Lut. Xiv.destino

Bueno, siento haber tardado tanto en postear el siguiente capi, pero es que las cosas en mi cabeza estaban mu liadas y hasta que he conseguido desdhacer el nudo pues ha pasado mucho tiempo.
Bueno, tambien quiero darle las gracias a Cragor porque sin su ayuda nunca hubiera sido capaz de continuar con este relato [amor] [amor] [amor] (y no me esto poniendo moñas)

Bueno, ahi va...



XIV.DESTINO

Con cada sorbo de aquel asqueroso brebaje, Dharion, se tragaba su gallardía, su orgullo, su arrojo, incluso su honor. Estaba dispuesto a traicionar todo lo que había aprendido, a quienes habían sido sus amigos, compañeros de lucha y penurias, a aquella que había sido su amante, incluso se atrevía a traicionar a la mismísima Aris, y más que a nadie, se traicionaba a si mismo.


“ Se resistía…
La fuerzas le abandonaron como la calidez de la mano que le apretaba.
Se vio esculpida, así misma, en el frío mármol de los designios de tres Semidiosas.
Tres divinidades, cuyos rostros reconocía y cuyos nombres sabía. Luchaba nuevamente naciendo en la piedra sin que sus palabras fueran oídas por nadie y sus auténticos recuerdos se fueran borrando lentamente.
- ¡Nékhan! - gritó en silencio.
El cuerpo fue el presente de la Semidiosa, un cuerpo con las carácterísticas Humanas del que partir…
- ¡Nepher! - chilló sin voz a la sengunda.
El dolor fue su regalo. Las orejas y las manos se deformaron con los dones más preciados de la raza Andor...
- ¡Aruadna! - llamó a la última sin ser escuchada.
Sus colmillos crecieron prolongando la agonía de la transformación… Sus ojos cambiaron, de diferente color cada uno, con los atributos de los Dherhosz, y se abrieron, poco a poco, al recuerdo”

Allí sentado no hacía más que gritar su reniego a todo y a todos, había dado la espalda a sus convicciones, a si mismo sólo por un motivo, sólo por ella, sólo por Hitsys.


“Ella se resistía…
Se revolvía…”

Por fuera mostraba el carma que siempre lo había caracterizado y le había hecho sobresalir entre los demás hombres aunque por dentro la inseguridad le corroía las entrañas. Alzaba su copa para brindar en honor del maldito Netz acompañado por varios Netherlatt y Criaturas de la Noche. Aquellos que había sido sus enemigos desde que tenía uso de razón aquella noche se había transformado en sus compañeros de borrachera.
Su mirada clara se tornó penetrante y cargada de ira, si hubiera tenido el poder necesario lo hubiera arrasado todo en aquel instante, hubiera acabado con todo.
Se contuvo.
Demostró la misma sangre fría que había visto otras veces en Hitsys. Dejaba vagar su mente recordándola en cada sorbo… cuál habría sido su suerte se preguntaba cuando alzaba de nuevo su copa brindando por Netz.

“Se resistía…
Se revolvía…”

El día decisivo despertaba con sombríos colores. El cielo oscuro arroparía al maligno Netz mientras el frío penetraría en los hueso, en las almas…
Un escalofrío recorrió al Dharion tirado sobre una de las mesas de la taberna. Se había dejado llevar demasiado por el alcohol para olvidar quien era, para asesinar su pasado. La sangre de sus recuerdos se había difuminado en su sueño.
Ahora lo sentía, se sorprendió. Ahora podía respirar a Netz y sus intenciones. Se incorporó despacio. A los demás todavía les duraba los efectos del alcohol, pero a él no.
No.
Estaba más despierto que nunca.

“Se resistía…
Se revolvía…”

- Ha llegado vuestra hora, Hija mía - fue lo único que Hitsys pudo percibir del extererior.
Sentía como era transportada sin desearlo. El sonido de la multitud le hizo girar el rostro pero sus ojos se negaban a ofrecerle la visión que acompañaba el griterío de los Netherlatt y las Criaturas de la Noche.

Dharion se abría paso entre todos los que se habían congregado en la plaza, frente a lúgubre edificio donde Netz residía. Algo se estaba preparando, lo sabía demasiado bien. La gente calló subitamente. Una extraña figura oculta bajo oscuras vestiduras apareción sobre el entarimado. Todos los allí presentes cayeron de rodillas casi al momento.
Dharion lo reconoció. El guerrero se humilló ante Netz, incando la rodilla en el suelo para no levantar sospechas.
Los condenados no se resistirían ante su suerte. Cinco prisioneros aguardaban en la tarima a que el verdugo ejecutara su sentencia. Iba completamente de negro con una capucha para ocultar su identidad, en sus manos, algo pequeñas y estilizadas, sotenía el arma con la que daría muerte a sus víctimas.
Se dirigió con paso torpe hasta el primer prisionero. La victima observaba de reojo como aquella oscura figura se disponía a alzar el hacha que separaría su cabeza del resto de su cuerpo. Se limitó a mirarlo con terror y resignación mientras encomendaba su alma a su querida Aris.

La luz alcanzaba sus pupilas. Todo era confuso, borroso. Quietud y demasiado silencio que esperaba, como ella, a comprender algo más.
Los hechos se sucedieron, se precipitaron sin poder detenerlos. Xhassa fue su primera visión nítida, movía sus labios pronunciando en silencio la misma frase que había dicho muchas otras veces:
- Vuestra alma es mía. - ahora si que estaba en lo cierto porque el alma de Hitsys estaba en las garras de la Oscura Dama quien la tenía somentida a los designios de Netz.
Netz también estaba allí, sonriendo macabramente.

El verdugo se retiró la capucha y Dharion respiró aliviado, era ella, era su querida Hitsys, aún con vida. Pálida como la cera, sus ojos habían quedado hundidos en sus cuencas amoratadas por el desfallecimiento.
- Adelante Areg.Nuk.Arak. - habló Xhassa dejando que su voz llegara a todos los oídos- no defraudeís a vuestro Padre.
Dharion se quedó helado, con los ojos abiertos de par en par cuando escuchó la afirmación de la Oscura Dama.
- Hitsys… - pronunciaron los labios del guerrero con triste cariño.

“ Hitsys…” que bien sonaba su nombre pronunciado por él.

Hitsys intentó buscar a Dharion en vano con su mirada, lo único que halló fue a su víctima.
“Un monje Memdor” pronunció su mente cuando lo reconoció.
- ¡¡Muerte al Xarabamath!! - chilló Xhassa.
Cuando Hitsys se dio cuenta de cual era su lugar en medio de aquella locura ya había levantado el hacha sobre su cabeza. Cuando quiso resistirse la sangre ya había salpicado y la cabeza del monje rodaba por el suelo.
La multitud se alzó al unísono con un grito de victoria levantando sus brazos.

Habían sido conducidos hasta Kayss por orden expresa de Netz. Empujados al último rincón de la morada del Señor del Mal aguardaban su final en silencio con la actitud más humilde de la que podían disponer.
El gran revuelo en la plaza llamó su atención. Los prisioneros corrieron a la ventana enrejada intentando ver algo. No era fácil entre tanta gente pero no obstante continuaron intentándolo. Las tres sacerdotisas fueron las primeras en verla, la habían reconocido, era Xhassa, que inclinada hacia delante recogía unas gotas de sangre en una copa.
Nepher se revolvió en los brazos de Kyo.
- Todo se ha terminado… - murmuró Agmenón desalentado cuando descubrió que los prisioneros que iban a ser ejecutados eran los ancianos del Xarabamath.
- ¿Qué quereis decir con eso? - se interesó Gort pues no conocía la verdadera identidad de los sabios.
- Están asesinando al Xarabamath… - respondió pesadamente sin apartar su mirada del horrible espectáculo de la plaza.
La atención del joven habian quedado prisionera del horrible espectaculo por culpa de un sentimiento que le negaba que era verdad lo que sus ojos estaban contemplando.
Alrededor de su mente surgieron un monton de antiugas palabras que le repetian una y otra veza que ya deberia estar preparadado para aquello, pero aún así seguía sin poder aceptarlo.
Nékhan se apresuró a asomarse a la ventana, agarrándose de los oxidados barrotes, llevada por un angustioso presentimiento. La derrrota le golpeó la cara cuando sus ojos la vieron allí de pie, viva y sin ningún daño aparente.
- Hitsys. - pronunció su nombre con toda la furía que le permitía su resignación - Todo se acabado - se dio media vuelta porque era incapaz de ser testigo se aquellos asesinatos- Todo ha terminado - repetía como algo ida mientras se derrumbaba sobre el suelo.
Los monjes y las sacerdotisas también apartaron su mirada de lo que representaba el final para todos los Hijos de Aris y el triunfo de Netz. Se sumieron en sus últimos rezos, no encontrando otra forma más honrada de pasar sus últimos momentos de vida. Los únicos que permanecieron de pie observando y tragandose el horror fueron Gort y Agmenón.
El joven monje ya no veia nada. Su mente le traia el pasado ante sus ojos para ocultarle la verdad, creyendo que así obtendría algun hálito de esperanza, pero de nuevo, supo que estaba en un error. Una vez más, alguien, le gritó desde el recuerdo que ya deberia de estar preparado para aquello.
"No es el final, es el principio"
Resonaba en su mente las palabras que el Xarabamath había repetido tantas veces a sus oidos de estudiante holgazan.

El grito desesperanzador de Dharion se ahogó el la algarabía de la segunda ejecución. A empujones se abría paso entre la gente para llegar hasta ella.

“¡No puedo matarlos!” - chilló Hitsys en su interior intentando resistirse al influjo de Netz.
Lo consiguió. El arma había errado y estaba clavada a unos centímetros de la nariz de una sirviente de Aris que no había dejado de rezar.
- ¿Os gusta hacer sufrir a vuestras victimas? - inquirió Xhassa al lado de la joven verdugo- Bien… - sonrió - la tortura satisface enormemente a vuestro Padre.
Nuevamente el hacha cercenó la unión entre la cabeza y el tronco de la sumisa sacerdotisa.

Esta vez Dharion no gritó aunque sintió como la esperanza se deslizaba hacia la nada arañándole la espalda. Pero lo que más le dolía era ver cómo la propia Hitsys estaba poniendo fin a todo; ella, quien había sido proclamada ante todos como Areg.Nuk.Arak.; ella, quien había luchado más que nadie para poder despertar a Aris; ella, quien era la hija de Netz… ¿Los había traicionado tal y como el guerrero había hecho consigo mismo?

La tercera víctima ya había derramado su vital fluido y su cabeza había caido al barro bajo la risa de Xhassa quien todo aquello la llenaba de gran regocijo y alegría. Enloquecida recogía de cada víctima unas cuantas gotas de sangre en aquella copa que tan fuertemente sujetaba.

El joven guerrero estaba muy cerca. Ahora conseguía verla claramente. Sus movimientos eran demasiado torpes como para pertenecerle, su aspecto demacrado, casí rozando la muerte… Su expresión sobrecogió a Dharion. Hitsys miraba al vacío con los ojos hundidos e inertes.
- Hitsys… - murmuró el joven comprendiendo su situación.

La joven no podía hacer nada, tan sólo dejarse manipular por la crueldad de Netz y el salvajismo de Xhassa que parecía mucho más complacida al contemplar la situación que el mismisimo Dios del Mal.
Lo peor estaba por llegar. Todos los cuerpos del Xarabamath habían sido decapitados y se encontraban bañando la tarima con su sangre. Las cabezas se habían convertido en meros jueguetes en las manos de la muchedumbre que las pataleaba o las lanzaba de un lado a otro en una efervescencia y locura general. La Muerte entregó delicadamente la copa a los labios ocultos de Netz. Bebió despacio al principio pero su ansiedad fue aumentado conforme tragaba el preciado líquido de aquel recipiente.
La copa cayó al suelo y rodó hasta los pies de Hitsys que observaba a su Padre sin poder moverse, sin poder luchar, sin poder huir…
Netz comenzó a revolverse sobre sí mismo como si algo perforara sus entreñas. Sus gritos de agonía eran desgarradores y hacían temblar a la tierra, tambalear a sus fieles seguidores. El viento se enfureció levantando su mano contra todos al desatarse por completo. El poder de Netz se sentía más que nunca. Todos se arrodillaron ante la escena, aguantando la respiración, incapaces de decir una sóla palabra que pudiera interrumpir el espectaculo que el Dios del Mal estaba ofreciendo a sus seguidores.
La Tierra se estremecia y sus sacudidas provocaron el derrumbamiento de algunas construcciones cerca de la plaza, pero todos permanecieron allí inmóviles, sumisos ante el nuevo dueño de la Creación.
Dharion fue el único que permaneció en pie, como desafiando a Netz sin importarle mucho las consecuecias.
“Ahora” - se gritó el guerrero para sus adentros.
Su atención alcanzó a Hitsys, paralizada como una marioneta cuyo dueño a dejado de lado durante unos momentos. De repente reaccionó ante la penentrante mirada de Dharion, las manos de la joven se abrieron dejando caer el arma manchada de sangre.

Una agradable sensación sintió en su cuello, la misma que percibió cuando Dharion le besó la nuca en templo Kerjaid… de repente sus ojos pudieron verlo, de pie ante todos los sumisos a Netz. Estaba serio y su faz había tomado la dureza de una roca mientras creía que sus ojos lograrían traspasarla. Después la osucuridad de nuevo…

Su silencio había sido obra de Netz, o mejor dicho, de su hija, de Areg.Nuk.Arak. Había sabido engañarlos muy bien, a todos… y más que a nadie a ella. Siempre había sido paciente, sumisa a los designios de Aris pero los limites se había profanado y ya no se podía seguir jugando al ratón y al gato con Netz, había llegado el momento de darlo todo, de jugar la última carta y no pensar en las consecuencias. Así lo decidió y así lo hizo Nepher.
- Aris lo tenía todo previsto y nosotros también… - retumbaron en su mente aquellas palabras brotando de muchas voces distintas.
- Lo supe todo, igual que vosotros. - respondió Nepher en su inconciencia, despierta en el limite entre la vida y la muerte.


Todo volvía a la calma con lentitud.
Bajo las oscuras vestiduras empezaba a distinguirse un cuerpo mortal, un rostro en sombras de ojos rojos no reales.
La gente timidamente volvió a ponerse en pie sin apartar sus miradas de lo que estaba aconteciendo en la tarima, donde el Dios del Mal habia tomado una apariencia definida. A sus pies se esparcian los cuerpos decapitados de los legendarios monjes y sacerdotisas que podrían haber provocado su caída. La Muerte a un lado lo observaba ansiosa y maravillada mientras que Hitsys no podia apartar su atención de su Padre.
Netz descubrió su rostro ante sus leales súbditos con una forma definida dentro de la Creación, para que su presencia, y su poder, fueran mas intimidatorios.
Los fieles seguidores del Mal contemplaron maravillados el verdadero aspecto de un Dios. Se mostraba como un hombre joven, de rasgos marcados pero hermosos. Su negro cabello caia libremente sobre sus hombros y espalda hasta casi alcanzar el suelo. Su frente despejada le otorgaba una extraña tranquilidad que contrastaba enormemente con sus ojos rojos. Su forma de mirar era desconcertante porque mas que mirar directamente a las personas podia traspasarlas sin ningun problema. Llegaba a sus pensamientos, a sus inquietudes, y mas adentro, incluso hasta sus almas, si se lo proponia. Su cuerpo continuaba oculto bajo un complicado atuendo de cintas y telas oscuras que se prolongaban desde su cuello hasta el suelo, envolviendolo en toda su altura y pero definiendo su cuerpo elegante, esbelto y mas fuerte de lo que cabria esperar.
Hitsys no podia apartar su mirada de EL. Le parecia una criatura demasiado hermosa como para poder ser el Dios del Mal. Jamas hubiera pensado que Netz tenia esa apariencia o que elegiria un aspecto semejante. En cuanto a su porte y sus movimientos, no cabia ninguna duda, estaba rodeado del mal, y este, de igual forma, provenia de El, de cada gesto y cada pensamiento que podia atravesar su, ahora, mortal mente.
- ¡Loado sea Netz! - gritó un Netherlatt.
Enseguida se le unieron los demás a sus alabanzas entre un gran griterío de hixterismo colectivo. De fanatismo. Netz alzó los brazos, era un simbolo de triunfo, de poder infinito, de haber conseguido su objetivo. Después caminó hasta el borde de la tarima y levantó con una mano el cuerpo de Hitsys para obligarle a mirar a todos vitoreandole.
- Mirad, Hija Mía - dijo en su oído- estaban esperando mi llegada con impaciencia. ¡Mirad! ¡Disfrutad! Jamás en vuestra vida habiáis imaginado algo así ¿verdad? Ser agasajada y obedecida por subditos, fanáticos, locos…
“¡No quiero ser agasajada!”
- Demasiado tarde, Hitsys - dijo Netz - sois mi Hija y ellos lo saben - extendió su mano hacía el público obligándola a mirar -, no podeis resistiros, habeis renegado a Aris ejecutando a los Sabios del Xarabamath, ahora estáis de mi parte.
En ese instante los ojos de Hitsys tropezaron con los de Dharion que le echaba una última mirada antes de darle la espalda y alejarse lentamente entre la multitud.
- Dharion…
- Sí, Hija mia - volvió a hablar Netz - cree que lo habéis traicionado, a él y a todos los demás que habéis conducido hasta mí.
“Por que?” fue lo unico que la mente de Hitsys pudo pensar en ese instante.
Estaba prisionera en la tortura más horrible que se le puede infringir a alguien. Consciente de todo pero manejada como una marioneta por su dueño que se regocija de su triunfo sin importarle nada más que Él mismo.


Era el final.
El tiempo transcurría más despacio de lo que muchos deseaban, deseaba que los acontecimientos pudieran ser saboreados por el gusto amargo del inminente final desencadenando en la derrota de todos los mortales Hijos de Aris.
La Creación no veria un nuevo amanecer incierto, como hasta entonces. El alba traeria consigo la decisión final acerca de todas las razas que poblaban la extension de aquel mundo. Solo el nuevo dia elegiria a los nuevos dueños de todo los dominios de Aris.
Habían caido prisioneros en las garras de Netz quien los habia empujado al rincon mas oscuro y olvidado de su morada, negandoles todo recuerdo de su propia existencia. Su prison eran las paredes de roca y los barrotes que solo podian traspasar sus miradas y sus suspiros de sometimientos por haberlo perdido todo y haberse rendido ante las evidencias.
El aire era espeso, y ni si quiera la ventana abierta a la altura del suelo de la calle consiguia liberar a la celda de ese ambiente enrarecido, húmedo y pesado que los tenía a todos un poco mareados.
Nepher yacia en los brazos de Kyo, quien la sujetaba aún sabiendo que ya estaba muerta. La apretaba contra su pecho soportando las ganas de llorar como un chiquillo, en la oscuridad en que Netz los habia sumergido a todos. Llorar porque era el finall; llorar porque nunca habia sido capaz de confesarle ninguno de sus sentimientos; llorar por el...; llorar por ella...
Los monjes, como llevaban haciendo desde el recuerdo de los viejos tiempos, habian hincado sus rodillas en el suelo para abandonarse al rezo y a la preparación de su alma para el momento de la verdad: la muerte.
La pequeña Aruadna permanecia ajena todo, como la chiquilla que era, a penas entendia lo que sucedia y ya habia caido en los brazos de un sueño reparador.
Los soldados no hablaban, miraban al suelo sin poder hacer nada mas que esperar a que algo sucediera.
Y los sirvientes de la princesa... eran los mas activos en ese momento, sus ojos iban de un lado a otro observandolo todo con creciente curiosidad...
Nekhan, por su parte, se había refugiado en uno de los rincones de la celda, apartada de todos.

La noche se habia extendido sobre todo Kayss con su manto oscuro de malos presagios acerca del destino incierto.
El silencio vagaba por las calles empujando a toda criatura viviente al interior de su morada para hundirse en el último sueño que cambiaria el curso de la Historia de la Creación de Aris para siempre.
A esas horas, cuando la negrura era lo único que la mirada podia ver, él estaba allí. De pie, en medio de la calle principal mirando hacia el final de ésta.
Sus ojos azules brillaban de una forma especial en la ausencia de luz, estaban fijos observando, de nuevo, la majestuosa morada de Netz alzandose en toda su altura para arañar hasta el mismisimo cielo sin estrellas. Sobre sus muros se precipitaba la maldad hacia la tierra, clavando sus garras en lo mas profundo de las entrañas del Mundo de Aris
Pero, a pesar de todo, no precisaba de indicaciones... en aquel instante todo estaba más claro que su mirada dentro de su mente. El edificio era la clave de todo. El antiguo arte con el que los sabios antepasados irguieron aquella construcion era la mayor evidencia para el joven Dharion. Sin embargo, otro detalle, aunque pequeño, pero increiblemente importante, no escapó tampoco a su percepción de la realidad: la ubicación de la construcción.
A simple vista había sido elevado con sus altas y finas torres sobre un ligero monticulo de tierra en el centro de Kayss. Eso era a la vez su simplicidad y su complejidad. Aquel punto, tan, aparentemente escogido al azar, era el origen y el final de todas las cosas en la Creación. El Bien y el Mal siempre habían partido desde allí, y de esa misma forma, siempre se habían vuelto a encontra en la misma morada: El principio y el fin se encontraban cara a cara en su interior.
Un rápido pensamiento asaltó los recuerdos del joven mostrandole que, en otro tiempo, la descomunal masa de piedra negra, retorcida y afilada en la Netz habitaba, habia sido tambien morada de la Diosa Aris. Respiro profundamente para sentir su antigua presencia en una rafaga de aire aun vagando tristemente por las solitarias calles del poblado de los traidores.
El joven fijó su atención a los pies de la monstruosa construcción para asegurarse de la situación a la que había decidido enfrentarse olvidandose de todos y de sí mismo.
No habían antorchas encendidas. Todo estaba en calma y con un silencio tan profundo que lo único que conseguia oir era su propia respiracion, lenta y pausada. Pero, eso no significaba que no hubieran guardianes custodiando la entrada del lugar.
De hecho, su mirada tropezó con varias Craituras de la Noche dispersas alrededor de los muros y aferrados a estos en extrañas posturas. En un primer momento pensó que tan solo eran estatuas para ahuyentar a los más atrevidos y curiosos, pero en su caso no funcionaria.
Sonrió porque no le costó adivinar la estratagema de Netz.
El Dios del Mal se creia tan seguro en el interior de sus dominos que parecia no importarle que cualquiera se aventurara a inrrumpir en su morada. Pero Dharion sabia que las apariencias escondian una mente mucho más perversa detrás. Supo, casi al instante, que las estatuas eran los autenticos guardianes. Mucho más fieros y celosos de guardar las puertas negras de la edificacion de lo que nunca nadie en Kayss hubiera imaginado.

La mente de Nekhan se negaba a aceptar lo que estaba ocurriendo sin oponer resistencia. Se habia refugiado en el rincon más oscuro de la celda y tenia su cabeza enterrada entre sus rodillas, tanto como lo estaba su alma en la tristeza.
Intentaba soportar toda la oleada de sentimientos derramandose sobre ella como un jarro de agua fria.
No pudo evitar que sus ojos se humedecieran pensando lentamente en todo lo sucedido hasta el momento.
No pudo impedir que las lagrimas resbalaran por su cara empujando a su cuerpo al estremecimiento de un llanto ahogado entre la tela de su vestido. Abrazaba sus piernas con fuerza intentando abrazarse a si misma tambien, para darse consuelo o esperanza, pero no la hallaba, porque ambas huyeron el mismo dia en que comprendio que Dharion habia dejado de amarla para siempre.
Lloraba por todo y por nada a la vez. Creia que su comportamiento de niña malcriada los habia conducido a todos hasta donde estaban, algo que no podia perdornarse.
Su pecho se compulsionaba por sus pena y nadie en la celda parecia oirla... o no deseaba oirla...

El viento se había detenido aquella noche también para que el silencio le permitiera sentir hasta el látido de su corazón acelerandose lentamente.
Dharion respiró profundamente antes de dar su primer paso en su decisión.
Cuando su pie se posó en el suelo para enlazar con el siguiente paso todo quedo sentenciado en ese mismo instante.
Sintió un leve mareo que no permitió que lo turbara. Entonces todo a su alrededor comenzó a ser lento y pesado. La calle se desdibujaba ante sus ojos como si estubiera borracho.
Sacudio la cabeza confundido intentado enforcar su atención en la puerta de la mansión de Netz. Y en precioso instante percibió percibio cerca de su cuello un agradable calor. Llevó lentamente la mano hacia el lugar, se trataba del colgante que Hitsys le habia dado. Estaba caliente y brillaba envolviendolo en una aureola roja, cálida y confortable que los transportó mas rápido de lo que él creia hasta los pies de la escalinata del palacio.

El tiempo, como lo hizo en otras ocasiones, se detuvo solo por ellas. Solo por las tres deidades que siempre habian velado por las tres razas y que habian sido olvidadas desde el Gran Desastre.
La luz se abrió paso entre la oscuridad...

"- Nuestro último hálito de vida es para vosotras…"


- Os encontrais bien? - interrogó un susurro suave.
Nékhan levantó lentamente el rostro para fijar su atención en el dueño de aquellas palabras. Los ojos de la princesa se abrieron más para intentar distinguir de quien se trataba. Agmenon se arrodillaba delante de ella para mirarla fijamente a la cara con la poca claridad que podia filtrarse a traves de la ventana.
La joven no respondió y el monje sintió como su corazón se rompia en mil pedazos al observar aquella expresión tan triste en el rostro de la princesa. Entonces dejó caer sus hombros pesadamente acompañandolos de un hondo suspiro sin saber muy bien como consolarla.
Hubo un leve silencio mientras los dos se miraban hasta que Nékhan no aguantó más y se abrazó al joven para hundir su cabeza entre la fragancia de los monjes y sacerdotisas que siempre la habian rodeado. Hundió su rostro entre la suave tela de su tunica para sumergirse y buscar consuelo, que siempre habia encontrado, en los brazos de su querida sacerdotisa.
El joven se quedó paralizado, jamás hubiera esperado ese comportamiento de la joven que ahora temblaba aferrada a su cuerpo. Dudó unos instantes acerca de lo que debía hacer. Pero era tal el desasiego que la princesa le transmitia que no pudo resistirse a consolarla, como en otras ocasiones había hecho con Aruadna. Relajó el rostro con una leve sonrisa de tranquilidad que recordaba a la sabiduria y la paz que Nepher era capaz de transmitir. Rodeó con delicadeza el cuerpecillo de la joven y se inclinó sobre ella para susurrarle, suavemente, unas palabras en su oido:
- Llorad tranquila...yo estaré a vuestro lado...
Nékhan se aferró a él con mas fuerza, hundió su cabeza en el pecho del joven hasta que ya no pudo más y se dejó arrastrar por todos los sentimientos que la ahogaban: lloró como nunca lo había hecho antes en toda su vida.
El joven la apretó fuertemente para demostrarle que él velaria por ella mientras intentaba vomitar toda esa angustia fuera de su pequeño cuerpecillo.
Cuando ya no le quedaron mas lágrimas que derramar, ni por ella, ni por Dharion se dejó llevar por el agotamiento en los brazos del monje. El sueño la asaltó relajandola mientras Agmenon continuaba acariciandole la cabeza con cariño, como si se tratara de una niña.

"- Nuestro último hálito de vida es para vosotras…"
Nepher estaba ahora despierta en el destino de la Creación, aguardando el momento en el que pudiera intervenir en la complicada trama que Aris había dispuesto
- Dharion... - susurró la sacerdotisa con sus ojos brillantes y mas vivos que nunca.

Apretó con fuerza el mango de su hacha. No tenia prisa porque todo a su alrededor parecia transcurrir tan despacio que hacia que se sintiera seguro de si mismo. Sus ojos azules miraban friamente, encolerizados por todas las preguntas sin respuesta que tenia en su cabeza y sobretodo, porque ella no estaba a su lado.
Ella...
Hitsys... La única persona en toda la Creacion capaz de arrastrarlo hasta las mismisimas entrañas del mal.
No haria preguntas cuando lograra hallarla... Solo le importaba ella y lo demás eran detalles insignificantes que no le preocupaban en abosulto, ahora que se había asesinado a si mismo... ya nada tenia importancia excepto Hitsys...
Todos aquellos pensamientos lo empujaron aun más en la fe que tenia en su decision y puso un pie sobre el primer escalon que lo conduciria a un enfrentamiento cuerpo a cuerpo contra el mismisimo Netz.
- Dharion... - susurró una voz a sus oidos que reconocio enseguida.
Se detuvo en seco. Abrió los ojos y buscó a su alrededor a su dueña.
- Nepher...? - murmuró al aire en un acto reflejo.
Aguardó durante unos instantes. Sacudió su cabeza porque no era posible que hubiera sido la sacerdotisa. Los había dejado a todos en Mendor y de hecho, la pobre mujer, estaba a las puertas de la muerte.
Luego volvió al silencio de la noche para continuar con su empeño de subir la gran escalinata.

"- Nuestro último hálito de vida es para vosotras…"
La princesa había desenterrado subimante su rostro del pecho del joven, y lo miraba de forma extraña.
- Os encontrais mejor? - interrogó suavemente Agmenon.
- Habeis oido eso? - preguntó la joven en voz baja un tanto nerviosa.
- El qué?
- Esas voces... sonaban muy fuerte y claras... - explicaba Nékhan mientras miraba al suelo sin poder entender lo que estaba ocurriendo.
- Qué decian esas voces? - interrogó suavemente Agmenón pero con seriedad y preocupación.
- Nuestro último hálito de... de vida... será para... vosotras... - lo miró fijamente - No lo entiendo...
El monje suspiró pesadamente, él si que entendia aquella frase y aunque no la hubiera escuchado sabía perfectamente quienes habían hablado.
- Sabeis lo que significan esas palabras? - interrogó la princesa con incertidumbre en la voz.
- He de deciros, muy tristemente, que si...- susupiró dejando que un remolino de emociones y recuerdos se apoderaran de su cabeza.
Hubo una larga pausa que puso más nerviosa aún a la joven.
- Habladme, por Aris! - exclamó ella impacientandose.
Agmenón tragó saliva. Cogió las manos heladas de la princesa entre las suyas y las apretó con fuerta armandose de valor para responderle.
- Esas voces... - miró al suelo porque en un primer momento no se sentía capaz de afrontar la mirada de Nékhan - si no me equivoco, son de los sabios del Xarabamath...
- Pero si estas mañana... - no fue capaz de concluir la frase.
- Si, esta mañana han sido ejecutados - suspiro él de nuevo abatido -, pero solo sus cuerpos...
La princesa lo miraba interesada ante sus explicaciones, por lo que el joven decidió seguir tras un leve pausa.
- Lo que habeis oido, son las voces de sus almas, que aún tienen el poder suficiente para despertar a Areg.Nuk. Arak - añadió.
- Pero Areg.Nuk. Arak es Hitsys... y está de parte de Netz...!!!! - exclamó la princesa atropelladamente porque los acontecimientos se agolpaban en su cabeza de una forma desordenada.
- Porque aún no ha despertado... - dijo el monje intentando contrarrestar la excitación de us interlocutora.
- Y cómo puede despertarse?
- Sólo el Xarabamth puede hacerlo....
- Cómo? - apretó fuertemente las manos del chico exigiendo una respuesta clara y coherente.
- No lo se...- bajó la cabeza tristemente - He de ser sincero con vos, Nekhan, mis conocimientos sobre el Xarabamth siempre han sido muy extensos. - hizo una leve pausa para volver a mirarla nuevamente con tristeza- Al igual que ellos, yo sabia que este dia debía de llegar, pero lo que no está en mis conocimientos es cómo solo con sus espiritus podrán despertar a Areg.Nuk.Arak...
La joven se dejó caer abatida una vez más. El monje no pudo más que sumarse a su dolor en aquel instante y dejarse caer junto a la chica.
- Cómo podeis saber todas esas cosas, Agmenon? -preguntó curiosamente ella mirando al vacio de la oscuridad con un tono despreocupado.
La respuesta del chico se hizo de esperar un poco antes de alcanzar los oidos de la princesa. Lentamente contestó con susurros a su pregunta.
- Cuando nací, mi madre, me entregó al cuidado del Xarabamth, en Mendor, para mi educación, así que todos ellos han sido mi familia... - la miró fijamente.
- Entiendo...
- Ellos predijeron su propia muerte cuando yo solo era un niño, y desde ese instante empezaron a prepararse para no abandonar el mundo sin cumplir la misión que Aris les habia encomendado...
- Despertar al Elegido....
El chico asintió con la cabeza.
- Pero algo no ha salido como tal y como ellos profetizaron y es lo que más me asusta...
Los ojos del monje estaban triste al recordar, por unos instantes, los lazos que los unian a los sabios. Hombres y mujeres que le habían ayudado a crecer y lo habían convertido en quien era en aquel momento. Todos sus conocimientos y sus dotes de sanación se las debia a ellos, a los mas sabios de toda la Creación.
- Os encontrais bien? - inquirió la princesa cuando atisbó una luz de nostalgia y de pensamientos tristes asaltando al joven ante ella.
Agmenón reaccionó al instante volviendo a la realidad y mirandola fijamente, intentando esconder su tristeza y su resignación por cómo él pensaba que se iba a desarrollar los acontecimientos.
La mirada del monje resbaló por el rostro de Nékhan hasta algo que habia llamado su atención a su espalda. La princesa no entendia que ocurria, pero sus ojos, tristes, empezaron a abriser exageramente cuando vio como el rostro de Agmenon se comenza a iluminar lentamente y podia ver sin ningun problema ahora sus cabellos cobrizos y esos ojos tan hermosos y penetrantes como los de su hermana. En ese instante la chica giró la cabeza para ver de dónde provenia esa fuente de luz.
Todos los demas en la celda tambien miraban hacia allí. Al otro lado de los barrotes de su prisión a media altura, había aparecido una luz amarillenta, poderosa y cálida.
- Xarabamath... -susurró Agmenon sorprendido poniendose en pie sin dar crédito a sus ojos.
La princesa ya había quedado prendada de esa luz y no podia hacer nada para remediarlo. Lentamente se separó del joven para caminar hacia el limite de la celda, donde los barrotes le impedirian acercarse mas a esa luz, a esa presencia que les traia un poco de paz.
- Qué es eso? - escuchó como Gort preguntaba un tanto asustado, pero a ella no le importó.
Alguien en la celda respondió pero ella ya no pudo oir nada más. Susurros corríán alrededor de sus oidos que ahora, también habían quedado prisioneros de la hermosa y cálida luz que la arrastraba hacia ella sin remedio.
Siguió con su paso torpe hasta que sus manos se agarraron a los oxidados barrotes y sus ojos quedaron prisioneros en aquella luz. Sus pupilas se habian hecho diminutas, apenas dos puntos negros en un mar de color azul. Su expresion, en unos primeros momentos de asombro se fue relajando lentamente hasta una mirada al vacio.
No sabia porque, pero el observar aquella luz le era agradable y a la vez triste. Una nueva lágrima rodó por su rostro. Lo único que ahora veian sus ojos era como él se marchaba de sus brazos, de su vida de su mirada... y se hundía en la nada sólo por Hitsys.
Lo deseó, quiso volver a rodearlo con sus brazos y apretarlo contra su pecho con toda su fuerza y que él respondiera a su amor, asi que tan sólo pudo llamarlo:
- Dharion... - murmuró suavemente la princesa con su recuerdo en sus ojos.

El guerrero ya habia subido la mitad de la escalinata con la misma calma y sangre fria que lo habia conducido hasta alli, hasta aquel momento y hasta aquella situacion.
- Dharion.... - un nuevo susurro lo detuvo en seco.
- Nékhan? - miró al su alrededor bucando a la joven - Sois vos?
Sus ojos azules observaban friamente su entorno. Receloso de lo que había oido no descartaba que pudiera ser alguna estratagema de Netz.
Apretó con fuerza el mango de su hacha dispuesto a reaccionar velozmente, pero no hubo nada ante lo que actuar. Solo silencio, y ese color rojizo que lo envolvia con un poder que nunca antes había conocido. No provenia de Netz, lo sabía demasiado bien, pero de esa misma manera, tampoco provenia de Aris.
Sacudió su cabeza una vez más para deshacerse del recuerdo de la voz de Nekhan en el viento llamandolo, como otras veces lo había hecho en Oruk.
Y continuó hacia adelante...

"- Nuestro último hálito de vida es para vosotras…"
Aruadna abrió los ojos de repente.
Se incorporó de un salto ante la mirada de sorpesa de Agmenon y los demas monjes y sacerdotisas.
- Aruadna... - susurró el joven monje Mendor.
La niña no dirigió su gracioso rostro hacia él, como hacia siempre que la llamaba cariñosamente. No escuchó como el joven, quien siempre había cuidado de ella, volvia a llamarla una y otra vez conforme ella quedaba prendada por la luz del Xarabamath al otro lado de los barrotes de la celda.
Los ojos de la chiquilla se abrieron exageradamente antes de asentir con la cabeza levemente, hacia aquel punto, siendo capaz de entender la radiación de distinta intensidad que estaba ocurriendo en el foco luz, como un sistema de comunicación privado entre ella y el Xarabamath.
Entonces corrió hacia la luz.
Sus manos agarraron los barrotes con fuerza quedando su cuerpo alli detenido sin poder avanzar más. Pero su alma, blanca y pura, como correspondia a una niña de su edad, atravesaba el metal oxidado convertiendose casi en un fantasma.
Corrió veloz como el viento hacia la osucuridad, alejandose de la luz del Xarabamath.
- Que ha sido eso? - exclamó Gort.
Los acontecimientos ya escapaban por completo ante la visión de los no instruidos en las palabras de Aris.
Mientras que los monjes y sacerdotisas, aunque sorprendidos, aceptaron sin dudas lo que acababan de observar como parte de los designios de Aris, los demás, soldados y los sirvientes de la princesa, no pudieron más que aterrorizarse ante la contemplación de dichos sucesos.


- Dharion... - la voz de una niña, bastante familiar, reclamaba su atención.
Esta vez la voz había sonado más clara y cercana. Y él, una vez más giró con esa mirada desconfiada buscando a su dueña.
Se tropezó con ella sin apenas darse cuenta. Aguardaba sonriente a los pies de la escalinata, con una mirada tan adulta hizo estremecerse al guerrero.
- Qué es lo que haces tu aqui? - fue lo que el joven preguntó con una voz bastante ruda.
Era Aruadna quien estaba ante sus ojos y no respondió.
Tan sólo amplió su sonrisa notablemente hasta ser capaz de mostrar los colmillos que caracterizaban su raza.
El joven al contrario, endureció su expresión haciendola más sombria y desconfiada.
A esto, la niña respondió levantando lentamente su brazo para señalar un punto en concreto en la espalda del chico.
En ese instante, Dharion, no dudó de ella, se vió empujado a girarse instintivamente confianzo ciegamente en que la advertencia de Aruadna era seria y preocupante.
En su giro apretaba, sin apenas darse cuenta, su arma, preparandose para el enfrentamiento, que ya de antemano, sabía que iba a tener en el instante en que acabara su giro. Sus sospechas no tardaron en convertirse en realidad cuando observó como uno de los guardianes, que antes había creido estatuas, ya caia sobre él con las mandibulas abiertas y las garras preparadas para destrozar su carne.
No pensó, solo se guió por instinto, un sentimiento más fuerte ahora que su entorno se coloreaba con ese color rojo sangre; un sentimiento que le recordó a ella nuevamente, con el olor del fluido de la vida derramandose por el espacio cuando su arma partió en dos a la criatura que caia sobre él.
Retomó su posición de guardia dispuesto a liberar todo lo que estaba contenido en su interior sobre los demás guardianas.
No hubo nada, solo silencio. Hasta que las estatuas empezaron a moverse cobrando vida por obra de los mandatos del Señor del Mal.
Su numero aumenta conforme transcurrian los segundos, incluso las mas diminutas, que si creyó que formaban parte de la decoracion, pero estaba en un error.
Sin desearlo se vio ante casi un pequeñ ejercito de Criaturas de la Noche apostados ante la entrada, dispuestos a lo que hiciera falta para impedirle su entrada.
- No seais estupido, Dharion... - una vocecilla habló a su espalda.
- ¿Que? - miró a Aruadna a los pies de la escalinata sorprendido por el tono de sus palabras.
- No teneis ninguna posibilidad contra todos ellos... - sonrió demostrandole que estaba en lo cierto.
- Da igual - respiro fuerte el joven devolviendo su atención a los monstruos cada vez más cerca - por lo menos moriré luchando.
- ¿Acaso no quereis ver a vuestra amada Hitsys?
El guerrero giró la cabeza hacia la niña sorprendido antes sus palabras. Cómo podía saberlo? ¿Cómo podía saber que él estaba allí por Hitsys?
- Seguidme - ordenó con un tono que no permitía una negación.
Las Criaturas de la Noche se abalanzaron sobre él pero en ese instante una luz muy poderosa provinente de la pequeña Aruadna los cegó a todos dandoles tiempo para huir.
Dharion no sabia porqué pero seguia a la chiquilla entre las casas del poblado de los Netherlatt. Para ser tan pequeña corria demasiado deprisa, y el guerrero se esforzaba por no perderla de vista en ningun momento.
Aruadna se detuvo en la parte mas oscura de Kayss y giró hacia el guerrero sonriendo con una mirada de complicidad que solo podia poseer un adulto.
Aquello no le gusto en absoluto al joven y se detuvo en seco.
- ¿A qué estais jugando? -inquirió desconfiado.
A pesar de la negrura la chiquilla resplandecia mostrandose perfectamente a los ojos del chico.
- Dharion... - se limitó a responder- seguidme....
Dicho esto una puerta tras ella se brió, y dando varios pasos hacia atras, la niña cruzó el umbral sin dejar de mirarlo sonriente.
Dharion dudo unos instantes, miró hacia arriba y la negrura le mostró que la puerta que se habia abierto lo conduciria a las entrañas de Netz. Suspiró y apreto el mango de su arma una vez mas antes de dar los pasos hasta la puerta.
Detenido en el umbral vio a Aruadna en el interior aguardando pacientemente. Miró al suelo sin decidirse.
- Os ayudaremos a encontrar a Hitys... -dijo la chiquilla para apresurar la decisión del joven.
El guerrero la miró de nuevo, la desconfiaza era lo que podia leerse en el rostro del joven, a quien no le gustaba en absoluto nada de lo que estaba ocurriendo.
Miró al frente, y solo una palabra resonó en sus oidos "Hitsys", y el recuerdo de ella le empujó a cruzar el umbral, el limite entre el exterior y el interior de su vida.
- No tengais miedo, Dharion -dijo Aruadna junto a él.
El joven giró la cabeza para mirarla nuevamente sin fiarse en abosoluto.
- No tengais miedo...-volvió a repetir sin que eso lograra tranquilizar más al chico.
- ¿Dónde está Hitsys? - fue lo único que preguntó seriamente.
Aruadna sonrió y echó a correr de nuevo sin reponderle.
- Esperad!
No sirvió de nada.
A pesar de la oscuridad...
A pesar de la maldad que podía sentir a su alrededor...
A pesar de todo eso corrió tras ella de nuevo.
Prácticamente a través de una nada absoluta, carente de formas definidas, se deslizaba la grácil silueta de la niña. Siempre permanecía a una distancia prudencial del joven, y sus risas, inocentes, lo arrastraban por el interior de la morada de Netz.

Había estado corriendo largo rato tras la chiquilla y ahora empezaba a sentirse cansado y molesto. Cambió su carrera por un paso apresurado porque ya le faltaba el aliento. Estaba enfurecido por perseguir el cuerpo fantasma de una niña de la cual tan solo conocía el nombre. Pero cada vez que la idea de detenerse y seguir por su cuenta lo asaltaba recordaba porqué estaba allí y el autentico motivo por el cual aún la seguía: Hitsys...
El pensar en ella le daba las fuerzas para continuarr y para desterrar el miedo de su cuerpo. No había tiempo para esos sentimientos insignificantes. Debía centrarse en su objetivo y era encontrarla.
Una de las cosas que más había extrañado al guerrero había sido que durante toda su intrusión en la morada del Señor del Mal no habían hallado a ningún guardián, como era de esperar.

El joven supuso que Netz se sentía demasiado seguro de si mismo y de su poder sobre las sombras. El Señor del Mal había depositado su fe en que ningún loco se atrevería a aventurarse en el interior de sus dominios con el ejercito de estatuas que lo rodeaban velando por la seguridad de su Amo.
Pero, de esa misma forma, le sorprendia el hecho de Aruadna hubiera conseguido introducirlo en el interior de la fortaleza con tanta facilidad.
Aún así, habia algo allí que lo hacía desconfiar, que no le permitía sentirse tan seguro como podría estarlo. Era una sensación de angustia, aunque aquel halo rojo que envolvia su mirada, sus movimientos y sus pasos, intentaba mitigar esa sensación de desasosiego por el presentimiento de algo incierto.
La niña siempre le llevaba la misma ventaja desde que se encontró con ella. Ahora se había detenido y lo miraba con sus enormes ojos Dherhosz, al final del pasillo, donde una suave claridad se había hecho visible.

El Xarabamath iluminó a Dharion.
Él había cambiado por completo.
Nékhan fue la primera en reparar en él y en su cambio. Había perdido esa dulce serenidad por una expresión seria, dura, y una actitud muy distante. Y sus ojos... la princesa no reconocía aquellos ojos azules que la habían enamorado, ahora estaban ensombrecidos, y su forma de mirar solamente conseguía ponerla nerviosa.
Sus ropas habían quedado reducidas a un montón de harapos sucios a causa del viaje y de todos los combates por los que había tenido que pasar, pero aún así, su porte era impresionante. Seguia sujetando con fuerza su hacha de guerra, mellada y manchada de sangre, por tanta lucha.
- Dharion! - exclamó la princesa.
Aruadna corrió de nuevo alejándose del guerrero.
Atravesó los barrotes y se introdujo en su propio cuerpo para regresar con un largo suspiro.
- ¿Qué haceis aquí? - preguntó el guerrero acercandose a los barrotes de la celda.
Puso su mano sobre la de la princesa suavemente. En ese instante, cuando sus pieles estuvieron en contacto, ella sintió una descarga desde su mano hasta su mente. Sus ojos se abrieron mirando al vacío cuando una multitud de imágenes asaltaban su mente sin apenas darle tiempo a entenderlas o relacionarlas.
- ¿Estais bien? - preguntó el guerrero.
La princesa no contesto. Su mente ya no estaba allí sino prisionera de la multitud de recuerdos que el joven tenia en él y que ahora mostraba a la princesa sin ser consciente de ello. Mientras, Nékhan, no sabía el motivo por el cuál estaba observando todo aquello que eran retazos de vivencias pasadas de Dharion, pero que no tenian nada que ver con Oruk a pesar de que él había vivido siempre allí.
- Cuando os marchasteis las Criaturas de la Noche nos encontraron - dijo Kyo desde el suelo aún, con Nepher entre sus brazos.
- ¿Sabeis algo de Hitsys? -se apresuró a preguntar mientras retiraba su mano de la de la princesa.
- No... - respondió Agmenon suavemente.
Súbitamente las imágenes cesaron y la princesa pudo volver a mirar al guerrero.
- Si! - gritó ella llevada aún por su amor hacia él, aunque le hubiera mentido para dejarlo marchar por el bien de todos - Esta de parte de Netz...
Dharion bajó el rostro y sonrió tristemente antes de hablar.
- Eso ya lo se... pero es algo que realmente ya ni si quiera me importa - suspiró mirando hacia arriba.
- ¿Cómo podeis decir eso, Dharion? - dijo Nékhan dolorida - Ella se ha convertido en nuestra enemiga también.
- Nékhan - la miró fijamente con esa nueva expresión que consiguió aterrorizarla - os he dicho que es algo que no me importa.
Hubo un largo e incómodo silencio.
- Bueno.... - dijo Dharion - Voy a sacaros de aquí....
No se detuvo a pensar lo que iba a hacer. Tan sólo miró la cerradura de la puerta de metal, se alejó un poco, arqueó su cuerpo y tiró hacia atras su arma para asestar un poderoso golpe. La hoja de su arma se introdujo en el hierro fácilmente y partió en dos mitades el cierre de la puerta para luego, seguir con su enérgica trayectoria y acabar incustrada en el suelo varios centímetros.
Todos los presentes no dijeron nada pero la sorpresa los asaltó cuando contemplaron el espectáculo. Ningún hijo de Aris hubiera sido capaz de tal hazaña.
- ¿Cómo habeis hecho eso? - interrogó Kyo torpemente.
Dharion lo miró y no dijo nada al respecto. Despues sacó su arma de la grieta con un movimiento muy enérgico.
- Ahora ya estais libres... - dijo tristemente mientras se daba la vuelta - Haced lo que querais, yo voy a buscar a Hitsys.
- Nos abandonais... - afirmó más que preguntó Nékhan corriendo hacia él.
Cuando llegó a su altura lo cogió del brazo exigiendo una explicación. El se detuvo pero sin mirarle a la cara. Aquellas palabras habían agitado sus recuerdos: el había hecho esa afirmación, no hacia mucho.

"- ...Nos abandonáis... - afirmó más que preguntó el individuo.
- Sí. - confirmó Hitsys, ante la mirada tranquila y clara del guerrero - No permaneceré en un lugar donde nadie cree en mi palabra y se me juzga a la ligera."

- Es por ella... - afirmó más que preguntó Nékhan dejando caer los brazos pesadamente porque ya sabía la respuesta aún con ausencia de ésta.
El guerrero tragó saliva y miró al suelo antes de dar un paso.
- Dharion! - la voz autoritaria de Kyo lo detuvo esta vez - No podéis abandonarnos ahora... Si os marcháis moriremos todos...
Un nuevo recuerdo oprimió el corazón del guerrero porque él también hizo esa afirmación una vez:

"-No podéis abandonarnos ahora... - sus profundas palabras atravesaron el corazón de Hitsys, su lástimera voz se había convertido en una suplica dolorosa que le impidió permanecer impasible ante él - Si os marcháis moriremos todos..."

Dharion se giró.
Con su nueva expresión, dura y distante se limitó a recorrer uno por uno los rostros de todos ellos, quienes apenas podian sostenerle la mirada, era demasiada extraña y conseguia helar la sangre...
- Voy a buscar a Hitsys.
Dio media vuelta y desapareció entre la oscuridad de los calabozos sin que nadie pudiera hacer nada para impedirlselo.
No te lo mereces después de la espera brutal que nos has metío entre este capí y el último que has puesto, pero weno, algo se puedecir de élXD.

En fins, centrándonos en el texto, el principio es bastante bestia, para qué negarlo, pero luego el capítulo cambia mucho y se hace más llevadero. Dharion POR FIN deja de ser un nenaza rubiales sin w.... estoo, coges la ideaXD y reacciona un poco, Hitsys, bueno, sabes que nunca fue santo de mi devoción[poraki] y mi adorada Nehkan ha encontrao ande agarrarse, que lista que es la niña [amor].

Coñas aparte, bien escrito, con un principio que puede tirar patrás a muchos lectores como ya te he dicho pero que si lo pasan engancha bastante. A VER SI LA ACABAS YA LEÑE.XD.

P.D. De gracias na, yo no hago ná y tus dibujos para mis personajes son impagables, encima ayudas en el diseño de las ropitas de las niñas, si no fueses tan mala gaita te diría que eres un sol[poraki]
Muchas gracias por responder [risita] ... despues de no se cuanto tiempo nadie se habia dignado a escribir nada [triston].
El principio te parece bestia?
Pues espera a los siguietens capis ein?
Que yata acabá!!!!! Que ya lo sabes!!!! Pero no vi a postear todos los capis juntos, la semana que viene otro nuevo ;)

PD: Que tengo mala gaita? [agggtt]
Ninguno no ha tenido tiempo, pero promete leerlo, y mi hermana también tiene ganas, en cuanto pueda te comento. :)
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