
Este es un relato que escribí hace tiempo y que no había puesto.
Me detuve ante las brillantes puertas del instituto, tome aire y mire a Laura, mi fotógrafa, tras una sonrisa nos adentramos en el enorme edificio dedicado al estudio de los ejes de la existencia. Caminamos por los anodinos pasillos, cruzándonos con nerviosos jóvenes que discutían a viva voz sus últimas teorías, sin duda serian los novel del mañana. Llegamos al laboratorio de nuestro entrevistado, la puerta abierta nos permitió entrar a una gran sala, ocupada por mesas tapizadas de libros y capas de polvo, en las paredes colgaban pizarras blancas donde cientos de formulas descansaban desordenadas, parecería sin duda estampa clásica del laboratorio de un genio clásico sino fuera porque en la ultima pared descansaban varias pantallas de grandes proporciones que mostraban imágenes de un acelerador de particulas situado en la otra punta del planeta.
El enjuto hombrecito nos recibió con una sonrisa, sin duda cumplía con el canon inmemorial del genio teórico, delgado, sin apenas cabello nos miraba a través las gruesas lentes que colgaban de una nariz ganchuda, casi bulbosa. Tras las presentaciones de rigor nos mostró su trabajo, hablando como si se dirigiera a verdaderos analfabetos, no hice nada para sacarle de esa idea y permití que continuase hablando sobre su teoría solo hablándole cuando parecía perderse en sus pensamientos.
Los conceptos que esboza llegaban a mi mente lentamente. Por alguna razón no del todo ilógica, todos los grandes físicos compartían la creencia el resto de la humanidad no ha nacido con capacidad para comprenderles ni a ellos ni su trabajo, pero yo no siempre fui periodista desde en mi juventud aquella maravillosa novela de Orson well me cautivara hasta marcar mi existencia, había dedicado mi pensamiento al eterno dilema del tiempo, la carrera de física me había resultado imposible de terminar por su enrevesado sistema y sus anticuados preceptos, tras varias vueltas en la vida había terminado de redactor en una importante revista de divulgación científica donde siempre me presentaba para cubrir cualquier desarrollo encaminado hacia romper las barreras del tiempo. Durante años visite a científicos con revolucionarias ideas y proyectos, había dejado a un lado mis sueños de juventud y me conformaba con informar al mundo del descubrimiento de otros.
La prosaica explicación termino y el hombre nos indico una pequeña pizarra donde una extensa formula había sido escrita con cierto cuidado para hacerse lo mas entendible posible, con evidente deseo de ser citada. Ahí, nos señalo, se encontraba su nueva teoría que estaba seguro que abriría nuevas puertas a la ciencia. Se giro y se encamino a los monitores donde continuo su explicación sobre la forma de demostrar su teoría, laura le acompaño diligente.
Mis ojos no se podían apartar de la formula, recorrí cada símbolo, cada ecuación, cada anotación. Durante años había visto docenas de formulas parecidas pero ninguna había abordado el problema de forma tan precisa ni tan clara pero aun así… supe en mi interior que estaba incompleta, inútil, casi podía oír en mi mente el atronador ruido de las ideas al encajar una sobre otra, motivado por mi mayor anhelo con una mano temblorosa tome el rotulador y tache varias anotaciones que sustituí con un pulso cada ves mas firme por nuevas variantes, finalmente añadí la ecuación que balancearía el conjunto, estupefacto observe el resultado final, supe que tras tanto años veía lo que había buscado. La llave el tiempo se mostraba ante mí. Algo atropó mi mente, sentí como si me arrancaran de mi cuerpo, todo se volvió oscuridad y silencio.
Desperté en una habitación de un blanco radiante, el suelo era calido y mis manos eran incapaces de encontrar líneas de unión entre posibles paneles, parecía formado por una sola y gigantesca pieza, la misma luz no tenía un lugar de origen claro sino parecía emanar de cada una de las superficies. Una sombra surgió tras de mi, la criatura humanoide vestía un sencillo traje blanco y en absoluto parecía un alienígena que tanto nos había vendido el cine, mas bien era un ser humano pequeño y sin cabello. Sus palabras llegaron a mi mente claras y rápidas, comprendí lo que me decía antes de percatarme de que sucedía. Nuestra civilización no estaba preparada para el viaje en el tiempo, aun no, matizo en mi mente, no iban a hacerme daño, no por que fuera contra de sus leyes, mas bien en contra de toda su filosofía de existencia. Detrás de ese pensamiento surgió un concepto que llego a mi mente como una daga, no podían dejarme ir con el conocimiento que había descubierto; con un fuerte sentimiento me dio a entender que era un peligro para mi propia raza, en mi mente vi dos posibilidades podía volver con recuerdos alterados, olvidaría todo acerca de la formula y sobre este mismo encuentro, o podía quedarme junto a ellos como un invitado permanente, me había ganado ese derecho, la duda paso por mi mente pero la deseche de inmediato y formule el que sabia que era lo único que realmente podía desear, “me quedare y aprenderé”. El ser esbozo una sonrisa, el primer gesto facial que había mostrado y el más humano, alzo la mano y una pared de luz se desplazo dejándome un camino que recorrí sin dudar hacia el futuro que tanto, tanto había anhelado.