¿Dónde va Vicente?
Guardado en: Artículos 2009, Artículos en La Opinión — 14 Marzo 2009 @ 6:00
Existe un peligroso concepto de verdad que se refleja en el siguiente enunciado: “Verdad es lo que la mayoría dice que es verdad”. Este concepto sociológico de verdad está muy difundido y, sobre todo, está potenciado a través de la televisión. Se podría definir también de este modo: “Verdad es lo que todo el mundo sabe porque se ha dicho en la televisión”. Obsérvese que se ha dado como argumento sobre la existencia de Dios el hecho de que muchos seres humanos, a lo largo de la historia, hayan creído en esa existencia. ¿Cómo iban a estar tantísimas personas equivocadas?, se argumentaba.
Leí en su día en la prensa, expresado con gran euforia por los cronistas, que el encuentro de Benedicto XVI con la juventud celebrado en Australia había sido la mayor concentración de jóvenes de la historia. Se esconde debajo de la noticia un intento de persuasión del lector. No pueden equivocarse tantas personas simultáneamente. Si se concentran tantos chicos y chicas convocados por un anciano Pontífice es que la Verdad los atrae. No se puede dar un error tan compartido y tan generalizado. ¿Por qué no? Durante siglos todo el mundo creía que el sol giraba alrededor de la tierra.He visto utilizar ese mismo argumento en situaciones más pedestres:
- Mira, ese restaurante tiene buena cocina. Siempre está lleno de gente.
Puede ser que no. Puede ser que todos hayan acudido porque se ha puesto de moda ir a ese lugar a través de comentarios muy poco rigurosos.
Un alumno mío del Practicum relata en su memoria que, estando en una clase, el profesor corrigió un ejercicio de matemáticas en voz alta. La forma de hacerlo fue la siguiente. Los alumnos iban dando la respuesta. El no sabía que el profesor había inducido a los alumnos a dar una respuesta equivocada, pero unánime. Y él dice:
- Cuando llegó mi turno yo di la respuesta equivocada porque no me atreví a dar la solución que yo tenía.
Es decir, que el alumno se vio arrastrado por lo que decían los demás, por lo que decía la mayoría. ¿Cómo iban a estar todos equivocados?
El sociólogo Asch realizó hace años unos experimentos en los que pretendía analizar cómo influye la mayoría unánime en un individuo discrepante. El experimento consistía en comparar la longitud de dos rayas verticales con otra de referencia. Uno de los asistentes desconocía el contenido de la prueba. Todos los demás (la mayoría unánime) había recibido previamente la consigna de responder correctamente en los tres primeros casos e incorrectamente en el cuarto. Al llegar este último caso, el experimentador hacía la consabida pregunta:
- ¿Qué línea tiene una longitud más aproximada a la 1, la 2 o la 3?
Todos daban la respuesta equivocada y, al llegar a la persona discrepante, observó tres tipos de respuesta:
a. Se distorsiona la percepción. Es decir que la presión social hace que se modifique un fenómeno físico como es la percepción. La persona discrepante “ve” más parecida la línea equivocada.
b. Se distorsiona el juicio. La persona discrepante ve que la respuesta que están dando es equivocada pero piensa que algo le pasa a él para ver algo diferente: un reflejo, la perspectiva, la miopía que tiene en uno de sus ojos…
c .Se distorsiona la expresión. El individuo discrepante ve realmente la línea correcta, piensa que allí hay gato encerrado, pero no se atreve a dar una respuesta distinta.
Asch introducía algunas variaciones en el experimento. Hacía que dieran la respuesta equivocada sólo los líderes del grupo o sólo los amigos de la persona discrepante. Y analizaba la fuerza del arrastre hacia sus posiciones. Algunas personas, como es lógico, daban la respuesta correcta. Pero no eran muchas. Porque no resulta fácil ir contra la corriente.
Pienso, por ejemplo, en un político discrepante respecto a la mayoría de su partido que se pronuncia de forma unánime; en un profesor aislado que quiere introducir una innovación en su escuela frente a la oposición unánime del resto de los miembros del claustro; en un alumno que quiere mostrarse respetuoso con un compañero del que todos a una se burlan…
Al discrepante se le tacha de tarado, de raro, de extraño, de impertinente, de creído, de tonto, de especial. Como decía aquel ingenioso interlocutor:
- Todos somos raros, menos tú y yo. Incluso tú eres un poco raro.
¿Hasta qué punto nos dejamos arrastrar por las mayorías?, ¿hasta qué punto somos capaces de defender nuestra posición en contextos adversos?
Parece que es el sentido común el que nos hace pensar como todo el mundo. Le oí decir a Eduardo Galeano hace unos días en una entrevista que un psiquiatra amigo suyo definía así la salud mental: “Es un estado transitorio que no presagia nada bueno”.
Existen mitos y errores tan extendidos que todo el mundo acepta como verdades indiscutibles. Tiene que ver lo que digo no sólo con la forma de pensar y de hablar. También sucede con la forma de actuar. ¿Dónde va Vicente?, se pregunta nuestro refranero. Donde va la gente, contesta. Hay quien no sabe divertirse solo, quien no es capaz de organizar por propia iniciativa una actividad. Lo que le arrastra es la masa, la mayoría. Se da por hecho que algo que leen muchos no puede estar mal escrito. De ahí la capacidad de arrastre de los best sellers. De que algo que eligen muchos no puede estar mal elegido. Como si lo que la mayoría hace estuviera, per se, bien hecho. De ahí aquel significativo exabrupto que aparecía en una pintada: “Millones de moscas no pueden equivocarse: come mierda”.
El criterio se puede aplicar a casi todos los fenómenos de una sociedad masificada. Una sociedad en la que el individuo se diluye en la masa. Así, por ejemplo, se considera que un programa bueno es aquel que ven más personas, que un buen periódico es aquel que tiene más lectores y que un buen producto es aquel que es consumido por más clientes. Lo de las moscas.
http://blog.laopiniondemalaga.es/eladar ... a-vicente/saludos