos los daños presentes en el pueblo procedían directamente del poder de Rashmo. La única anomalía que nuestros investigadores pudieron encontrar fue un rastro de sangre cerca de la entrada y la salida del pueblo.
-Eso no nos dice mucho. –Suspiró pesadamente Héctor recostándose de nuevo en su silla. –Un rastro de sangre en un lugar lleno de cadáveres y próximo a un bosque como ese pueblo podría deberse a cualquier cosa, desde alguien que intentó huir hasta manchas dejadas por animales que pasaron la noche alimentándose en el pueblo. Lo que realmente importa es de dónde ha salido esta escama, es la principal pista que tenemos.
-Si han terminado de debatir obviedades quizás pueda aclarárselo. –Respondió Ilenus sin disimular un ápice el desprecio presente en su voz. –Ese pueblo no nos aportó más indicios que los que han visto, pero no fue el único incidente al que los gremios han tenido que responder en el Valle de los Reyes durante los últimos días.
Dicho esto Ilenus hizo un nuevo gesto con sus dedos que revolvió una vez más las arenas borrando al fin de la mesa la perturbadora imagen del pueblo. En lugar de las ruinas lo que apareció a continuación fue el mismo plano general del valle que habían visto al principio, aunque esta vez podían verse tres puntos rojos marcados sobre el mapa que se alejaban progresivamente del Monte Corona.
-Mientras se investigaba el primer incidente dos pueblos más de la región circundante al Monte Corona sufrieron ataques similares. –Explicó Ilenus sin variar un ápice el tono de su voz. -Ambos ataques son exactamente idénticos al que ya han visto en casi todo, la única diferencia es precisamente la que tienen sobre la mesa. En uno de ellos se encontraron varias de esas escamas y un rastro que nos condujo a esto:
Otro gesto del mago y los finos cristales que formaban aquellas arenas se mezclaron en un nuevo torbellino del que nació una imagen que en esta ocasión sí llamó la atención de todos los miembros del grupo. Se trataba de otro demonio, uno mucho más pequeño que la colosal criatura sacada de los recuerdos de Héctor pero que también yacía muerto sobre la ladera del Monte Corona.
Era un demonio menor, una criatura alada de forma similar a la de una enorme araña de casi metro y medio de envergadura con extrañas alas membranosas entre cada una de sus ocho patas, abdomen cubierto por un afilado caparazón azul oscuro que parecía casi de metal y el resto del cuerpo protegido por una armadura de escamas negras como la que yacía sobre aquella mesa. En la cabeza de la criatura destacaban dos grandes ojos ovalados de color naranja que ocupaban casi todo su rostro y una corona de protuberancias con forma de pluma que sobresalían de su nuca formando una extraña cofia, pero no había rastro de boca, nariz o cualquier otro órgano.
-Un Kiriyar. –Lo reconoció con facilidad Héctor frunciendo el ceño. –Entonces Leilány puede tener razón. Esa especie es lo bastante rápida para atacar el pueblo y huir antes de que Rashmo los atrape con su poder.
-Este parece que no tuvo tanta suerte. –Rió Négnar tratando de relajar un poco los ánimos de todos. -Ese dragón no es muy amistoso, ¿Eh?
-No fue el dragón. –Los interrumpió de pronto Óscar para sorpresa de todos. –Ese demonio no murió por lo mismo que el otro.
-Pudo aplastarlo. –Sugirió Leilány encogiéndose de hombros. –Los dragones no solo tienen sus poderes, también son muy fuertes.
-¡Os digo que no fue el dragón! –Insistió Óscar con tono completamente serio al tiempo que miraba hacia Héctor. -¿Puedes hacerlo un poco más grande?
Aunque tan sorprendido como los demás por la súbita reacción del ladrón Héctor decidió hacerle caso y volvió a tocar las arenas para modificar la imagen tal y como él le había pedido.
-Los Kiriyar son demonios comunes y tenemos información muy concreta sobre ellos. –Explicó Óscar en cuanto la imagen del demonio dobló su tamaño permitiéndole señalar partes del mismo con más claridad. –Tienen un caparazón duro como el acero pero nada flexible que protege sus tres corazones aquí, aquí y aquí. –Dijo señalando varios puntos en el abdomen del demonio. –Alcanzarlos sin romperlo es imposible y el de éste está intacto. También tienen otro punto débil... aquí. –Continuó apuntando esta vez a su torso. –Un centro nervioso al que solo se puede acceder arrancando sus escamas o deslizando algo estrecho y afilado entre los colmillos que protegen su boca, justo bajo ese punto, pero solo abren la cutícula protectora que la oculta cuando comen o atacan. Si hubiese sido el dragón su cuerpo estaría destrozado, a este demonio lo mató seguramente una flecha enana mientras atacaba a alguien, no mientras huía.
Esta vez sería el turno del ladrón de sorprenderse al ver la forma en que sus compañeros reaccionarían tras escuchar su detallada explicación. Todos lo miraban de forma extraña, como si aún no acabasen de creerse que algo así pudiese haber salido de su cabeza.
-¡¿Qué?! –Protestó al darse cuenta de por qué lo miraban así. -¿Creíais que era estúpido o algo así?
-Hombre... –Trató de responder Négnar.
-Mejor dejémoslo en que tus conocimientos no concuerdan con la actitud que has demostrado hasta ahora. –Se adelantó Héctor resolviéndolo con un poco más de diplomacia. –Pero es una grata sorpresa.
-También son malas noticias. –Apuntó Leilány con tono bastante preocupado. –Si eso es correcto ese demonio no acabó ahí porque lo persiguiese Rashmo, fue él mismo quien eligió buscar refugio en un lugar que sabía que era la guarida del dragón. No tiene sentido con una raza tan inteligente como los Kiriyar, a menos...
-A menos que por alguna razón creyese que ahí estaría más seguro que en cualquier otra parte del valle. –Finalizó Héctor por ella dándole además la razón con un pequeño gesto de su cabeza. –La sola idea es aterradora pero Leilány está en lo cierto, puede ser precisamente lo contrario de lo que pensábamos: que el propio Rashmo se haya aliado con los demonios.
-Esa es otra de las opciones que estamos barajando en estos momentos para explicar lo sucedido. –Asintió Ilenus retomando el hilo de sus explicaciones. –Lamentablemente por ahora no hemos podido confirmar ni desmentir dicha hipótesis.
-¿Por qué no se lo pregunta alguien? –Gruñó Négnar. –Los dragones saben hablar, ¿No? Pues que vaya alguien a preguntarle al bicho qué tripa se le ha roto y listo.
Esta vez fue el propio Ilenus el que dejó escapar lo que parecía un suspiro de resignación ante la actitud del enano. Los archimagos no eran especialmente populares por su paciencia y Négnar acababa de rozar el límite al sugerir algo tan simple que resultaba casi insultante para alguien con el ego de Ilenus.
-Oh, por supuesto, me pregunto cómo no se le ha ocurrido eso a ninguno de los cientos de eruditos, sabios y maestros que la coalición tiene estudiando el caso ahora mismo. –Replicó finalmente Ilenus mirando con desprecio al enano. –Una de las primeras acciones que mi gremio tomó para intentar resolver esta crisis fue ponerse en contacto con el propio Rashmo. Por desgracia lo único que conseguimos fue a unos cuantos magos heridos y la confirmación de que el dragón ha dejado de ser la pacífica criatura que los enanos han venerado todos estos siglos.
“Rashmo no permite que nadie se acerque a su guarida y responde con hostilidad a todas las banderas de la coalición. Sea lo que sea lo que le ocurre lo ha convertido en una criatura peligrosa y tratar directamente con él ya no es tan fácil como antes. Para colmo el resto de sus hermanos con guaridas conocidas han cortado también todo contacto con las razas de la coalición y no se les ha visto desde el incidente.
-Qué desastre. –Murmuró Héctor llevándose una mano a la cara. -¿No tenemos más información que pueda ayudarnos a saber al menos qué tienen que ver los demonios con todo esto?
-Lo que han oído es todo lo que sabemos por el momento. –Aseguró Ilenus con toda tranquilidad. –Obtener más información sobre lo sucedido, formular una hipótesis sobre el posible problema así como sus causas y solucionarlo serán parte de sus tareas a partir de ahora.
-¿Y si la solución a este “problema” origina uno aún peor? –Replicó Héctor con voz completamente seria.
-Tienen orden de hacer lo necesario para resolver esto, las consecuencias no importan. –Respondió el archimago. –Pero por supuesto todo lo que suceda a partir del instante en que abandonen este edificio será responsabilidad suya y de sus respectivos gremios.
-Qué sorpresa. –Dejó escapar Négnar. -¿Por qué no nos ordenan que nos suicidemos? Sería más rápido.
-¿Y si nos negamos?
Esta vez la voz de Héctor sonó algo más que seria. Su tono era desafiante y el mago lo acompañó además con un rápido movimiento de su brazo que devolvió de golpe las arenas a sus vasijas sin que el poder del archimago pareciese poder hacer nada por impedirlo.
-Si están aquí, caballeros, es porque ninguno de ustedes tiene ya esa opción. –Dijo con tono convencido el archimago. –No me hagan perder el tiempo con amenazas inútiles.
Estas palabras no hicieron demasiada gracia ni a Héctor ni a ninguno de sus compañeros, pero lamentablemente la mayoría de ellos sabía que era cierto y no tuvieron más remedio que aceptarlo sin más. Sin embargo uno de ellos no parecía estar del todo de acuerdo él...
-Yo soy voluntario. –Exclamó de pronto el ladrón ganándose al instante una sorprendida mirada por parte de todos los demás, incluso del archimago.
-¿Es una broma? –Dudo Héctor.
-¡No! –Insistió Óscar con tono orgulloso. –Me ofrecí voluntario para este trabajo y me eligieron entre los mejores de mi promoción.
-Por Xhorn, es aún peor de lo que pensaba. –Lamentó Négnar sacudiendo la cabeza. -¿Pero como se puede ser tan...
-Lo que yo decía. –Añadió la elfa. –Cortito.
-Más bien ingenuo. -Los interrumpió Héctor mientras miraba de reojo al ladrón, como si no acabase de creerle. -Voluntario o no algo has tenido que hacer para que tu gremio pensase siquiera en aceptar ese ofrecimiento tuyo. ¿Qué hiciste novato? ¿Tirarte a la hija de alguno de los maestros? No serías el primero.
-¡Claro que no! –Se defendió rápidamente Óscar con cara de indignación.
-¿A su mujer? –Sugirió Leilány con un tono curiosamente inocente para aquellas palabras.
La elfa había dicho esto a modo de broma y para pinchar un poco más al ladrón, pero para su sorpresa aquellas palabras tuvieron más efecto sobre Óscar del que ella misma podía haber imaginado. En lugar de la ofendida réplica que todos esperaban oír, Óscar se limitó a bajar la mirada como para evitar la de sus compañeros y tardó un buen rato en responder.
-No es asunto vuestro. –Dijo con tono bajo e inusualmente humilde.
-¡Ja! El cachorro los tiene bien puestos, ¿Eh? –Se rió Négnar. –Aún hay esperanza para él.
-Lo imaginaba. –Suspiró Héctor cerrando por un segundo los ojos antes de levantar la cabeza hacia Ilenus. –Veo que le consejo sigue usando un criterio bastante “peculiar” para decidir quien es o no prescindible en sus gremios.
-Como he dicho al principio discutir las decisiones de los gremios no entra dentro de mis tareas y no perderé mi tiempo haciéndolo. –Replicó el archimago con el mismo tono de superioridad del principio. –Han recibido la información que necesitan para cumplir con su trabajo y eso es todo lo que debe preocuparles. Recuerden la seriedad de lo que tienen entre manos y actúen en consecuencia, no creo necesario recordarles lo que un fracaso podría acarrear no solo para ustedes sino para toda la coalición.
-Entendido –Asintió Héctor con un tono que ahora dejaba claro su desprecio por la actitud del archimago. -¿Eso es todo?
-Los gremios y la coalición comunicarán a sus distintas sedes que deben permitirles el acceso a dónde necesiten. –Añadió casi con desgana Ilenus. –Ese es todo el apoyo que podemos proporcionarles sin levantar sospechas. Y supongo que no hace falta que les recuerde el grado de discreción con que debe tratarse un tema como este.
-Claro, no queremos que la gente sepa que hay un dragón loco suelto por ahí y cunda el pánico ¿Verdad? –Asintió con sarcasmo Héctor. –Por eso han elegido a lo mejor de cada casa. Así aunque todo falle se aseguran de que nadie nos echará de menos.
-Me alegra que lo comprendan. –Sonrió Ilenus dejando entrever sus dientes en una mueca bastante desagradable. –Ahora sino tienen más dudas doy por finalizada esta reunión. Buena suerte señores, algunos confían en que resolverán esto sin causar ningún desastre, procuren no decepcionarlos.
Terminada aquella frase, y sin dar pie a ninguno de los cuatro a decir nada más, el archimago se giró dándoles la espalda y su reflejo se disolvió poco a poco en el cristal hasta que tanto éste como el resto de la cúpula recuperaron su aspecto normal. Las lámparas se apagaron una vez más, la trampilla que guardaba las vasijas de arena se cerró por si sola y Xhanya volvió a ascender para ocupar su sitio en la sala como invitándolos a irse. Ninguno de los cuatro se movió de su sitio sin embargo, tan solo suspiraron pesadamente y se miraron los unos a los otros como pensando qué decir a continuación.
-¿En tu gremio son todos así de repelentes? –Preguntó Leilány rompiendo finalmente el silencio mientras miraba a Héctor. –Si no fuese solo una imagen me habría revuelto el estómago hablar con él.
-La mayoría. –Asintió Héctor esbozando una ligera sonrisa. –La prepotencia va con la profesión supongo.
-Al menos ya se ha largado. –Añadió Négnar saltando también de su silla. –Pero en menudo lío nos ha metido. Un dragón....
-Teníamos que haber esperado algo así. –Se resignó Héctor encogiéndose de hombros. –Los dos sabemos que solo hay dos razones por las que los gremios piden ayuda unos a los otros. Y la otra sería aún peor que esto.
-¿Que razones son esas? –Preguntó con curiosidad Óscar que aun parecía ligeramente avergonzado y procuraba no mirarlos a los ojos. -Si vamos a trabajar juntos creo que estaría bien que compartiésemos toda la información que tenemos.
-Por fin dices algo sensato cachorro. –Lo animó Négnar al ver que sus constantes bromas parecían haber hecho algo de mella en el muchacho. –Pero no creo que te guste lo que vas a oír. ¿Seguro que quieres saberlo?
-A mí también me interesa. –Añadió Leilány uniéndose a la conversación. –No estoy tan acostumbrada a tratar con los gremios como vosotros y esto me ha cogido bastante por sorpresa.
-Es muy sencillo. –Explicó Héctor abriendo ambas manos. –A pesar de la coalición, del consejo de gremios, de la guerra y de todo lo demás los gremios siguen siendo entidades independientes y no les gusta compartir nada entre ellos, de hecho compiten por todo para conseguir el favor de la coalición. Por eso hay solo dos posibles motivos por los que un gremio, especialmente uno como el mío, pediría ayuda a los demás.
"El primero y más evidente es que no cuenten con los recursos suficientes para hacerse cargo de la tarea en cuestión, esto es lo que sucedió durante la guerra cuando todos tuvieron que unirse a la coalición para hacer frente a los Nimure.
-Está claro que ese no es el caso. –Dedujo Leilány repasándolos a todos con la mirada. –Solo somos cuatro, cualquier gremio salvo los de artesanos puede reunir a un grupo así.
-Sabes, empieza a gustarme como piensas. –Le sonrió Héctor al tiempo que asentía con la cabeza dándole la razón. –La segunda causa para que un gremio pida ayuda es que consideren que el riesgo de una acción determinada no compensa los beneficios de la misma y decidan no asumirlos. Compartiendo el problema con los demás estarían compartiendo la gloria en caso de éxito pero, al mismo tiempo, las responsabilidades en caso de fracaso también se repartirían entre todos los gremios implicados. Mucho me temo que eso es lo que ha pasado en esta ocasión.
-Vamos que creen que pase lo que pase las cosas van a acabar mal. –Sentenció Négnar resumiendo todo lo que acababa de decir su amigo. –Y como no quieren cargar ellos solos con el muerto han metido a todos los demás en el ajo.
-¿Quieres decir que nos envían a morir? –Preguntó Óscar con bastante preocupación.
-No necesariamente. –Negó Héctor procurando hablarle de forma lo más tranquilizadora posible. –Hay muchas formas de fracaso y nuestra muerte es seguramente la que menos les preocupa de todas ellas. Lo que los asusta es no saber qué está pasando realmente y lo que podríamos sacar a la luz al revolver en todo esto.
-Pues yo no lo veo tan complicado. –Dijo Óscar encogiéndose de hombros. –Si todo esto es culpa del dragón lo único que tenemos que hacer es matarlo y problema solucionado. ¿No?
-¿Matar a un dragón? –Exclamó Négnar con bastante sorpresa. –Cachorro si estás pensando siquiera en esa posibilidad estás loco, no imaginas el poder que poseen esas bestias. Y por si eso fuese poco todos son hermanos, ¿Tienes idea de lo que pasaría si atacásemos a uno?
-Desgraciadamente la forma de pensar de Óscar puede no estar tan lejos de las intenciones del gremio como pensamos. –Lo contrarió Héctor poniendo cara pensativa y llevándose la mano a la barbilla. –Pase lo que pase todo esto puede acabar llevándonos a la guarida de Rashmo tal y como ha sugerido el propio Ilenus y si es tan hostil como dicen las cosas pueden complicarse mucho. No hace falta que intentemos matarlo, con solo defendernos de él sus hermanos podrían interpretarlo como un ataque y reaccionar de forma similar al propio Rashmo. Eso degeneraría en un desastre que no estarían dispuestos a aceptar ni los gremios ni ninguna de las razas de la coalición. Por eso han elegido un grupo así para hacerse cargo, no creo que sea casualidad que pertenezcamos a tres razas distintas.
-Tenías razón. –Suspiró Óscar. –Habría preferido no saberlo. Según eso nosotros acabaremos mal pase lo que pase y nos echarán la culpa de todo.
-Tranquilo cachorro, ¿Es que no nos has oído? –Lo animó Négnar dándole una brusca palmada en la base de la espalda que lo obligó a dar dos pasos adelante para no caerse. –Eso es solo lo que piensan ellos. No se tú, pero yo no estoy aquí para acabar siendo el desayuno de ningún lagarto ni para servirles de excusa a esos estirados. Alguna forma encontraremos para arreglar este desastre sin que nos explote en la cara... aunque bien mirado una buena explosión sería una forma estupenda de morir.
-¡Tengo un nombre! –Protestó Óscar mirando de reojo al enano. –Úsalo bola de pelo.
-Ya estamos otra vez... –Suspiró Héctor sacudiendo la cabeza. –En fin, al menos no nos aburriremos por el camino.
-¿Camino a dónde? –Preguntó Leilány acercándose a Héctor mientras enano y ladrón continuaban la discusión sobre sus distintas “virtudes” físicas. –Tú estás al cargo así que supongo que eres quién decide lo que haremos a continuación.
-Por ahora creo que será mejor que descansemos y nos tomemos un tiempo para asimilar todo esto. –Asintió Héctor brindando una nueva sonrisa a la elfa en agradecimiento por aportar algo de sensatez al grupo. –Si para entonces nadie tiene una idea mejor al anochecer partiremos hacia nuestro primer destino usando los portales de mi gremio.
-Preguntaría cual es ese destino, pero si lo hago seguro que también tendría que preguntar por qué vamos allí. –Aceptó sin más la elfa. –Me parece bien, supongo que ya nos lo explicaras todo cuando lleguemos.
-¿Por qué no partimos ya? –Quiso saber el ladrón dejando al fin la discusión con el enano. -Aunque lleguemos allí de noche podríamos adelantar camino.
-Créeme, no quieres pasear de noche por el sitio al que vamos. –Respondió Héctor con un tono casi siniestro. –Disfrutad de lo que queda de día y relajaros un poco, creo que todos lo necesitamos.
-¡Genial! –Exclamó Négnar caminando ya hacia la salida. –Me voy a la taberna. Necesito un trago y lo necesito ya. ¿Vienes viejo cascarrabias? ¿O ya estás demasiado mayor para beber?
-Qué remedio. –Respondió Héctor ahogando una pequeña carcajada. –Alguien tendrá que arrastrarte de la barba hasta el portal cuando te caigas como de costumbre. Y lo harás, te conozco.
-¡Ja!, puedes jurarlo. –Rió el enano.
Con este último comentario los cuatro subieron sobre el rostro de Xhanya sonriendo de nuevo a causa de las bromas del enano y el grupo comenzó el lento descenso hacia el primer piso del palacio. Una vez fuera del palacio Leilány tomó su propio camino dirigiéndose hacia la ajardinada zona que ocupaban los edificios del concilio y Óscar se dedicó a hacer lo que mejor sabía: desaparecer. Aunque no sin antes intentar seguir a la elfa para, según él, hacerle compañía. Una idea que el joven ladrón desestimó rápidamente nada más ver como los ojos de la druida volvían a tomar la forma de los de un felino mientras lo miraba sombríamente por encima de su hombro.
Los dos viejos amigos fueron los únicos que continuaron juntos aún tras abandonar el palacio. Négnar estaba impaciente por encontrar una posada en la que poner fin a su forzosa abstinencia y caminaba inusualmente deprisa seguido por el mago, pero también quería alejarse de sus otros dos compañeros para poder hablar con un poco más de confianza con él.
-¿Y bien? –Preguntó levantando la cabeza para mirarle pero sin dejar de caminar. -¿Qué te parece? Seguro que sabes más de lo que les has dicho a esos dos.
-No. –Respondió secamente Héctor. –La verdad es que no tengo la menor idea de lo que puede estar pasando. Lo que has oído es lo que hay.
-¿Entonces a dónde demonios vamos? –Se sorprendió Négnar. –Por cómo has hablado supuse que al menos habrías sacado algo en claro de esa reunión.
-¿He dicho yo que vamos a alguna parte por la misión? –Repitió Héctor esbozando una pequeña sonrisa. –Tengo mis propias razones para haber aceptado esto y no todas tienen que ver con el gremio. Digamos que voy a resolver un viejo asunto pendiente y que puede que eso nos ayude a saber qué demonios está pasando.
-Sabes, no eres tan diferente de ese Ilenus. –Gruñó Négnar sacudiendo la cabeza. –Magos, ¡bah!, sois todos igual de retorcidos.
-Cuando lleguemos lo entenderás. –Aseguró Héctor sin perder su sonrisa. –Ten paciencia viejo amigo.
-¿Paciencia? –Repitió Négnar posando sus ojos en uno de los edificios cercanos. -¡Ja! Mi mejor cualidad. Espera que coja un buen barril de cerveza y tendré tanta paciencia como quieras.
Dicho esto el enano aceleró de pronto el paso y se dirigió a toda prisa hacia la puerta de aquel edificio sin esperar siquiera al mago. Héctor simplemente sonrió reconociendo el olor a alcohol y a humo de pipa que salía de la taberna y lo siguió al interior dónde ambos pasaron el resto del día compartiendo historias sobre el largo tiempo que habían pasado sin verse. Su despreocupación en aquellos momentos podía parecer extraña e incluso responsable tras las terribles noticias que habían recibido hacía unos minutos, pero esa era simplemente una de las pruebas de la experiencia que ambos compartían. Porque solo aquel que había vivido horas más oscuras que las que podían traer aquellas noticias podía reírse ante ellas.

Varias horas y barriles de cerveza más tarde, los dos viejos veteranos dejaban la taberna coincidiendo con el momento en que las luces de Talensis cobraban vida para iluminar sus calles. Héctor parecía el mismo de siempre e incluso mantenía la apacible sonrisa con que había entrado a la taberna, pero los cambios en Négnar eran más que evidentes. El enano no solo había perdido la huraña expresión que había ocupado su rostro durante la mayor parte de la mañana, ahora incluso sonreía animadamente y sus ojos tenían un brillo casi tan sospechoso como la irregular forma en que caminaba siguiendo al mago.
Cuando ambos llegaron junto a las puertas de la sala del portal el resto del grupo ya se encontraba allí. Leilány paseaba por el interior mirando con cierta curiosidad las litografías que representaban cada una de las ciudades mientras tarareaba lo que parecía una canción élfica y Óscar permanecía junto a una de las puertas observándola desde una distancia más que prudencial.
-Llegáis tarde. –Señaló el ladrón en cuanto notó su presencia. –Hace varios minutos que ha anochecido.
-¡Ja! El cachorro está de mal humor. –Se rió Négnar con un tono casi gracioso. –Esa hembra ha vuelto a darte calabazas eh?
-Ni siquiera me he acercado a ella. –Se defendió el ladrón con tono ofendido, aunque éste duró solo lo que sus ojos tardaron en notar el cambio en el rostro del enano. –Un momento... –Murmuró mirando ahora a Héctor. -¿Está borracho?
-Siiii. –Asintió Négnar sin el menor reparo. -¿No es genial? Tú también deberías probarlo cachorro, cuando seas mayor y te crezca una buena barba.
-¿Y tú se lo permites? –Insistió Óscar con tono aún más enfadado. –Esto no es ningún juego. ¿De qué va a servirnos en ese estado?
-Por extraño que parezca Négnar es mucho más fiable con algo de alcohol a mano que sobrio. –Respondió tranquilamente el mago. –Es cuando no le dejan beber cuando se vuelve... “inestable”. Y eso sí que es peligroso, sobretodo cuando hay explosivos de por medio.
-Los dos estáis igual de locos. –Suspiró Óscar girándose a continuación hacia la elfa. -¿Y tú no vas a decir nada?
-A mi me parece más simpático así. –Aseguró Leilány con el mismo tono suave y melódico de costumbre al tiempo que se encogía de hombros. –Al fin y al cabo es un enano, ese es su estado natural.
-No me lo puedo creer. –Pareció resignarse el ladrón. –Soy el único con un mínimo de sentido común del grupo.
-Menuda sorpresa, ¿Eh? –Se rió Héctor al oírle. –Seguro que eso no lo esperabas.
Mientras terminaba de reírse el mago se acercó a los anillos del portal y el resto del grupo lo siguió hasta que todos se reunieron en torno al pedestal que los sostenía. Una vez allí Héctor volvió a girarse hacia sus compañeros y habló ya con tono mucho más serio.
-Hora de ponerse en marcha. –Dijo repasando uno a uno el rostro de cada miembro del grupo. –Espero que estéis listos y que hayáis aprovechado bien la tarde como os sugerí.
-Si no lo están se aguantan. –Respondió la elfa adelantándose a todos con un tono bastante brusco. -¿Podemos irnos de una condenada vez? Me pica todo el cuerpo y no puedo esperar para librarme de esta maldita alergia.
-Enseguida. –Asintió Héctor dirigiéndole una comprensiva sonrisa. –Disculpa, había olvidado tus... problemas. ¿Crees que estarás bien sin la medicina una vez lleguemos allí?
-Perfectamente. –Aseguró la elfa mirando de reojo al ladrón. –Espero que no te ofendas, pero haría falta algo más que “esto” para que tuviese algún tipo de problema aún sin la medicina.
-No es ninguna ofensa, conozco a tu pueblo y sé que tienes toda la razón. –Aceptó con tranquilidad el mago mientras Óscar intentaba comprender si acababan de insultarle o no. –Si tú te sientes en condiciones de seguir tu palabra me parece más que suficiente.
-¿Pero qué le pasa? –Preguntó al fin Óscar cansado de no entender nada. -¿Está enferma?
-Ignorante. –Murmuró con desprecio Leilány para mayor confusión del ladrón.
-¿Has tenido toda la tarde para recabar información sobre este trabajo y ni siquiera te has informado sobre los elfos de luna sabiendo que una de tus compañeras es de esa raza? –Preguntó Héctor con tono completamente serio. –Me decepcionas novato, no es propio de alguien de tu gremio descuidar esos detalles.
-¿Por qué voy a investigar sobre algo que vosotros ya sabéis? –Insistió Óscar.
-Porque nosotros no vamos a perder el tiempo explicándote cosas que consideramos “cultura general” –Respondió el mago. –Ya no eres un niño para que tengamos que enseñarte a comportarte.
-Está bien, déjalo. –Pareció darse por vencido Óscar. –No quiero saberlo, por mí como si se muere.
-El sentimiento es mutuo. –Aseguró Leilány con un tono curiosamente alegre al tiempo que entrecerraba los ojos para dirigirle una mirada casi infantil.
-¿Puedo saber al menos a dónde vamos? –Volvió a preguntar el ladrón procurando ignorar ahora a la elfa.
-Por supuesto. –Asintió el mago reforzando su respuesta con la cabeza.
Dicho esto Héctor se giró hacia las escaleras que conducían a los anillos y subió con paso tranquilo los tres escalones que las formaban. Una vez arriba sus ojos se dirigieron hacia los murales de la sala como buscando algo y tras unos segundos una de sus manos se elevó hasta colocarse en el espacio entra ambos anillos. Momento en que la voz del mago sonó de nuevo en la sala para pronunciar con tono solemne una única palabra: Artea.
Al instante el hechizo tomó forma frente a la mano de Héctor y un portal idéntico al que había creado en Liláncor apareció entre los dos anillos mostrando en esta ocasión un paisaje completamente distinto al de Talensis o cualquier otra ciudad humana.
-¿Artea? –Se sorprendió el ladrón, aunque por las caras de los demás en esta ocasión él no parecía ser el único que no lo esperaba. –Esa no es la tierra de los Enanos de la Ceniza, ni siquiera está cerca.
-No, en realidad está bastante más lejos de allí que la propia Talensis. –Le dio la razón Héctor para mayor desconcierto de Óscar. –Pero ahí es a dónde nos dirigimos. ¿No era eso lo que querías saber?
-La tierra de los Shidilay. –Señaló Négnar con el mismo tono animado de antes a pesar de su sorpresa. -¡Ja! Menos mal que estoy borracho, sobrio no creo que soportase a esos estirados.
-¿Se puede saber qué se nos ha perdido allí? –Volvió a preguntar el ladrón. –Los Shidilay son incluso peores que esa druida psicópata que nos acompaña. No se relacionan ni con otras razas de elfos, mucho menos con enanos o con cualquiera del valle de los Reyes.
-Pero siguen formando parte de la coalición. –Señaló Héctor sin perder de vista a Leilány por temor a que pudiese responder a las provocaciones del ladrón. –No te preocupes, no nos darán problemas.
-Eso no explica a qué demonios vamos allí. –Insistió Óscar.
-Os lo diré cuando lleguemos. –Aseguró el mago invitándolos con una mano a usar el portal. –Ahora, si sois tan amables... ¿Qué tal si nos ponemos en marcha y dejamos de perder el tiempo?
-¿Por qué no nos lo dices ahora? –Preguntó una vez más el ladrón con tono ahora bastante desconfiado.
Héctor suspiró nuevamente al oír aquella pregunta por enésima vez, bajó de las escaleras como si fuese a hacer caso al ladrón y se giró hacia él para decir algo más.
-Sencillamente porque si lo hago seguramente tendré que explicaros también mis razones para hacer eso si quiero que crucéis el portal. –Explicó con voz casi cansada. –Y prefiero hacer eso mientras caminamos hacia nuestro destino en lugar de estar perdiendo el tiempo junto a un portal que de todas formas acabaréis cruzando. ¿Queda claro ahora?
-No. –Negó Óscar con tono desafiante. –Si es tan importante prefiero saberlo antes de meterme en ningún portal.
-Me alegra que por una vez demuestres un poco de prudencia. –Asintió Héctor como si le diese la razón. –Pero desgraciadamente ahora que estás tan cerca del portal eso ya ha dejado de tener importancia.
-¿Cerca? –Repitió Óscar visiblemente desconcertado. -¿Qué quieres decir con...
-Quiere decir calla y a dentro cachorro. –Lo interrumpió Négnar hablando de pronto a su espalda. –Y sujeta bien tus cuchillos no los vayas a perder por el camino.
Al tiempo que decía esto, y antes de que Óscar pudiese siquiera reaccionar a pesar de su agilidad, Négnar lo cogió por la espalda con ambas manos y lo levantó en el aire sin el menor esfuerzo para llevárselo hacia el portal ante la sorprendida mirada de Leilány y la más que evidente sonrisa de Héctor.
-¡Suéltame ahora mismo! –Protestó Óscar agitando los brazos para soltarse. –Te digo que me bajes, ¡¿Es que no me oyes?!
-Pero que ruidoso eres. –Suspiró Négnar deteniéndose justo frente al portal. –Hasta ahora cachorro, cuidado con el escalón al llegar.
-¡Ni se te ocurra! –Trató de defenderse Óscar al notar como el enano lo balanceaba en el aire apuntando hacia el portal. -¡No vayas a.... ahhhhhh!!!
Sin el menor reparo a pesar de los gritos de protesta del joven humano Négnar soltó finalmente a Óscar arrojándolo de cabeza al portal y su cuerpo se perdió entre la luz del mismo casi al mismo tiempo que el eco de sus gritos se apagaba entre las paredes de la sala. Hecho esto, el enano dio un paso adelante y entró al portal tras despedirse con una mano de sus dos compañeros.
-Dos dentro. –Dijo Héctor dirigiendo su mirada hacia Leilány. –Supongo que a ti no hará falta darte ningún “empujón”, ¿Verdad?
-Puedo ir solita, gracias. –Asintió la elfa con aquella sutil e inocente mirada que resultaba siempre tan sospechosa en ella. –Además, seguro que tú necesitarás las manos para este trabajo, no sería buena idea que lo intentases.
Consciente de que Leilány hablaba completamente en serio por inocente que pudiese parecer su mirada Héctor simplemente sonrió, se apartó a un lado para dejarla pasar y solo cuando ella desapareció entre el óvalo de luz se decidió también a entrar en el portal.
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