Una tarde de abril. En un rincón más. Escribo. Me arrepiento, borro y vuelta a empezar. Dejé a Inspiración en el bar, tomando unas cañas con la noche. La miro, desde mi ventana, algo bebida, andando un poco torpe y tropezando en peldaños de realidad. Haciendo eses de rutina y agarrándose a farolas fundidas. ¡Sírveme otra copa! Le dice a la nada... ¡que mañana no madrugo! Y la nada, con aires amigables, harta de hacer de comodín en la baraja de las respuestas, le acompaña a casa, a dormir la mona, sin pensar en nada.