La miró a los ojos y le pidió que se casara con él. Ella apartó la mirada, sorprendida y asustada. Se dio media vuelta y se acercó a la ventana.
-¿Cómo puedes pedirme eso?.
-Hazlo por mí. -Ella giró la cabeza levemente y precibió que tenía los ojos humedecidos.
-No puede ser, ella era mi hermana. Cómo puedo hacerle eso?.
Él se acercó a la cuna y observó como dormía su hijo, sin poder contenerse más soltó un grito ahogado y rompió a llorar.
-Necesita a una madre. Yo podría cuidarlo sólo... pero necesita el calor de una madre. -Cogió a su hijo y lo abrazó. El pequeño se despertó y comenzó a quejarse levemente, haciendo pucheros. -No puedo hacerlo sólo...
-Hoy en día, -dijo ella acercandose a los dos y mirando al pequeño. -El padre y la madre cuidan al niño indistintamente. Crecen con el cariño de cualquiera de los dos. ¿Cuál es el problema?.
-¿Hoy en día?... -Intentó tranquilizar a su hijo acunandolo con los brazos, pero el llanto arreciaba. -Mira la naturaleza. Mira a los grandes simios. Son como nosotros. Sus madres los cuidan, les enseñan. Les dan el calor necesario para crecer con amor.
-Pero, ¿cuál es el problema?.
Los intentos por hacerlo callar eran inútiles. Comenzó a pasear por la habitación mientras lo mecía suavemente.
-Quiero que sepa lo que es la dulzura, lo que es sentir que eres parte de otro ser, que tu carne es la misma carne, y el mismo corazón. Quiero que sepa que el amor es real y no es un invento. Que entienda el sacrificio del cariño. -El padre ocultó su rostro con el cuerpo de su hijo, mientras le decía que lo quería y lo tranquilizaba. Pero el bebé seguía llorando desconsoladamente.
De pronto, ella cerró la ventana y echó las cortinas. Luego, se acercó a ambos y tomó al niño en sus brazos. Lo meció dulcemente hasta que se calló y luego se quedó dormido.
-No puedo casarme contigo, -dijo en voz baja a su cuñado. -Pero dame a tu hijo y yo seré su madre.
Él, en un principio se quedó sin habla, sin aire, hasta que suspiró entre sollozos y soltó las últimas lágrimas. Se acercó a ella y la besó en la mejilla. Luego besó a su hijo en la frente. Se volvió hacia la puerta mientras se secaba el rostro con la manga de la camisa. Antes de abrir la puerta miró hacia atrás.
-Cuando sea mayor, háblale de mí.