Los Hijos del Cristal. Capítulo 12: Vientos de cambio.

Weno, una vez más sus dejo el archivo actualizado y el capi en si abajo (bah, los que lo estáis leyendo ya sabéis como váXD). Sorry por el retraso en este capi pero con los exámenes la cabeza no daba pa más. :p

Los Hijos del Cristal
-Abre los ojos… despierta.
-¿Por qué ahora?.¿Qué veré si lo hago?.
-La respuesta a una de tus preguntas… si tu corazón está preparado para aceptarla.
-¿Y si no lo está?. Tal vez prefiera seguir así y no saber nada más.
-Tus palabras han cambiado… tus preguntas ya no son las mismas.
-Tus respuestas tampoco lo son. Me he cansado de esperar algo que nunca llega, no puedes pedirme que espere eternamente a que te decidas a responder.
-Pero yo sí lo hago… yo te he esperado… te espero… te esperaré.
-¿Por qué?. ¿Quién eres?.
-Tú ya sabes la respuesta a esa pregunta. Despierta… di mi nombre y acaba esta agonía.
-No puedo pronunciar un nombre que no conozco. ¿Por qué te es tan difícil de entender?.
-Porque sé que no es cierto… sé que me conoces. Como yo te conozco a ti.
-Entonces dime quien soy, dime mi nombre y tal vez entonces recuerde el tuyo.
-No puedo… no debo.
-¿Por qué?.
-Ella tiene miedo… y tú no estás listo para aceptarlo. Os destruiríais… nos destruiríais… mi espera habría sido en vano.
-¿De qué hablas?. No sé que esperas de mí, qué quieres.
-Solo que abras los ojos… deja que te mire aunque sea solo una vez. Llevo tanto tiempo esperando… mis lágrimas se han agotado ya pero mi corazón se resiste a abandonar… yo me resisto a abandonar, como sé que tú lo hiciste… lo haces… lo harías.
-Hablas de cosas que he hecho pero no recuerdo, de sentimientos que desconozco… pero lo haré, si eso es lo que deseas.

Jonathan cedió al fin a la petición de aquella voz. Su corazón latía con una velocidad inusual a pesar de no haberse movido en absoluto y su cuerpo sudaba como anticipando algo que su mente no comprendía, pero no podía seguir negándole algo tan sencillo a ella, no después de todos loas años que su voz lo había acompañado cada noche, cada día en el viento en forma de susurro.
Sus ojos se abrieron lentamente y la luz se hizo patente casi de inmediato. La oscuridad de la habitación había desaparecido y algo brillaba en ella con una intensidad que casi lo cegaba, obligándolo a esperar mientras sus doloridas pupilas se ajustaban al brusco cambio de iluminación antes de poder ver nada. Y cuando al fin pudo ver con claridad su corazón se estremeció de pronto al ver que la fuente de aquella luz no era otra sino aquella con la que su hermana lo había obligado a compartir habitación esa noche.
Sarah estaba allí, flotando suavemente sobre la cama a escasos centímetros de su cuerpo envuelta por un brillo de plata que jamás había visto... pero eso no era todo. Su cuerpo había cambiado, sus cabellos antes rojos como el fuego se habían vuelto tan blancos como los suyos y brillaban a su espalda como una fascinante cortina de plata que le impedía ver el techo, su propia piel había palidecido hasta centellear con la tenue belleza de Kashali e incluso sus ojos, aquellas hermosas esferas doradas que tanto había intentado evitar para no perderse en su embrujo, eran ahora dos centelleantes discos de plata que lo miraban con una mezcla de emociones más allá de lo que su mente podía comprender.
-Sarah… -Murmuró mirándola, atónito ante el cambio en su esposa.
-Un nombre que no conozco… -Respondió una voz familiar para Jonathan, pero totalmente distinta a la de Sarah y que, sin embargo, brotaba de su cuerpo. -…pronunciado por unos labios que jamás he tocado… y aún así me alegra oírlo.
-Eres tú… -Comprendió Jonathan mirándola fijamente, incapaz de apartar sus ojos de los suyos. –Por fin puedo verte.
-Solo ves lo que tu mente te permite ver… -Susurró ella ladeando ligeramente la cabeza. –Un espejismo de la verdadera realidad.
-¿Y Sarah?. –Preguntó mirando hacia el rincón en que esta se había dormido para asegurarse de que ya no estaba allí. -¿Qué le has hecho?.
-Ella está dormida… como tú. –Dijo de nuevo la voz, jugando con el reflejo plateado de sus ojos sobre las pupilas escarlata de Jonathan. –Lo estará hasta que la niña deje de ser niña y crezca.
-Tú no tienes derecho a decidir eso. –Replicó al instante Jonathan en un tono súbitamente brusco. –Devuélvele su cuerpo, ya ha sufrido bastante esos cuatrocientos años sola.
-No comprendes mis palabras. –Notó ella sonriendo ligeramente mientras su cuerpo descendía hasta que sus pechos rozaron el pecho de Jonathan. –Pero te preocupas por ella… tal vez más que por mí. Es una sensación extraña… dulce y a la vez amarga.
Jonathan trató de decir algo en respuesta a estas palabras, pero entonces se dio cuenta de algo extraño. Sus brazos habían rodeado la espalda de la joven sin que él casi se diese cuenta y ahora la atraían hacia él como si su mente ya no importase, cómo si su propio cuerpo reaccionase ante su presencia de una forma que ni él ni ella parecían querer evitar.
-No tengas miedo… -Susurró ella mientras su rostro se acercaba al suyo y sus ojos de plata se fundían con su mirada de rubí. -…sé que no lo comprendes. Pero no robaré aquello que no me pertenece… no me robaré algo a mi misma.
-¿Qué estás diciendo?... –Trató de comprender Jonathan incapaz de apartar su mirada de la suya. -¿Qué le pasará a Sarah?.
Ella no respondió, siguió acercándose a él hasta que pudo notar la caricia de su respiración sobre su rostro, atrayéndolo en silencio sin que él pudiese, o tal vez quisiese, hacer algo para evitarlo. Pero entonces, justo cuando sus labios estaban a punto de tocarse, ella se movió hacia un lado y sus mejillas se rozaron mientras su rostro pasaba junto al suyo y ella descansaba su cabeza en la curva de su cuello.
-Duerme… -Susurró junto a su oído. –Todavía es pronto para que despiertes… y ella tiene demasiado miedo. Duerme…
Jonathan trató de decir algo entonces, pero ya no pudo. Sus ojos se cerraron de pronto bajo el peso de un sueño irresistible y solo sus brazos reaccionaron abrazándola suavemente mientras se dejaba arrastrar a la oscuridad una vez más y la luz desaparecía de la habitación.

Cuando al fin se despertó de nuevo la mañana había llegado ya a las colinas del sur de Acares y la luz que entraba por la ventana de la habitación fue lo primero que llamó su atención. En su mente flotaba todavía el recuerdo de aquel extraño sueño, de aquella luz de plata… y de ella, la criatura con la que había hablado tantas veces y que finalmente se había mostrado ante él. Aunque en una forma tan desconcertante como la oscuridad desde la que siempre le hablaba y que pronto lo haría darse cuenta de que esta vez todo había sido mucho más real que de costumbre.
Sarah seguía allí, acostada tranquilamente sobre él con su rostro acurrucado a un lado de su cuello y sus brazos alrededor de sus costados tal y como ella la había dejado. Su cuerpo cubría el suyo en una continuación del abrazo que él mismo había iniciado sin darse apenas cuenta e incluso sus cabellos parecían haberse deslizado alrededor de su cintura para mantenerlo junto a ella. Unos cabellos que volvían a ser rojos como la sangre salvo por los pequeños mechones plateados que lo salpicaban y arrancaron una pequeña sonrisa del rostro del joven al darse cuenta de que volvía a ser ella misma.
Su piel había recuperado el color normal y solo sus ojos permanecían aún ocultos, pero ya no necesitaba más para saber que todo volvía a ser como antes y continuó observándola en silencio mientras notaba como la luz del sol hacía también su trabajo con ella y esta se revolvía entre sus brazos empezando a despertarse.
Sarah levantó la cabeza pesadamente, cubriéndolos a ambos con el velo carmesí que formaban sus cabellos mientras se despejaba y sus ojos se abrían poco a poco. Las joyas doradas que los formaban volvían a brillar como siempre, más radiantes aún si cabe en la penumbra de la habitación, y este pronto pudo ver en ellos la sorpresa que sin duda acababa de invadir la mente de su esposa al encontrarse mirándole.
-¿Qué hago aquí?. –Preguntó mirando fijamente a los ojos de Jonathan, sin darse cuenta aparentemente de que los dos estaban abrazados. –Primero insistes en que no podemos dormir juntos y luego me traes a la cama mientras duermo. No te entiendo.
-Yo no he tenido nada que ver con esto. –Aseguró Jonathan en absoluto sorprendido porque esta no recordase nada, preguntándose como reaccionaría. –Fuiste tú la que se movió mientras dormía.
-¿Yo?.
Sarah pareció pensar en aquellas palabras por un instante y sus ojos parpadearon dándole un aspecto extraño y pensativo que Jonathan rara vez había visto en ella, pero esto cambió en cuestión de segundos. Cómo si acabase de darse cuenta de algo, Sarah se separó de él obligándolo a soltarla y su pelo se desenroscó de su cintura mientras ella flotaba hacia atrás por un momento y pasaba a sentarse sobre la cama a un lado de este, con una mirada ya en absoluto alegre en su rostro.
-¿Estás bien?. –Preguntó Jonathan sentándose también sobre el colchón, perfectamente consciente de que ella sabía algo de lo que había pasado y su pregunta era estúpida en aquel momento, pero incapaz de pensar en una mejor.
-¿La has visto?. –Respondió Sarah sin mirarle, ocultando su rostro entre sus cabellos que ahora cubrían sus hombros y parte de su pecho. -Ha sido ella, ¿Verdad?.
-Sí. –Asintió Jonathan, bastante sorprendido por la calma con que esta parecía asumir lo que había pasado.
-Sabía que tú también podías oírla. –Continuó Sarah con su mirada fija en los tablones del suelo. –Pero no esperaba que volviese a hacerme esto si hacía lo que ella quería. ¿Quién es… cómo es?.
-No lo sé. –Explicó Jonathan con calma, notando en la voz de Sarah una mezcla de preocupación y resentimiento. –Era como un fantasma, una criatura de luz que solo se parecía a ti en la forma de su cuerpo. Pero no sé quién es, yo mismo se lo he preguntado muchas veces y solo consigo respuestas en forma de enigma. Nunca he podido descifrar sus preguntas o sus respuestas.
-Yo tampoco la entiendo. –Afirmó Sarah todavía sin moverse. –Su voz ha sido mi única compañía durante estos cuatrocientos años y jamás he entendido nada de lo que dice. Pero eso no es lo único que hace… a veces me despierto en sitios en los que no me había dormido, sin saber siquiera como he llegado allí. Así fue como salí del templo por primera vez.
-¿También fue ella la que impidió que acabases con nosotros?. –Se atrevió a preguntar Jonathan mirándola fijamente, sorprendiéndose a si mismo al darse cuenta de que intentaba buscar sus ojos tras sus cabellos.
-Sí. –Admitió Sarah sin apenas inmutarse, con la misma naturalidad con que de costumbre afrontaba la muerte. –No pensaba hacerle caso, estoy tan cansada de sus juegos que solo quería estar tranquila y acabar con todo de una vez… pero entonces vi como me mirabas y me di cuenta de que tú también podías oírla.
-¿Por eso me escogiste a mí?. –Preguntó Jonathan de nuevo, más impaciente por obtener aquella respuesta de lo que él mismo quería admitir. -¿Por qué creías que era lo que quería ella y así te dejaría en paz?.
-No. –Respondió su esposa confundiéndolo de nuevo. -Esa es la razón por la que accedí a daros el cristal y quise acompañaros, supuse que si tú podías oírla ella querría que fuese con vosotros y no volvería a hacerme esto.
-¿Esa era la razón?. –Se sorprendió Jonathan. –Por como reaccionabas ante todas las cosas nuevas que has visto desde que salimos del templo creí que realmente solo querías salir y ver el mundo fuera de la cueva.
-Y así es. -Afirmó ella girando al fin la cabeza hacia él. –Pero eso es algo que he deseado desde siempre y me ayudó a decidirme. En cuanto a ti… ni siquiera se me ocurrió que podría haber escogido a otro, estuve segura de que era a ti a quien quería a cambio del cristal en cuanto te vi. No fue realmente una elección.
-¿Crees que pudo ser también cosa de ella?. –Preguntó Jonathan una vez más devolviéndole su mirada con cierto reparo, temiendo como de costumbre lo que podía encontrar en aquellos ojos ahora que al fin podía verlos. –Parece querer algo de nosotros y también fue ella quien me guió hacia ti por los pasadizos del templo.
-¡No!. –Replicó al instante Sarah totalmente seria, mirándolo con firmeza a pesar de la evidente confusión que todavía reinaba en su mirada. –Ella está en mi mente… incluso ocupa mi cuerpo a veces cuando duermo, pero no pienso compartir nada más con ella. Fui yo quien pasó esos cuatrocientos años allí encerrada con el cristal y no le cederé lo que he conseguido a cambio de él. Fue una decisión mía, de nadie más.
-No te preocupes, por lo que dijo no creo que vuelva a hacer eso. –Sonrió Jonathan, incapaz de distinguir si su propia sonrisa era debido a sus últimas palabras o simplemente una forma de tratar de. –Llevo escuchándola desde que era pequeño y siempre ha intentado ayudarme, no es alguien a quien debas temer.
-Para ti es fácil de decir. –Señaló Sarah todavía seria. –Tú no sabes lo que es dormirse sin saber donde despertarás, no tienes idea de lo que significa saber que alguien podría robar tu cuerpo esa noche… y tal vez no devolverlo… tal vez no volver a despertarse.
-Eso no pasará. –Afirmó esta vez Jonathan mirándola también con seriedad, comprendiendo en parte la angustia que aquello podía suponer para ella. –No sé quien es, cierto, pero sé que no haría eso. Además, parece estar esperando algo, estoy seguro de que cuando suceda nos dejará tranquilos a ambos.
-¿El qué?. –Preguntó de nuevo Sarah, sus ojos centelleando una vez más con curiosidad en lugar de preocupación, aunque todavía visiblemente seria. –Yo no entiendo nada de lo que me dice.
-Yo tampoco. –Aclaró Jonathan. –Pero dijo que solo quería hacer esto una vez y que todo terminaría cuando tú dejases de ser una niña y crecieses. No sé que quiso decir con eso, pero lo que está claro es que nos dejará en paz cuando eso, sea lo que sea, suceda.
-No soy ninguna niña. –Replicó Sarah frunciendo el ceño y ladeando la cabeza en una postura irónicamente infantil. –Vine con vosotros porque hay muchas cosas que no sé de vuestro mundo, pero no necesito que nadie me cuide. Soy mayor que todos vosotros.
-Créeme, lo sé perfectamente. -Dijo Jonathan recordando lo sucedido en el templo y en la propia Ruran el día anterior. –En realidad somos nosotros los que te necesitamos a ti, sin tu ayuda no habríamos podido salir de Tarsis.
-¿Entonces que es lo que quiere ella de mi?. –Se desesperó Sarah abriendo ambas manos.
-Tal vez que aprendas. –Sugirió Jonathan sin dejar de mirarla, fascinado por la velocidad con que su estado de ánimo parecía cambiar de la tristeza al enfado y ahora de este a la frustración de no saber qué hacer. –Por poderosa que seas hay muchas cosas que aún no sabes, no solo de nuestro mundo, también de ti misma.
-¿De mi?. –Repitió Sarah confundida. -¿Cómo cuales?.
-Lo de anoche es un buen ejemplo. –Trató de explicar Jonathan, divertido al ver como de nuevo su mirada había cambiado mostrando ahora curiosidad y no frustración. –Has estado sola mucho tiempo y tienes muchas cosas que aprender sobre como relacionarte con los demás.
-Jessica puede enseñarme, lo hace muy bien. –Sonrió Sarah cambiando de nuevo la expresión de su rostro. –A ella si la entiendo, eres tú el que actúa de forma rara.
-Hay una razón para eso. –Aclaró Jonathan. –Pero después de lo de esta noche creo que será mejor que le hagamos caso. Después de todo, de una forma o de otra ya hemos pasado una noche juntos y así podrás estar más tranquila, te aseguro que ahora que estás con nosotros no volverás a despertarte sola, no dejaré que te lleve a ninguna parte.
Mientras decía esto, Jonathan puso su mano sobre el hombro desnudo de su esposa y esperó que esta sonriese de nuevo animada por sus palabras. Sin embargo, para sorpresa del joven la mirada de esta se volvió seria de nuevo y una débil descarga centelleó en sus ojos mientras hablaba.
-No es tan fácil. –Dijo con voz súbitamente sombría. –No creas que he olvidado lo de anoche.
Justo al tiempo que decía esto, su cuerpo se iluminó de golpe con el brillo azulado de un nuevo rayo y Jonathan apartó la mano al instante saltando de la cama para evitar el relámpago con el que su esposa pretendía darle las gracias por su más que peculiar noche de bodas.

Por supuesto, el estruendo de aquel rayo no pasó en absoluto desapercibido para el resto de los inquilinos de la posada cuyas miradas se dirigieron de inmediato hacia el piso de arriba con cierto temor. Sin embargo, unas pequeñas explicaciones por parte de Álbert, acompañadas eso si por varias monedas, bastaron para convencer al dueño de que era mejor no intentar averiguar nada al respecto y el resto del grupo desayunó tranquilamente en el comedor mientras esperaban a que los recién casados bajasen de una vez.
-¿Otra vez?. –Preguntó preocupada Atasha mirando a los dos hermanos. –¿Qué creéis que está pasando ahí arriba?. Sarah parece bastante enfadada.
-Probablemente que Jonathan se ha comportado como siempre y mi plan no ha dado resultado. –Respondió con resignación Jessica removiendo con una cuchara la leche caliente de su desayuno. -Es una pena, eso habría arreglado las cosas enseguida y todo sería mucho más rápido.
-Sabías perfectamente que no funcionaría. –Le recriminó su hermano llevándose a la boca un trozo de pan con mantequilla. –Conoces a Jonathan tan bien como yo y sabes cómo es, no es timidez lo que le impide hacer algo así, es respeto. No hará nada mientras ella no sepa lo que significa, tiene demasiada moral como para jugar así con alguien. Además, tampoco sabemos si Sarah puede…
-¿Qué quieres decir?..–Preguntó un tanto desconcertada Jess al ver que su hermano no terminaba la frase, comprendiendo a la perfección lo que había dicho sobre Jonathan pero no lo de Sarah.
-Sarah no es como nosotros. –Trató de explicar su hermano mirando de reojo a ambos lados para asegurarse de que nadie los escuchaba. –Puede que parezca ser como nosotros, pero no sabemos hasta que punto su… bueno… -Titubeó ligeramente Álbert. -su cuerpo es realmente el de una mujer.
-¿Crees que no es como nosotras?. –Se sorprendió Jessica mirando hacia Atasha por un segundo y luego volviendo a mirar a su hermano visiblemente divertida. –No seas estúpido, claro que lo es. Ya deberías haberte dado cuenta, hasta ahora no iba muy tapada que digamos.
-Lo suficiente. –Insistió Álbert en absoluto convencido, ignorando por un momento lo ridículo de aquella conversación. –No deberías dar por sentadas esas cosas. Recuerda que no es de nuestra especie.
-En ese sentido sí es como nosotras. –Afirmó Atasha de pronto interrumpiéndolos a los dos y ganándose una extraña mirada de ambos. –Al menos en casi todo…
-¿Cómo lo sabes?. –Preguntó esta vez Jessica mirando con curiosidad a su amiga. –Álbert tiene razón, por pequeña que fuese su ropa no dejaba tanto a la vista.
-Ayer la vi mientras se cambiaba. –Explicó Atasha bajando la mirada, visiblemente incómoda con aquello. -Los probadores de la tienda en la que compramos la ropa no estaban separados y la vi un momento mientras me probaba la blusa que me compré.
-Entiendo. –Dijo Álbert en parte tranquilo al oír esto, aliviado al saber que su hermano y aquella extraña joven no tendrían más problemas que los que ya tenían entre ellos, aunque todavía intrigado por algo. –Pero has dicho que no es igual en todo, ¿En qué es diferente?.
Lejos de responder a su pregunta como este esperaba, Atasha se quedó mirando a Álbert con cierto reparo y bajó de pronto la mirada ante lo embarazoso de la situación. Sabía la respuesta, pero no era algo de lo que le gustase precisamente hablar con alguien como él y buscó con la mirada a Jessica esperando que esta le echase una mano. Algo que, por fortuna, no tardaría en suceder ya que esta comprendió al instante la mirada de su amiga y se acercó a ella para que pudiese decírselo al oído.
-Solo eso. –Se sorprendió Jessica mirando a Atasha con una extraña sonrisa nada más oírla. –Eso no es nada importante.
-Por lo demás parece igual a nosotras. –Afirmó Atasha todavía no muy cómoda hablando de aquello.
-¿Vais a decirme de qué habláis?. –Preguntó Álbert bastante perdido. –No entiendo nada de lo que decís.
-Ni lo harás. –Replicó su hermana sonriendo burlonamente. –No te interesa en absoluto. Es cosa de chicas.
-Estupendo. –Se conformó Álbert ya acostumbrado a las respuestas de su hermana. –En fin, de todas formas es bueno saber que se parece más a un habitante de Linnea que de Árunor.
-Eso ya lo sabíamos. –Afirmó su hermana con tranquilidad. –Creo que tú y Jonathan sois los únicos que todavía la veis como un demonio. Lo único en lo que es diferente son sus poderes y lo poco que sabe de todo.
-Algo en lo que no lo será por mucho tiempo por lo que veo. –Notó Álbert terminando su desayuno y apartando su plato y su cuenco a un lado para que el camarero pudiese recogerlo sin molestarlos. –Parece que te estás dando mucha prisa en enseñarle cosas.
-Tal vez demasiada. –Señaló Atasha atrayendo de nuevo las miradas de ambos, especialmente de Jessica. –Creo que lo que estás haciendo no le ayuda en absoluto.
-¿Por qué?. –Preguntó Jessica un tanto confundida.
-Sarah aprende cosas, pero solo porque tú se las enseñas como tales. –Trató de explicar Atasha, hablando con una voz tan insegura como de costumbre. –No piensa por si misma, acepta lo que le dices y punto. Eso no está bien, es como enseñarle a alguien una ley y no decirle por qué existe.
Álbert sonrió al oír esto, totalmente de acuerdo con la joven y en parte sorprendido porque fuese ella la que hablase a favor de Sarah después de lo que había intentado hacerle. En sus ojos no había el odio ni el rencor que había esperado al hablar de ella, solo la misma mirada tímida y bondadosa que había visto siempre y que sin duda también había sido lo que había convencido a Jonathan de que no era como el resto de los monjes.
-Por fin alguien que piensa un poco. –Se burló Álbert girándose hacia su hermana. –Eso debería enseñarte algunas cosas.
-Supongo que tenéis razón. –Aceptó Jessica no de muy buena gana, pero consciente de que lo que Atasha había dicho tenía sentido. –Pero no será fácil, Sarah no es tan inocente como creéis y piensa mucho más por si misma de lo que vosotros pensáis. Si algo no le gusta reacciona en contra, no lo acepta sin más. El problema es que tiene muchas ganas de aprender, es como una esponja que lo absorbe todo y por eso da esa impresión.
-¿Y qué esperabas?. –Preguntó de nuevo Álbert con cierta ironía. –Hacer que alguien aprenda en unos días lo que la mayoría aprendemos en años no es sencillo, menos aún si Jonathan no colabora.
-Por eso no te preocupes, colaborará. –Sonrió Jessica totalmente convencida. -Pero lo hará a su manera y cuando al fin se decida, le importa demasiado para arriesgarse a hacerlo de otra forma.
-¿Por qué estás tan segura?. –Preguntó Atasha mirándola con bastantes dudas.
-Porque ni siquiera él es tan “bueno” como para rechazar a una mujer así. –Aclaró Jessica sonriendo. –A menos que le importe lo suficiente como para poner el respeto hacia ella por encima de cualquier otra cosa.
-¿Crees que eso es lo que ha pasado esta noche?. –Insistió Atasha bajando ahora la mirada, recordando lo sucedido con ella en Narmaz.
-Si… -Afirmó no demasiado contenta Jessica, comprendiendo que sus propias palabras habían herido a Atasha sin quererlo, pero consciente también de que era algo que no podía evitar. -…lo siento.
-No importa. –Respondió Atasha sacudiendo ligeramente la cabeza y tratando de sonreír. –Me lo busqué yo misma, no fue culpa de nadie más.
-Eso es algo que tendréis que explicarnos algún día. –Apuntó Álbert mirando ahora a la joven de cabellos más oscuros. –Jonathan no ha dicho nada, pero por como os comportáis creo que hay algo que no nos habéis dicho y que explica tanto su forma de comportarse como la tuya.
-Preferiría no tener que hablar de eso. –Murmuró Atasha de nuevo hablando en voz baja y apesadumbrada. –No es algo de lo que esté orgullosa.
-Entonces olvídalo. –Sugirió Jessica sonriendo tan alegremente como de costumbre para tratar de compensar la bajada de ánimo de su compañera y girándose de nuevo hacia su hermano. -Y tú, déjala tranquila.
-Como quieras. –Sonrió Álbert, aceptando no por las palabras de su hermana sino por el efecto que su pregunta había tenido sobre Atasha. –De todas formas ya es hora de que nos pongamos en marcha, si esos dos no bajan pronto perderemos el tren.
Totalmente de acuerdo con este, las dos jóvenes terminaron también sus desayunos y se levantaron para seguir a Álbert hasta la entrada de la posada y esperar a sus dos compañeros. Después del alboroto que habían montado hacía unos minutos estaba claro que se habían despertado ya y los tres esperaban que bajasen pronto ahora que nada los retenía allí arriba. Sin embargo, el tiempo pasaba mientras los tres esperaban con impaciencia junto al mostrador y ninguno de los dos se decidía a bajar, lo que acabó por completo con la paciencia de Jessica.
-Ya estoy harta. –Refunfuñó cansada de esperar. –Si no bajan de una vez voy a buscarlos yo misma. ¿Qué están haciendo?.
-Tal vez tu plan haya dado resultado después de todo. –Se burló Álbert más que consciente de que aquella posibilidad era prácticamente imposible. –Y esas cosas llevan tiempo.
-Muy gracioso. –Replicó su hermana con una mirada sombría. –En fin, iré a buscarlos, ya casi es hora de ir a la estación.
-Iré yo… -La interrumpió de golpe Atasha acercándose a las escaleras y mirándolos con una seguridad inusual en ella. -..si no os molesta.
-Claro que no. –Se sorprendió Jessica no muy segura de las intenciones de la joven. -¿Pero estás segura?.
Atasha asintió con una peculiar sonrisa y se dio la vuelta al instante para subir las escaleras hacia el segundo piso dejándolos a los dos bastante desconcertados. Aquella no era en absoluto la actitud que ambos habían esperado de ella después de lo sucedido en Tarsis y su atemorizado comportamiento el día anterior e incluso Álbert la siguió con la mirada mientras subía las escaleras preguntándose si realmente era una buena idea. Pero con Jonathan cerca no parecía demasiado peligroso por difíciles que estuviesen las cosas entre ella y Sarah y este acabó apoyándose en el mostrador para seguir esperando junto a su hermana.
Una vez arriba, Atasha se detuvo un momento antes de entrar al pasillo que separaba los dos grupos de habitaciones de la posada para asegurarse de que su ropa estaba bien y, sobretodo, que su nueva blusa era perfectamente visible bajo su túnica cubriendo las carencias de tela de esta que antes había tratado de no ocultar. Una vez segura de esto, continuó adelante y se giró hacia el lado en que se encontraba la habitación de los recién casados para llamar a su puerta. Algo que, curiosamente, nunca llegaría a hacer ya que Jonathan estaba también en el pasillo junto a esta y su mirada se cruzó un instante con la suya al encontrarse de golpe.
-¿Atasha?. –Se sorprendió Jonathan al ver a su compañera. -¿A ocurrido algo?.
-No. –Sonrió la joven con una tranquilidad inusual, bajando la mirada como de costumbre aunque tratando de parecer menos insegura. –Solo había venido a buscaros, ya es casi la hora de irse.
-Lo sé, bajaremos enseguida. –Respondió Jonathan con cierta resignación. –Supongo…
-¿Y Sarah?. –Preguntó Atasha, adivinando por su voz que algo había pasado.
–Dentro. –Explicó Jonathan todavía en el mismo tono. –Dándose una ducha, creo que es la primera vez que puede darse un baño caliente sin usar sus poderes.
-¿Por eso estás tú aquí fuera?. –Intentó comprender Atasha todavía no muy segura de qué estaba pasando. -No deberías, así no le ayudas a que entienda las cosas. Es tu esposa y Jessica ya le explicó ayer eso.
-No estoy aquí por que quiera. –Replicó Jonathan no muy contento. –Por una vez está haciendo lo que yo le dije, sí, pero creo que solo es su forma de vengarse por lo de anoche y no me ha dado elección.
-¿Te ha echado?. –Comprendió Atasha sonriendo ligeramente.
-Más o menos. –Admitió Jonathan.
-Entonces será mejor que entre a buscarla. –Dijo Atasha con calma, sorprendiendo de nuevo a Jonathan por su repentino cambio de disposición hacia Sarah. –Además, tenía que hablar con ella de algo.
-No creo que sea buena idea. –Le advirtió Jonathan no muy convencido.
-Yo también soy una chica, no hay ningún problema. –Sonrió de nuevo Atasha ocultando su propio temor. –Y no puedo seguir así todo el tiempo si quiero seguir con vosotros.
Dicho esto, Atasha abrió la puerta y pasó al interior de la habitación dejando a Jonathan de nuevo a solas en el pasillo. A decir verdad él mismo tenía sus dudas sobre aquello, sobretodo teniendo en cuenta el mal genio de Sarah y su enfado en aquel instante, pero ninguna de las dos le había dejado muchas más opciones y se resignó a seguir esperando atento a cualquier sonido que pudiese proceder de la habitación.
Nada más entrar, Atasha sintió como todo el valor que había conseguido acumular para sonreír frente a los demás se esfumaba de golpe al estar al fin fuera de su vista y pegó la espalda a la puerta por un instante mirando con temor el resto de la habitación. Sus manos temblaron por un momento mientras la buscaba con la mirada, diciéndose a si misma que aquello era algo que le debía y forzándose a no salir corriendo a pesar de saber que ella podría matarla con un simple gesto de su mano si así lo quisiese.
Pero Sarah todavía no había vuelto, la habitación parecía totalmente vacía salvo por el sonido de la ducha y la joven suspiró ligeramente aliviada suponiendo que aún estaría bajo el agua.
-¿Qué haces aquí?.
Dijo de pronto una voz a su derecha, haciendo que su corazón casi se detuviese del susto y esta se girase de golpe hacia la dueña de aquella voz. Sarah acababa de salir de la ducha y la miraba desde la puerta del baño, su cuerpo empapado todavía y completamente desnudo salvo por los finos trazos escarlata que sus cabellos dibujaban a lo largo de su silueta pegándose a su piel.
-Yo… quería…. –Titubeó Atasha intentando en vano recobrar el valor que la había llevado hasta allí. -…necesitaba hablar contigo.
-¿Qué quieres?.
Al tiempo que hacía esta pregunta, Sarah cerró su puño derecho y un destello rojizo lo iluminó por un instante haciendo que Atasha diese instintivamente un paso atrás. Lejos de atacarla, sin embargo, Sarah abrió la mano de nuevo y el agua que la cubría se evaporó de golpe secando por completo su cuerpo y sus cabellos sin dejar más rastro que una débil nube de vapor a su alrededor.
-Quería… -Empezó Atasha dando unos pasos hacia ella. -…disculparme. Siento mucho lo que ha pasado.
-¿Disculparte?. –Se sorprendió Sarah, no muy segura de la razón por la que lo hacía. –Fui yo quien intentó matarte.
-No es por eso. –Explicó la joven de ojos más oscuros, consiguiendo al fin relajarse un poco mientras hablaba. –Sé que tenías tus razones para hacerlo y… las entiendo. No puedo culparte por lo que hiciste, sé que estabas furiosa y yo en tu lugar probablemente habría actuado igual, pero tampoco voy a culparme a mi misma por algo que yo no hice.
-¿Por qué entonces?. –Insistió Sarah comenzando a vestirse, algo no tan sencillo para ella como de costumbre debido a su poca familiaridad con la mayoría de las prendas que Jessica le había dicho que debía llevar incluso bajo su ropa.
-Creo que tú ya lo sabes. –Respondió Atasha reuniendo todo su valor para decir aquella frase pero bajando la cabeza para no sostener su mirada. –Si no fuese así no me habrías mirado de esa forma en el tren.
Los ojos de Sarah centellearon ligeramente al oír aquellas palabras. Su mente había comprendido lo que significaban tal y como Atasha decía y esta terminó de abrocharse la falda para acercarse a la otra joven, clavando sus ojos en ella como dagas doradas mientras una débil aura oscura aparecía alrededor de su cuerpo como sutil muestra de su poder y su estado de ánimo en aquel instante.
-Sé que ellos te aprecian. –Dijo casi en un susurro, pero con un tono siniestro y en absoluto agradable. –Y por eso olvidaré quien fuiste una vez… qué tu también eras parte de esa congregación. Pero no intentes quitarme nada más, no lo permitiré.
-No tendrás que preocuparte por eso, tienes mi palabra. –Consiguió decir con voz ligeramente temblorosa Atasha, aliviada por sus palabras pero todavía atemorizada por el demoníaco aspecto de Sarah en aquel momento. –Tú ya has ganado esa batalla, ahora solo hay una cosa que todavía me intriga.
-¿Qué?. –Preguntó desconfiada Sarah sin dejar de mirarla.
-¿Por qué reaccionaste así?. –Respondió Atasha más tranquila. –¿Cómo puedes no entender lo que significa vuestra boda y aún así sentir ese… instinto, hacia Jonathan?.
-No lo sé. –Admitió Sarah dejando que sus poderes se relajasen y volviendo a parecer una mujer normal. –Se que incluso Jessica espera que haga o diga algo que yo no entiendo, pero para mi es natural reaccionar así. Jonathan es lo que pedí a cambio del cristal y no quiero que nadie me lo quite, eso es todo. ¿Por qué parece tan raro?.
-Porque nosotros llamamos a ese sentimiento de posesión que tú sientes de otra forma. –Explicó Atasha sonriendo ligeramente al ver que la hostilidad había desaparecido por completo de sus ojos. –Tal vez aún no sea exactamente lo mismo, pero estoy segura de que lo acabará siendo.
-¿Cómo lo llamáis?. –Preguntó con curiosidad Sarah, tan sincera y clara como de costumbre.
-Creo que será mejor que dejemos esas explicaciones para Jessica. –Respondió mucho más animada Atasha. –Estoy segura de que ya tiene sus propios planes para enseñarte eso. Ahora…
Justo en el momento en que Atasha decía esto, dos golpes en la puerta llamaron la atención de las dos jóvenes y la voz de Jonathan se escuchó desde el otro lado apremiándolas a terminar cuanto antes. Visto esto, las dos se miraron un momento como tratando de asegurarse de que todo había quedado claro entre ellas y ambas salieron de la habitación listas para emprender su viaje hacia Tírem con los demás.
Como era de esperar, el hecho de verlas bajar juntas dejando a Jonathan atrás y sonriendo tranquilamente sorprendió bastante a Álbert y Jessica, pero ninguno de los dos hizo preguntas al respecto y el grupo partió al fin hacia la estación esperando llegar a tiempo para coger su tren. Algo no demasiado complicado ya que Jessica no tardó en coger de nuevo a sus dos amigas y llevárselas corriendo en dirección a la salida de la ciudad dejando a sus dos hermanos atrás.
-Estupendo. –Refunfuñó Álbert mirando a su hermano que todavía seguía con la vista la estela rojiza de los cabellos de su esposa entre la multitud que ocupaba la calle. –Ahora que esas dos se llevan bien ya no nos necesitan para nada. Empiezo a pensar que sobramos en este grupo.
-Ya somos dos. –Respondió Jonathan sonriendo.
-En fin, en todo caso será mejor que nos demos prisa. Además, empiezo a cansarme de que Jess llegue primero a todas partes. –Bromeó Álbert mirando de reojo a su hermano y echando un rápido vistazo hacia la calle. -¿Una carrera?. Veamos que te han enseñado en ese orfanato de Lusus.
-Vamos, no te pega presumir delante de las chicas. –Rió Jonathan recordando viejos tiempos ante la sugerencia de su hermano. –Lo dices porque siempre me ganabas cuando éramos pequeños.
-¿Te preocupa quedar mal delante de tu mujercita?. –Se burló Álbert. –Como tú has dicho, nunca me has ganado.
-Como quieras. –Aceptó Jonathan. -¿Cuándo empezamos?.
-¡Ahora mismo!.
Dicho esto, y antes de que el propio Jonathan reaccionase, Álbert echó a correr entre la multitud y este tardó unos segundos en reaccionar y hacer lo propio. Ambos avanzaron evitando a la gente, los carros y los diversos obstáculos que se cruzaban en su camino mientras los transeúntes de la ciudad los miraban con sorpresa e incluso enfado a causa de la multitud de pequeños accidentes que se producían a su paso. Pero ninguno de los dos se detuvo, siguieron corriendo lo más deprisa posible emulando a los niños que una vez habían sido mientras trataban de alcanzar la estación en primer lugar.
Álbert parecía tener ventaja en un principio y Jonathan se quedó atrás por un momento, pero este pronto encontraría la forma de alcanzarle. Lejos de seguir abriéndose paso entre la gente, Jonathan opto por saltar sobre uno de los carros vacíos que entraban a la ciudad, lo usó como trampolín para alcanzar un gran arco de piedra que unía dos de las casas cruzando a tres metros sobre la calle y desde este se aupó hasta el tejado más cercano pasando a correr sobre las cornisas de las casas y los muros de las terrazas en lugar de la calle.
Gracias a esto, Jonathan pronto recuperó el tiempo perdido y cuando saltó al suelo desde la última casa al llegar al final de la ciudad calló justo unos metros delante de su hermano obligándolo a esforzarse aún más para alcanzarlo mientras los dos se separaban buscando el camino más despejado y rebasaban incluso a sus tres compañeras sin pararse siquiera a decir algo. Esto último, por supuesto, produjo una reacción un tanto extraña en Atasha y Sarah que los miraron desconcertadas preguntándose que sucedía, pero Jessica los conocía ya de sobra y se limitó a sacudir la cabeza mientras continuaba caminando tranquilamente hacia la estación con ellas.
-Y luego habláis de mí. –Murmuró cuando al fin llegó al andén y las tres se detuvieron frente a los dos jóvenes que ahora jadeaban pesadamente apoyado el uno en el otro. –Sois un par de críos.
-A veces es bueno recordar viejos tiempos. –Sonrió Álbert recuperando el aliento y girándose hacia su hermano. –O intentarlo al menos, no esperaba que llegases primero esta vez.
-No ha sido fácil. –Admitió Jonathan con la gabardina en la mano a causa del calor. –Pero supongo que los años no pasan en balde
-Te recuerdo que tú eres el mayor. –Replicó Álbert sin dejar de sonreír. –¿Seguro que no te has esforzado más por alguna otra razón?.
Mientras decía esto, Álbert dirigió una rápida mirada hacia Jonathan y su hermano lo miró con resignación comprendiendo que nunca ganaría una discusión con él. Sus tres compañeras, por el contrario, apenas les prestaron atención y continuaron su camino hacia el tren dejándolos una vez más atrás hasta que estos al fin se decidieron a seguirlas y entraron al último vagón apenas un minuto antes de que sus puertas se cerrasen para partir.
Tal como el encargado de la estación les había dicho el día anterior todos los trenes hacia Nilith estaban completos y el suyo no era una excepción. Más que eso, los dueños del ferrocarril parecían estar aprovechando la situación para aumentar sus beneficios y el número de billetes vendidos era en realidad superior al de plazas disponibles provocando una evidente falta de asientos para sus pasajeros.
Por fortuna para el grupo de jóvenes, a pesar de llegar tarde su vagón se encontraba en la parte más alejada de la estación y pocos habían entrado directamente a él por lo que un grupo de asientos todavía estaba libre mientras la gente se movía entre los demás vagones para llegar a este. No eran suficientes para todos, pero al menos les evitarían tener que ir de pie y los cinco se miraron un instante para decidir cual de ellos se quedaría de pie primero, o al menos eso pensaban en un principio.
-De eso ni hablar. –Protestó Jessica mirándolos a todos. –Hay sitio de sobra para todos, no hace falta que nadie vaya de pie.
-Yo no necesito un asiento. –Sugirió Sarah tranquilamente. –Puedo sentarme junto a vosotros de todas formas, solo tengo que…
-Tú irás sentada. –La interrumpió Jessica más que consciente de que lo que esta estaba a punto de decir podía traerles problemas. –Recuerda lo que te dijimos. –Murmuró ahora acercándose a ella. –No hagas nada raro delante de la gente. ¿De acuerdo?.
-Está bien. –Asintió Sarah no muy contenta. -¿Qué hacemos entonces?.
-Nos las arreglaremos. –Afirmó Jessica mirando con una preocupante sonrisa a sus hermanos. –Ya veréis, hay sitio de sobra para todos.
-Jess, hay cuatro asientos y somos cinco. –Trató de explicar Álbert más preocupado ahora por su sonrisa que por la idea de ir de pie todo el camino hacia Tírem. -¿Cómo piensas arreglar eso?.
-Muy sencillo.
Dicho esto, Jess empujó a sus dos hermanos hacia los asientos más próximos a la ventanilla y los dos se sentaron como esta les sugería aunque sin estar todavía muy convencidos. A continuación, le indicó a Atasha que ocupase el asiento al lado de Álbert e hizo lo mismo con Sarah señalándole el espacio libre junto a Jonathan. Sin embargo, justo cuando esta se daba la vuelta junto al asiento y se disponía a sentarse, Jessica le dio un pequeño empujón haciéndola caer sobre Jonathan y ocupó tranquilamente el asiento al lado de la pareja sonriendo tan traviesamente como de costumbre.
-Arreglado. –Dijo mirando burlonamente a su hermano y Sarah que ahora descansaba sentada sobre su regazo. -¿Veis como no era tan difícil?.
Ninguno de los dos contestó, pero por sus caras parecía evidente que ellos no estaban tan de acuerdo con su idea como esta pensaba. Sarah no estaba en absoluto cómoda en aquella posición con la espalda apoyada en la ventanilla y todavía no se le había pasado el enfado con Jonathan, con lo que aquello no era en absoluto de su agrado.
Sin decir una sola palabra, ni tampoco dar a su esposo opción para protestar, se separó de la ventanilla y giró sobre su regazo hasta que su espalda quedó justo al rostro de este bloqueando por completo su mirada con la marea escarlata de sus cabellos. Sin embargo, lejos de apoyarse en él como Jessica y el resto del grupo había esperado, esta se limitó a cruzar las piernas y los brazos con toda tranquilidad y mirar hacia la ventanilla manteniéndose completamente separada de él.
-No aguantarás así todo el viaje. –Advirtió Jonathan observando como esta se balanceaba ligeramente sobre su regazo por falta de un apoyo cada vez que el tren daba un pequeño salto. –Ya sé que estás enfadada pero esto es ridículo. Si no quieres ir ahí dímelo y te dejaré el sitio.
-No estoy enfadada. –Mintió Sarah sin mirarle. –Y voy perfectamente así.
-Pero yo no. –Insistió Jonathan buscando otra forma de convencerla. –Lo único que puedo ver es tu pelo, y el viaje dura varias horas.
-¿Te molesto?. –Preguntó de pronto girándose la cabeza hacia él y mirándolo de una forma en absoluto amistosa.
-No. –Negó inmediatamente Jonathan. –Pero podríamos ir mucho más cómodos los dos si dejas de comportarte como una niña y te apoyas en mi.
-¿Por qué tengo que hacer lo que tú quieres?. –Preguntó de nuevo Sarah, subiendo el tono de su voz de forma que incluso algunos de los otros pasajeros la miraron. –Anoche tu no hiciste lo que yo quería, te dio igual.
-No es lo mismo. –Trató de explicar Jonathan.
-¿Por qué?. –Insistió Sarah. -¿Lo que yo quiero no vale tanto como lo que quieres tú?.
-Claro que vale lo mismo. –Respondió este ya un tanto confuso, más que consciente de que estaban atrayendo la atención de buena parte del vagón. –Pero eso no tiene nada que ver ahora. No se trata de lo que yo quiera o no, sino de cómo iríamos mejor los dos.
-A mi me parece lo mismo. –Replicó nada conforme Sarah.
-Pues no lo es. –Trató de aclarar Jonathan. –Deja de ser tan testaruda y pruébalo al menos.
Cansado ya de aquella discusión, Jonathan rodeó su cintura con sus manos nada más terminar aquella frase y tiró ligeramente de ella haciéndola caer hacia atrás de forma que su espalda se apoyaba al fin sobre su pecho y su cabeza reposaba junto a la suya en el asiento. Pero por desgracia para él esto no agradó en absoluto a su esposa y este pudo ver como sus ojos centelleaban por un instante mientras las manos de la joven se posaban sobre las suyas, algo que no presagiaba nada bueno y lo hizo temer que esta olvidase sus advertencias sobre su magia.
-¿Vuestra primera pelea?. –Sonrió Jessica interrumpiéndolos, en parte preocupada por lo que pudiese hacer Sarah pero también divertida por todo aquello. –Ahora sí que parecéis una pareja de verdad.
Jonathan suspiró aliviado al oír esto, no por el comentario de su hermana sino por que Sarah pareció calmarse al oírla y su mirada cambió de pronto volviéndose más pensativa, cómo si estuviese pensando en aquellas palabras. Fuese lo que fuese, lo cierto es que pareció olvidarse por completo de lo que pensaba hacer y se limitó girar la cabeza hacia la ventanilla para no mirar a Jonathan conformándose aparentemente con la posición en que se encontraba.
De esta forma el grupo consiguió al fin un poco de tranquilidad y los cuatro se relajaron en sus asientos mientras el tren seguía su camino hacia Nilith. Todos estaban impacientes por llegar a Tírem, sobretodo Atasha y Sarah que jamás habían estado en la ciudad y se preguntaban como sería su nueva vida allí, pero ambas mostraban aquella inquietud de formas muy distintas.
Mientras la primera permanecía en su asiento con su pasividad habitual hablando con Jessica o con Álbert cuando estos se dirigían a ella, Sarah centraba por completo su atención en la ventanilla y sus ojos recorrían maravillados los nuevos paisajes en los que se adentraba el tren.
Las colinas habían ido haciéndose cada vez más bajas conforme se acercaban al centro del continente y las llanuras cautivaban su mirada tal y como Jessica le había dicho que harían. Las enormes extensiones de hierba del Norte de Acares eran algo que jamás había visto y no podía apartar sus ojos de aquel mar verdoso salpicado tan solo aquí y allá por solitarios bosquecillos de tres o cuatro árboles.
Incluso el horizonte, ahora tan lejano que apenas podía distinguir si eran montañas o simplemente más llanuras lo que lo perfilaba bajo las grisáceas nubes de aquel cielo de tormenta, parecía distinto en aquel lugar y le resultaba extrañamente relajante. Solo algunas manadas de animales perturbaban aquella paz moviéndose en el espejismo que aquella vista creaba, algunos incluso acercándose al tren y manteniendo su velocidad por unos segundos como tratando de seguirlo.
Pero esto pronto terminaba, los grandes cuadrúpedos de gruesa piel rojiza y cabezas conforma de cuña cubiertas de protecciones córneas no podían apenas mantener aquel ritmo y los veloces felinos bípedos de las praderas rara vez se interesaban por los trenes. Permanecían bajo las escasas sombras de la llanura lamiéndose las garras, observándolo todo en espera de la oportunidad adecuada y solo cuando esta llegaba corrían en busca de su presa.
Todo esto, sin embargo, desaparecería de pronto de su vista cuando un nuevo tren se cruzó con el suyo en dirección contraria y la imagen de las praderas fue substituida por un instante por la veloz sucesión de las ventanas del otro tren. No fue mucho tiempo, apenas unos segundos a pesar de la escasa velocidad que alcanzaban aquellas máquinas, pero más que suficiente para que Sarah notase algo extraño y sus ojos se entrecerrasen girándose hacia Jonathan.
La mirada de este también había cambiado y su intento por ocultarlo girando la cabeza hacia el otro lado no sirvió de nada. Su mano se había movido involuntariamente hasta la altura de su corazón y ella podía notarlo en su espalda, algo que la hizo mirarlo aún con más interés.
-Tú también lo has notado. –Comprendió totalmente seria.
-Si. –Respondió Jonathan en el mismo tono, atrayendo al instante las miradas de los demás. –No te preocupes, no creo que tarde en desaparecer.
-Es el mismo que estaba en Tarsis. –Insistió Sarah. -¿Quién es?.
-Nadie importante. –Trató de mentir Jonathan. –Hazme caso y no pienses más en eso, es mejor ignorarle.
Aparentemente convencida, Sarah giró de nuevo la cabeza hacia la ventana y Jonathan se relajó un poco al ver que sus hermanos parecían ignorar también aquello. Sin embargo, para sorpresa de todos Sarah se levantó de golpe apenas un segundo después aprovechando la breve distracción de Jonathan y salió al pasillo mirándolo burlonamente desde allí.
Jonathan adivinó sus intenciones al instante y trató de decir algo, pero esta no le dio en absoluto la oportunidad. Salió corriendo en dirección a una de las puertas del vagón ante las miradas desconcertadas de la mayoría de pasajeros y el joven no tuvo más remedio que hacer lo mismo protestando ante la actitud de su esposa.
-Maldición. –Murmuró para si mismo poniéndose en pie. -¿Por qué se empeña ahora en hacer todo lo contrario de lo que digo?.
-¿Tal vez porque tú hiciste lo mismo?. –Se burló su hermana, aunque su cara no mostraba la sonrisa de costumbre y parecía un tanto seria. -¿Quieres que te acompañemos?.
-No es nada. –Aseguró Jonathan. –Quedaos aquí.
Dicho esto, el mayor de los hermanos salió también de entre los asientos y corrió hacia la puerta en busca de Sarah. El tiempo había cambiado desde su salida de Ruran y nada más salir del vagón Jonathan notó el abrazo húmedo de los vientos de la llanura, nada que ver con la calidez del sol del sur. Pero esto no le preocupaba en absoluto, la puerta del siguiente vagón estaba cerrada y a través de su cristal no podía verse a nadie en el pasillo, lo que le dejaba solo un sitio que revisar en busca de su esposa.
De un salto, Jonathan alcanzó con un pie uno de los asideros metálicos que formaban las escaleras hacia el techo del vagón continuo, se impulsó desde este hasta posar su otro pie en un escalón mucho más alto de su propio vagón y saltó nuevamente girando hacia atrás sobre si mismo para caer sobre el techo del vagón. Allí, tal y como este había supuesto, Sarah lo esperaba ya soportando sin inmutarse el viento que sacudía su falda y sus cabellos con la mirada fija en aquel que había atraído la atención de los dos.
Al otro lado del techo del vagón alguien viajaba también sobre el tren, observando tranquilamente el paisaje mientras este desaparecía tras el último vagón sin que el viento que azotaba su espalda pareciese molestarle. Llevaba una larga gabardina negra curiosamente similar a la de Jonathan, pantalones oscuros como los de este y botas de cuero del mismo color, pero no era esto lo más extraño. Cuando el desconocido se dio cuenta de que había alguien más allí arriba, o tal vez simplemente cuando creyó oportuno hacer notar que se había dado cuenta de su llegada, este se giró hacia ellos y Sarah pudo ver con cierta sorpresa que tampoco llevaba camisa ni nada parecido bajo su gabardina tal y como hacía Jonathan.
Los dos se parecían demasiado, casi como si sus ropas fuesen un mismo uniforme en el que solo variaba el color, y el hecho de que el rostro que se ocultaba bajo una alborotada cortina de cabellos negros que no llegaban más allá de su nariz fuese el de un joven no mayor que este la sorprendió aún más. Sus ojos oscuros carecían por completo de brillo, como si la luz a su alrededor desapareciese en sus pupilas para no volver a salir y esta sensación era acentuada aún más por su piel morena, una señal clara de que se trataba de un habitante de Lusus. Por lo demás su rostro era tranquilo, apacible, aunque podía intuirse algo similar a una sonrisa cuando sus ojos se encontraron con Jonathan y este se adelantó a Sarah para hablar con él.
-Néstor… -Dijo en un tono nada agradable, casi hostil.
-Curioso. –Respondió con tranquilidad el desconocido apartándose el pelo de la cara con una mano. -¿Todavía estás vivo?. Para ser solo una oveja descarriada tienes más recursos de los que suponía.
-¿Qué estás haciendo aquí?. –Exigió saber Jonathan todavía en el mismo tono, sin dar pie en absoluto a Sarah a decir o entender algo.
-No es asunto tuyo. –Replicó todavía con calma el otro joven. –Vuelve a tu sitio y sigue con tu vida, como el resto de la gente.
-Lo es cuando nos sigues. –Insistió Jonathan en absoluto contento con su respuesta. –¿Crees que no me he dado cuenta de que nos habéis estado siguiendo desde Tarsis?.
-¿Seguirte?. –Repitió con cierta ironía Néstor, ignorando por completo a Sarah. –El mundo no gira a tu alrededor Jonathan, no te consideres tan importante.
-Entonces que haces aquí. –Volvió a preguntar Jonathan mientras el viento sacudía sus cabellos cubriendo su cara con estrías de plata. -¿Esperas que crea que esto y lo de Tarsis fue solo una coincidencia?.
-Piensa lo que quieras. –Dijo Néstor encogiéndose de hombros. -No cambiará nada, lo que hagas me es indiferente.
-Si fuese así no te habrías molestado en dejarte ver. –Señaló Jonathan sonriendo ligeramente. –Sabes que no podéis esconderos de mí, no creas que haciéndote el sorprendido has conseguido engañarme.
La expresión del segundo joven cambió de pronto al oír esto. Su pequeña sonrisa desapareció de golpe como comprendiendo algo y sus ojos se clavaron en Jonathan mientras se soltaba el único botón hasta entonces abrochado de su gabardina y levantaba ambas manos dando un burlón aplauso que no conseguía en absoluto ocultar la amenaza de la segadora ahora semivisible a su espalda.
-No está mal. –Admitió con la misma tranquilidad de antes, pero sin sonrisa alguna esta vez. –Reconozco que sentía cierta curiosidad por vuestro grupo y los asuntos que os llevaron hasta Tarsis. Pero como ya habrás supuesto, esa no es la razón por la que he dejado que dieses conmigo.
-No voy a luchar contigo. –Negó tajantemente Jonathan, respondiendo a un desafío que este aún no había hecho para sorpresa de Sarah. –El torneo es agua pasada, se acabó. Yo perdí mucho más ese día que tú.
-¿Tú?. –Respondió casi al instante Néstor, mostrando algo de rabia en su voz. –Tu no perdiste nada, no tenías derecho a él desde el principio.
-Esta discusión es ridícula. –Afirmó Jonathan observando con precaución a Néstor, consciente de que las cosas podían empeorar de un momento a otro. –Será mejor que te calmes, ya sabes cual será el resultado si intentas algo.
-¿Todavía te crees superior a mi?. –Preguntó esta vez Jonathan con desprecio. –Ha pasado un año, han cambiado muchas cosas.
-Solo hay una cosa en la que me superas. –Explicó Jonathan. –Y sabes que no funciona conmigo.
Dicho esto, Jonathan dio un pequeño golpe con el pie a un fragmento de roca que viajaba sobre el techo del tren y este voló en dirección a Néstor empujado por el viento. Sin embargo, cuanto estaba ya a punto de golpearle, algo lo detuvo en el aire y el fragmento salió desviado hacia un lado mientras una translúcida barrera negra se formaba frente al joven por un breve segundo.
-¿Tan seguro estás de ti mismo?. ¡Comprobémoslo!.
Al tiempo que decía esto, Néstor movió una de sus manos a un lado, murmuró unas palabras en un tono tan bajo que el viento se las llevó antes de que llegasen a oídos de los otros dos jóvenes y dio un violento golpe hacia ellos apuntando sus dedos hacia Jonathan. Al instante, un centelleo negro iluminó la mano de Néstor y un rayo del mismo color brotó de esta hacia su rival.
Jonathan no se movió como de costumbre, había visto aquel hechizo otras veces y sabía lo que sucedería cuando lo golpease... pero esta vez algo salió mal. En el instante en que el rayo golpeaba su pecho su cuerpo lo absorbió como de costumbre y por un segundo todo pareció ir bien, sin embargo, este comenzó a notar de pronto un dolor horrible en su pecho y calló de rodillas sintiendo como todo su cuerpo ardía bajo el poder del rayo mientras el hechizo finalizaba y Néstor lo miraba con una triunfal sonrisa.
-Parece que las cosas han cambiado. –Dijo visiblemente satisfecho el recién llegado. –Tu cuerpo ya no absorbe mis poderes como antes, no eres diferente a cualquier otro.
-Si no lo fuese estaría muerto. –Jadeó Jonathan más que consciente del poder de aquel rayo y de lo que había sucedido. –Tu rayo no me ha afectado… ha sido algo muy distinto. El dolor no provenía de fuera.
-¿Tú crees?. –Preguntó con incredulidad Néstor, tomando aquello como una simple excusa. –Tal vez deberíamos probarlo de nuevo.
Dispuesto a repetir el mismo proceso, Néstor movió su mano a un lado y comenzó a recitar el conjuro una vez más convencido de su superioridad. Sin embargo, para su desgracia este había pasado algo por alto durante toda aquella charla y antes de que pudiese lanzar un nuevo ataque sus ojos se abrieron de golpe al ver como otro rayo exactamente igual al que él mismo había usado hacía unos segundos cruzaba el vagón en su dirección y lo golpeaba de lleno haciendo añicos su barrera.
Su cuerpo salió volando hacia atrás a causa del golpe, rodó por el techo del vagón y se acercó peligrosamente al borde empujado por el viento y la velocidad del tren. Hasta que, justo cuando estaba a punto de caer, una de sus manos encontró un asidero en una de las concavidades de este y detuvo su avance.
-¿Quién eres tú?. –Preguntó mientras se tambaleaba poniéndose de nuevo en pie, clavando sus ojos en la joven que acababa de golpearlo tan brutalmente.
-Me llamo Sarah. –Respondió esta mirándolo con ojos brillantes y visiblemente furiosos. –Si vuelves a intentarlo te mataré. No dejaré que nadie le haga daño delante de mí.
-Sarah… -Murmuró Néstor en absoluto intimidado por su amenaza, pero visiblemente sorprendido por su poder. -….no conozco ese nombre, no eres uno de los nuestros.
-¿Sorprendido?. –Respondió esta vez Jonathan consiguiendo levantarse y dirigiendo una rápida mirada hacia Sarah. –Ni siquiera vosotros lo sabéis todo.
-Creía que ya no quedaban magos independientes en Linnea. –Aclaró Néstor sin apartar su mirada de la joven. –Y menos con semejante poder. ¿Qué hace una maga así contigo?.
-Es mi esposa. –Respondió Jonathan adelantándose a Sarah, pero diciendo exactamente lo mismo que esta pensaba decir y, para su sorpresa, con un tono orgulloso que su propia mente encontró extraño y a la vez agradable.
-¿Tú esposa?. –Repitió Néstor visiblemente sorprendido. –Parece que guardas más sorpresas aún de las que creía. Supongo que tendremos que posponer esto hasta otra ocasión.
-Si todo es solo una casualidad como dijiste, no habrá otra ocasión. –Murmuro Jonathan, dejando que el viento llevase sus palabras hasta su rival. –Deja el pasado en su sitio, es mucho mejor así.
-El pasado no siempre te permite que te olvides de él. –Lo contrarió Néstor dirigiendo ahora su mirada hacia Sarah. –Volveremos a encontrarnos. Hasta entonces… buena suerte.
Nada más terminar estas palabras, Néstor se giró de golpe hacia la derecha, tomó impulso flexionando ambas piernas y corrió hacia el borde del vagón saltando a continuación al vacío para sorpresa de Sarah. Jonathan, sin embargo, lo observó con la calma del que sabe qué va a suceder y apenas se movió al oír el silbido del otro tren pasando a su lado. Ambas máquinas se cruzaron en direcciones opuestas, encontrándose durante apenas segundos junto a sus vagones, pero más que suficiente para Néstor que calló justo sobre el techo de uno de estos sin el menor problema y se giró de nuevo hacia ellos con la misma extraña sonrisa de antes.
Jonathan suspiró aliviado en cuanto lo perdió de vista, más tranquilo ahora que este ya no estaba y su cuerpo había dejado de sentir su presencia, y se giró hacia su esposa que lo miraba con curiosidad esperando obviamente algunas respuestas. Aunque, antes de eso, sabía que le debía algo más.
-Gracias. –Dijo sonriendo, olvidando por un momento su temor a aquellos ojos dorados que amenazaban con cegar su mente y su corazón cada vez que lo observaban. –No sé que me ha pasado, pero habría sido mucho peor si no fuese por ti.
-¿Estás bien?. –Preguntó un tanto preocupada. –Creía que no te afectaba la magia negra.
-Yo también. –Afirmó Jonathan. –Y en realidad no lo ha hecho, su rayo no ha sido el que me ha afectado.
-¿Entonces qué?.
-Tal vez absorber el fuego de aquel dragón fuese demasiado para mi y ya no pueda seguir haciéndolo. –Supuso Jonathan. –Desde que nos encontramos con él me he sentido extraño. Pero gracias a ti no ha pasado nada esta vez, has vuelto a ayudarme.
-Solo hice lo que tenía que hacer, soy tu esposa. –Afirmó Sarah sin la menor duda. –Empiezo a pensar que eres tú el que no está muy seguro de lo que significa eso.
-Aún lo dices por lo de anoche, ¿Verdad?. –En respuesta a su pregunta, Sarah asintió con la cabeza y este suspiró con resignación. -¿Hasta cuando piensas restregármelo por la cara?.
-Hasta que lo entienda. –Respondió Sarah sonriendo ligeramente, en parte feliz por saber que su aparente indiferencia le molestaba aunque ella misma no comprendiese del todo por qué. –Pero ahora me interesa más saber quién era ese, parece que os conocíais.
-Así es. –Explicó Jonathan. –Estudiamos en el mismo orfanato por un tiempo, la diferencia es que él consiguió entrar en la orden y yo no.
-¿Erais compañeros?. –Se sorprendió Sarah. –No parecíais muy amigos hace un momento.
-No lo somos, han pasado muchas cosas desde entonces. -Trató de explicar Jonathan evitando responder directamente. –De todas formas no creo que volvamos a encontrarnos, los asuntos de la orden suelen exigirles que se oculten y él respeta eso más que nada. Ahora será mejor que volvamos dentro, los demás ya deben estar preocupados.
Sarah asintió de nuevo haciéndole al fin caso en algo y los dos regresaron al interior del vagón junto a sus compañeros. El pequeño alboroto que habían montado sobre este no había pasado totalmente desapercibido para los pasajeros, pero afortunadamente la mayoría preferían mantenerse al margen y el grupo pudo continuar sin problemas el trayecto charlando sobre lo sucedido hasta que al fin llegaron a Nilith y llegó la hora de abandonar el tren una vez más.
Fue entonces cuando las cosas se oscurecieron de golpe para los tres hermanos y sus dos compañeras. Nada más poner el pie en el andén los cinco observaron con preocupación los cambios en aquel lugar y se detuvieron en el borde de este mirándolo todo con la incredulidad de aquel que intuye algo pero prefiere negar esa posibilidad.
Nilith había cambiado por completo en una sola noche. Lo que antes era una simple estación de paso con cuatro andenes y dos pequeños alberques para los pasajeros ahora se había convertido en una improvisada ciudad y apenas podía darse un paso sin tropezarse con alguien o con sus cosas en el suelo. Incluso la pradera que la rodeaba se había visto afectada y el verde de la hierba había sido substituido en un radio de trescientos metros por el blanco grisáceo de las lonas de numerosas tiendas de campaña entre las que se amontonaba aún más gente.
En un principio los cinco jóvenes pensaron que podría tratarse de la gente que se dirigía a Ramat y que se encontrasen allí debido a la falta de trenes, pero esta hipótesis por esperanzadora que fuese se caía por si sola al mirar al rostro de cualquiera de aquellas personas. Estaban tristes, abatidos, casi como si no tuviesen fuerzas para seguir adelante aunque su cuerpo se encontrase perfectamente y la esperanza los hubiese abandonado por completo.
-¿Qué creéis que ha pasado?. –Preguntó al fin Atasha rompiendo el silencio.
-No lo sé. –Dijo Álbert sacudiendo la cabeza mientras miraba a su alrededor como el resto de sus compañeros. –Pero hay mucha gente aquí y la mayoría no tienen aspecto de haber venido a coger un tren. Parecen refugiados de alguna parte.
-No hay heridos… -Notó Jonathan. -…no es buena señal.
-¿Por qué?. –Preguntó Sarah un tanto confusa, sin comprender del todo aquello.
-Esas tiendas son del almacén de emergencia de la estación, son del ejército. –Explicó Jonathan. –Si las han usado es porque esta gente no tenía nada más y algo muy grave ha pasado. Pero si no hay heridos, o bien no ha sido tan grave o… simplemente solo han sobrevivido los que no estaban allí.
La mirada de Sarah se entristeció de golpe al oír esto comprendiendo la gravedad de aquello y el propio Jonathan se sorprendió al mirarla. Había tanta emoción en aquellos ojos que le resultaba difícil creer que se tratase realmente de una criatura nacida en Alunor y de alguna forma su tristeza parecía afectarle, ahondando en la suya propia de una forma incomprensible para él.
Pero no tendría mucho tiempo para pensar en esto. Cansada de no saber que pasaba, Jessica se separó del grupo y se dirigió de inmediato hacia uno de los empleados del ferrocarril para preguntar que había pasado y dónde estaba el tren que ellos mismos debían coger. Sin embargo, la mirada de aquel hombre al oír sus preguntas y su destino haría que se arrepintiese de aquella idea casi al instante al ver como los ojos de este se oscurecían por completo y apenas se atrevía a mirarla.
-¿Son ustedes de allí?. –Preguntó con voz triste, tan carente de ánimo como el ambiente en aquel lugar.
-Si. –Afirmó Jessica preocupada. –Sacamos los billetes en Ruran, teníamos que coger aquí el tren hacia casa.
-Lo siento mucho señorita. –Respondió de nuevo el empleado de la estación, bajando la cabeza hasta que su gorra cubrió su rostro casi por completo a ojos de los cinco jóvenes. –Tírem… ha sido destruida.
Un capitulo magnifico. Es sorprendente la forma en la que conduces a los personajes y esa aura de misterio que les rodea ¿conoceremos algun dia todos sus secretos?.

Incluir a un nuevo personaje como Nestor ha sido esplendido para dar un toque de accion al capitulo. Aunque la verdad deseo que alguien le de una zurra a shara.... que empiesa a cansar que sea omnipotente..

un saludo compatriota...
Bueno, contesto aqui porque el mirc no me va y no se si vi a poder hablar contigo.

A mi ma gustao, ta chulo... a veces me rayo con tus dialogos pero me he reido mucho.

Tengo una curiosida (espero que no me banees por esto [mad] ), a verl, describes a las chicas mu monas, con sus curvas y to eso, pero cuando describes a los chicos, apenas dices de ellos pos su color de pelo, ojos y piel y como van vestidos, pero no das mas datos [noop] . Y encima, estos dos, Jonathan y Nestor van con el pecho al aire ( [babas] ) y no dicen si se le notan los musculillos y si tienen en el abdomen la tableta de chocolate de Nestle ( [babas] ), si son delgados, si son fibrosos... tampoco dices si las tias se les quedan mirando (aparte de por el pelo o los ojos), pero no me digas a mi que si algun tio apareciera asin, medio desnudos, las tias se lo comerian con la vista, seguro ( [babas] ) ya me entiendes, que tambien tienes lectoras y nos gusta que nuestra imaginacion se delite con las descripcion de los personajes masculinos [poraki] [qmparto] , que tambien tenemos pensamientos.... ejem.... eso [poraki] [poraki] [poraki] (que mala que soy [qmparto] [qmparto] [qmparto]

Bueno, ya me dices algo XD Que sepas que me he divertido mucho, sobretodo con la carrerita de los dos hermanos XD .
Admito que mis descripciones de los personajes son más bien sosas, es algo que tengo que corregir. Por otro lado, el físico de los nenes es francamente sencillo de entender y no debería hacer falta una descripción. Vamos a ver, son críos que han crecido en orfanatos que eran algo así como escuelas militares, entrenandose toa su vida en el uso de armas o lo que los maestros creyesen mejor para ellos, ¿Tú como crees que son?. (si, ya pues babearXD).

Sobre como los miran las nenas, que yo sepa a Nestor solo lo ha visto Sarah, que no cuentaXD, y a Jonathan to dios lo mira raro porque lo primero que ven no es su pecho, es a un tío con el pelo blanco y eso NO es normal. Una vez que superan la impresión inicial, cosa que solo han echo Jess, Sarah y Atasha por ahora la cosa cambia, vale, pero creo que ha quedado bastante claro que a Atasha sí le gustaba lo que veía[poraki]. De toas formas es cierto, suelo dejar el físico de los personajes másculinos a deducción del lector por como se comportan y demás, intentaré remediarloXD.
JAJAJAJAJAJAJA Si yo tambien me los imaginaba bastante "potentes" [carcajad] , (ya sabes el dibu de Jonathan como es), pero era mas que nada curiosidad [carcajad] ( y pa picarte un poquillo). (que mala que soy ;) )
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