Prado lee (compulsivamente) a Miaka

Miaka siente el amor de una forma pasional y vitalmente adolescente. Sus versos poseen una sinceridad aplastante; la misma sinceridad que nos permite explorar terrenos desconocidos y que tratamos de estudiar por medio de la experiencia directa. No hay nada como vivir aquello que queremos contar, y Miaka trata de vivir una vida llena de contradicciones, insatisfacciones, deseo, placeres ocultos que jamás serán recompensados... hasta la aparición del siguiente poema.

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Ella no se marcha
Yo cada día me alejo más
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A veces Miaka observa cómo se esfuman oportunidades que no dejan de rozarla, de provocar un estado de ánimo al borde del colapso. Es entonces cuando sentimos el engañoso aroma de la resignación, del paso de los días. Y cuando pasan los días, Miaka, puntual como el crepúsculo, comparte con nosotros su reflexión, tejida cuidadosamente desde la experiencia impuesta por los momentos amargos.

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Queria sacarte de mi
Ahora me doy cuenta
lo equivocada que estaba
Ahora me doy cuenta
cuanto te necesitaba
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Las reflexiones de Miaka suponen duros reproches. Miaka analiza cuidadosamente causas y efectos, continentes y contenidos. Medios y miedos. Miaka sabe que, como no podría ser de otro modo, la victoria no está junto a aquellos que hacen todo bien, fríamente y sin emoción. Miaka intuye que sólo se alcanza la sabiduría después de haber errado mil millones de veces. Y tiene razón.

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Te ví, bajando las escaleras, tan majestuoso como siempre. Aun entre tanta gente, se te veía y te miraba. La gente a tu alrededor va incrédula y fría, no sabe que es lo que pasa. Mientras bajas y bajas no dejas de mirarme, tan directo tan tierno, y cuando llegas ante mi, te callas y yo subo la mirada que se encuentra con la tuya, como la unión de cielo y tierra, de pronto, ambos cesamos las miradas, cerramos las ventanas y nos abrazamos, ahora todos miran, miran y murmuran sin explicarse nada. Todos quieren saber ¿Cuándo? ¿Cómo? ¿Por qué?, y el ruiseñor que posado en la ventana callado estaba empieza a cantar, no es como los demás no murmura, no critica, solo canta y lo hace para nosotros, por nosotros.
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Miaka es una caja llena de tesoros. Y los tesoros se guardan con celo para las personas especiales.

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Con lo que le quiero y él aún no lo sabe
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Miaka persigue un ideal lejos de la vulgaridad y el hastío. Miaka persigue al amor porque quiere guardarlo para siempre.

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Aun recuedo...siempre recuerdo

Y mi corazón aun late por tus besos, besos que me diste es fría noche de invierno. Los dos envueltos en la misma manta contemplando la suavidad de las llamas, mirando como se entrelazan, como tú y yo hace tan solo unos momentos, como tú y yo hace un tiempo. Sigo recordando esas frías noches de invierno, los dos en nuestra habitación a oscuras. Solo dos siluetas se distinguen en la noche, de hombre y de mujer entrelazadas entre si, parecen una sola.
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Miaka es capaz de minimizar cualquier tipo de conflicto con la dulzura de una estrofa.

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El corazón acaba dormido
cansado de tanto dolor
tantas lágrimas derramadas
por un sencillo dolor
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Lo mejor de los poemas de Miaka es que están escritos en plural. Un saludo y gracias por hacerme disfrutar:)

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Lo siento, en lo más profundo de mí ser.
Lo siento y me duele sentir.
Siento la distancia, nuestra distancia
veo que te alejas, que la quieres.
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