Como sabe todo el mundo, Germán Yanke, el ex presentador de Diario de la Noche, el informativo de Telemadrid, es un rojo peligroso. Según ha explicado, ha dimitido de su cargo en la cadena por intromisiones políticas. Pablo Sebastián, más conocido por Don Pablo, colaborador del citado programa, y comentarista político, es otro bien conocido agitador de izquierdas. Ha acusado a Esperanza Aguirre de tráfico de influencias y de competencia desleal por favorecer a El Mundo y la COPE, y a Manuel Soriano, director de Telemadrid, le ha llamado “vulgar aprendiz de Goebbels”. Esperanza Aguirre, que es una liberal de tomo y lomo, lo ha aclarado todo: es falso que haya habido una caza de brujas porque el informativo no haya comulgado con la teoría de la conspiración del 11-M; lo que ha pasado por encima de Don Germán y de Don Pablo es un ajuste presupuestario.
Todo tenía que tener una explicación porque los liberales como Esperanza Aguirre odian el intervencionismo, y si nombran a su jefe de prensa director del canal público autonómico es porque el tal Soriano es un animal televisivo de probada independencia. Sólo desde la injusticia puede decirse que ese hombre de la raya a un lado, que tan certeramente comanda Telemadrid, La Otra y la de más allá, es un comisario político que ha llenado la nómina de la casa de los periodistas más afines al Partido Popular y que ha hecho de la información política de la casa una broma mayúscula.
Lo ha dicho Jiménez Losantos de esta mujer inconmensurable: su receta es la libertad. Y no os creáis que este otro indiscutible liberal la piropea porque la presidenta le haya concedido cuatro licencias de televisión digital. No. Esperanza jamás beneficiaría a los de su cuerda, porque el trato de favor no existe en su lenguaje. La presidenta confía en el libre mercado y en el individuo, bien es cierto que en algunos individuos más que en otros.
Lo que ha pasado en Telemadrid está más claro que el agua. Yanke, un tipo de extrema izquierda, activo propagandista de la negociación con ETA y de la definición de Cataluña como nación, había llenado el programa de colaboradores próximos al PSOE como César Alonso de los Ríos, Agapito Maestre, Florentino Portero o el ya citado Don Pablo. Esperanza Aguirre jamás se lo reprochó en la treintena de entrevistas que el periodista le ha hecho en el último año, todas ellas de indudable interés informativo, ninguna de encargo.
Don Germán, ahora se puede decir, era un sectario de izquierdas. Aguirre ha soportado con estoicismo sus furibundos ataques en horas de máxima audiencia, pese a ser consciente de que en las próximas elecciones se juega aspirar no ya la presidencia de la Comunidad sino la sucesión en su partido. Lo hubiera seguido soportando –porque para ella la libertad de expresión es un bien supremo- de no haber habido este inopinado ajuste presupuestario. Si quieren un culpable, que pregunten al contable.
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