Los viajeros sufren una cadena de sabotajes en la red de Cercanías
1. • Adif y Renfe aseguran que se hallaron líquidos inflamables y cables cortados en tres estaciones
2. • La nueva jornada de retrasos, en la que además hubo una avería, acabó con otra ocupación de vía
El annus horribilis de Cercanías se adentró ayer en un laberinto de incierta salida. Se averió primero la red. Fue un incidente, comparado con otros anteriores, menor. La singularidad de la jornada (siempre hay una u otra) fue que en esta ocasión nada más restablecerse el servicio se sucedieron dos casi seguro sabotajes (un incendio, primero, y un corte de cableado, después) que inutilizaron la práctica totalidad de la red. Los pasajeros, cada vez más y más en los andenes, nada sabían de la causa de los retrasos. Es este un dato fundamental para comprender la trascendencia de lo sucedido anoche. Un centenar de viajeros terminaron por ocupar las vías en la estación de Passeig de Gràcia porque temían, con fundamento, que Renfe les dejara anoche colgados en Barcelona sin poder volver a su casa. En resumen: avería, sabotajes y un pasaje que ha optado por abandonar meses y meses de docilidad y pasar ahora a la acción.
La situación comienza a tener un enrarecido aire de ingobernabilidad. Hay algo peor que llegar tarde al trabajo: no poder llegar a casa. Las averías vespertinas cuentan con ese plus de enfado. En ese sentido, los sabotajes denunciados por Adif y Renfe, con o sin intención en la elección de la hora, fueron especialmente dañinos.
OLOR A QUEMADO
El primero tuvo forma de incendio. Se descubrió a las 19.24 horas entre las estaciones de Plaça de Catalunya y Sants. Varios usuarios explicaron que el humo y el olor a quemado llegaba incluso hasta los andenes, lo que causó cierta intranquilidad entre los pasajeros. Los retrasos, que hasta ese instante eran de 15 minutos, en un pispás pasaron a los 70 minutos.
Las llamas, según Adif, afectaron a las instalaciones eléctricas y al cableado de control. El incendio pudo ser sofocado por el propio personal de la empresa gestora de la infraestructura ferroviaria, pero los daños ya eran suficientes como para alterar el paso de trenes. Los semáforos a uno y otro lado del túnel quedaron parados en rojo, de modo que las operaciones se tuvieron que llevar a cabo manualmente.
Ese siniestro, según explicó más tarde la empresa, repercutió en Castellbisbal a través del cable óptico. Fue una pésima noticia, pues se trata de un importante nudo de comunicaciones, en el que se bifurcan las líneas C-4 y C-7.
En Sant Andreu Comtal, por último, se produjo una incidencia más. Todo, además, sucedió en un lapso breve de tiempo. Apenas un cuarto de hora. Ya resultaba sospechoso.
El descubrimiento de material inflamable y otras pruebas cerca del lugar de las averías terminó por convencer a Renfe y Adif de que se hallaban ante un sabotaje en toda regla. Así se lo hicieron saber a los Mossos d'Esquadra, que pusieron en marcha una investigación. Pero no fue su única intervención en el asunto. A medianoche, un grupo de agentes tuvo que mediar para conseguir el desalojo de las vías ocupadas en Passeig de Gràcia. El centenar de usuarios que allí estaban nada sabían de los sabotajes. Como en otras tantas ocasiones, nadie les había informado de nada.