Mi jefe siempre dice que él se hubiera metido a mercenario.
Recuerdo con viveza las historias que me contaba mi abuelo sobre la Guerra Civil Española. Como no era el típico abuelete cebolleta, cuando se arrancaba a contar alguna historia, siempre de forma espontánea y motivado por razones que sólo él entendía, prestábamos atención a lo que decía. Hablaba de hambre y miseria, de terribles ironías del destino (como soldados de ambos bandos jugando a la pelota que una semana después verías cómo se les ponía la cara al clavarles un bayonetazo), de mandos que le pegaban un tiro al azar a un soldado para mantener la disciplina, de increíbles actos estúpidos y de pequeños gestos que te devolvían de una la fe en el hombre.
No hay gloria, ni honor, ni victorias en la guerra. Tener que estar ahí para descubrirlo es uno de los grandes fracasos de la Humanidad.