XIII. METAMORFOSIS
La decisión estaba tomada.
Él también haría su última locura antes de que su Mundo sucumbiera a los pies de Netz. No era un cobarde, jamás lo había sido, y se enfrantaría a todo por Hitsys. El colgante en su mano le recordaba una y otra vez a ella, su muda afirmación, su extraña huida…aquella joven parecia tener la necesidad de salvar la Creación a toda costa, como si la responsabilidad de lo que estaba ocurriendo fuera suya…Era extraño, pensaba Dharion echado en el suelo, Hitsys se había sacrificado por todos los Hijos de Aris voluntariamente… No había pensado en si misma, sino en los demás…Se incorporó sobresaltado con los ojos muy abiertos, arropado en la calma de la noche mientras todos descansaban.
No podía ser, se negaba a creerlo mientras miraba fijamente aquel amuleto en sus manos, le gritaba la verdad que todos los Hijos de Aris habían estado buscando desde tiempos inmemoriables.
- Hitsys… - susurró al aire enrarecido de la estancia - no puede ser que sea ella…
Dejó sigilosamente la habitación dispuesto a abandonar Memdor y a todos aquellos que estuvieran allí; lo más importante para él era encontrar a Hitsys.
- ¿También os marchais? - una voz tras de si le hizo girar bruscamente.
Tropezó con el rostro sereno de Nékhan.
- Yo os ayudaré - habló con la misma calma que había visto otras veces en Nepher.
Dharion no dijo nada. Ensilló un caballo y se dispuso a partir. Quiso decir algo antes de abandonar Memdor en el pasado pero Nékhan se anticipó con una sonrisa forzada.
- No digais nada - puso la mano sobre los labios del Humano - ella os necesita más que nosotros…
Dharion espoleó su montura para alejarse amparado en la oscuridad de la noche, Nékhan lo observaba desde la puerta mientras su rostro se desdibujaba en tristeza…
-… aunque vos la necesitais para seguir viviendo…
Algo hizo desviar su atención del guerrero, una sombra pretendía invadir Memdor sin que nadie pudiera hacer nada para impedirlo.
Espoleó su montura ansioso por encontrarla, demasiado obsesionado por la suerte que podia haber corrido Hitsys en manos de los Netherlatt.
Cruzó aquellas tierras que gritaban, como en otro momento gritaron a la extranjera, que los dominios de Netz se extendían sin control sobre su Mundo. El viento le golpeaba el rostro arrastrando consigo los olores del mal, del caos y las risas chillonas de la traidora Xhassa. Ahora las escuchaba demasiado cerca… era como si su aliento de destrucción le susurrara en su oido:
- Morirás en Kayss, maldito Hijo de Aris…
No hubo miedo… silencio de palabras y algarabía de sonidos lo condujeron velozmente hasta allí. La silueta del poblado de los Netherlatt se recortaba en el horizonte. Se detuvo observando su entorno. Nada, no había nada… Su figura era inconfundible en medio de la oscuridad, con la espalda bien erguida, dispuesto para la batalla.
Se revolvió, nervioso, asustado…
Ahora, por primera vez en toda su existencia conocia lo que era el miedo y no podia ocultarlo.
Era él, Netz, Señor del Mal, aquel que reclamaba la Creación, aquella criatura divina, intocable… pero a pesar de todo tenía miedo…
¿De qué?…
¿De quién?…
Sabía que Areg.Nuk.Arak estaba en sus dominios. Lo sentía cerca, muy cerca… demasiado.
La amenaza se cernía ahora sobre Netz, quien se había atrevido a profanar la Creación de Aris materializándose en la realidad. Rugió enfurecido, dispuesto a enfrentarse cara a cara con el descendiente de la Diosa.
- ¡No es posible…! -exclamó una voz desde el rincon más ocuro de la celda.
- ¡Gracias a Aris…!
Una figura enconrvada caminó hacia la ventana, un anciano monje, seguido de otros tantos. Todos con sus miradas atravesando la ventana de su prisión, sus ojos fijos en la oscuridad de la noche. Envelesados permanecieron allí de pie en silencio con las manos apretadas y susurrando sus cánticos en una lengua legendaria.
Ya era de dia cuando Dharion se adentró en Kayss. Su caballo caminaba con paso lento mientras él observaba con el rostro endurecido. Maldecia a quienes habían pactado con los Hijos de Netz, a quienes compartían con ellos una ciudad corroída por el mal. Alzó su mirada hasta el final de la calle, hacia el edificio más alto del poblado.
La luz de un nuevo día se había colado a través de los barrotes de la celda. Bañaba los envejecidos rostros de unos subditos de Aris que continuaban con sus extraños cánticos. Absortos, sin variar su posición en muchas horas, continuaban allí de pie sin darse cuenta de lo que sucedía en la calle. Algunos presos mestizos estaban siendo conducidos hacia allí, hacia la construcción más horrible que sus mortales ojos habían visto en toda su existencia. Aquel punto era el mísmisimo centro del Mal, se podía respirar la presencia de Netz desde fuera de su enormes muros. Un manto de oscuridad cubria sus alrededores y el miedo se hundia en las venas de aquellos que caminaban, contra su voluntad, hacia las puertas abiertas a una nada absoluta. Todos los presos se revolvían, se resisitian a cruzar las puertas porque estan seguros que jamás volverian a ver la enfermiza luz de su Mundo. Todos demostraban su miedo, todos, excepto uno que caminaba con la vista al frente. Su cabellera enmarañada cubria su rostro y tamizaba esa mirada bicolor, fría y penetrante, que siempre había poseido Hitsys. Ahora, más que nunca, su rostro se había transformado en una fría máscara sin sentimientos, artificial y vacia de todo rastro mortal. Sus ropas manchadas y rasgadas cubrian su cuerpo golpeado y herido por la multitud, pero aún así no había perdido su actitud serena y su aspecto que siempre había impuesto un merecido respeto.
La silueta de Hitsys fue la última en traspasar al mismisimo corazón de Netz. En ese instante Dharion la reconoció, aunque estuviera de espaldas y un centenar de personas se interpusieran en su mirada, a pesar de todo, ella le era inconfundible. En el instante en que las puertas se cerraban sintió como algo oprimia su pecho y todo a su alrededor le daba vueltas, su ojos azules dejaron de observar su alrededor para recorrer el tiempo en sentido contrario y volver atrás, de nuevo, a la visión que tuvo Nékhan, en la cual, Hitsys aparecia como una criatura no mortal… Si… eso es lo que él había sentido en ese instante. Fue escupido de nuevo a la realidad e intentó llegar hasta allí abriendose paso entre la multitud… Fue demasiado tarde. Las puertas estaban cerradas y los guardianes de Netz no le dejarian entrar así como así.
Los presos fueron conducidos a una sala sucia y maloliente, con una pobre luz provinente de dos antorchas. Custodiados por varios Netherlatt y unos cuantos monstruos esperaban algo. La oscuridad los envolvia e Hitsys se sentia observada. Los otros mortales no dejaban de temblar, de murmurar cosas, plegarias a Aris o suplicar por su vida… A ella le pareció que hacian demasiado ruido. Cerró los ojos y pudo verlo… Él estaba allí, dando vueltas alrededor, examinado a los presos, buscando a su Enemigo, aquel que se anunciaba en la Profecia de Aris traducida por Jhardán. Podía oir, incluso, el crujir de sus vestiduras invisibles…
Se detuvo, ya había encontrado algo… Se acercó hacia Hitsys con una rafaga de viento helado y enrarecido. Nadie lograba verlo, nadie conocia su verdadero aspecto y eso le hacia sentirse a salvo hasta que Hitsys abrió los ojos y sonrió maleficamente a través de su enamrañado cabello. Él aulló al ver su presencia divina reflejada en aquellos ojos no mortales. Se alejó instantaneamente para susurrar algo a una de las Criaturas de la Noche que los custodiaban. Se llevaron a los otros mestizos y dejaron a Hitsys allí, encadenada, sola y con una única antorcha que pudiera arrojar algo de luz a aquel lugar.
- Se que estais ahí… - habló ella firmemente - los dos…
Giró el rostro hacia un lado y sonrió antes de pronunciar un nombre:
- Xhassa…
Luego miró al frente y pornunció otro:
- Netz…
- Sois más lista de lo que yo creía - fue la Muerte quien apareció riendo burlonamente como siempre.
Su cuerpo era ligero como el de un fantasma y voló hasta Hitys para enrollarse en su cuello y acariciarle el rostro.
- No creí que me divertiría tanto con vos, Hitsys - se abrazó a su cuello antes de continuar - Sois una pieza excepcional… pero como siempre os he dicho - cogió la cabeza de la otra entre sus manos - vuestra alma me pertenece… - acercaba su semblante fantasmagorico hacia el de Hitsys - ¡Y ahora la reclamo como mía!
La Muerte intentó besar a Hitsys. La mestiza hizo un extraño gesto y la traidora Xhassa acabó en el suelo con las cadenas de los grilletes de la joven apretándole el cuello.
- Mi hora no ha llegado… - arrastró las palabras mientras Xhassa se revolvia en el suelo.
- Así que sois vos… - ahora habló Netz desde la ocuridad con aquella voz cargada de maldad que hizo que todo se tambalear a su alrededor.
Xhassa aprovechó para escapar.
A Hitsys no le importó dejar huir a su enterna enemiga, de todas formas sabía que era inmortal. Su atención estaba puesta en el punto de la negrura desde el cual había venido aquella afirmación. Lentamente se irguió.
- Así que sois el Elegido - afirmó más rotundamente el Señor del Mal.
- No. - respondió ella.
- ¡Estais mintiendo! - el rugido de Netz hizo que Hitsys cayera al suelo - Os hemos estado observando, demasiados conocimientos para una simple mortal…
Hitsys se levantaba lentamente del suelo escuchandolo.
-… quién, sino el mismisimo Areg.Nuk.Arak, hubiera sido capaz de capturar a la Muerte…
- Yo no soy Areg.Nuk.Arak. - repondió de nuevo ella.
Un pedazo de tela surgió de la oscuridad y se enrolló en uno de sus brazos y comenzó a tirar de él hacia adelante. Otro apedice similar le arrebató la muñequera de cuero que siempre había protegido su antebrazo. La cicatriz que siempre se había empeñado en ocultar quedó al descubierto.
- No podeís negar las evidencias - habló Netz.
Hitsys deseba liberarse y tiraba de su brazo con violencia hasta que Netz cedió.
- No soy el Elegido - repitió la joven.
- Recordad lo que habeis visto - susurró el Dios del Mal -, lo que habeis presentido… Esta señal ha estado presente en toda vuestra vida, en todo lo que habeis conocido… En todo lo que rodea a Aris…
Frente a ella aparecieron una serie de imágenes, eran palabras talladas en piedra, palabras escritas en aquella antigua lengua casi olvidada, eran palabras que siempre habian roeado las representaciones de Aris y sus templos…Y una de esas palabras tenía la forma exacta de su cicatriz.
- ¿Sabeis lo que significa? - interrogó Él.
- No.
- Vuestro nombre, Areg.Nuk.Arak…
- ¡No! - gritó ella golpeando al aire para que desaparecieran aquella imágenes - Yo no soy Areg.Nuk.Arak.
Sintió la furia de Netz, estaba perdiendo la poca paciencia que un ser como Él podia tener. El suelo se estremeció y una rafaga de su aliento la empujó bruscamente contra el muro que había a su espalda. Hitsys cayó al suelo de rodillas sintiendo como le faltaba el aire en los pulmones.
- ¿Cuántas evidencias necesitais para no negaros a vos misma? - interrogó el Dios del Mal.
- Si fuera Areg.Nuk.Arak. no necesitaria evidencias - respondió fríamente - lo sabría.
- ¡No podeis engañarme! - la antorcha se apagó.
-¡No os estoy engañando! - gritó Hitsys - Yo no soy Areg.Nuk.Arak… pero cuando despierte en Nékhan…
- Ah!...¿Os estáis refiriendo a quien dejasteis en Mendor? - interrogó burlonamente Netz - Ninguno de ellos es el Elegido, son simples mortales - habló con desprecio - que ya no tienen destino porque tú, Areg.Nuk.Arak, esta noche recorreras tú Última Senda - las carcajadas resonaban a su alrededor -, y caerás en tu Última Tentación… ¡así Aris no despertará nunca!
La oscuridad era demasiado densa como para poder sentirlo a Él o la simple presencia de Xhassa. No podía creerselo, sentía que ahora todo estaba perdido.
La Muerte volvió a rodearla con sus sonoras carcajadas después de haberse mantenido al margen durante la intervención de Netz. Hitsys sentía como iba perdiendo fuerzas, había permanecido firme mientras había esperanza, mientras sabía que los demás estaban a salvo en Memdor. Su eterna enemiga le acariciaba el rostro cada vez que pasaba a su lado y la joven se apartaba retrocediendo, no podía hacer nada en su situación, como decia Netz, Aris no despertaria jamas.
- No podeis engañar a Netz…- susurraba Él acercándose a la chica.
Hitsys se retiraba hacia atrás hasta que el muro tropezó con su espalda sintiendo sobre ella al Señor de las Criaturas de la Noche, presentia que lo que estaba a punto de descubrir la volveria loca.
- Una creación no puede engañar a su Creador… - sintió el aliento sobre su rostro.
- ¡Qué estáis diciendo! - exclamó ella ansiosa porque se explicara.
- No podeis engañar a vuestro Padre… - susurró en su oido.
- ¡No! - chilló - ¡Mentís!
Todo su Mundo, su pasado, su presente y se futuro se convirtieron en pedazos que se clavaron en su alma.
- No - reía divertido - No Hija Mía. Fuistéis engendrada en la maldad… - sintió como la prensencia de Netz le acariciaba la cara - ¿Acaso no recordáis cuando vuestros instintos afloraron en el templo Kerjaid?
- ¡Qué!
- Fuistéis vos, Hitsys, quien dejó a Nepher en estado de vida latente…
En ese intante sintió como la maldad la abrazaba, la rodeaba con sus brazos y la arrastraba hacia su final sin remedio.
- ¡Nooo! - gritaba sin voz a la nada mientras se hundia en los brazos de su Padre y entre las risas de la Muerte.
“Recorreré mi Última Senda,
y caeré en mi Última Tentación.
Aris no lo impedirá
porque Yo no le dejaré.
Yo, Areg.Nuk.Arak
traicionaré a mi Madre por
mis mortales Hermanos”