Fuerte golpe el del destino, poco a poco te condiciona por las etapas de la vida con situaciones cada vez más duras, y en estos tiempos actuales, en los que cuesta tanto decir "gracias", siempre es agradecida una fugaz sonrisa en los ojos por un trabajo hecho lo mejor posible.
La vida me mostraba lo máximo a lo que puedo aspirar, [color=gold]N, el origen de mi persona, y espero que mi final. Lamentablemente todo no puede ser tan fácil como conocer a alguien, enamorarse, vivir juntos, y ser felices. Al menos no en mi caso. Siempre he sabido que soy diferente al resto de la sociedad, por eso ahora entiendo que mi relación con N podría ser cualquier cosa menos normal. N vivía a 126 kilómentros de mi casa, algo lejos por aquellas fechas, así que sólo me quedaba el recurso de verla en fiestas y sobre todo en verano. Bendito verano. Calor, sudor, pesadez. Bendito sea. Aquellas mañanas en la piscina. El intimar con N, para alguien como yo, fue una cosa fácil, a pesar de que siempre que me encontraba delante de ella temblaba como un flan, y la cosa para un buen observador era cuando menos curiosa, puesto que yo ya pasaba del metro ochenta por aquellas fechas, y el verme con ese ligero temblor delante de una chiquilla de 14 años no podía producir más que risa en algunas miradas. Desde las primeras conversaciones triviales con N pude ver que era todo lo que podía pedirle a la vida, sus ojos nunca me han mentido. Su boca tampoco.
Paralelamente iba enriqueciendo mi árbol de cercanías a N, y así conocí a mis niñas: I y P. Amigas entre si desde casi que las conozco, pongamos 12 años para situarnos mejor, vecinas en las mismas fechas que N en este pueblo perdido, las dos de la misma edad, las dos tan iguales...las dos tan diferentes. Mis niñas siempre han jugado un papel importante en la historia, bien para mi, bien para N.
El verano llegaba y se iba, pero sus emociones quedaban latentes en mi durante mucho tiempo, el eje de reunión sublatente que era la piscina siempre se portó bien conmigo. Hoy día, la piscina está destinada a ser derruida, pero mientras no pasa eso, después del aerobic me gusta salir a la terraza del gimnasio, que está sobre la piscina, y atravesar la fina membrana invisible que me devuelve a todas esas emociones reunidas en un mismo espacio, y mi corazón resuena con potencia y arde vivamente, recordándome que la llama no se puede apagar por que está avivada con el agua de la piscina.
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