Mírame. Mírame a los ojos y dime quién soy, porque yo ya lo he olvidado.
Me he dejado llevar por el tiempo, y he perdido mi identidad. Me he dejado llevar por el mundo y he vivido pendiente de opiniones ajenas hasta tal punto que no recuerdo cómo soy. ¿Debo ser así? ¿O en realidad soy la proyección de los deseos y las frustraciones de las personas que me rodean? ¿De verdad la gente que me rodea puede cambiar mi destino? No lo se, pero tantas realidades me perturban. Mis sentimientos se desbordan. ¿Por qué debo creer en lo que me dicen? ¿Por qué debo creer en las pautas que me han marcado? ¿En qué es lo que está bien y lo que está mal? ¿No debería ser yo quién lo juzgara? Tal vez es que yo no soy quién para juzgarlo. Pero si yo no lo soy, ¿quién lo es? Y lo que es más, ¿quién decide quienes son capaces de serlo? Si yo tengo sentimientos, ¿por qué he de redimirlos? Son tantas las preguntas que me asaltan y son tan pocas las que puedo responder.
El día a día no deja de ser como una rutina que yo no he decidido, que yo no he elegido, y que yo no he creado. Todo me lo han dado hecho, pero nadie me ha preguntado si yo quería que me lo hicieran. Tal vez sea lo mejor, pero tal vez no sea lo que quiero.
Siempre he de llegar más lejos, y siempre he de de esperar a llegar más lejos para ser feliz. ¿Por qué luego? ¿Por qué no ser feliz ahora? ¿Por qué no disfrutar del presente y olvidarme, aunque sea por un momento, por un instante, del futuro?
A veces creo que el tiempo corre muy deprisa, pero la culpa no es del tiempo. La culpa es de la prisa. De la prisa que tienen todos por que llegue aquello que está más lejos. Y es esa prisa la que hace que se olviden de lo importante que es el mundo que nos rodea. Lo que hace que la gente se olvide de lo bellos que son los pequeños detalles de la vida. Una gota de agua, por ejemplo. Tan simple y tan maravillosa al mismo tiempo. Toda esa luz que se refracta en su interior. Con un poco de suerte, un rayo afortunado producirá todo un abanico de colores al atravesarla. Pero, ¿quién se fija en una gota de agua? Nadie. La gota vive solitaria, a pesar de ser tan sumamente bella.
Y el mundo está lleno de pequeñas gotas de agua irrepetibles, todas distintas. Cada uno tiene las suyas propias. Yo tengo las mías, mi familia, mis amigos, mi niña. Y a veces me da la sensación de que la prisa me hace olvidarme de ellas. Pero ¿he elegido yo tener prisa? ¿O me lo han elegido? A estas alturas ya ni lo se. Tan solo se que quiero un respiro, un momento de calma, para poder disfrutar de mis pequeñas gotas de agua sin que nadie me diga como hacerlo.