La ira y el enfado es nuestra carta de presentación. Día a día, la desidia genera ira, la impotencia enfado y frustación; las claves de nuestra insatisfacción son el fruto de la rabia acumulada por la sinrazón de las personas y la limitación de nuestros anhelos. El egoísmo es parte indisoluble de esa contingencia que busca la satisfacción individual de todo lo que nos venden. Una especie de alienación mental que provoca ese odio manifiesto en todo lo que nos rodea: el grito es el valor del más capaz, el insulto el mérito del más "locuaz". Y así nos va...
La paciencia se ha convertido en una "pseudo-ciencia", es una especie de fenómeno paranormal que nadie sabe de dónde puede surgir ni qué la puede generar; para paliar este actitud nos enfundan el traje paramilitar del aborrecimiento, de la crispación y las malas maneras. ¿Para qué despachar cortesía y educación si son valores caducos que no generan beneficios? Mejor la rabia, la cólera personal hacia los otros que son mis enemigos, mis competidores, mis rivales... En un mundo en conflicto permanente, los individuos se enfrentan por una migaja de pan. Y así nos va...
Los valores caen al precipicio de los intereses particulares: "si no me dan lo que busco, los ignoro... Total no me pierdo nada."
La furia es consecuencia directa de la frustración por las expectativas que nos vende la sociedad moderna. Al no cumplirse aquello a lo que aspiramos (que no es más que la plétora de cosas materiales en la que se sustenta toda nuestra vida actual) la ira, la rabia, el dolor por lo que no podemos alcanzar se exterioriza y ocupa todo nuestro espacio vital, nuestra relaciones sociales. Y así nos va...
Un buen antídoto: reírse de uno mismo, relativizar parte del todo del que formamos parte. En el fondo no somos nada, y como tal lo relativo es parte del dominio de nuestra existencia. Lo dicho, a reír un poco. Reír es gratis, no produce efectos secundarios, ni hace falta consultar al médico, ni leer ningún prospecto. Además tampoco produce somnolencia.
Saludos.