Los Hijos del Cristal. Capítulo 6: Luz y sombra, el juego de lo imposible.

El amanecer del día siguiente fue tan oscuro y tenebroso como lo había sido el anochecer anterior. Tarsis seguía exactamente igual que cuando habían llegado: vacía, silenciosa, ahogada por aquella oscura niebla que no parecía dejar pasar ni los rayos del mismo Sol. Tan solo el distante sonido del viento en el cañón aportaba algo de vida a aquel lugar, pero incluso este parecía siniestro, como si se tratase del aliento helado de una colosal sombra viviente.
Pese a todo, para los tres hermanos aquella mañana suponía el comienzo de su primer trabajo como mercenarios, o caza recompensas como Jessica insistía en llamarlos, y esta última estaba especialmente impaciente esa mañana. Lo que ninguno de sus dos hermanos sabía, sin embargo, era que esta impaciencia no se debía tanto al inicio de su misión como a los planes en que esta había estado pensando durante la noche. Aunque, tras ver la juguetona sonrisa con que esta les dio la bienvenida nada más salir de sus habitaciones, los dos se dieron cuenta enseguida de que tramaba algo y la miraron con cierta cautela.
Su ropa era prácticamente la misma del día anterior, tan solo se había cambiado la blusa y los pantalones que llevaba bajo la túnica por otros limpios, pero sobre esta ahora podía verse una gruesa banda de cuero acolchado que cruzaba diagonalmente su pecho y por encima de su hombro derecho asomaban los penachos blancos de las flechas guardadas en su carcaj y el afilado extremo metálico con forma de garfio de su arco compuesto.
-¡Buenos días! –Los saludó inocentemente.
-Buenos días. –Respondió Álbert echándose al hombro la mochila con las provisiones del grupo. –¿Lista?.
-Desde hace un rato.
Al tiempo que decía esto, Jessica se giró hacia Jonathan y sus labios se entreabrieron para decir algo, pero sus palabras se detuvieron al instante al ver como este se daba la vuelta para coger su gabardina del colgador en la puerta de su habitación y su espalda, ahora desnuda por la falta de camisa, quedaba a la vista. Jessica recordaba la extraña marca en su pecho, aquel peculiar lunar… o tatuaje, nunca había estado segura de que era realmente, con la forma de un cuarto de luna negra que descansaba justo sobre su corazón, pero lo que vio entonces en su espalda era totalmente nuevo. Cubriendo por completo toda la parte superior de esta y extendiéndose casi hasta sus costados, dos grandes alas de plumaje negro se dibujaban sobre su piel con un detalle sorprendente contrastando aún más con el blanco plateado de sus cabellos.
-¿Qué es eso?. –Preguntó sorprendida acercándose a Jonathan y evitando que este se pusiese la gabardina mientras las miraba más de cerca. -¿Cuándo te las hiciste?.
-Hace casi cuatro años. –Respondió con calma Jonathan, esbozando una melancólica sonrisa cuyo significado escapaba por completo a la comprensión de los dos hermanos. –Son un regalo.
-¿De alguien de Lusus?. –En respuesta a la nueva pregunta de Jessica, Jonathan asintió con la cabeza y esta no tardó en preguntar algo más. -¿Una amiga?.
-No, nada de eso. –Jonathan trató de no reírse al ver la cara de su hermana al oírle. –De un niño que conocí en el orfanato.
-¿Te has hecho eso solo por un niño?. –Se sorprendió Jessica un tanto decepcionada.
-Algún día te contaré por qué. –Afirmó Jonathan sonriendo de nuevo y sacudiendo los cabellos de su hermana con una mano. –Ahora vamos, tenemos trabajo.
Dicho esto, Jonathan terminó de ponerse su gabardina, guardó su arma bajo esta una vez más y se alejó en dirección a las escaleras ignorando la sombría mirada que su hermana acababa de dirigirle por lo que acababa de hacer.
La posada en que se habían hospedado debía haber sido un lugar bastante acogedor en otro tiempo a pesar de encontrarse en el extremo Norte y menos visitado de la ciudad, pero ahora estaba tan vacía como el resto de Tarsis, ni siquiera el chofer de Atasha se había quedado a pasar la noche a pesar de haber sido él mismo quien los había guiado hasta ella y sus pasos eran lo único que rompía el tenebroso silencio que la envolvía esa mañana. Incluso sus dueños la habían abandonado, aunque no por voluntad propia, sino por la debilidad extrema que la enfermedad había causado en ellos obligándolos a refugiarse en la catedral bajo la atención de los monjes. Todo esto, sin embargo, les resultaba bastante conveniente en aquel instante dada la libertad que les permitía y los tres no tardaron en salir de nuevo a la calle para dirigirse hacia la puerta de Narmaz.
La puerta norte de la ciudad no podía compararse a su hermana del sur, sus muros eran mucho más bajos, sus dos únicas torres permanecían apagadas sin signos de vida en su interior y su única hoja no podía competir en absoluto con la robustez de los grandes portones que daban la bienvenida a los viajeros del paso. Había algo en lo que sí la superaba sin embargo, algo con lo que las colosales láminas de acero que reforzaban la roca de los enormes portones del sur no podían competir: su belleza.
Aquella en principio sencilla puerta de madera centelleaba incluso bajo la tétrica bruma que los envolvía gracias a los formidables grabados que la cubrían. Sobre la oscura madera de sus tablones podía verse a aquellos que habían dado sus vidas para hacerla, los dos grandes árboles de los que procedía su madera ahora inmortalizados para siempre en forma de delicadas líneas de plata que daban forma sobre la madera a sus troncos, ramas y hojas convirtiéndolos en guardianes del bosque del que una vez habían formado parte. Y frente a esta, esperándolos al pie de uno de aquellos árboles grabados en la puerta, los dos monjes aguardaban ya su llegada tal como estos habían supuesto.
Tras la advertencia de Jonathan y el orgullo con que el diacono había hablado los tres estaban seguros de que ninguno de los dos se retrasaría esa mañana y verlos allí no era en absoluto una sorpresa. Lo que si lo era, sin embargo, era el cambio de aspecto que se había producido en uno de ellos. El mayor de los monjes seguía llevando la misma ropa que el día anterior, o al menos una exactamente igual a esta, pero la apariencia de Atasha había cambiado por completo y los tres la miraron un tanto sorprendidos, especialmente Álbert y Jonathan.
El pesado hábito gris del día anterior había sido substituido por una delgada túnica blanca con bordes plateados de un diseño muy similar al de la que la propia Jessica llevaba puesta, aunque Atasha no llevaba nada bajo esta salvo una corta falda también blanca cuya tela parecía tan liviana que siseaba deslizándose entre sus piernas incluso con la débil brisa que había en la ciudad. Pese a todo, su cambio de aspecto no parecía venir acompañado en absoluto por un cambio de actitud y la joven los miraba con la misma timidez que el día anterior, tal vez incluso más ahora ya que esta no tardó en desviar la mirada al ver como Jonathan la miraba. Algo que, por supuesto, Jessica notó enseguida dándose cuenta de que no era a ellos, si no a él, a quien había estado mirando e hizo aparecer de nuevo aquella traviesa sonrisa en sus labios. Sonrisa que, para su sorpresa, también había aparecido en el rostro del propio Jonathan y la hizo mirarlo un tanto desconcertada al ver como este sacudía la cabeza sin motivo aparente y se dirigía hacia ellos sin dejar de sonreír. Sin embargo, antes de que ella pudiese también seguirle, la voz de su hermano la llamó de pronto a su espalda.
-¿Cómo demonios lo has hecho?. –Preguntó totalmente serio.
-¿Yo?. –Se sorprendió Jessica hablando de pronto con una voz tan inocente que ella misma estuvo a punto de echarse a reír. –Sabes perfectamente que no me he movido de vuestro lado desde ayer, yo no he hecho nada… todavía.
-Ya. –Respondió mirándola todavía de reojo, en absoluto convencido por sus palabras. -Lo que tú digas.
Puesto que estaba claro que no iba a sacar nada de ella, y que tanto sus palabras como aquella preocupante sonrisilla dejaban claras sus intenciones, Álbert se dio por vencido y continuó adelante para reunirse con su hermano y sus dos nuevos compañeros mientras Jessica lo seguía tratando de no reírse ante la extraña forma en que todo se estaba desarrollando.
El encuentro entre ambos grupos fue bastante austero, apenas unos saludos a los que solo Atasha respondió y unas palabras de Lardis sobre la ruta a seguir. El monje era tan silencioso como lo había sido en la reunión y su voz era igual de fría y sombría que su mirada, algo que desencajaba por completo con la imagen que Jessica y Álbert tenían de aquella gente, pero que empezaba a cobrar sentido tras lo que Jonathan les había contado de ellos. Atasha, sin embargo, parecía muy diferente y desde el principio se quedó atrás con ellos en lugar de marchar al frente como Lardis.
Una vez aclarado todo, la puerta se abrió con un crujido en cuanto Lardis introdujo su llave en la vieja cerradura y el grupo la atravesó saliendo al fin de la ciudad para seguir a continuación el sendero del bosque. Narmaz era un bosque misterioso, uno de los lugares menos explorados de toda Linnea debido a la densidad de su vegetación y a su proximidad con las cordilleras de la plata, pero aquella región había sido en tiempos de la primera gran guerra el punto principal de unión entre la lejana capital de Acares y sus ciudades fronterizas, por lo que todavía existía un sendero que lo atravesaba haciéndolo todo mucho más fácil para los cinco viajeros.
El bosque estaba en silencio al igual que la ciudad, carente por completo de vida salvo por los propios árboles, aunque incluso estos parecían mustios y carentes de vitalidad entre aquella oscura bruma, cómo si esta no solo consumiese la vida de los humanos, si no también la de todo ser vivo que había sido atrapado en ella. Pero todo esto cambiaría al cabo de un par de horas de camino.
Fuese cual fuese el poder que había creado aquella niebla, este la había concentrado sobre la ciudad y al alejarse al fin lo suficiente el grupo salió de nuevo a la luz y se encontraron una vez más bajo el calor del Sol. La niebla había quedado atrás, no disipándose poco a poco, si no formando una especie de barrera tras ellos, como una frontera que marcase el límite entre la vida y la muerte.
Lardis apenas dio importancia a esto y continuó adelante sin decir nada. Los hermanos, sin embargo, se detuvieron un instante frente al grisáceo límite de la niebla y la observaron sorprendidos junto a la propia Atasha. A su alrededor todo cobraba vida de nuevo, el habitual trino de los pájaros se entremezclaba en el aire con el siseo de las hojas, el suave chasquido de pequeñas ramas rozándose y multitud de otros sonidos, en su mayoría pequeños chillidos o gruñidos procedentes de los distintos animales que poblaban el bosque y observaban curiosos a sus visitantes desde la seguridad de sus escondrijos o simplemente huían de ellos.
Pero la niebla seguía siendo tan tétrica como antes, de su dirección no provenía más sonido que el del viento y su superficie fluctuaba frente a ellos como si tuviese vida propia. Jessica incluso introdujo de nuevo la mano en ella, como tratando de asegurarse de que era solo niebla y no algo más. Aunque pronto comprobó que esta se abría y se disipaba ante el paso de su mano como cualquier otra bruma y se dispuso a continuar junto a los demás.
Él único que se retrasó esta vez fue Jonathan. A diferencia de su hermana, sentía algo en aquella niebla que le resultaba extrañamente familiar y cuando acercó su mano al borde observó sin demasiada sorpresa como un jirón de esta se arremolinaba entorno a su brazo como tratando de rodearlo. Algo que no pasó desapercibido para Álbert que, pese a todo, decidió continuar adelante y no decir nada. Como ya le había dicho varias veces a su hermana, intentar comprender a Jonathan había sido siempre inútil y prefería no ponerla más nerviosa hasta que él decidiese contarles lo que sucedía realmente.
La ruta hacia el templo los llevó hacia el Noroeste, directamente hacia la ladera de una de las montañas de la cordillera en cuya pared de roca se encontraba supuestamente el templo. El bosque resultaba agradable para caminar, el sendero se mantenía relativamente limpio de maleza a pesar de su antigüedad y solo las hojas de los árboles lo cubrían formando una alfombra natural de tonos marrones y verdes. Los mismos tonos que podían ver a su alrededor en los gigantes arbóreos entre los que se movían.
La mayoría de aquellos gigantes vegetales parecían pertenecer a la misma especie, altos, de troncos esbeltos y alargados, sin apenas ramas en la parte baja y afiladas copas con forma de punta de flecha en las que centelleaban cientos de hojas de oscuro color verde y envés plateado tan tupidas que la luz apenas conseguía filtrarse entre ellos dando una curiosa iluminación de claros y sombras al suelo del bosque. La otra especie dominante, mucho menos numerosa que esta pero a la vez notablemente más vistosa, la formaban árboles más bajos, con troncos gruesos y nudosos de corteza blanca a diferencia de las rojizas cortezas de sus compañeros más esbeltos y copas tan extensas que cada uno de ellos ocupaba el espacio de cinco de estos y parecían formar un claro entre los árboles más altos. Sus hojas, seguramente verdes en otra época del año, eran ahora amarillentas en su envés y de un marrón brillante en su parte frontal que las hacía casi doradas mientras siseaban en sus ramas o caían hacia el suelo en una especie de lenta lluvia de oro.
En conjunto, las dos especies daban al bosque un aspecto misterioso y atrayente, como si aquel que se introdujese entre sus árboles entrase en otro mundo y abandonase Linnea por un instante para perderse entre los matorrales que cubrían su suelo y la multitud de sonidos y aromas que asaltaban los sentidos.
Aún así, el grupo estaba lejos de perderse por muy atrayente que aquel bosque fuese y Lardis continuaba marchando al frente indicando el camino a seguir sin molestarse todavía en dirigir una sola palabra a los demás, ni siquiera a la propia Atasha. Esta, por el contrario, se había mantenido con los hermanos durante todo el viaje e incluso había hablado alguna que otra vez con Jessica que ya desde el principio había procurado no despegarse de ella.
Precisamente gracias a esto había averiguado, entre otras cosas, que su joven compañera de viaje acababa de graduarse en el orfanato monasterio de Ramat y aquel era su primer trabajo fuera de la ciudad. Enviarla a Tarsis parecía ser una especie de prueba para ella y de ahí su nerviosismo constante, o al menos eso había supuesto Jessica. Fuese como fuese, lo cierto era que Atasha no estaba en absoluto acostumbrada a aquel tipo de cosas y tras varias horas de viaje marchando siempre al forzado ritmo que marcaba Lardis, Jessica empezó a notar que esta se quedaba atrás de vez en cuando y no tardó en sonreír comprendiendo que sucedía.
-Estás cansada, ¿Verdad?. –Preguntó acercándose a ella al tiempo que miraba de reojo a Lardis para asegurarse de que no las escuchaba.
-Estoy bien. –Respondió Atasha esbozando una amistosa sonrisa.
-No deberías llevar eso. –Insistió Jessica señalando hacia la mochila que Atasha llevaba a la espalda, probablemente sus provisiones para el viaje. –Lardis parece estar perfectamente, ¿Por qué no lo lleva él?.
-Es un monje. –La voz de Atasha cambió por un segundo, volviéndose de pronto tan débil como un susurro. –Yo soy solo un acólito, es mi deber llevar las provisiones.
-Eso es una tontería. –Continuó la más joven de los hermanos sin molestarse en absoluto por hablar más bajo como había hecho Atasha. –Pero no te preocupes, ahora lo arreglo yo.
-¿Qué?.
Atasha apenas acertó a hacer aquella pregunta. Antes de que pudiese decir o hacer nada más, Jessica le quitó la mochila del hombro y se adelantó unos pasos sonriendo burlonamente mientras esta la miraba terriblemente nerviosa.
-Jessica, ¿Qué vas a hacer?. Por favor, no…
-Tranquila. –La calmó Jessica al ver el temor con que esta miraba ahora al monje, aquello no era respeto, era miedo y las palabras de Jonathan cada vez tenían más sentido. –No pienso acercarme a ese ogro. Además, se de alguien que estará encantado de hacerlo.
Dicho esto, y sin dar tiempo a Atasha para terminar de asimilar aquellas últimas palabras, Jessica se giró hacia sus hermanos y llamó al mayor de los dos.
-¡Jonathan!.
Nada más oírla, el joven se giró hacia ellas y pudo ver como Jessica le lanzaba la mochila obligándolo a cogerla al vuelo. Una vez con ella en la mano, miró a las dos jóvenes y simplemente sonrió antes de darse una vez más la vuelta para seguir adelante ignorando por completo la mirada de pánico con que Atasha lo observaba a hora.
-¿Por qué has hecho eso?. –Preguntó mirando a Jessica, visiblemente nerviosa y sin dejar de mirar a Jonathan.
-Tranquila, Jonathan estará encantado de llevártela, no te preocupes.
-Pero…. –Trató de decir Atasha, incapaz de hilar las palabras en una frase coherente que realmente pudiese decirle a aquella chica que ahora la trataba como a una amiga. –No puedo… él…
-¿Te ocurre algo con Jonathan?. –Preguntó casi al instante Jessica sonriendo burlonamente.
-N-no… -Trató de negar la joven Acolito. –Pero…
Incapaz de encontrar la forma de decir algo que no resultase todavía más ridículo que sus titubeos, Atasha bajó la mirada un segundo sin saber como actuar ante la amable pero desconcertante forma en que Jessica se comportaba con ella e hizo lo único que se le ocurría en aquel instante: aceleró el paso y se colocó al lado de Jonathan para hablar con él.
-Lo siento. –Se disculpó tratando de evitar la mirada de aquellos dos rubíes. –No sabía que Jessica iba a… lo siento mucho, yo lo llevaré.
-No te esfuerces tanto. –Respondió tranquilamente Jonathan dirigiéndole una sonrisa. –Estas demasiado nerviosa y eso te cansará aún más, intenta relajarte y controla tu respiración, así te será más fácil seguir nuestro paso.
-Lo siento. –Repitió una vez más, bajando ahora la cabeza al notar que él la miraba. –No quería ser una molestia… sé que no queríais que viniésemos con vosotros.
-Tú no eres ninguna molestia. –La contrarió Jonathan colocando una mano en su hombro, algo que la hizo dar un pequeño respingo y estuvo a punto de hacer que este se echase a reír, aunque consiguió no hacerlo y señaló hacia Lardis con la mirada. –Es tu amigo quien sí lo hace. Va por libre y eso es muy peligroso, si se mete en algún lío nos mete a todos, pero si hay algún problema no sabemos que esperar de él, no podemos confiar en alguien así.
-Entonces… -Empezó Atasha levantando la cabeza y mirándolo directamente por primera vez. -¿No os importa que me hayan mandado a mi con vosotros?.
-Claro que no. –Sonrió de nuevo Jonathan sosteniendo su mirada por un segundo, observando el reflejo de su propio rostro en los rasgados ojos negros de la joven. –En realidad creo que a Jessica le has caído bastante bien, y Álbert suele estar siempre de acuerdo con ella en esas cosas… qué remedio.
-Y… –Titubeó un segundo bajando de nuevo la mirada. -..¿Y a ti?.
-En absoluto. –Respondió Jonathan casi al instante, haciendo que en los labios de la joven se dibujase una tímida sonrisa que lo hizo mirarla aún más fijamente. –Y menos mientras sonrías así. Tienes una sonrisa muy bonita, es una lástima que siempre la escondas y parezcas nerviosa o preocupada.
Atasha ya no supo como responder a aquellas palabras. En su rostro había una cálida sonrisa en respuesta al cumplido de Jonathan, pero su mente era incapaz de encontrar las palabras para seguir aún sabiendo que debía hacerlo y se limitó a caminar a su lado durante un buen rato sin decir nada más hasta que él habló de nuevo. Aunque, por suerte para ella, esta vez lo hizo ya cambiando completamente de tema para no ponerla más nerviosa y los dos continuaron hablando durante un rato seguidos unos pasos más atrás por Jessica y Álbert.
Este último, pese a haberse mantenido al margen hasta entonces, había seguido todo lo ocurrido entre los tres durante aquellos minutos y ahora miraba de reojo a su hermana que sonreía burlonamente comprendiendo el por qué de aquella mirada. Ninguno de los dos dijo nada, se conocían lo suficiente para adivinar los pensamientos del otro y no hacían falta palabras, pero Álbert decidió vigilarla más de cerca de partir de aquel momento y no le quitó el ojo de encima durante lo que quedaba de aquel día. Sabía de sobra que nada de lo que pudiese hacer o decirle la haría cambiar de idea, pero al menos si la vigilaba evitaría sorpresas.
No se encontraron con más problemas durante el resto de la jornada. El viaje transcurrió tranquilo, con el grupo avanzando siempre a buen paso siguiendo el sendero y al propio Lardis que los llevó entre las colinas hasta que la luz del Sol comenzó por fin a extinguirse tras la alargada sombra de la cordillera y estos se dieron cuenta de que se acercaban a su destino. Casi al mismo tiempo, un débil murmullo empezó a oírse a su derecha entre los árboles, el claro pero todavía lejano susurro del agua corriendo libre por el cauce que durante siglos había seguido por aquellos bosques, lo que los hizo detenerse casi al instante obligando a Lardis a hacer lo mismo. Algo que, desde luego, no le hizo demasiada gracia a este último.
-¿Un río?. –Preguntó Jessica mirando en la dirección de la que procedía el sonido.
-Eso parece. –Respondió Álbert haciendo lo mismo aunque sin quitar ojo al monje. –Estamos muy cerca de la montaña, seguramente alguno de los arroyos que nacen en sus laderas.
-Lo que a nosotros nos resulta bastante conveniente. –Afirmó Jonathan sonriendo maliciosamente hacia sus dos hermanos antes de girarse hacia el monje. -¿Cuánto nos queda de camino?.
-Dos días. –Respondió secamente Lardis, ocultando sus emociones tras la máscara impasible que era su rostro, pero con una voz tan helada que no era difícil adivinar lo que pensaba de aquella pausa. –El sendero rodea la montaña hacia el oeste y vuelve a girar hacia el Este ascendiendo por un paso rocoso hacia el templo.
-Demasiado tiempo, no creo que la gente de Tarsis pueda permitirse perder así dos días. –Replicó Jonathan ignorando adrede la sombría mirada del monje y girándose hacia su hermano. -¿Tú que opinas?.
-Si hay un arroyo la montaña no puede estar lejos. –Sonrió Álbert adivinando sus pensamientos. –Sigámoslo.
-¿No es un poco arriesgado?. –Preguntó esta vez Jessica mirándolos a los dos con cierta sorpresa. –Podríamos acabar lejos del templo, no sabemos en que parte de la montaña estará.
-Sí lo sabemos. –Respondió Jonathan mirando ahora a Atasha que parecía súbitamente preocupada por la forma en que Lardis los observaba, pero esbozó una pequeña sonrisa al notar como los ojos del joven se posaban de nuevo en ella. –Atasha dice que está detrás de una cascada, así que no puede estar lejos de ese arroyo. Probablemente se trate del mismo cauce de agua, si lo seguimos deberíamos acabar justo bajo el templo.
-¡Entonces adelante!. –Exclamó al instante Jessica visiblemente animada al tiempo que dirigía una sonrisa a su nueva amiga. –Ya estaba harta de caminar dando vueltas por el bosque, cuanto antes lleguemos mejor.
Decidida la nueva ruta, los tres se pusieron de nuevo en marcha sin molestarse en decirle nada más al que hasta entonces había sido su guía hacia el templo y Atasha los siguió mientras abandonaban el sendero en dirección al lugar del que provenía el murmullo. Sin embargo, entes de que pudiesen alejarse, la voz del monje los llamó de nuevo y esta vez su tono era ya muy distinto.
-Debemos seguir el camino. –Dijo con voz brusca y autoritaria, ordenando más que sugiriendo. –No podemos perder el tiempo con teorías sin sentido.
-Nuestro trabajo es solo protegeros. –Replicó bruscamente Jonathan, girándose de golpe hacia Lardis al ver que Atasha se había detenido y mirándolo completamente serio. –No tenemos por qué obedecer tus órdenes, seguiremos el camino que nos parezca más apropiado. Si no te gusta puedes dar media vuelta o seguir tu sólo, me da absolutamente igual.
Aquellas palabras no le hicieron demasiada gracia al monje. Sus ojos se clavaron en Jonathan como cuchillos y por un segundo sostuvo la mirada escarlata del joven como si fuese a decir algo… pero no lo hizo. Tan deprisa como había aparecido, la furia de Lardis se disipó de su mirada y este empezó a caminar adentrándose también en el bosque sin decir una sola palabra más. Algo que sorprendió visiblemente a Jessica y a Álbert que no acababan de comprender aquel súbito cambio, no así a Jonathan que, a diferencia de estos, empezaba a darse cuenta de lo que sucedía y lo observó unos segundos mientras se alejaba antes de volver su atención hacia Atasha.
-No te preocupes, solo se alejará un poco para seguir yendo delante como hasta ahora. –Al tiempo que decía esto, Jonathan le ofreció su mano a la joven y esta lo miró unos segundos sin decir nada. -¿Tú vienes con nosotros?
-No creo que pueda seguir sola. -Respondió Atasha todavía dubitativa, observando como Lardis se alejaba de ellos pero consciente de que seguía observándolos. –Y él no parece que me necesite, preferiría seguir con vosotros como hasta ahora.
-Todo aclarado entonces. –Dijo Jessica sonriendo al ver como Atasha cogía la mano de Jonathan. –Además, pronto se hará de noche y tendremos que acampar, entonces no le quedará más remedio que parar y esperarnos.
-Cierto. –Afirmó Álbert dándole un pequeño codazo a su hermana al ver la forma en que esta miraba a Atasha y a Jonathan. –Veremos que hace entonces.
-Probablemente lo que ha dicho Jessica. –Replicó Jonathan empezando a caminar de nuevo con Atasha a su lado. –No le conviene alejarse demasiado en cuanto se haga de noche o no podrá vigilarnos.
-¿Vigilarnos?.
La pregunta de Jessica no obtuvo respuesta. Jonathan la había oído, pero la ignoró adrede y esta solo obtuvo una extraña mirada de su hermano que en aquel instante parecía tan intrigado por todo lo que estaba pasando como ella misma. Aún así, ninguno de los dos dijo tampoco nada más y continuaron adelante esperando, como de costumbre, que Jonathan les explicase lo que pensaba tarde o temprano.
El arroyo no estaba muy lejos tal y como el sonido sugería, apenas a unos trescientos metros del sendero. No era muy grande y difícilmente podía llamarse un río como estos habían pensado en un principio, tan solo un cauce de aguas rápidas y turbulentas que serpenteaban entre las colinas formando una alargada abertura entre los árboles de poco más de tres metros de ancho y un escaso metro de profundidad, como una delgada y alargada vena en la superficie verdosa de aquel mar de hojas. Aún así, la velocidad del agua indicaba claramente su procedencia montañosa y el grupo siguió el cauce del arroyo aprovechando el despejado manto de hierba que formaba sus orillas para avanzar más deprisa.
Gracias precisamente a la libertad con que ahora se movían, y a la ventaja que suponía seguir un camino tan claro como era el arroyo en lugar de un difuso sendero entre los árboles, los cinco consiguieron alcanzar su destino esa misma noche y el grupo se detuvo de nuevo justo cuando las primeras estrellas empezaban ya a iluminar el oscuro manto de la noche como diminutas perlas sobre terciopelo negro. Las dos Lunas del viejo mundo también habían salido hacía tiempo, Kashali y Valarán, la luna blanca de Linnea y el oscuro disco negro de los cielos de Árunor, pero ninguna de las dos sería visible hasta mucho más tarde, cuando la proximidad de ambas hiciese resaltar a la otra. Pues solo la oscuridad de Valarán podía resaltar la palidez de Kashali y esta era también la única cuya débil luz hacía visible a la tenebrosa Valarán.
La atención del grupo, sin embargo, estaba bastante lejos de encontrarse en los cielos en aquel instante y los ojos de los cuatro jóvenes observaban con fascinación el hermoso paraje al que los había conducido el arroyo. Tal como habían supuesto, aquel pequeño cauce de agua nacía en las montañas, muy por encima de donde sus ojos podían alcanzar, y descendía por la pared rocosa de esta formando pequeños saltos de agua en sus repisas que se reunían a unos trescientos metros de altura para formar la formidable catarata tras la que debía encontrarse el templo.
La corriente de agua era fuerte en aquel punto y su susurro se convertía casi en un rugido al descender sobre la roca, pero unos metros bajo su nacimiento podía verse una pequeña repisa ambos lados de la misma que parecía atravesar también bajo esta y los tres estuvieron seguros de haber dado al fin con lo que buscaban. Algo que, sorprendentemente, no pareció agradar demasiado al monje que los miró sombríamente por un instante y se alejó de aquel pequeño claro sin decir nada más.
Los hermanos, sin embargo, se quedaron todavía unos minutos allí observando el formidable paisaje creado por el agua a los pies de la montaña. El secular choque entre la corriente y la roca había creado un pequeño lago donde esta moría, un remanso de aguas cristalinas pero intranquilas del que nacía el arroyo que habían seguido y cuya superficie, al igual que todo el claro, parecía envuelta en una perpetua neblina de vapor de agua entre la que flotaban ahora diminutas luciérnagas convirtiendo la titilante superficie del lago en un pequeño cielo como el que ahora en ese instante brillaba sobre sus cabezas. Pero no era esto lo que había atraído la atención de los hermanos, aunque Jessica parecía más preocupada por observar con Atasha el centelleante espectáculo de las luciérnagas que por otra cosa, sus dos hermanos hacía ya un rato que habían desviado la mirada de estas y el menor de los dos no tardó en hablar de nuevo.
-Creo que será mejor que intentemos subir un poco más hacia el Oeste. –Dijo señalando hacia la escarpada pared de la montaña. –Hay muchos salientes a los que sujetarse y varias repisas para descansar, no será muy difícil. Además, está lo suficientemente lejos de la catarata como para que las rocas no estén demasiado resbaladizas y el camino del que hablaba Lardis tiene que estar precisamente en esa dirección..
-¡Aguafiestas!. –Exclamó burlonamente su hermana girándose hacia él y visiblemente molesta por el poco tiempo que les había dejado para relajarse. -¿Tanta prisa tenéis por subir?.
-Jess, estamos trabajando, ¿Recuerdas?. –Insistió Álbert.
-Lo sé, lo sé. –Asintió su hermana. –Pero no creo que sea muy seguro intentarlo de noche, sería mejor esperar a que se haga de día y podamos ver donde ponemos los pies.
-No pensaba intentarlo de noche. –Negó Álbert sonriendo. –No estoy tan loco.
-Perfecto, entonces vamos a buscar un sitio para acampar. –Dicho esto, Jessica se giró hacia Jonathan y frunció el ceño al ver que este seguía mirando a la montaña. –Jonathan, ¿Es qué no nos has oído?. Esperaremos a mañana… ¡Jonathan!.
La “sutil” forma en que su hermana acababa de llamarle hizo que Jonathan dejase al instante de mirar a la montaña y volviese a prestarle atención, aunque esto tampoco había pasado desapercibido para su hermano. Jonathan no estaba mirando a las paredes que rodeaban la cascada, sus ojos habían estado clavados en la propia cascada, justo a la altura de donde debía encontrarse aquel templo, y todo aquello empezaba ya a resultarle inquietante.
-No hace falta que grites. –Dijo al fin volviendo a mirarla y sacudiéndole el pelo una vez más. –Ya os he oído, vamos a buscar un lugar para acampar.
-¡Sabes que odio eso!. –Protestó Jessica tratando de parecer molesta.
-Lo sé, por eso lo hago. –Se burló Jonathan. –Anda, vamos.
Aclarado todo para el día siguiente, los cuatro se alejaron del lago en la misma dirección que había tomado Lardis buscando ahora un lugar en el que pudiesen acampar y se detuvieron a unos cincuenta metros de este, donde la humedad de la cascada era ya incapaz de atravesar los arbustos y lo único que se respiraba de nuevo en el aire era el amargo aroma de los árboles. No había más claros cerca, así que su campamento se montó bajo uno de los gigantes de hojas doradas que parecían ser ahora más numerosos al acercarse a la pared de la montaña.
Gracias a la perpetua sombra de aquel coloso arbóreo, el suelo carecía de arbustos bajo su copa y solo la espesa alfombra de hojas doradas que habían caído de sus ramas lo cubría todo, lo que les ofrecía un lugar bastante agradable para pasar la noche. Aún así, la proximidad de la cascada y la pared de la montaña hacían que el viento en aquella parte del bosque fuese bastante frío y los tres decidieron hacer un fuego para calentarse. Tarea en la que, como ya esperaban, Lardis no colaboró en absoluto ya que este se limitó a sentarse en uno de los árboles que rodeaban el campamento, pero para la que sí contaron con la colaboración de Atasha que ayudó a Jessica a recoger ramas y preparar el lugar para la hoguera mientras Jonathan y Álbert cortaban algunos troncos más gruesos con sus armas.
Precisamente mientras hacían esto, Álbert se cansó de la actitud silenciosa de su hermano y decidió preguntarle de una vez por todas que pasaba, aunque solo fuese para saber que demonios le sucedía con aquel monje.
-¿No te fías de él?. –Preguntó sin desviar la mirada del montón de madera que estaba recogiendo, pero consciente de que Jonathan sabía perfectamente a quien se refería. –Llevas vigilándole desde que salimos y parece que te cae mucho peor que a cualquiera de nosotros. Recuerdo lo que nos dijiste sobre los monjes, pero por como tratas a esa chica me da la impresión de que hay algo más.
-No, no me fío de él. –Respondió Jonathan recogiendo otro montón de troncos y dirigiendo su mirada hacia el monje a través de los árboles. -¿Quieres saber por qué?.
Álbert asintió con la cabeza ante la pregunta de su hermano y observó con cierta sorpresa como este sonreía ligeramente en ese instante. En lugar de decir nada, Jonathan cogió el más pequeño de los troncos que había recogido, apuntó con su mano hacia el monje y, para mayor sorpresa de Álbert, lo lanzó con fuerza hacia donde estaba este.
El tronco siseó en el aire durante unos segundos, giró sobre si mismo cada vez más deprisa y se dirigió directamente hacia la cabeza del monje que en aquel instante tenía los ojos cerrados como si estuviese durmiendo… pero ni siquiera llegó a rozarle.
Justo en el instante en que el tronco se acercaba a su cabeza, los ojos de Lardis se abrieron de golpe y este detuvo el tronco con una de sus manos sin la menor dificultad. Hecho esto, dirigió una sombría mirada hacia los dos hermanos, arrojó el tronco a un lado y volvió a cerrar los ojos como si nada hubiese pasado.
-¿Lo entiendes ahora?. –Murmuró Jonathan mirando de nuevo a su hermano.
-Si… -Respondió Álbert, su rostro tan serio y calmado como de costumbre, cómo si ya esperase algo así. –Pero esto cada vez tiene menos sentido.
-Lo sé. –Afirmó Jonathan sonriendo ligeramente. –Por eso no me fío de él.
No hubo más comentarios al respecto entre los dos hermanos. Ambos regresaron junto a los demás con la leña y Lardis pareció ignorar por completo el incidente, por lo que los cuatro pronto se encontraron cenando juntos en torno a la hoguera. La actitud de Atasha había cambiado, la joven hablaba ahora mucho más con ellos e incluso se había reído de algunas de las bromas de Jessica, aunque ni a esta última ni al propio Álbert se les escapaba que su mirada estaba siempre fija en Jonathan. Algo que parecía alegrar bastante a la propia Jessica.
Terminada la parte de sus provisiones que habían destinado para esa noche, Álbert cubrió la hoguera con rocas dejando solo un pequeño fuego y rescoldos calientes bajo estas para que la noche no se les hiciese tan fría. Hecho esto, cada uno se buscó un lugar en el que acomodarse junto al árbol para poder apoyar la espalda en su tronco y se dispusieron a pasar su primera noche en Narmaz. Por supuesto, con Jessica de por medio, Atasha había acabado una vez más justo al lado de Jonathan, pero esto no parecía molestar en absoluto a ninguno de los dos y la joven acolito no tardó en dormirse recostada sobre su pequeña parte del tronco.
Jonathan, por el contrario, tardaría todavía varias horas en hacer lo mismo puesto que a él le había tocado el primer turno de guardia, aunque pronto encontraría algo con lo que ocupar sus manos. Al cabo de cerca de una hora dormidos, Jonathan notó como uno de sus compañeros se movía y, antes de que pudiese girarse siquiera, vio como Atasha se resbalaba del tronco y caía justo sobre su regazo dándole apenas tiempo para cogerla en sus brazos evitando así que se golpease contra sus piernas.
Jonathan ni siquiera dudó a donde mirar en aquel instante. Sus ojos se clavaron en Jessica y la miró desconfiado durante un buen rato, pero esta parecía seguir dormida y su respiración era tan tranquila y sosegada como la de su propio hermano, lo que acabó por convencerlo de que realmente estaba durmiendo y lo hizo prestar atención de nuevo a la joven que ahora tenía en los brazos. Atasha seguía dormida como si nada hubiese pasado, acomodada ahora entre sus brazos con su cabeza recostada en su pecho y las manos sobre su propio regazo.
-Jessica tenía razón. –Murmuró Jonathan inclinándose sobre ella para apartar un mechón de pelo de su cara y poder mirar su rostro desde más cerca. –Eres muy guapa, es realmente una lástima.
Al tiempo que decía esto, Jonathan cogió suavemente el colgante que descansaba entre sus pechos y lo sostuvo en su mano mirándolo fijamente para, a continuación, apretarlo en su puño como si tratase de destrozarlo. Pero fueron apenas unos segundos, cuando notó como el cristal crujía entre sus dedos Jonathan abrió de nuevo la mano y lo dejó una vez más sobre el pecho de su dueña al tiempo que su mirada se relajaba de nuevo y la furia de hacia unos segundos era substituida por la misma sonrisa con que hasta entonces había mirado a aquella joven.
-O tal vez no…
Una obra magnifica. Te superas, aunque no haya habido accion (Execto ese tocon volador.... ) Nos llenas de intriga.... ¿Un tatuaje de alas negras? ¿Primero lo del maestro de armas y ahora esto... es que ese chico no tuvo ni un dia normal? ¿Pero que poderes tiene este albino de ojos purpuras? ¿Jessica ligara en ves de intentar que los demas lo hagan? ¿Álbert dira algun dia un chiste? ¿Cuando Jhonatan usara sus poderes de JEdi?......... Se me va la hoya..... ¿ La acolita llegara a contar lo que sabe [inlove] ?...... Muchas preguntas sin respuesta.... para un relato genial......
Juas, respuestas una a una:

-¿No tuvo un día normal?---------------------------> NOXD

-Ojos rojos, y no es albino, los albinos tienen también la piel pálida y los ojos claros, simplemente tie un royo raro en los ojos y el peloXD.

-Jessica ligará?.... ummm, a saber... muhahahahhaaa [sati]

-Albert dirá un chiste?.... solo dios (osea, yo en este casoXD) lo sabe.

-Atasha contará lo que sabe?. juasjuasjuasjuasjuas, espera al siguienteXD
Vaya tocho!. :o

Pues a parte soberbio, con una ilimitada imaginación y unos hábiles y graciosos diálogos entre los hermanos y Atasha, y a partes un tochin que hay que intentar leer sin pensar en cosas más sugerentes (yo me entiendo). Igual de esto proviene que no me haya enterado de casi nada de cuando llegan al rio. :-?... pero bueno, estas cosas no me importan demasiado, a mi me gusta la chicha.

Ya te respondo yo, muad:

1-El chico tiene poderes, pero nada comparado cuando se desarrolle el demonio que lleva dentro.
2-Jessica ligará, por supuesto, y será dentro de 3 capítulos.
3-Albert dice chistes constantemente, pero hay que saber comprenderlo. Juas :p
4-La acolita es más de lo que parece.


Saluditos.
Ningu, yo de ti no intentaría espoilers con esta historia por ahora... muhahahhahahaa [alien]
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