La Semana De... Paul Auster (por Favor, No Escribir)

Paul Auster: la mirada fantástica.
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Si asumimos como nuestra la frase que dice que la escritura nos proporciona una ventana al mundo, nosotros, como lectores, ansiamos encontrar esos ojos perfectos que nos guíen a través de las sensaciones captadas en la lectura. Siempre hemos sentido la ternura, el miedo, una admiración sin límites, el poder de la empatía. Nos hemos creído parte activa de un proceso que comienza en el cerebro de un escritor para acabar formando parte del nuestro. Y del cerebro, a nuestra vida.
Adoro los ojos de Paul Auster. Este hombre de rasgos duros y mirada severa es uno de los narradores más lúcidos del siglo pasado. Ha sabido contar como nadie la grandeza de una sociedad anquilosada en su propio estereotipo. Nos ha hecho participar en la aventura de sentirnos americanos al menos durante 300 hojas. Y hemos podido descubrir la grandeza de semejante percepción ante la vida.
Honestidad. Sobre todo honestidad. Solemne palabra, adoptada por todos de muy diversas formas. Mientras unos creen que la honestidad es una virtud, hay ciertos locos maravillosos que opinan que es una obligación. Nada queda impasible ante el paso de la historia, y son estos rasgos los que acaban formando la personalidad de la gente. Por ello, con el espíritu crítico característico del disidente, Auster se convierte en un outsider de su propio mundo: crear un universo paralelo para no ser absorbido por el pensamiento único.
Estas líneas improvisadas sirven para mostrar mi veneración hacia esta persona de origen judío nacida en Nueva Jersey en 1947. Estudia en la universidad de Columbia, sintiendo un especial interés por los idiomas y sus respectivas literaturas -inglesa, francesa, italiana-
A partir de 1965 comienza a visitar asiduamente Europa, y más concretamente Francia. Francia representa una influencia tremenda en su carrera. Allí trabaja como traductor, ensayista y empieza su relación con la poesía, no sólo a nivel de autor, sino también a nivel académico, pues tras entablar amistad con poetas franceses se anima a presentar dos antologías de poesía francesa -con temas absolutamente modernos: desde el surrealismo hasta centrar la atención en los poetas galos del sigo XX-
Son unos años difíciles, en los que llega a escribir alguna novela policial bajo seudónimo, e incluso se ve obligado a aceptar los trabajos más rocambolescos: desde trabajar como "negro" literario -esa persona que escribe para otras, quienes usan el escrito bajo su propio nombre- hasta ejercer de capataz en una finca o embarcarse en un petrolero durante un año cocinando y fregando retretes.
El paso decisivo para convertirse en un escritor a jornada completa se produce cuando se entera de un hecho acontecido en su propia familia: el asesinato de su abuelo a manos de su abuela. Ahí comienza su primera novela, "La Invención de la Soledad", de marcada tendencia experimental.
Poco a poco Auster se va labrando un nombre entre la crítica especializada, que obtiene un alto respaldo popular en forma de ventas. Incluso un autor español muy famoso, Pérez Reverte, escandalizado ante el éxito de su colega, sugirió que el público debería prestar atención a autores clásicos en vez de leer tan compulsivamente a un autor contemporáneo.
Auster retrata la sociedad norteamericana como nadie lo ha hecho en los últimos 25 años. Y lo hace desde el punto de vista crítico. Al igual que todos los estadounidenses se vio marcado por la guerra del Vietnam, en este caso desde el más absoluto rechazo -incluso actuó como activista para concienciar a la población de lo absurda que es la guerra- y esta visión lúcida de no aceptar con los brazos abiertos cualquier idea que circule a nuestro alrededor se presenta como la característica fundamental en sus escritos. Si tuviera que definir en dos palabras su actitud, estas serían Realismo Fantástico. Pero esto queda pendiente para otros capítulos.


(Bibliografía: "Dosier Paul Auster", por Gérard de Cortanze (Anagrama)



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Obras publicadas en España:


1. La invención de la soledad
2. El país de las últimas cosas
3. El palacio de la luna
4. Ciudad de cristal (*)
5. Fantasmas (*)
6. La habitación cerrada (*)
7. La trilogía de Nueva York (contiene los libros marcados con *)
8. La música del azar
9. Pista de despegue (Poemas y ensayos 1970-1979)
10. Leviatán
11. A salto de mata (autobiografía novelada)
12. El cuaderno rojo (Relato)
13. Mr. Vértigo
14. Smoke & Blue in the face (guiones cinematográficos)
15. Lulu on the Bridge (guión cinematográfico)
16. Tombuctú
17. Experimentos con la verdad (especie de autobiografía)
18. Creía que mi padre era Dios (editado por Paul Auster)

(Todas las obras en la colección Anagrama)


Mi selección: las 5 obras que más me han gustado.

1. Leviatán: Una relación de amistad sin límites se mezcla con la intención de crear un mundo mejor, aunque sea necesario morir en el intento. Técnicamente magistral: sentimos los distintos estados anímicos del narrador en la forma en que nos presenta los detalles: furia, rabia, ternura, incredulidad. Es quizás el libro más representativo del autor.

2. La música del azar: Una novela tensa, claustrofóbica con un final abierto a diversas interpretaciones. Un principio que nos hace recordar las road movies, el azar como punto de partida para el encuentro de dos personas que será determinante en el desarrollo de la historia. Una novela de perdedores. Fue llevada al cine. Recomendable para amantes de Edgar Alan Poe.

3. El palacio de la luna: Otra novela con el azar flotando permanentemente. El viaje iniciático de un hombre que oscila entre la felicidad y el pozo más profundo. Amores y desamores y reencuentros con uno mismo. Narrativamente es otra obra maestra.

4. La trilogía de Nueva York: tres historias que se introducen en el género policíaco, pero de un modo más metafísico y trascendental, y con la ciudad de los rascacielos como decorado. Un libro que le proporcionó un tremendo prestigio, y está considerado como una de las obres cumbres en la literatura de los años 80. Fans del género policial, no os la perdáis.

5. Mr Vértigo: Auster se introduce en los terrenos del realismo fantástico: aporta elementos fantásticos y mágicos (en este caso, un chico que levita –enseñado por un prestidigitador- y es la atracción de las ferias de los pueblos) sin perder de vista la cruda realidad –fama y fracaso-
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Hay otra obra que me gustaría comentar, pero será en otro capítulo. Gracias por vuestro interés.


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Este post sirve para comenzar a postear una selección -breve, eso sí- de trabajos de Paul Auster. Esta parte corresponde a su último trabajo, y mañana posteraré poemas y algún que otro texto. Espero que os gusten.

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Un proyecto distinto: “Creía que mi padre era Dios”

Hace tan sólo un par de meses apareció en España “Creía que mi padre era Dios”, un proyecto impulsado por Paul Auster en el que cede el protagonismo de su pluma a otras personas.

El proyecto nace cuando Auster estaba promocionando su última novela, “Tombuctú” en Estados Unidos. Después de conceder una entrevista radiofónica, los directores de la emisora –la National Public Radio- se sintieron tan entusiasmados con las opiniones de Auster que le propusieron colaborar con ellos, al menos esporádicamente. En un principio, la idea era que Auster creara historias para ser leídas en antena. Sin embargo, un día, cuando Auster y su mujer comentaban el tema, ésta le sugirió una idea fascinante: que Auster dejara a los oyentes del programa la creación de las historias, y él se encargaría personalmente de leerlas en la radio.
Había una condición: los relatos deberían ser verídicos, y breves. Aunque tal y como apunta Auster en el prólogo del libro, “no había ninguna restricción en cuanto al estilo”.
La respuesta del público estadounidense fue impresionante. El escritor llegó a recibir más de 4.000 relatos escritos por personas de distintas razas, posiciones sociales, religiones y nacionalidades. Según Auster, la mayoría era tremendamente interesante, aunque es inevitable que entre semejante número de propuestas se cuelen algunas un tanto bizarras, como una enviada por una persona que decía haber luchado en la guerra de Vietnam, en la que se narra cómo, junto con otro soldado, asaban un bebé vietnamita para cenar una noche. Auster decidió no usar estas historias en la obra ya que, según él, aunque hubieran sido ciertas, no sentía ningún deseo ni necesidad de leerlas en antena.
“Creía que mi padre era Dios” lo componen 160 relatos. Algunos están contados de forma magistral. Otros, con un estilo más tosco. De lo que no cabe ninguna duda es que todos y cada uno de los relatos han significado algo para la persona que lo ha escrito. Relatos sobre el SIDA, la guerra de Vietnam, el Crack de 1929, el amor correspondido, el olvido, la muerte, el azar. Tal y como indica la portada del libro, “Relatos verídicos de la vida americana”: la vida americana en 160 historias. Y si se mira desde un punto de vista global, el libro ayuda a comprender las obsesiones del autor, aunque los textos no sean suyos.

Si os ha gustado su proyecto, os invito a leer una historia de las que forman parte del libro. Espero que os guste, y muchísimas gracias por vuestra atención.


“Ayuda divina”, por MARY ANN GARRETT

Soy una mujer de setenta y tres años. Durante los primeros cincuenta y cinco años de mi vida, fui víctima de terribles ataques de ansiedad. Vivía angustiada por la idea de que iba a morirme de un ataque cardíaco o que me volvería loca de remate. A pesar de todo, me casé y tuve cinco hijos, aunque ningún médico fue capaz de hacer un diagnóstico de mi problema.
Por fin, en 1981, empecé a leer artículos que trataban el tema de los ataques de pánico y fue un alivio descubrir qué era lo que me pasaba. Con mucha ayuda por parte de mi familia y amigos, empecé a aventurarme en un mundo que me había aterrorizado durante toda la vida. Pero unos años más tarde tuve que enfrentarme a un desafío que parecía insuperable.
Mi suegra había estado internada en un hospital y necesitaba que alguien la ayudase cuando regresara a su casa. Yo vivía en Chicago y ella en Santa Monica, California. Yo ya había volado con mi marido en varios de sus viajes de negocios, pero aquél sería mi primer viaje sola en un avión. Mi marido me sacó un pasaje de primera clase, asegurándome que me iba a gustar mucho. Pero en los días previos al vuelo mi preocupación era abrumadora. Tenía pesadillas en las que me volvía loca y exigía al piloto que aterrizase y me dejase salir del avión.
Temblaba tanto, que cuando me senté en mi lugar, la azafata me preguntó si me encontraba bien. Me tocó un compañero de asiento muy agradable que me dijo que la película que iban a proyectar era excelente. Una vez que empezó, absorbió mi atención por completo. Atravesamos una horrible tormenta eléctrica y me di cuenta de que mi compañero de asiento estaba absolutamente paralizado por el miedo. Acabé asegurándole que no pasaría nada ya que mi marido había sido piloto de un B-24 durante la Segunda Guerra Mundial y me había contado que los aviones estaban tan bien aislados que podían soportar sin problema la descarga de rayos. Aterrizamos sanos y salvos y yo estaba eufórica por haber superado tan airosamente aquel vuelo.
Me quedé varias semanas en Santa Monica y entonces llegó el momento de empezar a pensar en mi vuelo de regreso a casa. Cuando la fecha de mi partida ya estaba próxima, me convertí otra vez en un saco de nervios. Pensé que tendría que llamar a mi marido y decirle que viniese a buscarme. Pero aquello era imposible, así que volví a subir sola al avión. Tenía un asiento junto a la ventanilla, en la primera fila de la primera clase. Mientras luchaba contra mi deseo de levantarme y salir corriendo, decidí rezar. Dije algo como: Por favor, Dios mío, ayúdame, pero ayúdame ahora. ¡Ahora mismo!
Mientras estaba allí sentada con los ojos cerrados y las manos aferradas a los apoyabrazos, oí un revuelo en el otro extremo de la cabina de primera clase. Las azafatas estaban empujando unas cajas negras con ruedas hacia la parte delantera de la cabina, parecidas a las que utilizan los músicos y otros artistas. Me quedé observando a un hombrecillo mayor al que acompañaron hasta los asientos que estaban a mi altura pero al otro lado del pasillo. Le ayudaban un joven y una chica y él estaba de pie de espaldas a mí. Los jóvenes cogieron su abrigo, lo doblaron y lo colocaron, junto con su sombrero, en el compartimento encima de su asiento. El anciano se quedó con la bufanda puesta, se la ajustó alrededor del cuello y se la alisó a la altura del pecho. La chica se sentó junto a la ventanilla y entonces el anciano se volvió hacia mí y me dedicó la más hermosa de las sonrisas. Era George Burns. Hacía muy poco que le había visto interpretando el papel de Dios en la película “Oh, Dios”.
Yo había rezado muchas veces en mi vida pidiendo ayuda, pero Dios jamás me había respondido de forma tan espectacular. Supongo que Dios habría pensado que, dadas las circunstancias, aquello era precisamente lo que yo necesitaba. Desde entonces no he vuelto a tener miedo a volar sola.

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Paul Auster reconoce que no ha escrito un poema en veinte años. Es una pena, porque creo que es una de las facetas menos conocidas del autor, y en su poesía se pueden advertir temas recurrentes en sus novelas posteriores, además de ser muy buenas, en mi opinión. Es una poesía muy colorista y en ocasiones tremendamente críptica y hermética, con un marcado carácter simbolista. Estas poesías poseen un valor añadido: significan el principio del Auster escritor en un momento en que las compaginaba con sus traducciones de poesía francesa –aunque él ha reconocido en varias ocasiones que lo hacía por un asunto meramente económico-

Aquí expongo una selección de sus poemas, compilados en el volumen “Pista de Despegue” (Anagrama)


XIX

Los muertos
Mueren y mueren: y en ellos
Los vivos. Espacio y ojos: acosados
Por frágiles herramientas, confinados
A sus hábitos.
Respirar es aceptar
Esa falta de aire, el único aliento,
Rastreado en las fisuras
De la memoria, en el lapso que divide
Este idioma hecho de odios,
Sin el cual la tierra
Hubiera otorgado un augurio
Aún más poderoso
Para nivelar los huertos
De piedra. Ni siquiera
El silencio me persigue.


BLANCO

Para un ahogado:
Esta página, como si
Hubiera sido lanzada al mar
En una botella.

Para que, mientras el cielo
Se embarca
En la visión de la tierra, un eco
De la tierra
Pueda navegar hacia él,
Lleno de un recuerdo de lluvia,
Y el sonido de la lluvia
Al caer en el agua.

Por lo que, a pesar de esta ola
Que ahora golpea
desde la cresta de las montañas,
habrá aprendido
que cuarenta días
y cuarenta noches
no nos han devuelto
paloma alguna.


VIDA IGUAL A VIDA

Anonimato y témpano: noviembre
Por su único nombre,
Baile de la muerte a través
Del habla rota
De azada y surco
Caída
Desde el alero de lo irresistible:
Ese vómito
Adorado por el martillo,
Moldeado en las zonas de sangre.

Una transfusión de negrura,
Paz generada,
Cercando la masacre.

Vida igual a vida.


XVIII

Las ratas se despiertan
Mientras duermes, e imitan
El avance de la necesidad. Mi voz
Vuelve a su hambre
Tras engendrarla, copula con piedras
Que surgen de muros rojos: el corazón roe
Sin conocer su saqueo; lengua desollada,
Escofina. Yacemos en la médula más profunda
De la tierra, y escuchamos
El aliento de los ángeles.
Crece la aridez en nuestros huesos.
Dondequiera que la noche
Haya hablado, hijos nonatos
Rondan el vacío interestelar.


Además, si quieres leer "El cuento de Navidad de Auggie Wren", un cuento de navidad de Auster que nos ha regalado nuestro amigo numero41, pinchad aquí



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Paul Auster y el cine (fin del hilo)
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La lista de escritores que han sentido una atracción por el séptimo arte es innumerable. Paul Auster también se ha visto fascinado por este formato artístico.
Además de haber escrito una novela que posteriormente se llevó al cine –La música del azar- Auster es guionista de otras dos películas –“Smoke”, “Blue in the face”, co-director de una -“Blue in the face”, junto a Wayne Wang- y director de otra -“Lulu on the bridge”-
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Su salto a la dirección se debió a que el director que en principio iba a hacerse cargo del film declinó finalmente la oferta. Auster decidió directamente dar el paso que supone situarse detrás de la cámara y pudo comprobar lo extenuante que resulta coordinar un proyecto de semejante magnitud. Según sus palabras, “Fue una experiencia maravillosa y agotadora. La peor parte llegó por el apartado financiero, que resultó tan complicado como deprimente: la búsqueda de financiación, las terribles luchas con el presupuesto, la negociación de los contratos, las reclamaciones de los sindicatos y las aseguradoras...”
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Casualmente, en la última película de Wayne Wang -Center of the World - (proyectada fuera de concurso en el festival de Cannes) aparece el nombre de Auster en los créditos como guinista, aunque poco ha tenido que ver en este caso con el proyecto. Parece ser que Wang decidió dar un cambio al rumbo de la película, y prescindió del trabajo de Auster. Sin embargo, Wang le rogó a Auster que dejase su nombre como posible reclamo publicitario, a lo que el escritor accedió debido a la estrecha amistad que les une. Desgraciadamente, ahora Auster se arrepiente de haber vinculado su nombre a un proyecto con el que no tuvo nada que ver, al menos en su versión definitiva y comercial.
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Los guiones de sus películas se pueden encontrar en la colección de Anagrama, y son dos libros fantásticos donde, además del texto del film, se aprecian fotografías del rodaje, bocetos de vestuario y fragmentos de los storyboards. Son unos fetiches irresistibles para cualquier seguidor del escritor.
Con estas líneas doy por finalizado el hilo, y os doy las gracias por haber soportado este lío durante una semana. Si queréis comentar cualquier cosa, o sugerir algo que hayáis visto que no funciona o hayáis echado de menos –como formato o según el contenido- lo agradecería muchísimo. A ver si alguien coge el relevo, y podemos hacer una sección variada de autores y estilos. Un abrazo a todos y todas.
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ABRAZOS, FELICITACIONES Y REGALOS, EN ESTE HILO
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