Sentí que el tiempo se paraba y que caía sobre mí como un peso imposible de llevar. Un tren de vuelta me esperaba.
Me diste un beso, sonreíste con ojos tristes y plantado en la vía te quedaste mientras con la mano me decías adiós. Aguanté las lágrimas hasta que no fuiste más que un punto en lontananza y el dolor de ya no estar contigo me invadió. Dentro de mi no paró de llover, horas y horas de furiosa tormenta soporté hasta que el sueño me pudo, único momento en el que no pensé en ti. Desperté y anhelé hacerte el amor, y recordé todas las noches que pasamos juntos, a veces furtivos, mordiendo las sábanas para ahogar los gritos de placer, y para no pensar más en ti ni volver a traer a mi cabeza momentos felices que pudieran desconsolarme más aún, eché la cabeza sobre mi equipaje, cerré los ojos y dormí hasta que la voz de la azafata me retumbara en los oídos. Miré a mi lado, no estabas, aquella no era tu cama, ni era tu voz la que me había despertado. Me pellizqué, esperé un beso, "Buenos días", un "Te quiero", pero inútil fué, el único sueño posible entonces era estar contigo, pero ni soñar pude, y tu nombre, tu voz, tu olor... no pararon de dar vueltas en mi cabeza todo aquel largo viaje.
Y aquí estoy, de vuelta a casa, volviendo a contar días, horas, segundos para poder volverte a ver y decirte que: Sin ti no soy nada.