Karib estaba, para variar, inmerso en sus pensamientos después de escuchar la extraña conversación. A qué muchacho se referían. Habían recorrido la zona baja del escondite y no habían visto a nadie más a parte de Edenma y Dalath. ¿Se referirían a él?
Sin embargo esta vez sus cavilaciones no duraron mucho pues, como si volviese a sonar tras un largo silencio, la música suave que había estado siguiendo surgió de nuevo. Como supuso, provenía del pasillo que había tomado Satertel.
Quería seguir adelante, pero todo el sentido común que le había faltado a la hora de salir de la celda, hizo su aparición en ese momento en la cabeza del muchacho. Era una completa locura seguir a ese loco en un lugar del que no sabía absolutamente nada. Qué debía hacer.
Mientras estaba intentando averiguar qué hacer, la música fue poco a poco aumentando su intensidad y volumen. El sonido retumbaba por las paredes de la sala y hacía bastante eco, lo que, sin embargo, no rompía la armonía de la música, si no todo lo contrario, la realzaba y daba un porte majestuoso. Cada nota resonaba en la cabeza del muchacho como si de un martillo se tratase. Suaves pero continuos golpes de sonido se revolvían en el interior de Karib que poco pudo hacer para volverse en contra de aquello. Se levanto y con sumo cuidad volvió a ponerse en marcha tras Satertel.
Aquel camino estaba en mejores condiciones que los anteriores. En las paredes había antorchas que iluminaban el camino y el suelo no estaba tan agrietado como los anteriores. Incluso parecía que estaba limpio de la típica suciedad que hay bajo tierra. También pudo descubrir que era muy corto, apenas de unas decenas de metros. Al final del corredor se encontraba una amplia sala que, al asomarse en silencio, descubrió que era la de Satertel.
Su sentido común venció esta vez y, mientras la música reducía el volumen, el muchacho se alejó poco a poco de la estancia hasta quedar a buen resguardo de ser visto. Aguardó un buen rato antes de volver a asomarse mientras intentaba poner orden en el caos que reinaba en su mente, aunque sin resultado alguno.
Qué era aquella música que tanto le atraía y que no había cesado de sonar desde que saliese de la celda. Había recorrido un buen camino y, sin embargo, la música seguía sonando igual que cuando estaba junto a Edenma.
Era muy extraño. Entonces llevó la mano instintivamente a su vaina y allí descubrió el arma que llevaba. Se había olvidad completamente de ella. La volvió a sacar mientras esperaba y contempló con admiración todos los detalles del dragón que recorrían la empuñadura. Era largo, casi como una serpiente, y del mismo color broncíneo que el que tenía toda la empuñadura en sí. Estaba tan bien hecho que podía llegarle a ver varias escamas del cuerpo y de la cola, y sus alas, retraídas contra el cuerpo, eran una verdadera obra maestra.
Pronto volvió a centrarse en lo que le ocupaba, pues se encontraba en un lugar que entrañaba gran peligro. Estaba al lado de la habitación de Satertel, ni más ni menos. Volvió a envainar su espada y se acercó a la entrada de la estancia. Primero, escuchó atentamente y, para su alegría, sólo percibió el sonido acompasado de la respiración del ladrón, conjuntamente con algún que otro ronquido. Lleno de valor, se decidió a asomarse a intentar descubrir si aquella melodía provenía del cuarto del hombre. Poco a poco fue asomando la cabeza hasta llegar a la nariz, y allí contempló estupefacto lo que había.
Era una sala realmente majestuosa, llena de adornos y detalles. Estanterías y cortinas recubrían todas las paredes de la sala menos una zona donde se encontraba una ventana. Una ventana. Eso era una noticia magnífica, pues significaba que se encontraba ya muy cerca de la salida, por lo menos en aquella “planta”. Por aquella ventana entraba un hilito de luz rojiza. Karib hizo memoria y recordó que el bandido que les avisó de la huida dijo que era por la mañana. Si su reloj biológico no funcionaba mal, había pasado suficiente tiempo como para que en ese mismo instante la tarde estuviese cayendo sobre Tirya.
Intentó calmarse un poco y continuó examinando la habitación. Cerca de la ventana se encontraba una cama enorme. En ella podrían caber perfectamente dos o tres personas, aunque la envergadura de Satertel le hacía ocupar más de la mitad. El resto de la habitación eran estanterías y cajones llenos de libros, pergaminos y botes de extraños colores que daban a habitación un colorido extraordinario y acogedor. Al lado del bandido, cerca de la cama, se encontraba su armadura, enorme y de duro material, y sus armas, varias espadas de dos manos, ballestas y un arco. Para qué querría todo aquello, se preguntó el muchacho.
Su mirada volvió a recorrer la sala una y otra vez mientras intentaba encontrar algo que pudiese estar originando la música, que no cesaba, pero no había absolutamente nada. Ni si quiera una nueva salida hacia otra habitación donde pudiese encontrarse aquel o aquello que hiciese sonar la música.
De pronto, la música cesó. Qué significaba aquello. ¿Habría llegado al final de la búsqueda? Pero allí no había nada que le resolviese aquel misterio. Estaba completamente confundido y no sabía qué hacer ahora. Había llegado muy lejos como para volverse de nuevo a la celda con los demás. Retrocedió unos pasos y, apoyado en la pared, se dejó caer en el suelo con las rodillas flexionadas junto a su cara mientras que las rodeaba con los brazos sujetándolas. Sin pensar en ninguna otra cosa, miró al suelo. Tierra, y nada más. Cuál sería el misterio de aquello. Dónde se encontraba.
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pronto amigos mío, pronto ^^
ehm, una pregunta. El siguiente capítulo son sólo pensamientos y recuerdos de Karibdys. Lo posteo o continúo con la "acción"
Vos decidíis
nos e ves y VIVA ESDLA.... por cierto, tanto se parece mi relato a ESDLA?