Pues nada, como el señor MACleugiM fue mentor en esto del foro "el otro lado" y requiere mi aportación al bien común-forero, dejaré la participación pasiva...
Por cierto: Sergio Alonso, de Oviedo; estudiante de biología durante los meses de febrero, junio y agosto; observador paisajístico-bucólico el resto del año, a poder ser jugando con la verticalidad sobre una moto... Encantado y tal
Lo dicho, os dejo con mi humilde aportación.
"¡Ellos también se sienten solos!"
Mientras esquivaba mezquindad y ruina por las calles, ella siempre miraba directamente a los ojos repudiados. Ellos estaban acostumbrados al rechazo, pero la niña no les tenía miedo, tal vez entendía esa oportunidad que la sustancia para olvidar les daba; también el cobijo de la noche. No era tiempo de volver a casa. Aunque se esforzaba en esconderlo, tenía frío; se movía compulsivamente.
"El vacío en mi alma."
Convertía rápidamente la mueca triste en arrebato violento y se lanzaba sobre las ruedas de plástico, esquivando luces y pensamientos. Brillaban más allá las miradas soñolientas, casi muertas, codificadas por vallas de red metálica y advertencias herrumbrosas. Entre las fogatas ella se habría sentido cobijada, tal vez. Sabía de sobra que dejaba de ser una niña y eso, además de valentía, también le daba miedo. Había encontrado otras miradas últimamente.
"No debería volver."
El esfuerzo roto, en vano. El corazón, aunque muerto a edad temprana, seguía cobijando inocencia y negaba la visión de su hogar corrupto. El mundo se ralentizaba cuando fallecía en esos vacíos de imagen horrenda. Tal vez el entorno siguiese su camino, pero en ella todo se detenía, el cemento discurría menos veloz allá abajo hasta que se terminaba su inercia. La rebeldía moría muy de vez en cuando por el recuerdo insano, pero rápido fruncía el ceño.
"Odio..."
Sabía que debía estar protegida, algo se lo hacía saber. Soñaba con el abrazo; algunos abrazos tenían otras intenciones, pero ella soñaba con ser abrazada. Odiaba al vientre que la había gestado porque a menudo era el sembrado de algunos hombres que ella odiaba. Odiaba su calle de metal y escombro. Odiaba su vida punzante. Odiaba su puerta ruidosa.
"¿Amor?"
No, eso no era amor. No, ella no quería eso. No veía en mamá a una princesa. Ella era el sigilo humillado, los pasos jóvenes y furtivos. Tal vez esa puerta entreabierta fuese un espejo de su futuro. No quería mirar, no quería escuchar. Se escondía de los sentidos allá abajo, agazapada entre los restos que deja tras de sí una vida mezquina.
"Te dije que no vinieras hasta tarde."
Ella de veras sentía que no debía haber venido...
"Sí, es odio."
Prefirió encontrar el reflejo de su futuro en un filo cromado. El color carmesí era tónica en ella, en su pelo, en sus labios y, ahora, en sus manos. Deslizándose hacia el suelo. Como ella.
-ya tiene tiempo el texto... Qué recuerdos. Ahora consumo las horas libres entre las hojas de una pretendida novela. Jodida labor generosa esta de ponerse a teclear. Jodida, como el verbo, por lo tortuoso y la connotación placentera

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