Aki va:
El ciclo
Pablo despertó de súbito, tembloroso y jadeante. Un sudor frío recorría todo su cuerpo y el miedo se apoderaba poco a poco de él. Precisó que sus ojos, pese a estar completamente abiertos y expectantes no le mostraban mas que la eterna oscuridad, sus palabras no las podía oír y el silencio era lo único que reinaba en el profundo vacío que se extendía ante su mirada. Sus manos estaban lisas, así como su cuerpo y al igual que las lágrimas que surgieron de sus ojos. Con varias palpitaciones aceleradas comprobó con sus manos el alrededor mas próximo y no notaba mas que la lógica de estar sobre el sustento del suelo. Se encontraba terriblemente desconcertado, nada le parecía familiar. Pablo levantó su cuerpo, y con una serie de pasos torpes topó contra una pared. Caminando junto a esta pasó tiempo dejando caer el llanto de la desesperación. A medida que avanzaba y nada le frenaba, el pánico se hacía acopio de él. Finalmente se separó de la pared y de forma diagonal comenzó a correr obtuso y frenético hasta que se tornó a golpear con la pared opuesta. En un pasillo se encontraba del cual no sabía ni el principio ni el final.
Pasado el pánico Pablo decidió retroceder. Volvió hacer uso de la pared y comenzó a caminar portante. Entre zancada y zancada se preguntaba como podía haber llegado allí. No comprendía nada, gritaba y lloraba y no sentía mas que el dolor de sus propios raciocinios que no hacían mas que procurarle la desorientación. Poco a poco iba alejándose de las paredes y de pronto volvía rápido a topar con ellas. Pero en uno de sus movimientos serpenteantes, Pablo no topó con la pared sino con el vacío y cayó al suelo desequilibrado. El temor volvía aparecerse frente a él al diferenciar entre la oscuridad una sombra clara que se difuminaba poco a poco y reflejaba la figura de una persona. Sentado en el suelo ya arrastrándose hacia tras Pablo contemplo la forma de una túnica que cubría por completo el cuerpo de un hombre. Su rostro formaba parte de la oscuridad y sus pasos se acercaban a él con firmeza. Pablo reptó de espaldas unos metros y al ver un movimiento de la figura exteriorizando con la mano algo que portaba entre sus ropas, se levantó y comenzó a correr en dirección opuesta con toda la celeridad y mecánica que sus piernas le ofrecían. Girando la cabeza repetidas veces observó como la figura se iba desapareciendo entre la oscuridad y de nuevo el vacío le rodeaba. Pese a no contemplar nada corrió sin cesar hasta que sus pulmones y sus músculos descordinaron y la fatiga era superior al empeño. Dejándose caer sobre el suelo Pablo respiraba profundamente y sin detenerse. Admirando sus alrededores presa del terrible temor que le acontecía.
Tras recuperar el aliento habitual reinició la marcha adelante con paso ligero. Ladeando la cabeza hacia izquierda y derecha pero procurando la imbrusequedad de sus movimientos. Tras caminar y caminar paralelo a la pared el camino se volvía a dividir. Esta vez comprobó cuatro esquinas. Intentando otear de un lado a otro, deseando vislumbrar el camino que la llevase a la salida de esa pesadilla Pablo se vino abajo. Desmoralizado se sentó y comenzó a llorar de rabia y miedo y entre desconocida indecisión escuchó su llanto. Nervioso y levantándose de súbito comenzó a hablar y pese a los gritos de desconsuelo solo escuchaba el llanto. Entre la histeria que se generaba, Pablo pudo escuchar la voz suave de alguien hacía su derecha. Con miedo observó el camino y no diferenció nada pero comenzó a caminar hacia donde al parecer el ruido se hacia latente. Caminando con timidez Pablo recorrió tiempo escuchando esa voz que cada vez se hacia mas rotunda. Era una melodía triste, un llanto de niña lo que se oía. En la distancia del vacío sus ojos contemplaron la figura de una joven chica agazapada de manera medrosa entre las esquinas de un cruce de pasillos. Pablo comenzaba a observar y diferenciar un camino. Las paredes, el techo y el suelo se comenzaban a difuminar en gris oscuro y la niña llorosa le miraba con espanto. Pablo se paró a observar y comprendió que se encontraba en una especie de laberinto. La niña al sentir su presencia se levantó y comenzó a correr por uno de los pasillos. Pablo aceleró sus pasos en intentaba detenerla con sus palabras pero aún no las podía diferenciar. Al girar vio el pasillo terminarse y la niña se encontraba ahora parada, mirándole de frente, paró sus pasos y observo con cautela, temeroso. La niña señaló por detrás de él y Pablo contempló en la lejanía una luz blanca que deslumbraba su mirada. Al volverse, vio como la niña sonreía y saltaba a la pared desapareciendo. Pablo no comprendía nada y corrió hacia la luz. Infatigable paso por el cruce y sus pasos seguían rectos. Por mas que aceleraba la luminosidad siempre estaba igual de distante. Pablo pasó muchos otros cruces y la luz seguía al final de su mirada. Ahora diferenciaba el camino con claridad. Sus ojos se hacían cada vez mas precisos a medida que se acercaba.
En uno de los puntos de dos caminos Pablo pudo sentir el calor. Paró sus pasos y observó a un lado y a otro. Frente a él estaba la luz que ahora empezaba a empobrecer su fogosidad. A su lado izquierdo el camino seguía en oscuridad y al derecho el calor. Poco a poco la luz se apagó y ahora Pablo solo podía sentir el calor. Decidió caminar hacia él. La oscuridad rodeaba por igual el camino y el gris del laberinto seguía implacable. El calor azotaba con gusto su cuerpo y Pablo seguía caminando. Tras pasar incontable tiempo y cruzar diversos caminos, diferenció una mujer junto a una hoguera. Del mismo suelo surgía la llama, era hermosa y para Pablo idílica pero desconfiaba y se mantuvo alejado de ella. Él la miraba constantemente, su atuendo era rojo y un velo le cubría el rostro salvo los ojos. De repente dio un paso cortando el fuego y difuminándose con el humo. Pablo se asustó y temeroso reclinó hacia atrás. Con la mirada expectante al frente paso el tiempo. Poco a poco volvía a calmarse y se acercó temeroso al fuego. El calor no aumentaba pese acercar la mano a la llama. Justo cuando rozó el fuego, este se apagó y sintió estrepitosamente el dolor de un pinchazo en el dedo. Observó su mano y vio como la carne le escocia, y a su vez la rugosidad habían vuelto a sus manos. Pablo ahora tocaba las paredes, el suelo y el techo. Todo era del mismo tacto salvo el suelo que tenia pequeñas hendiduras a lo largo del camino. Tras esperar y esperar, y no suceder nada Pablo decidió encaminarse de nuevo por donde había venido. Ahora contaba con su vista y su tacto para intentar salir de aquel horrible laberinto. Al llegar al primer cruce, Pablo se descalzó y dejo sus zapatillas en el camino por donde havia venido, y decidió coger el lado izquierdo para continuar.
En este sentía unas pequeñas líneas rectas y paralelas. Pablo comenzó a caminar decidido. Siguió dejando muestras de lo que pudo allí donde se cruzaba. Iba despedazando su camiseta, sus pantalones y acabó dejando sangre tras morderse.
El tiempo transcurría y seguía caminando, sin rumbo y desorientado. Pese a observar y sentir el tacto Pablo seguía sin escuchar. Los caminos se volvían a cruzar frente a él y la histeria volvía de nuevo. El miedo de no terminar le abrazaba el corazón y la fatiga ya no la sentía. Comenzó a correr desconcertado cogiendo un camino y otro. Cada vez mas deprisa, cada vez mas nervioso. Las lagrimas acudieron de nuevo y el llanto se oía en su interior. Los gritos de impotencia al parecer no llegaban a sus oídos y sentía como si el pasillo comenzara a estrecharse y cerrarse. Pablo se desorientó, intentó rectificar sus pasos como pudo pero no encontró nada de lo dejado anteriormente. No había muestras de nada y al parecer se encontraba solo y distante de cualquier lugar. Cerró los ojos y siguió corriendo, intentaba escuchar algo que le guiase, alguna señal para seguir un camino y Pablo de golpe notó como el camino cambiaba a sus pies, ahora era liso y abrió los ojos pero fue demasiado tarde. Pudo poner las manos pero el impacto con la pared le produjo un gran dolor. Miró a sus alrededores con una herida en la parte derecha de su frente. Observó que ahora el pasillo era mas amplio y la pared no seguía una forma recta, sino circular. Donde llegaba su vista, veía que los caminos alcanzaban el pasillo circular sin oponerse ninguna pared. Pablo, con la sangre que le brotó escribió su nombre y se dispuso a caminar por el pasillo. El tacto de sus pies siempre era liso y con cada pasillo que se cruzaba descubría las líneas paralelas entre sí al parecer hacia el centro. Pablo paso largo tiempo caminando. Muchos pasillos que se repetían una y otra vez dejaba atrás. No veía ninguna salida y todo seguía sin cambiar, sin ver nada, sin sentir nada. Pablo miraba una y otra vez los pasillos intentando ver el final de estos, pero sin ningún resultado. Comenzó a darse cuenta que su visión iba menguando y cada vez notaba menos el tacto del suelo. Comenzó a ponerse nervioso y siguió caminando, observando con ganas su alrededor y palpando con sus manos la pared. La vista se venía a bajo y el temor de nuevo se apoderó de él. En uno de los pasillos volvió a ver la figura de la túnica oscura. Pero esta vez podía diferenciar vagamente los ojos. Tenía una mirada impactante daba la impresión de estar gestual izando pero Pablo no diferenciaba nada, no oía nada. Presa del pánico y en un frenesí furioso Pablo se abalanzo contra el hombre que comenzó a recorrer el camino en línea recta. No se le distinguían los pasos, tan solo la túnica ondeaba y Pablo corría detrás intentando darle alcance. Poco a poco iba perdiendo la visión y freno en seco. La figura desapareció y al borde de la ansiedad Pablo cayo abatido del pavor que sentía. Esta vez las lagrimas corrieron a mansalva y de nuevo se encontraba como al principio. Cerró los ojos y quedó dormido.
Transcurrió el tiempo y Pablo se encontraba como cuando empezó. Al despertar se levantó y comenzó a caminar el pasillo por donde siguió al hombre. No sabía ni porque, el esfuerzo por salir de allí se fue apagando en su interior, cada vez se hacia todo mas oscuro, sus pasos mas lentos y no se detenía a prestar atención a los pasillos con los que se cruzaba. Siguió caminando recto largo tiempo. De vez en cuando se detenía y poco después reprendía la marcha. Así siguió y siguió, no veía salidas, indicios de nada ni nadie pero tampoco se molestaba, daba su camino por perdido. Pablo siguió sus pasos encadenados unos con otros hasta que comprobó que las paredes ya no estaban ni un lado y ni a otro. La emoción y la euforia ahora hacían agravios en las ideas absortas de encontrar una salida. Pablo comenzó a incitarse por sus pensamientos, poco a poco volvía la visón a su mirada y el empeño se multiplicó al ver el resultado por sobrevivir. Sus ojos veían ahora una sala circular en la que cientos de pasillos desembocaban. En el centro de la sala había un espejo. Pablo se acercó, lo observó. Se vio a si mismo reflejado en él solo que la imagen era él inmóvil. No cambiaba por mucho que el se moviese. Rodeó el espejo y en la parte de atrás se veía a si mismo de espaldas. Pablo no entendía lo que sus ojos le mostraban. Además el espejo solo reflejaba su figura, la sala que lo contenía no se preciaba en la imagen y por un momento Pablo, observando frente al reflejo de su espalda vio con la mirada del reflejo del espejo de nuevo la luz blanca. Pablo desvió la mirada rápidamente observando por el lateral, mirando al frente. No vio ninguna luz, no observo ningún cambio y no había nadie mas ni en la sala ni en los principios de los pasillos. Volvió a mirar por detrás del espejo y esta vez contempló al hombre de la túnica oscura. Pablo reclino asustado unos pasos hacia atrás mirando con temor hacia el frente. De nuevo no contemplaba nada ni nadie. Poco a poco comenzaba a ponerse nervioso. Volvió a mirar y observo a la niña que se perdió tras la pared. Esta vez no era el llanto lo que se diferenciaba en su rostro sino una sonrisa picaresca. Pablo veía como la niña se aceraba y decidió no apartar su mirada. La niña se acercó y se acercó y de pronto salto sobre el espejo. Pablo reaccionó saltando hacia atrás y observó que no havia nadie. Al acercarse la mujer del fuego acababa de saltar dentro y ahora el reflejo de si mismo se giraba hacia Pablo. La imagen volteó y Pablo se contempló sin rostro. De repente el espejo comenzó a brillar y la luz blanca, ahora cegadora se concentraba toda ella en la obsidiana del centro de la sala. Pablo se alejó, su imagen ya no se reflejaba y sus ojos eran incapaces de ver. Un fuerte estruendo alcanzó sus odios y precisó las grietas que se creaban en el espejo. De pronto estallo en pedazos. Pablo cayo al suelo y quedo cegado por la luz que parecía no apagarse. Apenas podía ver nada una fuerza sobrenatural le arrastraba hacia la luz y por mucho que intentaba luchar Pablo alcanzó el lugar donde estaba el espejo. Sus ojos se abrieron y la luz ahora estaba alrededor suyo, una fuerte presión le apretaba la cabeza y parecía que todo su cuerpo estuviese estrangulado. Poco a poco la luz cegadora iba oscureciendo y la presión cesaba, pero de pronto un fuerte golpe le sacudió por detrás...
(Setenta y tres años después)
Enrique se encuentra tumbado sobre su cama. El sueño se ha apoderado de él y las molestias de sus huesos ya carcomidos por el paso del tiempo le pasan factura. Enrique ahora esta tranquilo, en su sueño se ve sentado en la arena de la playa, oteando con impasibilidad el horizonte que se extiende ante él. Ahora lee su diario. En él no hay escritas ni una palabra, si alguien mirase vería un libro en blanco pero Enrique observa toda su vida. Todos sus alegres momentos, los tristes y sus triunfos. Sus miedos y perdiciones. Enrique sigue pasando las paginas y el mar sigue en calma. El sonido de las olas chocando contra las rocas le tranquilizan aún mas. Se encuentra ahora en su estado ideal. Enrique en su sueño se levanta y comienza a caminar sobre el mar contemplando su vida entre las hojas. Se encuentra distante de la orilla y está a punto de terminar la hoja cuando su diario cae al agua y comienza a descender. Enrique se deja hacia abajo en busca de su vida. No para de descender y esta a punto de alcanzar su diario. Se sorprende, puede respirar, puede sentir con perfección ahora la oscuridad absoluta le rodea. Enrique no se puede mover, delante observa una sala y varias entradas a esta. A Enrique se le para el corazón y su aliento se apaga, ahora está inmóvil. Su alma se ha ido y Pablo despierta de súbito...
Silienor