Mariano Rajoy se ha presentado en el congreso al debate sobre su investidura como presidente del Gobierno con un severo plan de ajustes económicos en todas las administraciones, un guión de reformas financieras y laborales, el compromiso de mantener la capacidad adquisitiva de las pensiones y el enunciado de lo que sería una revolución política sobre la etapa anterior: "Mostrar siempre la verdad traiga el color que traiga".
Sin perder un minuto en criticar al Ejecutivo saliente y con unas primeras palabras dedicadas a la memoria de las víctimas del terrorismo que introdujo en su discurso sobre la marcha, el presidente del PP desgranó durante casi hora y media sus rectas previsibles y anunciadas contra la crisis económica y el drama nacional de los más de 5 millones de parados. No hubo grandes concreciones sobre asuntos clave como la reestructuración del sistema bancario, pero sí compromisos claros en los objetivos de contención del déficit, fechas para una reforma laboral que flexibilizará la contratación y detalles traumáticos para nuestra tradición como es acabar con "los puentes".
Rajoy se volcó en presentar su ofensiva contra la crisis económica, pero también hizo un discurso muy político en la petición de unidad y patriotismo a toda la sociedad española y en la oferta de diálogo sin límites y el compromiso de repartir "las cargas" y las consecuencias de tanta austeridad además de poner fin al sectarismo impuesto en las dos últimas legislaturas. "Para mi Gobierno -dijo- no habrá españoles buenos y malos. Habrá españoles, todos iguales, todos necesarios, todos necesarios, todos dignos de respeto, todos capaces de ayudar en la tarea común".
El próximo jefe del Ejecutivo se mostró plenamente consciente de que le esperan momentos duros, incomprensión y críticas. "Soy muy consciente de que no me enfrento a un escenario de halagos y lisonjas. Yo no he llegado a este momento para cosechar aplausos, sino para resolver problemas", proclamó para terminar su discurso ante la Cámara.
Interrumpido por las pensiones
Mariano Rajoy, interrumpido lo justo por los aplausos de sus diputados salvo cuando se refirió al mantenimiento del poder adquisitivo de las pensiones en que le ovacionaron más, procuró hacer un llamamiento general a la sociedad para salir de la crisis y ofrecer un futuro claro a las nuevas generaciones, todo un cambio sobre los hábitos de Zapatero, empeñado en la ingeniería social, la imposición de sus teorías o la ruptura de los consensos constitucionales. "Abordamos una tarea nacional, un empeño que sobrepasa las posibilidades de cualquier gobierno, una responsabilidad a la que convoco a todos los españoles porque a todos nos concierne y todos somos necesarios", dijo el todavía candidato del PP.
Rajoy recuperó el concepto de unidad nacional olvidado en el Ejecutivo durante los últimos años, no sólo para convocar a todos en la misión de hacer reformas, reducir el déficit, crear empleo, corregir el modelo educativo o asegurar la atención sanitaria, sino también para que España se asegure un sitio en el mundo como "un país con prestigio, con crédito, con empleo, con bienestar y con oportunidades".
El presidente del PP apeló constantemente al diálogo con todos porque la tarea del Gobierno -reiteró- no es suplantar a la Nación, "sino coordinar sus esfuerzos y facilitar sus tareas". Rajoy no ahorró advertencias sobre lo que espera a los españoles a partir de ahora, porque el mundo ha cambiado con la crisis, nunca será como el de antes y España se juega su futuro en un escenario global, "más competitivo y exigente".
"Llamar al pan, pan y al vino, vino"
El futuro jefe del Ejecutivo afirmó como uno de sus compromisos fundamentales y del que pretende hacer bandera desde el poder "decir siempre la verdad aunque duela, decir la verdad sin adornos ni excusas, llamar al pan, pan y al vino, vino". A continuación, describió con datos el desastre de nuestra economía, en especial las cifras del paro, en total 5,4 millones de desempleados, un 23 por ciento de la población. Destacó en ese capítulo el hecho de que en los últimos cuatro años la Seguridad Social ha perdido 2,1 millones de cotizantes. "Si no somos capaces de romper esa tendencia se estarán poniendo en peligro las pensiones públicas en nuestro país", avisó.
Rajoy dio por buenos las cifras oficiales de déficit del Gobierno, aunque hasta ahora nadie se las haya creído, y limitó su compromiso de reducción este año a 16.500 millones de euros. "Nos esperan esfuerzos muy exigentes", insistió. Luego pasó a esbozar sin mayor detalle sus objetivos de estabilidad presupuestaria con una ley específica que presentará en el primer trimestre, de culminación de la reestructuración financiera y de reforma laboral de fondo.
En las medidas de austeridad general que anunció para todas las Administraciones, sólo salvó la reposición de personal en el caso de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado "y servicios públicos básicos". Como añadido a las reformas económicas, Rajoy incluyó el anuncio cambios en la ley de subvenciones y otro proyecto de ley "de transparencia". Como estableció en el programa electoral, acometerá la sangría de las televisiones públicas -2.000 millones anuales- con "nuevos modelos de gestión": entrada de capital privado en los correspondientes entes públicos.
El futuro presidente del Gobierno pidió acuerdos y anunció las primeras iniciativas para acabar con el despilfarro y la ineficacia del parcelamiento de competencias y servicios entre las Comunidades autónomas. Propuso que autorizaciones y licencias valgan para toda España, centrales nacionales de compra, concertación general y una "cartera básica de servicios" para todos los ciudadanos en España. Otra reforma que, si la lleva a cabo, sería una revolución frente al proceso disgregador de los servicios públicos que ha marcado el desarrollo del Estado autonómico en los últimos años.
