@JanKusanagi @Gartxia @Yoshi82 @Quark @Falkiño @O Dae_soo @grrr33 @DonutsNeverDie @[erick] @Arvo @Dylandynamo @Soul Assassin @Perfect Ardamax Buenas tardes compañeros. Cito a algunos de los que comenté de hacer "seguimiento" de mi viaje a Ucrania. Tal y como dije, a mi regreso me quería explicar un poco el viaje y mi valoración.
Disculpad que no de excesivos datos, ya que en todo momento me han recomendado que no lo haga por seguridad. Vivimos en un mundo interconectado y hay algunas personas que consideran que viajar a Ucrania para compartir 10 días con niños desplazados por la guerra es poco menos que un crimen y un atentado contra la integridad de Rusia, poco menos que un agente entrenado por la OTAN en una misión para destruir el régimen de Moscú... Todo suena exagerado, pero cualquier precaución es poca.
El viaje a Ucrania ha sido largo, un viaje de una hora en mi coche para ir a un aeropuerto que me llevó a una ciudad italiana. Allí una escala de 6 horas y llegada a un país fronterizo con Ucrania. Opté por ir a la ciudad de destino en Ucrania en autobús. Por un lado, el precio resultaba económico. Por otro, el paso de la frontera es bastante más rápido que en tren (cuando el tren llega a la frontera, hasta que todos los que están dentro no han sido revisados en cuanto a equipajes y documentación, no se continúa el viaje, por lo que la espera puede demorar muchas muchas horas). El tren me encanta como medio para desplazarme, pero la posible espera en la frontera me echaba para atrás en un viaje que ya estaba siendo largo. Por otro lado, mis contactos en España y Ucrania me recomendaban el bus y acertaron. La espera en la frontera no fue larga y todo transcurrió con normalidad.
Primeros metros recorridos en Ucrania...y mi corazón estaba a punto de explotar. Ya estaba nervioso (ansioso más bien) cuando me dirigía en el autobús a la frontera. En cuanto llegamos y vi las primeras banderas ucranianas y parches en los uniformes, los nervios y la emoción se dispararon.
Han sido CIENTOS de horas, sino miles, dedicadas a leer, informarme, pensar y tratar de conciliar el sueño, pensando en un país que no es el mío y que nunca había pisado. Con muchos sentimientos e ideas, algunas coherentes, otras alocadas. Mucho esfuerzo, mucho dinero y un desgaste emocional muy grande depositados en un país que cada día siento más mío. O con el que tengo un extraño vínculo que no sé bien cómo explicar.
Todo eso se me vino encima en esos primeros momentos en Ucrania y no pude contener las lágrimas. Rompí a llorar. Me había imaginado muchas veces qué es lo que podría sentir en ese momento, pero nada se acercaba a lo que realmente noté en mi cuerpo y en mi mente.
La señora que tenía al lado, me agarró la mano, miró el parche con la bandera de España que llevaba en mi mochila y sonrió. Solo una palabra salió de su boca, una de las pocas que había aprendido antes del viaje: дякую (Gracias). En un tono suave, amable, cariñoso, cercano...me hizo sentir como si estuviera en casa y quién me recibía fuera mi madre con un cariñoso saludo. Sentí calor dentro de mí. El viaje ya había compensado.
Quedaban un largo camino por delante, algo menos de 10 horas, pero mi cara no se apartaba de la ventana, intentando retener en mi memoria cada detalle, cada rincón, cada casa, bosque o vehículo que veía por el camino. Casas aisladas, aldeas y pequeñas ciudades, todas con un estilo que para mí es ya familiar después de tantas y tantas imágenes de casas, pueblos o ciudades ucranianas que, lamentablemente, han sido arrasadas. Reconozco que tuve que limpiar el cristal varias veces porque no hacía más que empañarlo o ensuciarlo con el sudor de mi cara, de tan pegado que iba. Intenté un par de veces dormir para llegar con algo de energía (el viaje estaba siendo largo y mi desgaste por los nervios era importante), pero estaba absolutamente excitado de emoción y no conseguía pegar ojo. Tampoco puse demasiado empeño, no fue más que un instinto de responsabilidad, pero me dejé llevar por lo que me pedía el cuerpo y seguí pegado a ese cristal como cuando viajaba con mis padres de pequeño por España en el coche.
Una pequeña parada para estirar los pies, aprovechar para ir al baño de una gasolinera y continuar este largo viaje. Pasamos algunos controles en las carreteras, pero nada exagerado ni que ralentizara el viaje. Se hacía extraño la normalidad con la que transcurría todo, pero es que es así como debe ser. La vida continúa más allá del frente y, cuanto más normal sea, mejor para todo el mundo.
La llegada a la ciudad fue a mediodía aproximadamente, una localidad de un tamaño bastante importante y que había sido duramente bombardeada unas pocas semanas antes de mi llegada. Mi contacto allí, una directora de un colegio de niños pequeños me estaba esperando en la estación de autobuses. No sé muy bien si el carácter ucraniano es así (tenía entendido que no), pero el abrazo que me dio nada más confirmar que yo era la persona que venía de España y con la que había estado hablando tanto tiempo fue algo que recordaré siempre. Me transmitió mucho, un agradecimiento profundo. Me dijo que para ellos era muy importante saber que desde fuera se les apoyaba, que no estaban solos en esto. Y me lo demostró en ese abrazo.
Los siguientes días me daría cuenta de ese agradecimiento, del cariño y atención que tuvieron unas personas que no me conocían y nada me debían.
*Continuará en cuanto tenga algo más de tiempo para proseguir con el resto del viaje. Ya aviso, he venido "tocado" de ese viaje, en el buen sentido. Ya estoy preparando mi vuelta para el 2026. Pero de eso ya hablaré más adelante.
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