Capitulo 11: Espiritus Afines.
La imagen del agua esparciéndose sobre las copas de los árboles como una gigantesca ola sería también lo último que la joven jefa Leoran vería de ambos. No parecía sorprendida en absoluto por lo sucedido con la catarata, tan solo un poco abatida ahora que todo había terminado, y sus ojos del mismo color del agua reflejarían por unos segundos la fina llovizna en que la explosión se había convertido.
A su alrededor el resto de Leoran reaccionarían de formas muy distintas a lo que acababa de suceder. Algunos, como el propio jefe y los compañeros de Ikiba, con la misma serenidad que aquella muchacha y la calma de quien ya esperaba ver algo así. Pero la mayoría, aquellos guardias que hasta entonces habían aguantado sus posiciones completamente firmes, con una sorpresa más que considerable que los haría mirarse unos a otros intentando buscar una explicación a lo que acababan de ver.
-Ruret?. –Preguntó el muchacho de cabellos tan oscuros como los de la joven al tiempo que cogía suavemente su mano.
Su voz la traería de nuevo a la realidad y la joven respiraría profundamente antes de apartar al fin los ojos del abismo para mirarle. Estaba hecho, fuese o no lo correcto ahora pensar en ello no servía de nada, así que simplemente asentiría tal y como él esperaba y apretaría la mano del joven entre sus dedos para seguirle.
Con la ceremonia ya finalizada, los dos líderes se girarían de nuevo hacia la puerta dando la espalda a la catarata y comenzarían el camino de regreso al poblado. Algo que también haría el resto de Leoran allí presentes hasta que, al fin, todos estuvieron dentro y la puerta pudo cerrarse de nuevo.
No eran los únicos en la entrada del poblado en aquel momento sin embargo. Mientras los guardias se dispersaban por la ciudad regresando a sus casas para cambiarse y los Leoran de ojos bicolores se dirigían hacia la cueva del árbol, alguien más se acercaría a la puerta y se cruzaría con los dos líderes.
Él apenas le prestaría atención aun cuando la joven pasó justo a su lado, pero los ojos de su compañera sí lo harían. En el momento en que ambas se cruzaban, pasando tan cerca que sus hombros casi se rozarían, los ojos de felino de la muchacha se clavarían en las pupilas color ámbar de la Shamshir y esta sabría ya que no era la única afectada por aquello.
Nyla no había podido seguirlos al exterior, pero el espacio entre los guardias había sido más que suficiente para que pudiese entrever lo que había pasado y aún no se había recuperado. Seguía mirando al vacío que ahora quedaba tras la puerta, buscando inútilmente a Ikiba y a Nanouk como si su mente aún no hubiese sido capaz de aceptar que aquello había pasado realmente y ninguno de los dos fuese a regresar. Pero no podía encontrarlos.
Mirase dónde mirase tan solo veía el vacío y las enredaderas que poco a poco volvían a su lugar para cubrir la puerta. Allí no quedaba nadie salvo el viento que ahora acariciaba su rostro trayéndole el lejano aroma de la jungla, como si se burlase cruelmente de ella recordándole lo que había tras el borde de aquella plataforma de roca. Hasta que, poco a poco, la puerta alcanzó su altura conforme descendía para cerrarse y Nyla ya no pudo ver nada más.
Los enormes troncos del portón serían lo único que quedaría frente a ella mientras sus afilados extremos descendían lentamente abriendo la corriente del río, crujían alcanzando por completo la verticalidad y hacían retumbar toda la pared del cráter con un seco golpe al asentarse en sus juntas. Golpe que la haría temblar también a ella, como si algo la hubiese sacudido de pronto haciéndola estremecerse frente a aquel enorme muro de madera.
No era el sonido de la puerta lo que la hacía temblar sin embargo, sino lo que significaba el hecho de que acabase de cerrarse. Aquella era la confirmación de todos sus temores, la prueba irrefutable de que lo que había visto era exactamente lo que suponía y sus ojos no la habían engañado. Y esto la haría reaccionar de pronto en una forma que hasta entonces solo Nanouk había podido ver.
-¡¿Por qué?!. –Gritó girándose de golpe hacia la pareja que acababa de cruzarse con ella, hablando en un tono brusco y nada amable como el que tantos habían escuchado en sus días como Shamshir. -¿Por qué lo habéis hecho?.
La muchacha de cabellos azabache se pararía de inmediato al escucharla, como si ya esperase una reacción así por su parte. Desgraciadamente no había mucho que aquella Leoran pudiese hacer por responder a sus preguntas de todas formas, ni siquiera aunque hubiese sabido realmente lo que significaban las palabras de la Shamshir. Por eso lo único que haría sería girarse hacia ella por un momento y, mientras sus miradas se cruzaban, decir aquello que le habría gustado poder decirle al propio Ikiba:
-Daera. –Dijo susurrando las palabras con voz suave y triste, no para ella sino para alguien a quien ya no podía decírselas.
-¿Si lo sientes por qué lo has hecho?. –Replicó furiosa Nyla reconociendo aquella palabra y acercándose lentamente a la Leoran hasta estar justo frente a ella. -¡Contesta!. Nanouk solo necesitaba tiempo para adaptarse ahora que sabía que no podía huir, ella no es como yo, pero aún así no le hizo daño a nadie más que a si misma. E Ikiba… ¿Cómo has podido hacerle eso a alguien de los vuestros solo por una estúpida pelea?. ¿Es así como sois realmente, tan crueles que cualquier fallo significa la muerte para quien lo comete?. Me da igual que no puedas entenderme, aunque no comprendas mis palabras sabes perfectamente por qué te estoy gritando así, contéstame. ¡Di algo mal…
La voz de Nyla se interrumpiría de pronto ante la respuesta que con tanta rabia había pedido a la jefa Leoran, y no porque su voz fuese más alta que la suya, sino porque esta no usaría palabra alguna para responderle. En lugar de eso, la joven Leoran levantaría una mano y le propinaría una brusca bofetada que la silenciaría de inmediato.
Nyla la miraría con rabia ante aquel inesperado golpe mientras se llevaba una mano a la mejilla y la idea de devolvérsela fuese o no la jefa del poblado cruzaría su mente por unos segundos, pero algo la detendría antes de que pudiese hacerlo. Al mirar de nuevo a los ojos de la muchacha Nyla vería algo que antes esta había conseguido esconderle y sus gritos parecían haber sacado a la luz. Vería como los ojos de la joven temblaban ligeramente mientras la miraba, como las lágrimas se acumulaban poco a poco en ellos amenazando con caer por sus mejillas, y también como ella los cerraba de inmediato conteniendo el llanto con todas sus fuerzas.
Toda la rabia de la Shamshir se esfumaría en ese mismo momento. No entendía lo que sucedía, pero podía ver que aquella decisión tampoco había sido fácil para la joven y ya no le pediría más explicaciones. Se quedaría en silencio mientras ella volvía a abrir los ojos recuperando la compostura y sus miradas se cruzarían una última vez antes de que la Leoran se diese la vuelta para seguir su camino.
La Shamshir se quedaría allí por unos minutos más, inmóvil en medio del camino que conducía a la puerta y completamente sola mientras la ciudad volvía poco a poco a la normalidad frente a ella. No sabía muy bien como sentirse en aquel momento, pero notaba un vacío en el pecho que la entristecía más de lo que ella había imaginado y ni siquiera sabía a cual de los dos se debía.
Nanouk había intentado matarla y no era precisamente lo que podría llamar su amiga, pero era la única en el poblado que en cierto modo era como ella. Ahora estaba sola, era la única extranjera en aquel lugar y uno de los apoyos que había tenido desde su llegada también había desaparecido.
Sin Ikiba, Gael era el único en todo el poblado de quien podía decir que se había preocupado realmente por ella, pero ni siquiera estaba segura de cómo seguiría todo a partir de ese día. Ikiba no solo la había sacado de la celda, también había sido él quien la había enviado con Gael y sabía por las conversaciones de este último con los guardias que ella seguía estando bajo su cuidado. Ahora él no estaba sin embargo, y el miedo volvería a asomar en la corazón de Nyla haciéndola recordar sus primeros días en aquel lugar.
Volvía a sentirse terriblemente sola y el único que podría haberla aliviado en ese momento no parecía estar en ninguna parte. Nyla cedería al fin a su ansiedad y correría a casa de Gael esperando encontrarle allí, deseando ver en su rostro la misma sonrisa de siempre al verla llegar y que esto borrase todas sus dudas. Pero su casa estaba vacía, esa mañana ni siquiera había barro sobre el torno como otras veces y a la Shamshir solo le quedaría un sitio en el que refugiarse: el cobertizo.
Esta sería la forma en Nyla pasaría el resto de aquel día. Sola en su cobertizo, sentada sobre la cama en la parte más alejada de la puerta como si tratase de esconderse del resto del poblado tal y como hacía en sus primeros días allí. Hasta que, llegado ya el anochecer, Gael terminaría la tarea que lo había tenido ocupado durante todo aquel día y regresaría también a casa.
La ausencia de Nyla no le sorprendería, después de todo lo que había pasado tenía que haberla afectado considerablemente. Pero eso no significaba en absoluto que no fuese a hacer nada al respecto, al fin y al cabo, no había pasado el día fuera para nada. Tras unos minutos arreglando las cosas en su casa y preparando algo para cenar, Gael pondría en una bandeja la cena de la joven como siempre y saldría para llevársela.
Ni siquiera él esperaría verla tan deprimida sin embargo. Recordaba perfectamente sus primeros días en el poblado, pero había aprendido a ver a Nyla como una muchacha alegre y curiosa, no como la criatura triste y temerosa con que se encontraría al abrir la puerta del cobertizo.
-Nyla... –La llamó con ciertas dudas, preocupado por que lo sucedido esa mañana le hubiese afectado más de lo que él esperaba. – Loaret tai?.
La voz de Gael tendría un efecto inmediato sobre la joven Shamshir. Nada más escucharle, su mente volvería a la realidad dejando a un lado por un segundo sus preocupaciones y esta se giraría rápidamente hacia él para mirarle. Todavía tenía miedo a lo que vería al hacerlo, a no encontrar al mirarle al mismo muchacho que había cuidado de ella durante aquellos días, pero ya no podía soportar sus dudas por más tiempo. Y para inmensa alegría de la joven, nada más hacerlo se encontraría con el mismo rostro amable de siempre.
Sus ojos parecían preocupados al verla así, pero la expresión de su rostro era la misma de siempre e incluso le había traído la cena. Detalles más que suficientes para poner fin a sus dudas y hacerla sonreír ligeramente mientras le miraba. Sentía un gran alivio, como si un enorme peso hubiese dejado de oprimirle el pecho, y él la premiaría como siempre devolviéndole la sonrisa.
La propia Nyla se sorprendería al darse cuenta de lo importante que se había vuelto para ella en aquellos días, pero eso era algo que ya no la preocupaba en absoluto. Leoran o no, Gael era la prueba de que no estaba sola como creía y de que no tenía por qué sentirse así. Aunque esto no bastaba para borrar del todo su tristeza, pero al menos sí para eliminar el temor de su corazón.
Aún así, Gael no se conformaría solo con esto. Pese a su sonrisa, el joven notaría la tristeza en los ojos color ámbar de la Shamshir y dejaría la bandeja a un lado para acercarse a ella. Sabía perfectamente a qué se debía, y también que podía decirle algo con lo que aliviar un poco esa tristeza. O al menos lo haría si encontraba la manera de conseguir que comprendiese sus palabras.
-Loare redura dar Ikiba?. –Preguntó parándose justo a su lado y dirigiéndole una tranquila sonrisa.
Nyla no comprendió absolutamente nada de lo que acababa de decirle. Tan solo que le estaba preguntando algo sobre el extraño muchacho de ojos bicolores, pero no sabía qué ni tampoco por qué lo hacía. Algo que Gael notaría rápidamente y lo haría decir algo más.
-Darua. –Insistió dándole una pequeña palmada en la cabeza para animarla. –Ikiba varadar.
-No sé lo que quiere decir eso. –Trató de explicarle Nyla un poco avergonzada por no entenderle pese al esfuerzo que este ponía por animarla. –¿Qué significa varadar?, Es la primera vez que lo escucho.
Gael tampoco la entendería a ella en un principio y por un momento no sabría muy bien que hacer. Cuando Nyla insistió repitiendo esta vez la palabra que no entendía, sin embargo, Gael si parecería darse cuenta de lo que sucedía y buscaría una forma de explicárselo.
Tras pensar un rato y mirar a su alrededor buscando algo que pudiese servirle, Gael se acercaría hasta el fondo del cobertizo y traería de allí una vieja maceta. Por su aspecto debía llevar allí mucho tiempo y nadie parecía haberse ocupado de ella puesto que en su interior aún podían verse los restos secos de una planta, pero eso era precisamente lo que buscaba Gael. Hecho esto, volvería a alejarse de Nyla dirigiéndose esta vez hacia la ventana y traería con él la pequeña maceta cuya planta servía de adorno para la misma.
-Azdura. –Dijo señalando los restos secos de la planta muerta.
-¿Otra planta?. –Intentó entender Nyla sin saber en qué iba a ayudarla aquello.
-Varadar. –Continuó Gael señalando ahora a la otra planta. –Azdura. –Repitió volviendo a señalar la planta mustia. -Varadar. –Finalizó dirigiendo al mismo tiempo su mano a la planta verde y aún viva.
-Una está muerta y la otra viva. –Comprendió de pronto Nyla levantando la cabeza para mirarle al tiempo que su rostro se iluminaba ante lo que aquello podía significar. –Es eso, ¿Verdad?. “Ikiba varadar”: Ikiba está vivo. Eso es lo que intentas decirme.
Gael tomaría su alegría como la confirmación de que había comprendido sus palabras y asentiría con la cabeza. Algo que de nuevo alegraría a la Shamshir, pero también traería inmediatamente una nueva pregunta a su cabeza.
-¿Pero cómo?. –Preguntó abriendo ambas manos para intentar que él la entendiese. -¿Cómo va a sobrevivir alguien a una caía así?.
El muchacho tardaría un rato en responderle de nuevo. Podía ver la confusión en el rostro de la joven y no le era difícil comprender lo que debía estar pensando, pero tardaría un poco en encontrar cómo explicárselo. Y de nuevo lo haría con un ejemplo lo más sencillo posible.
En esta ocasión no cogería nada, simplemente se acercaría al caño por el que corría el agua en el cobertizo y lo abriría un momento para señalársela a Nyla.
-Aeda. –Dijo girándose hacia ella y señalando con la mano el delgado hilo de agua.
-Agua. –Entendió Nyla asintiendo con la cabeza.
-Aeda… -Continuó Gael satisfecho al ver que parecía entenderle. -…naer azdura Ikiba.
-El agua otra vez, te refieres a la catarata ¿Verdad?. –Intentó entender Nyla reconociendo la mayoría de las palabras. –El agua no… el agua no muerte Ikiba. Pero no tiene sentido, ¿El agua no puede matar a Ikiba?. ¿Por qué?.
Esta vez sería Gael quien se quedaría mirándola sin la menor idea de lo que había dicho ni lo que le estaba preguntando. A lo que Nyla respondería simplificando sus palabras todo lo posible y repitiendo el mismo gesto de antes con las manos al tiempo que repetía aquella pregunta: “¿Por qué?”.
De nuevo el Leoran parecería entenderla, pero su reacción sería totalmente distinta a la anterior. Los ojos de Gael se entristecerían de golpe haciendo que la propia Nyla se preocupase y este bajaría la cabeza por un momento. Sin embargo, y para alivio de la joven que temía haber dicho algo que no debía, pronto reaccionaría de nuevo para tratar de responderle.
Esta vez sabía que cualquier tipo de explicación que intentase darle en su lengua no serviría de nada así que ni siquiera lo intentaría. En lugar de eso se dirigiría a la parte trasera del cobertizo, apartaría algunos de los sacos y herramientas allí amontonados hasta descubrir parte del muro y sacaría de la parte más oculta un gran jarrón envuelto en una tosca lona gris.
Nyla vería algo extraño en los ojos de Gael al cogerlo. Una mezcla de melancolía y tristeza tan profundas que por un momento sintió haberle pedido que le explicase aquello. Sin embargo el Leoran no se detuvo, regresó junto a ella sin decir nada y colocó el jarrón sobre la cama retirando a continuación la lona que lo cubría.
Los ojos de Nyla se abrirían por completo de golpe nada más ver lo que ocultaba aquella tela. El jarrón era distinto a los que había visto en la casa de Gael, mucho más delicado que cualquiera de ellos y repleto de intrincados relieves. Pero lo que llamaba su atención no era esto, sino la pintura que ocupaba la parte central del mismo y a la que dichos grabados servían como marco.
Se trataba de un retrato, algo que Nyla ni siquiera sabía qué Gael supiese hacer, y estaba tan cuidadosamente dibujado que incluso ella podía reconocer a uno de los Leoran allí representados:
-Ikiba. –Dijo mirando el rostro del joven de ojos bicolores que en la imagen sonreía de una forma que ella jamás había visto en aquel muchacho. –Pero… ¿Quién está con él?.
Al lado de Ikiba había alguien más en el retrato. Una joven Leoran de largos cabellos dorados que parecían estar hechos de oro, ojos azules como los que solo había visto en el rostro de otra Leoran en todo el poblado y facciones suaves que también le recordaban a ella. En su pelo podía ver además un emblema que ya conocía, el mismo que brillaba también en el pelo de Ikiba en aquel retrato y dejaba claro de quién se trataba.
-Entonces él también tiene una pareja. –Comprendió Nyla sin poder dejar de mirar a los ojos de la joven. –Y esos ojos… se parece mucho a ella. Era su hermana, ¿Verdad?. ¿Pero qué sucedió?, ¿Por qué no está esta chica con Ikiba?.
Gael no necesitaba siquiera escuchar sus palabras para saber lo que le estaba preguntando. Era evidente cual sería la pregunta de cualquiera nada más ver aquel retrato y por eso le respondería sin dudar, aunque el temblor de su voz al pronunciar las palabras de aquella frase dejaba claro el daño que le hacían incluso a él.
-Aranna… -Dijo señalando a la joven del retrato y haciendo una pequeña pausa para tomar aire. -…azdura.
Los ojos de la propia Nyla se contagiarían de pronto con la tristeza de Gael al escuchar esto. Comprendía perfectamente lo que significaban esas palabras y de pronto entendía también muchas otras cosas. Por qué Ikiba parecía distinto a los demás, por qué estaba siempre solo salvo cuando entrenaba… por qué ni siquiera las jóvenes del pueblo habían conseguido sacarle a bailar aquella noche como a todos sus compañeros.
-Está muerta. –Susurró con tristeza. –Lo siento… no debí haber preguntado tanto.
El Leoran no entendería su disculpa, pero sí su tristeza y trataría de aliviarla dándole de nuevo una pequeña palmada en la cabeza al tiempo que cubría el jarrón una vez más. Esto la haría sonreír ligeramente tal y como él pretendía, aunque más por la forma en que Gael parecía empeñarse en tratarla como a una niña pequeña que por el gesto en sí.
Mientras el muchacho regresaba el jarrón a su sitio, sin embargo, el rostro de Nyla volvería a mostrar una extraña preocupación por unos segundos. Seguía sin entender cómo podía Ikiba sobrevivir a aquella caída, al fin y al cabo su pasado no explicaba nada de lo que Gael le había dicho hacía unos minutos. Pero esta vez prefería no preguntar nada más.
Ya había hecho bastante daño obligando a Gael a recordar algo que, por su cara al coger el jarrón, era más que evidente que le hacía daño. No quería volver a verle así y se conformaría con creer sus palabras aunque no supiese la razón que había tras ellas. Además, y aunque no fuese precisamente eso lo que le había preguntado, aquel retrato también la había ayudado a comprender la reacción de la joven jefa Leoran tras la ejecución. Por lo que no todo había sido inútil.
Terminada la tarea de devolver el jarrón a su sitio, Gael volvería con ella y decidiría continuar con lo que había ido a hacer allí en primer lugar. El joven regresó junto a la puerta, cogió la bandeja con la cena y se la acercó a Nyla esperando que la aceptase.
La Shamshir no lo dudó siquiera. Con una sonrisa tan amable como era capaz de mostrar, las manos de la joven sujetaron el extremo de la bandeja que le ofrecía el Leoran y esperó a que se la dejase. Pero este no lo hizo.
Para sorpresa de Nyla, en lugar de soltar la bandeja Gael tiraría suavemente de ella a continuación haciendo que Nyla se pusiese en pie y le pediría con su mano libre que lo siguiese.
-¿Quieres que vaya contigo?. –Se sorprendió Nyla un tanto desconcertada. –Está bien, pero ya casi es de noche y yo no veo en la oscuridad como vosotros, tendré que cenar a tientas.
Dicho esto, Nyla seguiría a Gael sin dudarlo un segundo y los dos saldrían juntos del cobertizo para dirigirse hacia la puerta de la casa. Dentro estaba aún más oscuro que en el cobertizo puesto que allí la luz del árbol era más débil que en la ventana de este último, pero aun así Nyla podría seguirle sin problemas. En la penumbra todavía era capaz de distinguir las sombras de las cosas y sería capaz de dejar la bandeja sobre la mesa. Allí había ya otros cubiertos y más comida que Nyla identificaría fácilmente como la comida de Gael.
-¿Quieres que cenemos juntos?. –Preguntó no muy segura de si eso era lo que realmente pensaba, o lo que ella deseaba. –Que pena que ya no haya luz, así será casi como cenar sola de todas formas.
Gael no dijo nada ante aquellas palabras, después de todo no entendía prácticamente ninguna de ellas. En lugar de eso, se alejaría de la mesa dejando sola a Nyla por un momento y esta vería como su sombra se dirigía hacia el centro de la habitación. Sería precisamente entonces cuando la joven se daría cuenta de que allí había algo más.
Al principio no se había fijado, pero ahora que Gael estaba también allí podía ver una gran sombra en medio de la habitación que no correspondía con ninguno de los muebles de la misma. Fuese lo que fuese era tan algo como Gael y de cerca de un metro de ancho, lo que hacía difícil que lo hubiese pasado por alto de haber estado siempre allí y desconcertaba aún más a Nyla.
Lo que la joven no sabía, sin embargo, era que su sorpresa todavía sería mayor en cuanto Gael descubriese de qué se trataba. Con un simple tirón, el Leoran quitaría la tela que lo cubría y de pronto la habitación entera se iluminaría con la tenue luz azul que Nyla ya conocía: la de un luminoso retoño del árbol del lago.
Los ojos de la Shamshir brillarían con una sorpresa y alegría indescriptible nada más verlo. Era un árbol todavía pequeño, probablemente uno de los muchos retoños a los que las raíces de la planta del lago daban origen por todo el poblado, y Gael lo había plantado cuidadosamente en una gran maceta en el centro mismo de la casa.
El resultado de esto era que ahora toda la habitación brillaba con aquella suave luz azul, algo totalmente inútil para un Leoran, pero que convertía de pronto aquella casa en un lugar en el que Nyla podía estar incluso de noche y la haría girarse rápidamente hacia Gael comprendiendo su gesto.
-Esto es lo que has estado haciendo todo el día, ¿Verdad?. –Comprendió acercándose a él y mirando fijamente a las esmeraldas de sus ojos. –Muchas gracias…no… no sé como agradecerte esto, no me puedo creer que hayas hecho algo así por mí.
La respuesta de Gael sería la de siempre. Tan contento por la alegría que podía ver los hermosos ojos de la joven como por ver que todo había salido como esperaba, Gael volvió darle una cariñosa palmada en la cabeza y señaló hacia la mesa para que ambos pudiesen ir a cenar. Ahora que los dos podían ver perfectamente ya no había nada que se lo impidiese y ambos disfrutaron de una tranquila cena uno frente al otro.
No había mucho que pudiesen decirse uno al otro todavía dada la barrera que sus idiomas suponían para ambos, pero esto no les impediría bromear más de una vez y Nyla olvidaría poco a poco todas sus preocupaciones a favor de la compañía de aquel muchacho. Eso era todo lo que necesitaba, todo lo que quería, y poco a poco iba dándose cuenta de que todo lo demás le daba igual siempre que pudiese tenerlo.
Por eso esa noche Nyla no sería capaz a irse sin más. Terminada la cena, él la acompañaría hasta la puerta y ella sabría que había llegado la hora de volver a su cobertizo, pero no lo haría todavía, no sin antes dejar que él supiese lo que significaba para ella todo lo que había hecho por ayudarla.
El propio Gael se sorprendería al verla temblar de pronto mientras lo miraba y por un segundo se preocuparía, pero Nyla no le daría tiempo a nada más. Sus manos temblarían por un instante mientras sus ojos se perdían en el fondo de aquellas hermosas esmeraldas, sus pies amenazarían con traicionarla y hacerla tropezar, pero al fin se decidiría.
Antes de que Gael pudiese hacer o decir nada, Nyla rodearía el cuello del joven con ambos brazos, tiraría ligeramente de él para acercarlo a ella y sus delicados labios rozarían por un instante los del Leoran en un suave beso que los haría estremecer a ambos. Por un momento Nyla temería haber hecho algo que no debía, sentiría un extraño pánico proveniente de lo más profundo de su corazón ante la posibilidad de que él la apartase de golpe al hacer eso puesto que ni siquiera era una Leoran, pero por fortuna no fue así.
Ella pudo ver el mismo brillo en los ojos de Gael que él podía ver en los suyos mientras se separaban y supo que no se había equivocado. Incluso antes de que él respondiese a su gesto con una pequeña caricia en su mejilla y no con la habitual palmadita de niña pequeña de siempre, Nyla sabría que él sentía lo mismo al mirarla. Y desgraciadamente no podría más.
Para sorpresa de un desconcertado Gael, Nyla saldría inmediatamente de la casa visiblemente acalorada y solo se detendría al cerrar la puerta tras ella. De alguna forma sabía que él no la seguiría, que esperaría a que fuese ella quien regresase a su lado, y necesitaba por encima de todo calmarse. Su corazón latía tan deprisa que parecía querer salírsele del pecho, algo que ni ella misma recordaba que le hubiese sucedido nunca.
-Valiente tonta estoy hecha, ni que fuese la primera vez que beso a alguien. –Murmuró para si misma apoyando la espalda en la puerta y cerrando los ojos un segundo mientras sus labios formaban la sonrisa más alegre que jamás había aparecido en su rostro. –Aunque...
Al tiempo que decía esto, Nyla se llevaría una mano al corazón y abriría los ojos para comenzar su camino hacia el cobertizo.
-Quizás me equivoque y para ti sí lo haya sido. –Susurró dejando que sus palabras se perdiesen en el viento y apretando suavemente la mano sobre su corazón. –Sí, para ti ha sido el primero, ¿Verdad?.
La joven Shamshir no diría nada más. Su silueta desaparecería en la sombra del cobertizo y solo un sonido podría escucharse entre las paredes de madera de aquella casa durante el resto de la noche: los agitados latidos de dos corazones que acaban de tocarse.