Sendas invisibles

Tras trastabillar al chocar contra algo frío y nudoso, se erguió, alzó la mirada y observó en derredor. Un viento frío ululaba a ras del suelo, entre las nudosas raíces de gigantescos y quebradizos árboles, cuyas copas trataban de coger un sol que jamás alcanzarían, sus ramas entrechocaban y crujían, luchando por acaparar la preciada luz.

Entonces se observó, era consciente del lugar al que había sido relegado, oscuro y frío, lejos de las miradas, del calor y del afecto, ignorado por aquellos que solo podían mirar en una dirección; contempló sus manos laceradas de tanto levantarse, sus ropajes rasgados por tratar de trepar, sus pies curtidos de caminar sin rumbo.

Las lágrimas que durante tiempo manaron desde un lugar que no podía alcanzar finalmente se helaron, se hicieron añicos y se tornaron arcos iridiscentes que le hicieron al fin ver más allá.

El don de aquel que camina en las sombras es que puede ir a cualquier lugar, sin raíces menoscabando su voluntad, luz que cegara su razón, corteza que ocultara su identidad en forma de áspera y fría fortaleza. ¿Porqué danzar a un son que no se compuso para él?

Mi hogar son vuestros temores, pues vuestros anhelos ya están en mí poder.

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Ale, un texto ligero y a bote pronto, ahora a dormir
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