Me desperté una tarde; ... ¿y qué encontré?: agujeros en los bolsillos y recuerdos en el espíritu sobre todo aquello que perdí por el camino. Y especialmente sobre alguien especial para mí. Monedas y sueños despilfarrados tontamente. Retazos de tiempo que quién sabe a donde fueron. Ojalá tuviera ocasión de recuperar esos pedazos y de volver a intentarlo, reconstruirlo. A veces está uno tan ocupado corriendo, dando vueltas en círculo, divagando sobre los tumbos que se pega; que no ves que tu camino no conduce a ninguna parte. A veces te cansas de perseguir el arcoíris. Y te sientas con tu espejo de plata. ¡Espejo, espejito mágico; ¿qu ... Contemplas tu vida y descubres que no hay nadie a tu lado. Entonces; es en ese cansancio vacío donde encuentras un ápice de lucidez que te abre un resquicio de esperanza. Y en ésta soledad tan extrema, quizá en la perseveráncia, la dignidad y la disciplina halles a tus únicos aliados. Buscas ayuda para que esa soledad se transforme en amistad y te das cuenta que, paradójicamente quienes mejor te pueden ayudar son aquellos que como tú claman por la misma ayuda.
Todo ésto empieza a conformar una frágil tela de araña que con tiempo, poco a poco, se trunca en una red protectora con la que, como un trapecista, te sientes seguro sobre la cuerda de la vida. Tú vida, la única que tienes y que hay que aprovechar porque, ... siempre es más tarde de lo que parece. Esa red se hace inservible si uno se olvida de que la cuerda es muy fina, pero separa en la vida; el amor del odio, el triunfo del fracaso y la vida de la muerte. Caminar por ella es como hacerlo sobre el filo de una navaja.
Para salir de aquellas pesadillas que confundía con sueños he de tener valentía, como la de aquellos que reconociendo sentir miedo ante sus enemigos, aún se enfrentan a sus injusticias.