La familia (Cuento propio)

Estimados,

Comparto un cuento escrito recientemente. Estoy abierto a cualquier tipo de comentario y/o sugerencia.

Gracias!

La familia siempre es una lotería, o al menos eso se cree en la cultura popular.
A cada cual le toca una familia de por vida y no existe forma ni modo de cambiar esa realidad.
Esta historia esta por encima de estas palabras y por encima de toda moral. La familia de este relato, estaba compuesta por el padre y sus tres hijos, y todos poseían una personalidad distinta y muy bien marcada.
El padre se caracterizaba por ser una persona fría y callada, cuyo rostro siempre mantenía una mirada de odio y rencor, a tal punto de preferir la soledad eterna, que a estar con sus adorables seres queridos. Su avaricia y egoísmo lo había convertido en un ser totalmente solitario. No poseía amigos.
Si bien los hijos mantenían un carácter distinto al de su padre, en realidad, solo conservaban dicha personalidad con el mundo exterior que los rodeaba. Con su padre, sus almas se volvían egoístas, avaras y destructivas. La causa de estos comportamientos se fue desarrollando con los años mientras cada uno de los hijos iba creciendo y madurando. Durante dicho desarrollo, el padre, como gran inversionista que era, había producido una riqueza lujosa e importante. Una riqueza que se vio reflejada en los autos que adquirieron, en las casas que compraron y en los gustos que se dieron. A esa familia no le faltaba absolutamente nada.
Con el pasar de los años, el padre se fue convirtiendo en una persona mayor y sus tres hijos seguían siendo igual de idiotas y egoístas que siempre. Pero no se podía afirmar con certeza si aquella idiotez estaba correctamente definida, ya que todos y cada de los hijos aguardaban con paciencia el pronto fallecimiento de su padre, para así poder quedarse con toda la magnifica y deseada herencia, y vivir así el resto de sus días sin complicación ni problema alguno. Sin embargo, el padre parecía ser eterno, a pesar de las enfermedades que lo agobiaban, aun seguía vivo y firme, sin entregar ni un solo centavo de todo su dinero. Los hijos no veían la hora de su fallecimiento. La espera parecía ser infinita y la idea de concretar la fortuna ya estaba casi perdida. Pero y a pesar de todo, un delirio ya estaba surgiendo.
Los hijos comenzaron a experimentar sentimientos de codicia y lujuria. Tan fuerte fueron los impulsos, que planearon acabar con la dulce espera y optaron por asesinar al hombre que les otorga la vida y así obtener lo que tanto anhelaban.
Los tres hermanos se reunieron en secreto y discutieron por horas, ideando la mejor forma de concretar su sangriento plan. Se hablo desde sicarios, hasta salidera. Desde cuchillos hasta pistolas y, extrañamente, desde granadas hasta dinamita. Todas las ideas parecían ser inútiles. El entusiasmo de los hijos se estaba desvaneciendo poco a poco. Cuando ya no sobraban comentarios, uno de ellos tomo la iniciativa y escogió al veneno como el mejor verdugo para su padre. Los dos restantes alabaron la idea y en cuestión de días, consiguieron una pequeña pero eficiente y mortal cantidad de veneno, capaz de matar a cualquier ser vivo de la Tierra. Se comunicaron con su padre y pactaron que al cabo de una semana cenarían en la gran casa y por fin sucedería lo esperado. Los hijos se observaron uno a otro y comprendieron que el final ya estaba cerca.
Finalmente, el día llego. Los hijos se vistieron muy elegantes y partieron hacia la casa de su padre. Al llegar, cruzaron el hermoso y verde jardín, cubiertas de tulipas, calas y jazmines. En el medio, un pequeño sendero de piedras negras y azules abría el paso hacia la puerta principal. Al entrar, se podía apreciar dos enormes escaleras laterales que conducían directo hacia el salón comedor, cubiertas con una alfombra roja y una gran cantidad de pinturas antiguas de colección, que colgaban a sus costados.
Los hijos no se extrañaron al ver que no había mucamas ni mayordomos. El padre, tacaño como pocos, había despedido a todos sus empleados para resguardar su fortuna. Cuando sus hijos entraron al comedor, el hombre ya estaba sentando en el borde de la mesa, leyendo un antiguo libro de inversiones y con una taza de te en las manos. Los hijos se acercaron, lo saludaron y fingieron en darle un poco de cariño y amor.
Durante casi media hora ni se dirigieron la palabra. El clima estaba algo tenso y pesado.
Por la ventana, se podía ver que la noche se estaba haciendo presente e inevitablemente, la hora de la cena se acercaba.
Uno de los hijos se dirijo hasta la cocina, dispuesto a preparar la supuesta comida. Tomo una enorme olla de acero y le agrego garbanzos, lentejas, maíz, cebollas, carne, tomates y muchos otros ingredientes y especias que fue encontrando en la enorme y lujosa cocina. Mientras ponía a calentar la misma, se dejo llevar por los pensamientos, recreando imágenes de cómo seria su vida una vez que su padre muriera. Se podía imaginar estando en una playa del Caribe a orillas de un vasto y azul océano, con un sol radiante y una arena limpia y firme. Rodeado de mujeres hermosas, alcohol y baile. Todo un delirio por parte de su pequeña y perturbadora mente.
El resto de los hijos tampoco perdieron la oportunidad. Uno de ellos se veía sentado en un trono cubierto de oro y, a sus pies, un centenar de personas le rendía homenaje, entregándole ofrendas y alabando totalmente su presencia.
El restante hijo, fue mucho más encima de lo impensado. Se imagino estando en un trono celestial, arriba de las nubes, indicando el destino de cada uno de los habitantes de la Tierra.
Era evidente que sus mentes ya estaban totalmente cegadas y anuladas, y esta noche seria la culminación perfecta.
Mientras la comida seguía a fuego lento, uno de los hijos tuvo la idea de encender el viejo tocadiscos que habían heredado de su difunto abuelo. El hijo escarbo entre la colección privara de su padre y finalmente encontró lo que el creía una pieza fundamental de la historia del rock. Al cabo de unos minutos, las canciones del “Viento dile a la lluvia” de Los Gatos Salvajes ya se podían apreciar con total claridad y a lo largo y ancho de toda la casa. A pesar del ambiente feliz, el padre se mantuvo firme y sin decir una palabra. Casi sin emitir sonido.
Finalmente la cena ya estaba lista. El hijo entro a toda marcha desde la cocina y apoyo la enorme olla encima de la mesa. Tomo los platos de cada uno y puso un poco de la supuesta y poco suculenta sopa, para luego apagar las luces y encender unas velas rojas, asegurando, de esa manera, la instantánea muerte de su padre.
El momento había llegado. Ninguno fue capaz de dar el primer sorbo. El padre, fijo como siempre, ni siquiera miraba su plato. Los hijos, alarmados, se miraron unos a los otros sin saber muy bien que hacer. Lo único que sabían con certeza, era que prácticamente toda la sopa estaba envenenada y que habían fallado rotundamente en no haber guardado una porción normal para corroborar su veracidad.
A todo esto el tiempo corría y el padre aun seguía vivo. El reloj central marco las 23:30 y si el padre no comía la bendita sopa en media hora, todo el plan estaría perdido y la fortuna que tanto anhelaban los hijos seguiría en manos de su padre, sin embargo, el ingenio de uno de ellos fue mucho más lejos y encarno una posible idea. Se levanto de la mesa, camino hasta el baño y luego de unos minutos trajo consigo una jeringa de plástico extraída directo del botiquín y en ella, cargo, muy sutilmente, la aun caliente sopa. El hijo, cansado de esperar, se acerco lentamente al padre y mientras el resto de los hijos lo observaban con conformidad, le introdujo la jeringa directo en su cuello.
El padre se mantuvo quieto, parecía no haber sentido el pinchazo ni muchos menos la situación. Al cabo de unos minutos, sus ojos se cerraron y el padre, desolado y solitario, quedo inmóvil sobre su silla, mientras sus hijos lo observaban con placer y alegría.
Al final, el plan no resulto como esperaban, pero los resultados fueron exitosos. Su padre ya se encontraba en mejor vida y la herencia, la tan preciada herencia ya se encontraba en poder de ellos, quienes en un acto de celebración y felicidad, alzaron sus copas y bebieron un vino de hacia mas de 10 años.
Bebieron y bailaron durante minutos, felices, hasta que uno de ellos, asombrado, comenzó a sentir un cosquilleo en su estomago, que luego se convirtió en puntadas, para finalmente terminar en dolor. Un dolor tan agobiante y profundo que ocasiono que cayera directo al suelo y, en cuestión de segundos, una espuma blanca comenzó a salir por su boca. Los dos restantes se asustaron e intentaron huir, pero uno de ellos fue tan torpe que tropezó con la alfombra roja bien colocada y cuyo final daba justo con la boca de la chimenea. El rostro de aquel hijo se calcino en un instante y sus gritos de dolor y desesperación se escucharon en toda la casa, a la par que sus brazos y piernas se retorcían del dolor.
El único hijo que quedaba, horrorizado por la situación, intento huir nuevamente pero su estomago comenzó a sentir el mismo dolor que su otro hermano y, al igual que el, cayo sobre la alfombra, rodeado con los cadáveres y del calor de la chimenea. Trato de arrastrarse hasta la mesa, intentando sentarse sobre una silla, pero al tomar por error la base en donde estaba apoyada la olla, todo su contenido cayó directo sobre su cuerpo, ocasionando quemaduras severas y horribles. Grito con furia y dolor por segundos, pero rápidamente se quedo sin aliento. Su hora ya estaba marcada.
Mientras observaba débilmente el techo, una sombra se interpuso sobre el. Cuando abrió los ojos para ver quien o que era, el rostro de su padre hizo presencia sonriendo con locura y felicidad. En sus ojos se podía ver vitalidad y odio, rencor y resentimiento, demencia y satisfacción.
El hijo intento maldecir al viejo, pero no lo logro, simplemente dejo de respirar. El padre, solitario mas que nunca, tomo la botella del vino de hacia 10 años y la derramo sobre la alfombra y sobre los cadáveres de sus hijos.
No vaya a ser que algún otro condenada bebería de su interior.
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