Jamás olvidaré que todos lo años me tocaba recoger en el ayuntamiento mi regalo de reyes de las manos de Baltasar... siempre acababa con la mejilla marcada de negro por sus labios.
También celebro Olentzero de toda la vida, salir a la calle por noche con un muñeco de Olentzero mientras cantamos y al final se quema en la plazoleta del barrio.