El rastro perecedero
de un amor sin sentido
desmiga los segundos
a raudales
de un reloj digital.
Como tallo de árbol
te sientes;
cronometrando el placer,
tergiversándolo.
Te sientes y ríes,
melancólica,
con lágrimas en los ojos.
Y dentro de un rincón
de un autobús:
respiras.
Y miras
en el cielo
de un avión su estela.
Cargado de horas, minutos, y segundos.
Las agujas acelerando
del reloj del amor.