Para entender el Cristianismo debemos entender que existe un Bien absoluto (Dios) Yahveh y un mal absoluto (Satanas).
Podemos dar una definición general de lo que es el satanismo: “personas, grupos o movimientos que, de forma aislada o más o menos estructurada y organizada, practican algun tipo de culto (por ej: adoración, veneración, evocación) del ser que en la Biblia se indica con el nombre de demonio, diablo, Satanás”. El Diablo o Satán “no es una abstracción, sino que designa una persona, Satanás, el Maligno, el ángel que se opone a Dios”.
Para los satanistas el Diablo es considerado como: ser o fuerza metafísica; o como misterioso elemento innato en el ser humano; o energía natural desconocida. Es importante saber que muchas veces no se lo define propiamente. Muchos hablan de la “energía natural desconocida” no dando a conocer a quién se refieren. Se esconde de mil modos y engaña como engañó a nuestros primeros padres. Se lo llama de muchas maneras pero sobre todo se lo invoca a través de diversas prácticas rituales. Nuestro interés es definir no al Demonio sino a los adoradores de éste.
En Estados Unidos se encuentra, la mayor concentración de grupos satánicos conocidos, es decir, que actúan más o menos abiertamente y es también en ese país donde podemos encontrar las mayores referencias bibliográficas sobre el satanismo contemporáneo, grupo satanista que ha tenido cierta notoriedad, también después de la observación que como participante ha hecho el sociólogo americano William Sims Bainbridge, es The Process Church of the final Judgement (La Iglesia del Proceso del Juicio Final), surgido en 1965 en Inglaterra y difundido en algunos paises, sobre todo en Estados Unidos antes de su escisión en dos grupos diversos; actualmente The Process se ha extinguido. También se conocen algunos grupos de Inglaterra e Italia.
Los ritos, los símbolos y las prácticas satánicas
Los ritos satánicos son un conjunto de gestos y de palabras orientados a provocar un cambio de las situaciones o acontecimientos que no se pueden obtener a través de medios o instrumentos comunes. Es una especie de liturgia invertida.
No se puede excluir que durante estos ritos, algunos grupos lleguen a perpetrar actos de escarnio o profanación de cadáveres, violencias físicas incluso sobre menores y hasta homicidios rituales.
“No creer ya en Dios no significa creer en nada; por el contrario, significa creer en todo”. Esta conocida intuición de Chesterton describe bien la condición de muchos hombres de hoy, los cuales, tras abandonar la fe cristiana y decepcionados de la razón iluminista, no consiguen liberarse de la angustia de su soledad radical frente al mundo y al tiempo. Para dominarla recurren a la magia, que permitiría obtener la protección de poderes ocultos, y no renuncian a buscar una alianza con las mismas potencias del mal.
Por esto proliferan las prácticas mágicas; incluso algunos fieles “cristianos” participan en grupos satánicos que practican un culto abiertamente contrario a la religión católica
La acción ordinaria de Satanás consiste en inducirnos al pecado, que es un extravío culpable de la libertad.
“El hombre, al examinar su corazón, se descubre también inclinado al mal e inmerso en muchos males que no pueden proceder de su Creador, que es bueno. Negándose con frecuencia a reconocer a Dios como su principio, rompió además el orden debido con respecto a su fin último y, al mismo tiempo, toda su ordenación en relación consigo mismo, con todos los otros hombres y con todas las cosas creadas. De ahí que el hombre está dividido en su interior. Por esto, toda vida humana, singular o colectiva, aparece como una lucha, ciertamente dramática, entre el bien y el mal, entre la luz y las tinieblas”
Las advertencias de la Sagrada Escritura sobre la ilicitud de los cultos a Satanás son constantes, tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento. El punto central de la condena de la Biblia es la conciencia de que estos cultos implican un rechazo del único y verdadero Dios; lo que está en juego es el señorío de Dios sobre su pueblo: “Yo, yo soy el Señor, y fuera de mi no hay salvador” (Is 43,1-1).
En la Alianza el Señor había mandado: “A Yahveh tu Dios temerás, a él le servirás, por su nombre jurarás. No vayáis en pos de otros dioses, de los dioses de los pueblos que os rodean, porque un Dios celoso es Yahveh tu Dios que está en medio de ti. La ira de Yahveh tu Dios se encendería contra ti y te haría desaparecer de la haz de la tierra. No tentaréis a Yahveh vuestro Dios, como le habéis tentado en Massá” (Dt 6, 13-16).
Los escritos apostólicos recogen con fuerza la condena de las brujerías: “Ahora bien, las obras de la carne son conocidas: fornicación, impureza, libertinaje, idolatría, hechicería, odios, discordia, celos, iras, rencillas, divisiones, disensiones, envidias, embriagueces, orgías y cosas semejantes, sobre las cuales os prevengo, como ya os previne, que quienes hacen tales cosas no heredarán el Reino de Dios” (Gal.5,1 9-2 1).
Es unánime al respecto la doctrina de los Padres de la Iglesias sobre todo de los primeros siglos del cristianismo, cuando abundaban los ritos mágicos y satánicos. Podemos recordar las palabras de Tertuliano: “De astrólogos, brujos, charlatanes de cualquier clase, ni siquiera se debería hablar. Y sin embargo, recientemente, un astrólogo que se declara cristiano ha tenido la desfachatéz de hacer la apología de su trabajo. (... ) La astrología y la magia son torpes invenciones de los demonios”; así como las de san Cirilo de Jerusalén: “AIgunos han tenido la osadía de despreciar al Creador del paraíso, adorando la serpiente y el dragón, imágenes de aquel que hizo expulsar al hombre del paraíso”
En ninguna época de la historia del cristianismo ha cambiado el juicio de la Iglesia sobre los cultos satánicos. Estos entran en la categoría de la idolatría, porque atribuyen poderes y características divinas a un ser que no es Dios.
Por lo tanto, son actos que apartan radicalmente de la comunión con Dios, ya que es una libre opción por Satanás. Nos encontramos frente a un pecado contra el primer mandamiento de la ley de Dios. “Todas las formas de adivinación deben rechazarse: el recurso a Satán o a los demonios, la evocación de los muertos, y otras prácticas que equivocadamente se supone "desvelan" el porvenir. La consulta de horóscopos, la astrología, la quiromancia, la interpretación de presagios y de suertes, los fenómenos de visión, el recurso a "mediums" encierran una voluntad de poder sobre el tiempo, la historia y, finalmente, los hombres, a la vez que un deseo de granjearse la protección de poderes ocultos. Están en contradicción con el honor y el respeto, mezclados de temor amoroso, que debemos solamente a Dios”
Hay otro aspecto de los cultos satánicos que no podemos olvidar, cierta visión maniquea de la realidad, tal vez inconsciente. Esto es, poner dos principios como fundamento del mundo y del tiempo, luchando entre sí y en busca de adoradores. No hay nada más extraño a la fe católica que ese maniqueísmo. Las repetidas declaraciones del Magisterio de la Iglesia, han reafirmado siempre el carácter de criatura propia del diablo, y el origen del mal en su voluntad, y en la libertad de los hombres.
Tratándose de culto, no nos encontramos frente a una simple debilidad humana, sino frente a una opción libre y radical contra Dios.
Las creencias satánicas:
Las creencias satánicas varian de un grupo a otro. Hay quienes creen no en la persona del demonio sino en una fuerza o un símbolo, expresión de transgresión, etc.; y los ritos tienen por fin liberar al fiel de los condicionamientos religiosos, morales y culturales.
El satanismo es una religión de la carne. Para el satanista la felicidad se debe encontrar aquí y ahora. No existe el cielo para ir despues de la muerte y tampoco el infierno de fuego para el castigo del pecador.
Algunos ven en Satanás un ser real, al cual es posible dirigirse mediantes algunos ritos para obtener algunos favores. Muchos hablan de una “fuerza vital”, poder, algo impersonal, energía... Hay de todos modos una contradicción de fondo en las prácticas satánicas, ya que si una persona no cree ni en Satanás, ni en Dios, ni en la Iglesia, ni en la Eucaristía, no se ve porque se empeña en celebrar la misa negra.
La realidad de Satanás y sus insidias contra los hombres:
“El mal no es ya sólo una deficiencia, sino una eficiencia, un ser vivo, espiritual, pervertido y pervertidor. Terrible realidad, Misteriosa y pavorosa. Quien rehusa reconocer su existencia, se sale del marco de la enseñanza bíblica y eclesiástica; como se sale también quien hace de ella un principie autónomo, algo que no tiene su origen, como toda criatura, en Dios; o quien la explica como una pseudo-realidad, una personificación conceptual y fantástica de las causas desconocidas de nuestras desgracias”
“En efecto, el diablo y los otros demonios fueron creados por Dios con una naturaleza buena, pero ellos se hicieron a si mismos malos. El hombre, después, pecó por sugerencia del demonio”
Está definida, en cambio, por la omnipotencia del Padre, que ha enviado a su Hijo “para destruir las obras del demonio” (I Jn 3,8). No hay más que un principio del ser y, por lo tanto, no hay más que una posibilidad de victoria: toda la obra de Satanás está marcada, desde el comienzo, por las huellas del vencido.
El poder de Satán no es infinito. No es más que una criatura, poderosa por el hecho de ser espíritu puro, pero sólo criatura; no puede impedir la edificación del reino de Dios. Aunque Satán actúe en el mundo por odio contra Dios y su reino en Jesucristo, y aunque su acción cause graves daños -de naturaleza espiritual e indirectamente incluso de naturaleza física- en cada hombre y en la sociedad, esta acción es permitida por la divina Providencia, que con fuerza y dulzura dirige la historia del hombre y del mundo. El que Dios permita la actividad diabólica es un gran misterio, pero "nosotros sabemos que en todas las cosas interviene Dios para bien de los que le aman" (Rm 8,28).
Aún siendo un vencido, Satanás no cesa de plantear dificultades a los hijos de Dios, porque la victoria de Cristo espera a manifestarse de manera incontrovertible en su parusía. La vida cristiana tiene una dimensión intrínseca de lucha, de la que ninguno se puede ver libre. San Agustin habla de las dos ciudades, contradictorias entre sí; y San Ignacio de Loyola, gran maestro de vida espiritual, en el libro de sus Ejercicios nos ha dejado la famosa meditación de “Las dos banderas”, que expresa con viveza la lucha del cristiano.
Pero la experiencia de la libertad finita introduce -en el status viatoris- la posibilidad del error, que puede llegar, a causa del pecado, hasta la rebelión contra el Bien Supremo. El hombre, en el ejercicio de su libertad, puede elegir un bien finito, considerándolo un Bien absoluto. El tema de la acción del maligno y sus tentaciones y seducciones se sitúa en el contexto de la naturaleza del hombre, limitada y herida.
Aspecto Antropológico-Psicológico
La antropología de algunos satanistas
El elemento central de la identidad del satanismo es la exaltación absoluta de si mismo, unida a una rebelión radical contra lo divino en general y contra el Dios de la Biblia en particular. Los textos más significativos y difundidos del satanismo manifiestan una exaltación y divinización del hombre: “seréis como dioses”, prometía el antiguo tentador, y la promesa permanece immutable hoy.
Aleister Crowley (1875-1947), famoso satanista, explicita la unión que existe entre la exaltación del hombre y la rebelión contra Dios. “No existe ninguna ley -escribe Crowley en el Liber legis- excepto "haz lo que quieras", (Sé fuerte, hombre! Desea y goza todo lo de los sentidos y del éxtasis: no temas que ningún Dios te reniegue por esto. Cada hombre, cada mujer, es una estrella si encuentra la verdadera propia voluntad, de otro modo es un esclavo; y los esclavos deberan servir. Excluye la misericordia: condenados aquellos que tienen compasión! Mata y tortura: no perdones a nadie!”.
En la misma linea se coloca también Anton Szandor La Vey. “Todas las religiones de naturaleza espiritual -escribe La Vey- son invento del hombre” una especie de proyección al infinito de sus deseos frustrados, de todo aquello que el hombre querria hacer sin lograrlo; por el contrario “el satanista cree en la completa gratificación de su ego (n.e.: yo) vive la vida como un party” (n.e.: fiesta) sin renunciar a ninguna satisfacción y sin cultivar ese inútil amor por cada hombre que el satanista considera imposible y absurdo.
La ilusión de autodivinización del hombre mediante la rebelión contra Dios es cultivada también en el nivel ritual. El conjunto de los ritos satánicos se representa como una serie de psico-dramas, cuyo fin es liberar a los adeptos del patrimonio inconsciente que traen, del cristianismo en general, y en particular de la religión católica.
La aproximación al ambiente del satanismo
Vale recordar que no se es satánico de un día para el otro, sino que es una caída lenta, suave, un trabajo de años que puede haber empezado desde la juventud e incluso la niñez haciendo desaparecer toda idea de Dios de un modo paulatino. Los caminos por los cuales se entra o se va entrando en contacto con lo satánico son:
A) la frecuentación de ambientes esotéricos, mágicos y ocultistas hasta llegar a habituarse a las ideas y prácticas de los mismos, y al deseo de ir más allá para experimentar nuevas vías de conocimiento;
B) La participación en reuniones espiritistas para la evocación de seres particulares, en las cuales no es dificil que se llegue a la invocación de espíritus demoníacos y donde se puede encontrar a quien participa tambien en ritos satánicos;
C) El recurso a los magos para afrontar problemas de diverso género que, como muchas veces se prolongan en el tiempo, se trata de solucionar hasta con el recurso a la llamada magia negra, la cual casi inevitablemente introduce en el mundo de los ritos satánicos llevados a cabo por individuos o grupos más o menos organizados;
D) La atracción idolátrica que se manifiesta con respecto a ciertos cantantes y grupos de música, a los cuales se permite -mediante el mensaje de sus canciones- blasfemar e invitar al homicidio, a la violencia, a la perversión sexual, al uso de droga, a la necrofilia y a la implicación en el satanismo.
Los motivos que llevan a la práctica de ritos satánicos
Resulta complejo el análisis del mundo de las motivaciones de los que se declaran a favor del satanismo y traducen sus convicciones en comportamientos que van contra corriente, a menudo con efectos de carácter judicial (por ejemplo, la violación de sepulcros, los macabros rituales con matanza de animales, el estrupo de mujeres vírgenes que más o menos consienten, o comportamientos de pérdida del propio control en sujetos psicológicamente frágiles).
- La convicción de obtener ventajas materiales de diverso tipo, incluso con perjuicio para otras personas.
- La voluntad de "contestar" a la sociedad de modo excéntrico y transgresivo; la asimilación interior de las exigencias ambientales como oprimentes tiene como consecuencia la concepción en términos tiránicos del mundo, de la ley (divina o humana) y, más en general, del entorno cultural, social y familiar.
- Una morbosa atracción hacia lo que es pavoroso y horrendo tal vez dictada por el deseo inconsciente de exorcizar los propios miedos.
- La respuesta violenta a traumas, a veces sufridos en la infancia.
- La adquisición de poderes particulares que se cree que pueden obtenerse por medio de conocimientos ocultos y por la participación en determinados ritos.
- La satisfacción de desviaciones sexuales a través de experiencias inusuales, que tienen como base algo de oscuro y ritual.
El acto de fe del satanista es un acto de fe al revés, en el cual expresa su propia fe en esta fuerza cósmica, disolvente y destructiva, de la cual el hombre es, a la vez, dueño y esclavo.
La frustración humana corre el riesgo de explotar de modos descontrolados y extremos; a los “espíritus frustrados” o a cuantos sufren de alguna forma de egolatría aguda, el satanismo parece ofrecerles una alternativa u oportunidad por medio de una burlesca inversión de la religión; para esto se apela al adversario de Dios, dado que el Dios de la fe no parece garantizar la felicidad terrena a la cual se aspira, al menos en los modos y tiempos en los cuales se la querría realizar.
En este contexto se entiende bien el deseo de adquirir un poder más o menos absoluto sobre sí mismo, sobre los otros hombres y sobre las cosas; por esto el satanismo implica la creencia en una cierta forma de magia ritual, que permite hacer propicias las fuerzas ocultas, sea identificándolas lineal y directamente con el Satanás de la Biblia, o bien imaginándolas de una manera más difuminada, impersonal, pero de todos modos relacionado con el lado oscuro del cosmos y de la vida.
Esta suerte de perversa veneración del demonio es porque de él se espera obtener beneficios, o porque se lo asume como modelo de una rebelión contra Dios; ya sea que se conciba a Satanás como persona real (el ser espiritual pervertido y pervertidor de la fe cristiana), sea que se lo entienda como una realidad impersonal, con connotaciones (materia y energía) que lo oponen a la concepción cristiana de Dios; o que simplemente se lo tome como pretexto para crear un signo conscientemente anticristiano de la exaltación de sí mismo.
Muchas veces esta opción por lo Satánico está vinculada a una crisis de fe mal resuelta, relacionado a la incapacidad de aceptar: ya sea la experiencia del mal físico; o el vivir serenamente la relación con las normas morales.
El verdadero objeto de adoración del hombre que se dedica a prácticas satanistas sigue siendo siempre su "yo", con el deseo desordenado de construirse una felicidad totalmente terrenal sin recurrir a la ayuda de Dios, contando sólo con las propias fuerzas naturales o, en todo caso, con las de Satanás.
Diversos problemas de la sociedad contemporánea contribuyen, ciertamente, a hacer, que el terreno para la siembra satánica sea más fértil, y entre estos encontramos:
- La soledad del individuo dentro de la masa impersonal y amorfa;
- El impacto con ambientes que denigran al cristianismo o que en su propia visión tratan de diluirlo (materialismo, consumismo, hedonismo, etc
- La disgregación de la familia a causa del debilitamiento o de la pérdida de la fe en Dios, único que puede darle amor, armonía y unidad.
- La subversión de valores tanto, moral, espiritual y físico, introducen al hombre en una sociedad difícil.
Posibles consecuencias de la participación en ritos satánicos
La participación en sectas y en cultos satánicos deja al hombre cada vez más indefenso frente a Satanás. Aún convencidos por la fe de que el diablo no tiene poder sobre la salvación eterna del hombre, no podemos considerar que la libertad (de modo particular, la libertad en estado de pecado) es omnipotente frente a las insidias del diablo. Cuanto más participa una persona en las prácticas aludidas, tanto más débil e indefensa se encuentra.
En este sentido se puede suponer que los afiliados a sectas satánicas corren el riegos de convertirse más fácilmente en víctimas de realidades como, el “hechizo”, “el mal de ojo”, las “vejaciones diabólicas” y las “posesiones demoníacas”
De diversa naturaleza son las acciones extraordinarias de Satanás contra el hombre, permitidas por Dios por razones que sólo El conoce. Entre éstas podemos citar:
- trastornos físicos o externos (basta recordar el testimonio de la vida de tantos santos).
- intervenciones locales sobre casas, objetos o animales; obsesiones personales, que ponen al sujeto en estados de desesperación.
- vejaciones diabólicas, que se manifiestan en trastornos y enfermedades que llegan a hacer perder el conocimiento, a realizar acciones o a pronunciar palabras de odio contra Dios, Jesús y su Evangelio, la Virgen y los santos.
- finalmente, la posesión diabólica, que es la situación más grave porque, en este caso, el diablo toma posesión del cuerpo de una persona y lo pone a su servicio sin que la víctima pueda resistirse.
Todas estas formas por misteriosas que sean, no pueden considerarse sólo situaciones de tipo patológico, como si fueran todas y siempre formas de alteración mental o de histerismo. La experiencia de la lglesia nos muestra la posibilidad real de estos fenómenos. Frente a estos casos, la Santa Iglesia, siempre que haya certeza de la presencia de Satanás, recurre al exorcismo. La celebración de este sacramental, reservado al obispo o a ministros elegidos por él para ese fin, consiste en la reafirmación de la victoria del Resucitado sobre Satanás y sobre su dominio.
Junto con los exorcismos, el nuevo Ritual incluye también bendiciones que manifiestan el esplendor de la salvación del Resucitado, ya presente en la historia como un principio nuevo de transfiguración de la vida del hombre y del cosmos. Estas bendiciones son apropiadas para confortar y ayudar a los fieles, sobre todo cuando no se tenga certeza de una acción satánica sobre ellos. Se incluyen, por lo tanto, en la práctica normal de oración de la comunidad cristiana.
Pero el recurso fundamental contra las asechanzas de Satanás es la vida cristiana en su realidad diaria: la celebración frecuente de los sacramentos (sobre todo de la penitencia y de la Eucaristía); la oración; la caridad acompañada de obras, el testimonio gozoso frente a los demás, la pertenencia fiel a la comunidad eclesial; etc.
Para concluir, después, con la constatación de que el hombre que diviniza la materia, que se considera dios y así se sitúa en el lugar del Creador, inevitablemente va al encuentro de la amarga e inevitable realidad de la propia finitud y de la impotencia humana, sufriendo contragolpes que pueden arrastrarlo a serias consecuencias psicofísicas con caídas de tipo depresivo.
El satanismo muestra, sin duda, una fuerte carga emocional y de evasión hacia lo irracional, que en algunos aspectos es encubierta por una paradójica apariencia pseudoracional que se busca como justificación.
En definitiva Dios permite un mal menor (el mal que hay en el mundo es pasajero) por un bien mayor (la Eternidad y el descanso).